Archivos en la categoría religion

Lunes, 25 de noviembre de 2013

ANTE TODO, RIGOR HISTÓRICO



Gentileza de Juan Miguel Suay, que desde hoy es doctor.
Miercoles, 30 de Octubre de 2013

REQUIEM POR LA FILOSOFÍA

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De la mano de Wert el Enterrador, se acaba de proceder al doloroso sepelio de (lo que quedaba de) la filosofía, la educación cívica y la reflexión crítica en la enseñanza secundaria española.
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Descanse en Paz.
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Más
Y más
Y todavía más

Miercoles, 18 de Septiembre de 2013

¿Crearon los dioses al ser humano o fue este el que creo a los dioses?

A continuación tenéis la intervención del Dr. Michael Shermer en el debate realizado en Oxford Union. El tema de debate es la existencia de Dios. Shermer argumenta elocuentemente que los dioses y las religiones son construcciones humanas y no al revés:

Los humanos crearon a Dios y a la religión (Michael Shermer) from Javier Smaldone on Vimeo.
Domingo, 1 de Septiembre de 2013

El escepticismo y la religión


Tienes derecho a pensar que hay una religión "verdadera", de aceptar los dogmas que prefieras y a considerar que algún libro es "revelado" pero eso no significa que las ideas religiosas deban ser inmunes al análisis crítico. Estas pueden y deben ser analizadas y debatidas como cualquier idea económica, política o científica. El pensamiento escéptico racional se debe aplicar a todo. FYRV.
Jueves, 15 de Agosto de 2013

Estudio relaciona abandono de la religión con una mayor inteligencia

Cuanto más inteligentes, menos creyentes

Un exhaustivo repaso a los estudios publicados en el último siglo muestra una correlación negativa entre inteligencia y religiosidad. Los autores sugieren que un mayor intelecto suple las funciones que suele cumplir la fe.

Nota de esMateria.com

Redactado por Miguel Ángel Criado 14/08/2013

La ciencia tiene cada vez más claro que existe una correlación entre inteligencia y religiosidad pero es negativa: los más inteligentes tienen tendencia a ser menos religiosos. Al menos esa es la conclusión principal de una investigación que repasa todos los estudios que han analizado esta relación entre intelecto y fe desde comienzos del siglo XX. Para los autores de este metaanálisis, la religión cumple una serie de funciones para el ser humano que explican supervivencia a lo largo de la historia. Pero, para un número creciente de personas, sus mayores habilidades intelectuales hacen innecesario a dios.



El trabajo, publicado en Personality and Social Psychology Review, ha recopilado todos los estudios que han encontrado sobre religión e inteligencia. Consultaron los archivados en la base de datos de la Asociación Americana de Psicología que se ajustaran a términos de búsqueda como coeficiente de inteligencia, IQ, inteligencia o habilidadess cognitivas y, también temas como religión, espiritualidad, o creencias religiosas. Además revisaron uno a uno los artículos aparecidos en revistas científicas especializadas en religión y consultaron en Scholar, el buscador académico de Google, con la combinación de palabras religión + IQ + inteligencia.

Miron Zuckerman es profesor de psicología de la Universidad de Rochester

Encontraron 62 estudios. La mayoría medían la inteligencia con alguno de los test IQ o, en particular en el caso de investigaciones con estudiantes, mediante exámenes de aptitud. Las mediciones de la religiosidad eran más heterógeneas, desde escalas de creencias religiosas a preguntas del tipo vas a misa. Los científicos codificaron todos esos valores para permitir una comparación estadística.

“53 estudios mostraron una correlación negativa mientras 10 presentaban una correlación positiva”, dice el estudio. Es decir, desde un punto de vista estadístico, altos valores en la variable A (inteligencia) se corresponden con bajos valores en la variable B (religiosidad). Además, en 33 de ellos la correlación negativa era significativa: los valores difícilmente se pueden deber al azar o a un error en el muestreo.

Pero correlación no significa causalidad. "No sabemos si hay una relación causal y no descartamos otros posibles factores que puedan influir en la correlación”, dice el profesor del departamento de psicología de la universidad de Rochester (EEUU) y coautor del trabajo, Miron Zuckerman. Pero analizaron otras variables como edad, sexo, raza o educación. Las tres primeras no afectaban a la correlación y, en la última, sólo un estudio establecía que sí, pero también era negativa.

La historia de esta problemática relación entre inteligencia y religiosidad la inicia una serie de estudios de la universidad de Iowa en 1928. Dos científicos examinaron por separado correlatos entre sentidos, capacidades motoras y cognitivas con la religión. Se incluyeron test de inteligencia en la batería de tareas a realizar por los sujetos a estudio. Ambos trabajos encontraron que, a mayores niveles de inteligencia, menores grados de religiosidad.

30 años después, el investigador Michael Argyle recopiló todos los estudios publicados hasta entonces realizados con estudiantes y jóvenes. Su conclusión fue similar: “los estudiantes inteligentes tienden a aceptar menos las creencias ortodoxas y tienen una menor probabilidad de tener actitudes pro religiosas”. Sin embargo, los años 60 concentran la mayoría de los estudios que encuentran una correlación positiva o inexistencia de ella entre religiosidad e inteligencia. En varios de los trabajos se destaca el papel mediador del ambiente social en el que uno crece para explicar el ateísmo o teísmo.

En la última década la ciencia ha vuelto a poner sus ojos en la cuestión y, la práctica totalidad de los estudios apuntan a una mala relación entre habilidades intelectuales y creencias religiosas. En 2009, un amplio estudio en 137 países mostró una relación de nuevo negativa entre niveles medios de inteligencia y religión.

La inteligencia sustituye a la religión

En la segunda parte del trabajo, los investigadores, sin afirmar que exista una relación causal, intentan explicar porqué los inteligentes suelen ser menos religiosos. Tres son las hipótesis que se plantean. Por un lado, el ateísmo sería una expresión de inconformismo. Los inteligentes tienen una menor probabilidad de conformarse con la ortodoxia religiosa. Una segunda posibilidad tiene que ver con las habilidades cognitivas. Al inteligente no le basta, no puede aceptar las creencias que no están sujetas a examen empírico o el razonamiento lógico. Su estilo cognitivo, más analítico que intuitivo, les hace refractarios a la religión. Esta es la tesis más aceptada en la actualidad.

Pero los investigadores apuestan por lo que llaman equivalencia funcional. Si la religión ha pervivido durante tantos milenios es porque cubre una serie de necesidades humanas. Para los autores del estudio, la inteligencia también las puede cubrir. Así, la religión permite un encaje emocional, ofrece la visión de un mundo ordenado y predecible. También ayuda a autorregular los impulsos, ajustando la conducta en pos de objetivos. Otra de sus características es que eleva la autoestima. Por último, ofrece un rincón, un sistema cohesionador que da seguridad en tiempos de incertidumbre. La inteligencia, según este trabajo, también puede prestar estos servicios.

“Una de las funciones de la religión es ofrecer respuestas a las cuestiones existenciales. Yo creo que una alta inteligencia también ofrece estas respuestas
”, opina Zuckerman. Pero hay una de las funciones que cumple la religión en la que la inteligencia no la puede sustituir y por eso los investigadores no la han incluido en su concepto de equivalencia funcional: “La única reserva que tenemos sobre esto es que la religión, al responder a las preguntas existenciales, alivia en cierta medida, el miedo a la muerte. Como decimos en el estudio, no tenemos constancia de investigaciones que demuestren que la inteligencia proporciona una función similar”.

El caso de los niños superdotados

Hay dos estudios que han merecido una especial atención por parte de los investigadores. En 1921, Lewis Terman inició un estudio con niños superdotados que aún sigue. Él buscaba las bases genéticas de su inteligencia. Pero el seguimiento de 1.500 niños, con un IQ medio superior a 135, a lo largo de su vida, incluía análisis en profundidad de cada niño mientras crecía, también de opiniones y sentimientos religiosos. En una escala de cero a cuatro (donde cero significaba que no daban ninguna importancia a la religión o eran antirreligiosos), los termitas presentan unos niveles muy inferiores comparados con los de la sociedad estadounidense en general. Además, su religiosidad se reduce con la edad. Así, los últimos datos disponibles, de 1991, muestran un valor medio de 1,45 entre los superdotados ya ancianos frente a los 3,50 de la población.

En 1989, otro estudio con superdotados arrojó resultados similares. En aquella ocasión, se investigó a los niños de la escuela elemental Hunter College. En esta institución neoyorquina sólo van niños superdotados. Los entrevistados tenían entonces entre 38 y 50 años. Cuando entraron a la escuela, el IQ medio era de 140. Este estudio era diferente al original de Terman. Aquí se les preguntaba por las posibles fuentes de su satisfacción personal y en la lista aparecía la religión. Sólo el 0,4% atribuyó a los valores religiosos parte del mérito de su situación personal.

¿Y usted qué opina?
Miercoles, 30 de Octubre de 2013

Historia y leyenda en los orígenes del islam (y 4)

Esta es la última entrada de mi serie sobre los orígenes del islam, en Mapping Ignorance:

http://mappingignorance.org/2013/06/20/history-and-legend-in-the-origins-of-islam-and-iv/







4) En la época de Mahoma, el alfabeto árabe no contenía aún marcas para las vocales; es más, algunos grupos de consontantes se escribían exactamente de la misma forma (p.ej., los símbolos para los sonidos b, t, th y n). Un siglo después, más o menos, este problema empezó a resolverse gracias al uso de puntos diacríticos, pero entretanto debió de implicar que las primeras copias escritas de las suras serían relativamente difíciles de interpretar por sus lectores. Esos documentos debieron de servir más bien como ayuda para recordar un texto aprendido de memoria, que como un documento útil para quienes no se lo supieran ya. A medida que el conocimiento del texto del Corán empezó a expandirse en el espacio y en el tiempo, más y más gente tuvo que basarse en el formato escrito, tal y como demuestra la preocupación sobre una edición "correcta" del Corán por parte de las autoridades musulmanas a partir de mediados del siglo VII. Esto significa que debió de haber abundantes ocasiones para la confusión en la interpretación de los textos, durante al menos un siglo. La tradición islámica reconoce esta situación a través de múltiples historias, tal vez legendarias pero con algún fundamento histórico. Por ejempo, bajo el reinado de Uthman, el tercer califa (644-656 DC, 22-35 AH), la tradición afirma que se formó un comité para establecer una versión autoritativa del Corán; varias copias de esa versión se enviaron a los rincones del nuevo imperio árabe, y todas las demás copias escritas que existían de las recitaciones de Mahoma se mandaron destruir. Esto significa, obviamente, que algunas versiones divergentes de las suras debían ya de existir en una época tan temprana, aunque la tradición afirma que sus diferencias con la edición ortodoxa se limitaban a asuntos de pronunciación o diferencias dialectales (en la edición ortodoxa, el dialecto quraishí, de la región de la Meca, fue privilegiado, al asumirse que era aquel en el que el propio Mahoma había hecho las recitaciones originales). Lo cierto es que la ortodoxia islámica acepta aún hoy en día lo que llama "las Siete Lecturas", es decir, siete formas posibles de pronunciar el texto del Corán según divergencias dialectales, lo que hace sospechar que las versiones supuestamente destruidas por Uthman debían de ser diferentes en aspectos algo más que puramente dialectales). Se conservan al menos dos copias antiquísimas del Corán que la tradición afirma que corresponden a aquella edición uthmaniana: el manuscrito de Topkapi (Estambúl) y el de Samarcanda (Tashkent, Uzbekistan), aunque su estudio califráfico sugiere que no pueden proceder de antes del final del siglo VII, es decir, medio siglo después de la supuesta fecha. Sea como sea, la verdad es que no hay ninguna prueba documental (sólo ta tradición) de que el Corán haya sido codificado en tiempos de Uthman en su versión actual, pues los únicos manuscritos conocidos (con la posible excepción de algunos pergaminos descubiertos en la mezquita yemení de Saná hace unos cuarenta años, que aún requieren un comprehensivo estudio filológico y paleográfico) datan de entre medio siglo y un siglo después de la muerte de Uthman, y lo que es tal vez más importante, las primeras referencias históricas al Corán entendido como una colección completa y definitiva de suras, también datan de esa misma época. Recuérdese, como vimos en la primera entrada, que incluso hacia 730 CE los contemporáneos se referían a los textos sagrados musulmanes como suras individuales, no como formando un único libro.

5) La dificultad de comprender muchas partes del Corán en una lectura directa (es decir, sin la ayuda del trabajo de los exégetas), y la posibilidad de que algunas letras, palabras o frases hayan sido confundidas por los primeros musulmanes, ha estimulado un puñado de teorías "alternativas" o "revisionistas" sobre el origen y la compilación del libro sagrado. La más famosa de esas teorías ha sido la propuesta por el autor alemán Christoph Luxenberg (de nuevo, se trata de un seudónimo). Su revolucionario método consiste en intentar, primero, de dar sentido a los textos oscuros cambiando los puntos diacríticos (lo que transforma una palabra en otra, en general cambiando las vocales pero dejando las mismas consonantes, salvo cuando éstas se escribían igual). Si todas las combinaciones admisibles de modificación conducen también a un sinsentido, Luxenberg considera la posibilidad de que la palabra no sea árabe, sino siro-aramea (una lengua que era, después de todo, la koiné utilizada en oriente medio en la época). Sorprendentemente, algunos de los pasajes oscuros parecen tener mucho más sentido gracias a esta hipótesis. De hecho, la misma palabra "corán" viene del arameo "queryana" ("leccionario" o "misal", es decir, un libro cristiano de oraciones), y es más apropiada originalmente para una colección de textos preparados para ser leídos en voz alta ("recitados") en ceremonias religiosas, que para una colección de discursos orales (aunque, por supuesto, la palabra terminaría tomando este último significado en árabe clásico). Luxenberg intenta mostrar que muchas de las suras, o algunas de sus partes, son probablemente traducciones modificadas de textos religiosos cristianos (seguramente no ortodoxos, tal vez monofisitas) que serían usados en algunas de las numerosas comunidades cristianas que existían en los siglos VI y VII en lo que hoy son Palestina, Israel, Jordania, Siria y Arabia. Por ejemplo, Luxenberg argumenta que la sura 97 ("El Destino" o "La Noche de Poder") sería realmente la traducción de un texto que aludía a la fiesta de Navidad. Pero lo más famoso, debido a su recepción en los medios de comunicación, ha sido la hipótesis de que las huríes-de-ojos-grandes mencionadas varias veces en el Corán como las jóvenes doncellas que esperan en el paraíso a los mártires de la jihad, serían en realidad la transliteración de la palabra aramea para "racimos de uvas blancas", que es una interpretación que encaja mejor con el resto del texto en el que aparece la expresión. Las tesis de Luxenberg han sido recibidas, por supuesto, con gran escepcicismo, incluso por muchos estudiosos occidentales, sobre todo por carecer de referencias históricas al contexto cultural y político, y por falta de sistematicidad filológica (p.ej., no discute otros posibles dialectos arameos). Estas tesis, de todas formas, deben ser examinadas una por una en función de la evidencia disponible.No sería una sorpresa para los expertos en historia de la cultura, que algunos o muchos de los contenidos textuales del Corán derivasen de manera directa o indirecta del medio judio o cristiano que preexistía en muchas de las comunidades de los siglos VI y VII en Arabia y sus alrededores, de la misma manera que gran parte del contenido narrativo de muchas suras trata precisamente sobre personajes bíblicos. Por desgracia, sólo el descubrimiento de más manuscritos procedentes de aquella época podría servir para decidir de manera científica esta fundamental cuestión.




Historia y leyenda en los orígenes del islam (3)

Esta es la nueva entrega en Mapping Ignorance.

En las últimas entradas de esta serie sobre los orígenes del Islam exploraremos parte de la información contenida en, o directamente conectada con, el propio Corán. Tal como expliqué en el último artículo, el Sagrado Corán es el único documento árabe importante que poseemos escrito en el siglo VII. Incluso la mayoría de las inscripciones en piedra escritas en árabe más antiguas no lo son mucho más. Algunas (que aún no usan el alfabeto árabe, sino una forma de alfabeto nabateo-arameo) proceden del siglo IV. El propio alfabeto árabe tuvo que esperar aún uno o dos siglos para empezar a desarrollarse, sobre todo en lo que hoy son Jordania y el sur de Siria, y fue al principio utilizado principalmente en inscripciones indudablemente cristianas. Tal como veremos, el hecho de que la escritura árabe aún no se hubiera desarrollado totalmente en el siglo VII origina un montón de problemas para la correcta interpretación del Corán y para la investigación sobre sus orígenes.

El Corán no fue escrito originalmente como un libro completo. De hecho, según la tradición musulmana, al principio no fue ni siquiera escrito, sino recitado oralmente (“corán” significa “recitación”) por el propio Mahoma (o, primero, por el arcángel Gabriel al Profeta), y por sus discípulos, y sólo después comenzaron algunos de éstos a preocuparse de transcribirlo, con el fin de preservar su recuerdo con tanta precisión como fuera posible. Las recitaciones de Mahoma no tenían ningún orden “lógico” o “temático”, sino que parecían responder a hechos o situaciones particulares, sobre las cuales el Corán resulta profundamente oscuro. La edición tradicional del “Libro” recoge las “revelaciones” individuales (o “versos”, i.e., “ayas”, o “señales”) en 114 “capítulos” (“suras”) con cierta unidad temática cada uno, pero esos “capítulos” no están a su vez recogidos en ningún orden cronológico, temático o sistemático, sino sencillamente ordenados de mayor o menor longitud. La tradición islámica clasifica también las suras según si (se cree) fueron “reveladas” antes o después de la hégira (622 DC), es decir, según si proceden de la época de Mahoma en la Meca o en Medina. Esta división entre suras mequíes y mediníes se hizo en parte por razones estilísticas (las primeras tienden a usar versos cortos y emplean un vocabulario ligeramente distinto –p.ej., el nombre al-Rahmán-, “el misericordioso”, para Dios), pero también por razones de exégesis: según la doctrina de la “abrogación”, las revelaciones posteriores pueden “abrogar” (“revocar” o “corregir”) el mensaje de las anteriores, de tal modo que, en caso de contradicción entre dos suras o versos, los exégetas musulmanes pueden argumentar que una de ellas fue revelada después, y por lo tanto es la que debe ser preferida como interpretación de la voluntad de Dios.

De todas formas, a falta de casi cualquier evidencia sobre la validez de la tradición islámica sobre la historia del Corán, los estudiosos contemporáneos han intentado escudriñar el libro en búsqueda de algunas pistas sobre sus posibles orígenes, influencias y circunstancias de su edición. Esta búsqueda ha llevado a proponer varias teorías que, por desgracia, permanecen aún en un estado muy especulativo. Presentaremos en estas dos últimas entradas los principales hechos en los que se basan estas teorías.

1) Siendo la priemra y la más importante obra compuesta en árabe, es comprensible que, quien quiera que haya sido el autor (o autores) del Corán, estuviese orgulloso de su uso de la lengua árabe. De este modo, el Corán menciona muchas veces que ha sido transmitido “en árabe claro y puro”… de hecho, la sensación que da es que lo dice demasiadas veces. Esta insistencia es extraña si pensamos sobre todo que el Corán era, supuestamente, una recitación oral: “Pues claro que estoy oyendo que me estás hablando en árabe; ¿por qué insistes tan a menudo en ese hecho tan obvio?”, podríamos pensar que sería la reacción de algunos “oyentes”. Según Spencer, “cuando el Corán insiste repetidamente en que está escrito en árabe, no es irrazonable concluir que tal vez alguien, en algún lugar, estaba afirmando que el Corán no estaba en árabe en absoluto. Se necesita enfatizar un punto sólo cuando es controvertido… Puede ser, por tanto, que el Corán insista tan a menudo sobre su esencia árabe porque éste era un aspecto que alguien estaba poniendo en duda”. Volveremos a este tema en la próxima entrada.

2) Aunque obviamente el Corán está en árabe, lo que no resulta nada obvio es que esté en árabe claro, como repetidamente se afirma en el libro. Como el filólogo Gerd Puin ha dicho, “si uno lee el Corán, se dará cuenta de que más o menos una frase de cada cinco no tiene el menor sentido… El hecho es que una quinta parte del texto coránico es simple y llanamente incomprensible”. Esto se debe a muchos tipos de problemas lingüísticos: términos que sólo aparecen en el Corán y que es difícil saber qué pueden significar, inconsistencias semánticas y sintácticas, elipsis, anacolutos, etc. A causa de esto, la traducción del Corán es particularmente problemática, y es tal vez una de las razones por las que los musulmanes rechazan con tanta intensidad que se traduzca su libro sagrado. Los exégetas islámicos han sido profundamente conscientes de esta situación desde el principio, pues su trabajo ha consistido precisamente en intentar explicar qué es lo que dice el Corán. De hecho, prácticamente ningún musulmán puede entender directamente lo que dice el Corán, salvo gracias al trabajo de los exégetas. Naturalmente, la exégesis de libros sagrados no es exclusiva del Islám, pero en el caso de la Biblia, por ejemplo, lo que intenta la exégesis es generalmente explorar el “significado oculto” de un texto (p.ej., un mensaje moral o profético), que a menudo se piensa que es muy diferente del “significado aparente” de ese mismo texto. En el caso del Corán, el problema es, en cambio, que a menudo no hay nada como el “significado aparente”. Esto no significa, por supuesto, que esas partes difíciles de entender carezcan de una gran fuerza retórica o no puedan ser poéticamente sublimes.

3) Otra característica del Corán muy frustrante (sobre todo para los lectores occidentales) es el hecho de que no básicamente contiene ninguna referencia a la realidad social, histórica o política en la que fue redactado. La mayor parte de las referencias a personajes específicamente identificables es, de hecho, a nombres bíblicos, desde Adán a Jesús. Moisés, en particular, es el nombre más citado en el Corán, tal vez como paradigma del tipo de profeta/hombre-de-estado que Mahoma reclamaba para sí mismo. En cambio, el propio Mahoma es citado sólo un puñado de veces, y en muchas ocasiones el texto se refiere al “Mensajero” (Rasul) como la persona a quien se está dirigiendo quien habla, o la persona de cuyas acciones se trata, aunque, como vimos, muhammadsignifica en árabe “bendito”, de modo que no es en absoluto claro si la palabra se estaba usando originalmente como un nombre propio, o como una alabanza al “mensajero de Dios”, quienquiera que éste pudiera ser. Esta falta de referencias a acontecimientos contemporáneos que pudieran ser contrastados mediante fuentes independientes hace prácticamente imposible la datación de las suras, así como determinar el lugar o lugares de su composición. El hallazgo afortunado de un texto siríaco titulado Leyenda de Alejandro a finales del siglo XIX ha proporcioando una de las pocas oportunidades (si no la única) para datar una sura en particular. Existe un paralelo muy estricto entre algunas partes de ese texto y la sura 18:83-102 (sura de La Caverna); el texto parece ser un resumen de las “profecías” que el texto siríaco atribuye a Alejandro Magno (en el Corán se denomina a ese personaje “el de los Dos Cuernos”, de forma muy parecida a cómo Alejandro era representado en algunas monedas, con dos cuernos de carnero que probablemente indicaban el poder del sol). La Leyenda de Alejandrofue muy probablemente compuesta en el norte de Siria para conmemorar la victoria del emperador bizantino Heraclio sobre los persas y la recuperación de Jerusalén, hacia el año 630. Se trata de un texto apocalíptico que se hizo muy popular en las décadas siguientes, y que mezcla algunas hazañas de Alejandro con varias profecías cristianas, con la intención de demostrar que el choque enre los imperios bizantino y persa, los ataques de las tribus nómadas de Asia central en Oriente Medio, así como otros “signos”, estaba todo ello anunciado el fin de los tiempos. El resumen del texto que ofrece el Corán comparte esta intención apocalíptica, aunque eliminando de ella todas las referencias o interpretaciones específicamente cristianas. No puede ponerse en duda que la versión del Corán se deriva (con alta probabilidad directamente, debido al estrecho paralelismo entre las frases de ambos textos) de la obra siria. Esto no hace imposible que la sura de La Cavernahaya sido compuesta por Mahoma en sus últimos años (recordemos que se dice que murió en 632 DC), aunque dos años parecen muy poco tiempo para que la Leyenda de Alejandro haya podido circular desde Edesa (ahora en el sur de Turquía) hasta la Meca de una forma tan detallada como para explicar los enormes paralelismos entre ambos textos. Otras posibilidades son, p.ej,. que Mahoma hubiese vivido más tiempo (recordar que el libro Doctrina Jacobimencionaba hacia 635-640 a un profeta todavía vivo, que comandaba a los árabes en la invasión de Palestina), o que la sura haya sido escrita por alguna otra persona más adelante. Cualquiera que sea la verdadera explicación, de todos modos, el hecho es que la cronología de la Leyenda de Alejandro es incompatible con la adscripción de la sura de La Caverna al período mequí (tal como hace la tradición exegética musulmana), un período que supuestamente finalizó en el año 622, mucho antes de la toma de Jerusalén por los bizantinos.




Historia y leyenda en los orígenes del islam (3)

Esta es la nueva entrega en Mapping Ignorance.

En las últimas entradas de esta serie sobre los orígenes del Islam exploraremos parte de la información contenida en, o directamente conectada con, el propio Corán. Tal como expliqué en el último artículo, el Sagrado Corán es el único documento árabe importante que poseemos escrito en el siglo VII. Incluso la mayoría de las inscripciones en piedra escritas en árabe más antiguas no lo son mucho más. Algunas (que aún no usan el alfabeto árabe, sino una forma de alfabeto nabateo-arameo) proceden del siglo IV. El propio alfabeto árabe tuvo que esperar aún uno o dos siglos para empezar a desarrollarse, sobre todo en lo que hoy son Jordania y el sur de Siria, y fue al principio utilizado principalmente en inscripciones indudablemente cristianas. Tal como veremos, el hecho de que la escritura árabe aún no se hubiera desarrollado totalmente en el siglo VII origina un montón de problemas para la correcta interpretación del Corán y para la investigación sobre sus orígenes.

El Corán no fue escrito originalmente como un libro completo. De hecho, según la tradición musulmana, al principio no fue ni siquiera escrito, sino recitado oralmente (“corán” significa “recitación”) por el propio Mahoma (o, primero, por el arcángel Gabriel al Profeta), y por sus discípulos, y sólo después comenzaron algunos de éstos a preocuparse de transcribirlo, con el fin de preservar su recuerdo con tanta precisión como fuera posible. Las recitaciones de Mahoma no tenían ningún orden “lógico” o “temático”, sino que parecían responder a hechos o situaciones particulares, sobre las cuales el Corán resulta profundamente oscuro. La edición tradicional del “Libro” recoge las “revelaciones” individuales (o “versos”, i.e., “ayas”, o “señales”) en 114 “capítulos” (“suras”) con cierta unidad temática cada uno, pero esos “capítulos” no están a su vez recogidos en ningún orden cronológico, temático o sistemático, sino sencillamente ordenados de mayor o menor longitud. La tradición islámica clasifica también las suras según si (se cree) fueron “reveladas” antes o después de la hégira (622 DC), es decir, según si proceden de la época de Mahoma en la Meca o en Medina. Esta división entre suras mequíes y mediníes se hizo en parte por razones estilísticas (las primeras tienden a usar versos cortos y emplean un vocabulario ligeramente distinto –p.ej., el nombre al-Rahmán-, “el misericordioso”, para Dios), pero también por razones de exégesis: según la doctrina de la “abrogación”, las revelaciones posteriores pueden “abrogar” (“revocar” o “corregir”) el mensaje de las anteriores, de tal modo que, en caso de contradicción entre dos suras o versos, los exégetas musulmanes pueden argumentar que una de ellas fue revelada después, y por lo tanto es la que debe ser preferida como interpretación de la voluntad de Dios.

De todas formas, a falta de casi cualquier evidencia sobre la validez de la tradición islámica sobre la historia del Corán, los estudiosos contemporáneos han intentado escudriñar el libro en búsqueda de algunas pistas sobre sus posibles orígenes, influencias y circunstancias de su edición. Esta búsqueda ha llevado a proponer varias teorías que, por desgracia, permanecen aún en un estado muy especulativo. Presentaremos en estas dos últimas entradas los principales hechos en los que se basan estas teorías.

1) Siendo la priemra y la más importante obra compuesta en árabe, es comprensible que, quien quiera que haya sido el autor (o autores) del Corán, estuviese orgulloso de su uso de la lengua árabe. De este modo, el Corán menciona muchas veces que ha sido transmitido “en árabe claro y puro”… de hecho, la sensación que da es que lo dice demasiadas veces. Esta insistencia es extraña si pensamos sobre todo que el Corán era, supuestamente, una recitación oral: “Pues claro que estoy oyendo que me estás hablando en árabe; ¿por qué insistes tan a menudo en ese hecho tan obvio?”, podríamos pensar que sería la reacción de algunos “oyentes”. Según Spencer, “cuando el Corán insiste repetidamente en que está escrito en árabe, no es irrazonable concluir que tal vez alguien, en algún lugar, estaba afirmando que el Corán no estaba en árabe en absoluto. Se necesita enfatizar un punto sólo cuando es controvertido… Puede ser, por tanto, que el Corán insista tan a menudo sobre su esencia árabe porque éste era un aspecto que alguien estaba poniendo en duda”. Volveremos a este tema en la próxima entrada.

2) Aunque obviamente el Corán está en árabe, lo que no resulta nada obvio es que esté en árabe claro, como repetidamente se afirma en el libro. Como el filólogo Gerd Puin ha dicho, “si uno lee el Corán, se dará cuenta de que más o menos una frase de cada cinco no tiene el menor sentido… El hecho es que una quinta parte del texto coránico es simple y llanamente incomprensible”. Esto se debe a muchos tipos de problemas lingüísticos: términos que sólo aparecen en el Corán y que es difícil saber qué pueden significar, inconsistencias semánticas y sintácticas, elipsis, anacolutos, etc. A causa de esto, la traducción del Corán es particularmente problemática, y es tal vez una de las razones por las que los musulmanes rechazan con tanta intensidad que se traduzca su libro sagrado. Los exégetas islámicos han sido profundamente conscientes de esta situación desde el principio, pues su trabajo ha consistido precisamente en intentar explicar qué es lo que dice el Corán. De hecho, prácticamente ningún musulmán puede entender directamente lo que dice el Corán, salvo gracias al trabajo de los exégetas. Naturalmente, la exégesis de libros sagrados no es exclusiva del Islám, pero en el caso de la Biblia, por ejemplo, lo que intenta la exégesis es generalmente explorar el “significado oculto” de un texto (p.ej., un mensaje moral o profético), que a menudo se piensa que es muy diferente del “significado aparente” de ese mismo texto. En el caso del Corán, el problema es, en cambio, que a menudo no hay nada como el “significado aparente”. Esto no significa, por supuesto, que esas partes difíciles de entender carezcan de una gran fuerza retórica o no puedan ser poéticamente sublimes.

3) Otra característica del Corán muy frustrante (sobre todo para los lectores occidentales) es el hecho de que no básicamente contiene ninguna referencia a la realidad social, histórica o política en la que fue redactado. La mayor parte de las referencias a personajes específicamente identificables es, de hecho, a nombres bíblicos, desde Adán a Jesús. Moisés, en particular, es el nombre más citado en el Corán, tal vez como paradigma del tipo de profeta/hombre-de-estado que Mahoma reclamaba para sí mismo. En cambio, el propio Mahoma es citado sólo un puñado de veces, y en muchas ocasiones el texto se refiere al “Mensajero” (Rasul) como la persona a quien se está dirigiendo quien habla, o la persona de cuyas acciones se trata, aunque, como vimos, muhammadsignifica en árabe “bendito”, de modo que no es en absoluto claro si la palabra se estaba usando originalmente como un nombre propio, o como una alabanza al “mensajero de Dios”, quienquiera que éste pudiera ser. Esta falta de referencias a acontecimientos contemporáneos que pudieran ser contrastados mediante fuentes independientes hace prácticamente imposible la datación de las suras, así como determinar el lugar o lugares de su composición. El hallazgo afortunado de un texto siríaco titulado Leyenda de Alejandro a finales del siglo XIX ha proporcioando una de las pocas oportunidades (si no la única) para datar una sura en particular. Existe un paralelo muy estricto entre algunas partes de ese texto y la sura 18:83-102 (sura de La Caverna); el texto parece ser un resumen de las “profecías” que el texto siríaco atribuye a Alejandro Magno (en el Corán se denomina a ese personaje “el de los Dos Cuernos”, de forma muy parecida a cómo Alejandro era representado en algunas monedas, con dos cuernos de carnero que probablemente indicaban el poder del sol). La Leyenda de Alejandrofue muy probablemente compuesta en el norte de Siria para conmemorar la victoria del emperador bizantino Heraclio sobre los persas y la recuperación de Jerusalén, hacia el año 630. Se trata de un texto apocalíptico que se hizo muy popular en las décadas siguientes, y que mezcla algunas hazañas de Alejandro con varias profecías cristianas, con la intención de demostrar que el choque enre los imperios bizantino y persa, los ataques de las tribus nómadas de Asia central en Oriente Medio, así como otros “signos”, estaba todo ello anunciado el fin de los tiempos. El resumen del texto que ofrece el Corán comparte esta intención apocalíptica, aunque eliminando de ella todas las referencias o interpretaciones específicamente cristianas. No puede ponerse en duda que la versión del Corán se deriva (con alta probabilidad directamente, debido al estrecho paralelismo entre las frases de ambos textos) de la obra siria. Esto no hace imposible que la sura de La Cavernahaya sido compuesta por Mahoma en sus últimos años (recordemos que se dice que murió en 632 DC), aunque dos años parecen muy poco tiempo para que la Leyenda de Alejandro haya podido circular desde Edesa (ahora en el sur de Turquía) hasta la Meca de una forma tan detallada como para explicar los enormes paralelismos entre ambos textos. Otras posibilidades son, p.ej,. que Mahoma hubiese vivido más tiempo (recordar que el libro Doctrina Jacobimencionaba hacia 635-640 a un profeta todavía vivo, que comandaba a los árabes en la invasión de Palestina), o que la sura haya sido escrita por alguna otra persona más adelante. Cualquiera que sea la verdadera explicación, de todos modos, el hecho es que la cronología de la Leyenda de Alejandro es incompatible con la adscripción de la sura de La Caverna al período mequí (tal como hace la tradición exegética musulmana), un período que supuestamente finalizó en el año 622, mucho antes de la toma de Jerusalén por los bizantinos.




ESCUELA Y RELIGIÓN

Un comentario mío en ABC

Todos deben conocer las nociones básicas del hecho religioso y la historia de las religiones, eso es indudable. Pero como se ve en los ejemplos, salvo algunos países en los que la iglesia (católica u ortodoxa) ha tenido un control social excesivo hasta el pasado reciente, lo normal en todos ellos es que la enseñanza SOBRE las religiones sea una materia impartida DE MANERA IMPARCIAL, NO CONFESIONAL, y por profesores INDEPENDIENTES de las iglesias (generalmente, profesores de historia o de filosofía).
Lo que es una vergüenza es que la enseñanza de la religión EN EL SISTEMA EDUCATIVO, QUE DEBERÍA SER NEUTRAL, esté vergonzantemente en manos de la iglesia. Los profesores de historia y de filosofía están perfectamente capacitados para impartir la enseñanza de esos HECHOS Y CONCEPTOS, no les hace falta a los alumnos que vaya un esbirro de un obispo o un mulá para INCULCARLES los valores concretos de una religión específica. Si los padres quieren VIOLENTAR la libertad de elección de sus hijos en algo tan importante para la dignidad humana como es la libre decisión de qué creer, sometiéndolos desde pequeños a un particular conjunto de MITOS en vez de a otros, ya que el estado no puede impedir eso, al menos que lo hagan en sus casas o en las parroquias, no en un espacio que debería ser EMINENTEMENTE de libertad, diálogo, y crítica racional.

TWITTER INTERRUPTUS #AtwiTEO


Cuando llevábamos una hora y cuarto de apasionante discusión sobre ateísmo, Twitter me avisa de que "ha superado el número máximo de tweets, inténtelo al cabo de unas horas".

Una lástima dejar a la gente colgada de ese modo, con lo interesante que se estaba poniendo. Pido perdón por el twiterillazo, y gracias a todos por participar.





Os dejo los tweets de la "tweetalk" (hubo muchos más, que fueron respuestas o retuiteos)

Es una experiencia que no sé cómo saldrá
Gracias a todos los que estáis ahí
¿Hacéis un FAV o RT para veros?

Hoy en #CursoAteismoTwitter discutiremos 
O cómo evitar que te definan los creyentes

Todos los tuits que me mandéis durante la sesión los retuitearé para que los vean los demás

Vamos a hablar primero sobre el concepto de #creencia

Es un concepto curioso: significa dos cosas CONTRARIAS

"Creer" significa
1 Estar seguro
2 No estar seguro

P.ej. Juan está seguro de que hoy es martes, pero en realidad es lunes Entonces decimos que Juan CREE que es martes

O bien
Juan no está seguro de si es martes o es lunes, pero algo más seguro de que es lunes.
Entonces decimos que Juan CREE que es lunes

Así que a veces decimos que Juan cree algo para decir que está seguro, pero no se equivoca o no tiene razones suficientes

Cuando decimos que alguien cree en dios, podemos entenderlo en los DOS sentidos.

Algunos creen en dios en el sentido de que ESTÁN SEGUROS de que existe (aunque no pueden demostrarlo)

Me parece que muchos creyentes lo son en el 2º sentido (creen que existe dios, pero no están seguros del todo)

En general los creyentes definen a los ateos en analogía al 1er significado de "creyente" (el que está SEGURO) de que Dios existe

Exacto, se puede ESTAR SEGURO de que hay dios, pero NO ESTAR SEGURO de cómo es, qué quiere, si importa que lo haya, etc.

Por tanto, los creyentes pueden tener mucha inseguridad en sus creencias, y a pesar de todo seguir llamándose creyentes

La cuestión, entonces, es reclamar ese mismo derecho para los ateos

Puedo ser ateo y no estar seguro de muchas cosas

En particular
Puedo ser ateo y NO ESTAR SEGURO DE QUE DIOS NO EXISTA

Igual que muchos creyentes pueden tener dudas de que dios exista

Fijaos que lo normal es definir:
Creyente: está seguro de que Dios existe 
Ateo: está seguro de que no
Agnóstico: no está seguro de ello

Lo que sugiero es:
Creyente: Cree que es mucho más probable que exista dios a que no exista

Ateo: cree que es mucho más probable que dios no exista que lo contrario
(El "mucho" se puede cambiar en ambos casos por "bastante")

Agnóstico: el que cree que hay más o menos la misma probabilidad de que el creyente o el ateo tengan razón

O sea Agnóstico: el que cree que es más o menos igual de probable que dios exista o que no exista

¿Por qué es importante usar estas definiciones?

PORQUE SEGÚN ELLAS, LA MAYORÍA DE LOS QUE SE CONSIDERAN "AGNÓSTICOS" SON EN REALIDAD ATEOS

Normalmente se oye decir:
"yo soy agnóstico porque no sé si dios existe o no existe" 
¡Nos ha jodío! Nadie "sabe" eso (si nos ponemos serios)

La pregunta oportuna (como con los 3 cerditos): ¿a ti te parece más probable que todo eso de dios se lo haya INVENTADO la gente, o que no?

La mayoría de los agnósticos responderán que creen que es más probable que las teorías sobre dios sean un invento
Así que SON ATEOS 

La definición que propongo es:
ATEO: quien SOSPECHA que dios no existe

O sea, el ateo es el que, o bien está seguro de que dios no existe, o bien cree que es mucho más probable que no exista que lo contrario

IGUAL que hay creyentes que están seguros de que dios existe, y creyentes que no

Esto es importante porque muchas veces os dirán: tú no puedes ("no tienes derecho intelectual a") estar seguro de que dios no existe...

...porque no tienes pruebas que demuestren SIN NINGÚN ASOMO DE DUDA que dios no exista

Respuesta: eso es IRRELEVANTE; no me hacen falta ese tipo de pruebas para concluir que lo MÁS PROBABLE es que el creyente esté equivocado


En próximas sesiones espero twitear sobre los argumentos para creer (que es más probable) que dios no exista
Ahora responderé vuestros twits

Historia y leyenda en los orígenes del Islam (2)

Continúa aquí mi artículo sobre los orígenes del Islam, en Mapping Ignorance. Dentro de unas semanas, la tercera y última parte.
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En el primer artículo de esta serie vimos lo que los textos cristianos de Oriente Medio en el siglo VII decían acerca de los invasores árabes que habían tomado abruptamente aquellos ricos territorios (primero Palestina, Siria y Mesopotamia; poco después, Persia y Egipto) que en los siglos anteriores habían sido disputados por los romanos y los persas. Por resumir, en esos textos se describe a los invasores como guiados por un “profeta”, aunque durante las primeras décadas de la invasión los cristianos se referían a la fe de los árabes (en las poquísimas ocasiones que lo hacían) como algo vagamente cercano al judaísmo, y sólo cien años después de la fecha en que supuestamente murió Mahora hay alguna referencia en aquellos textos al contenido de algo similar al Corán. Tal vez podríamos pensar que las fuentes literarias árabes de esa época contendrían alguna información más explícita sobre las creencias religiosas de aquel pueblo, pero eso sería una vana esperanza, como veremos inmediatamente. Describiré sucintamente las evidencias documentales más importantes. Los datos están tomados sobre todo de Spencer (2012) y Hollan (2012).

1) La referencia más antigua que se conserva al uso del calendario islámico es seguramente el recibo de la expropiación de 65 ovejas en la ciudad greco-egipcia de Heracliópolis, escrito tanto en griego como en árabe, y con la fecha en los dos calendarios correspondientes (22 de la era musulmana, 632 DC). Según la tradición, los árabes habían empezado a contar los años a partir de la hégira (la huída de Mahoma desde la Meca a Medina,, en 610 DC) diecisiete años después del suceso, es decir, sólo cinco años antes del documento en cuestión. Aunque, por desgracia, nada de él permite averiguar a qué se refería su autor exactamente con esa cifra, está claro que, siendo una fecha tan próxima al año de comienzo de la cuenta, la memoria de aquel acontecimiento “inaugural” no se habría perdido por entonces, o distorsionado en exceso. Compárese, p.ej., con el caso del calendario cristiano, que se empezó a usar más de cinco siglos después de la supuesta fecha del nacimiento de Jesús. Por tanto, esta es una razón que apoya la historicidad de la hégira, aunque no en igual medida los detalles de la misma según la tradición islámica.
2) Otro texto recientemente descubierto, casi contemporáneo, es una inscripción en la roca, en el desierto al sur de Palestina, y que menciona que fue escrito “a la muerte de Omar, en el año 24”. Omar fue el segundo califa, y la fecha en la que según la tradición que fue asesinado coincide con la de la inscripción. Esto también constituye un importante documento a favor del carácter histórico de algunos personajes y acontecimientos mencionados por dicha tradición.
3) De unos 15 años más tarde data otra inscripción, aunque esta vez está escrita en griego, procedente de unos baños construidos en la ciudad siria de Gádara (sí, la misma Gádara que sale en Regalo de Reyes). La inscripción elogia a Muawiya (el primer califa Omeya) como “siervo de dios y jefe de los protectores”, y da la fecha “42 según los árabes”. La inscripción no hace ninguna referencia a la religión musulmana (salvo que, se supone, “protectores” quiere decir “protectores de la comunidad cristiano-biznatina a la que pertenecen estos baños”) ni al significado religioso de la fecha. Más significativo es que la inscripción no hace ninguna referencia a Mahoma, y además está precedida por una cruz.
4) Otra inscripción, esta vez de nuevo en árabe, y encontrada en Kerbala (Irak), procede del año 64 AH (683 DC), y aunque en este caso contiene la tradicional invocación musulmana “En el nombre de dios, el misericordioso, el compasivo”, también se refiere a Alá como “el Señor de Gabriel, Miguel y Arafil” (tres ángeles bíblicos), de nuevo sin ninguna mención a Mahoma. Otro dato curioso es que la inscripción menciona la oración en tres momentos del día (como hace el Corán, y no cinco, como se hizo tradicional años después). La falta de mención alguna al profeta del islam es lo normal en casi todas las inscripciones oficiales del mundo árabe procedentes del primer siglo de la era musulmana.
5) Igual de sorprendente es el hecho de que las monedas acuñadas por los primeros califas raramente incluyen la palabra “Mahoma” (y cuando lo hacen, no está claro si funciona como el nombre propio del profeta, o en el sentido de “el califa sea alabado en el nombre de dios”, pues recuérdese que “muhammad” significa en árabe “bendecido” o “alabado”). En cambio, contrariamente a la ley islámica posterior, estas monedas representan una figura humana (en general, el propio califa; tal vez en algunas el profeta)… ¡que lleva una cruz en la mano! No es hasta la época de Muawiya en la que se añade a la cruz una diminuta luna creciente.
6) Probablemente, el primer texto islámico aparte del Corán son las inscripciones de los mosaicos de la Cúpula de la Roca, en Jerusalén, terminada en 691 DC. Este texto incluye fragmentos del Corán (aunque no literalmente), y menciona expresamente a Mahoma (aunque, como veremos, aquí también vale la precisión del punto anterior). Lo más curioso es que la mayor parte del texto está dedicada a criticar la afirmación cristiana de que Jesús es el Hijo de Dios, aunque se le alaba como uno de los mayores profetas. De Mahoma propiamente dicho, el texto dice poco más que “Mahoma es el mensajero de dios”, lo que puede traducirse como una alabanza a Mahoma, o como una alabanza genérica: “bendito sea el mensajero de dios”, sea cual sea la identidad de ese mensajero (es decir, tal vez la expresión se refiera a Jesucristo, como el resto de la inscripción, o a cualquiera de los muchos profetas bíblicos o post-bíblicos que la religión islámica reconoció).

Decíamos que sería de esperar en este artículo alguna referencia a lo que decían sobre Mahoma y el origen el islam los cronistas árabes del siglo VII. Por desgracia, la verdad es que esos cronistas sencillamente no existieron, al menos como autores de obras escritas. Los primeros historiadores musulmanes escribieron más de un siglo después de la muerte de Mahoma, e incluso los libros de esos historiadores no han llegado directamente a nosotros, sino sólo a través de citas y menciones hechas por otros autores que escribieron a partir del siglo II de la era islámica. El propio Corán es la única fuente literaria árabe que data del siglo VII, y presentaremos algunos resultados de la investigación filológica sobre él en la próxima entrada de la serie.
El hecho es, por tanto, que prácticamente todos nuestros datos de procedencia islámica sobre la época de Mahoma e inmediatamente posterior dependen de la tradición oral. Los primeros historiadores árabes hicieron un arte de la “certificación” de los isnads, esto es, las cadenas de transmisores que supuestamente habían ido pasando de unos a otros un hadiz (un dicho o hecho del Profeta o de alguien cercano a él). Por supuesto, no existía por entonces ningún procedimiento fiable para llevar a cabo esa certificación sin ningún error, y en cambio, sí que existían ocasiones y motivaciones para corromper, o incluso inventar, tanto los hadizs como las isnads, en una época (más de un siglo) en la que la ortodoxia e instituciones islámicas, y los núcleos de poder en el mundo árabe, estaban precisamente tomando forma. Se dice que Bukari, un ode los primeros recolectores de hadizs en el siglo IX, compiló nada menos que 300.000 de estas historias, de las cuales decidió publicar sólo unas 7.500 como relativamente “fiables”, y de ellas sólo un tercio como “auténticas” (es decir, ¡menos de una de cada mil!).
Terminaremos indicando un poderoso argumento propuesto por Jansen (2008) que permite sembrar la duda sobre la credibilidad de la mayor parte de los hadizs. Se trata del hecho de que la primera biografía (sira) de Mahoma, escrita por Ibn Ishaq a mediados del siglo VIII (es decir, aproximadamente siglo y medio después de la muerte del Profeta), recoge meticulosamente la fecha en la que cada acontecimiento sucedió. Esto ha dado gran credibilidad al relato de Ibn Ishaq entre los historiadores posteriores, incluidos los estudiosos occidentales. Pero hay un grave problema con esas fechas; veamos.
El calendario islámico sustituyó a uno pre-islámico (ambos lunares) el año 629 DC, aún en vida de Mahoma. La principal diferencia entre ambos calendarios es que en el pre-islámico se incluía un “mes bisiesto” cada tres años, para mantener el compás con el año solar (pues doce meses lunares equivalen a unos 354 días). Se dice que Mahoma prohibió la práctica de incluir ese mes bisiesto por considerarla “pagana”, y por lo tanto, el calendario islámico es unos 11 días más corto que el solar, lo que hace que 34 años musulmanes equivalgan a sólo 33 años solares. Pero, curiosamente, ¡ninguno de los acontecimientos de antes de 629 DC relatados por Ibn Ishaq tiene una fecha situada en un mes bisiesto! ¿Es que no le ocurrió nada relevante a Mahoma o a sus compañeros en un mes de cada 37? Según Jansen, la única explicación razonable es que esos acontecimientos fueron inventados o reelaborados en una época en la que la mayoría de la gente sencillamente había olvidado que los meses bisiestos habían existido.


                REFERENCIAS

                Holland, Th., (2012), In the Shadow of the Sword. The Battle for Global Empire and the End of the Ancient World, Little, Brown.
Jansen, H., Mohammed: Eine biographie, München, Beck.

Spencer, R., (2012), Did Muhammad Exist? An Inqury into Islam’s Obsucre Origins, Washington, ISI Books.


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Más:
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Historia y leyenda en los orígenes del Islam (1).
Historia y leyenda en los orígenes del Islam (3)

Miercoles, 22 de Mayo de 2013

ARP-SAPC critica el valor académico de la asignatura de religión

El proyecto de Ley Orgánica en matería de educación que ha presentado el gobierno tiene no pocos despropositos. Uno de ellos consiste en eliminar prácticamente la filosofía del curriculum, esto ya lo comenté en superfilosofia. Otro de los despropositos es volver a introducir la clase de religión, que no es otra cosa que impartir el catecismo de la religión católica, y además hacer que la nota de dicha asignatura compute como lo hacen las notas de asignaturas como las matemáticas o la historia, un autentico disparate. Desde ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico se ha realizado un comunicado a este respecto.A continuación comparto dicho comunicado con todos vosotros(no dudéis en darle toda la difusión posible):


El proyecto de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), conocida como Ley Wert, eleva el catequismo a rango académico, hasta el punto de contar sus resultados para calcular las calificaciones medias como si se tratara de una asignatura como Matemáticas o Historia. Que las calificaciones del catequismo se empleen para calcular notas medias tiene una incidencia marcada en los resultados finales de las reválidas previstas y en la concesión de becas, que discriminará al alumnado en función de las creencias particulares en vez de tener únicamente en cuenta sus competencias, conocimientos o destrezas aprendidas.

Los contenidos de la materia de Religión se basan en creencias sobrenaturales transmitidas mediante los criterios de autoridad y tradición, cuyo sustento único es una supuesta inspiración divina imposible de contrastar, analizar o experimentar, y que no cuenta con el refrendo de ninguna institución científica.

ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico hace un llamamiento a las instituciones públicas, y muy especialmente al Parlamento de España, para que modifique este aspecto de la LOMCE, de modo que el adoctrinamiento religioso siga sin tener valor académico. Es más, ARP-SAPC insta a que el estudio de los fenómenos religiosos se realice a través de las asignaturas de Historia, Filosofía, Historia del Arte, etc., y no de una forma catequística como ahora con una asignatura específica y confesional.

Esto, como es sabido, implica la denuncia de los Acuerdos con el Estado Vaticano de 1979 y con otras confesiones religiosas de 1992 en materia de asuntos educativos.
Miercoles, 30 de Octubre de 2013

Dios sí que tiene buenas ideas

Al fin y al cabo, no va a ser tan idiota de crear un alma cada vez que se produce un nuevo embrión destinado a investigar con él mientras es aún un blastocito o una mórula.
Jueves, 13 de Febrero de 2014

Historia y leyenda en los orígenes del islam (1)

Esta es la primera parte de una serie que estoy escribiendo para Mapping Ignorance.

Desde la primera mitad del siglo XIX, los filólogos e historiadores han examinado profundamente los datos que poseemos sobre los orígenes del judaísmo y el cristianismo, en particular estudiando los textos bíblicos con los mismos métodos que se aplican a cualquier otro documento antiguo. Pese a que esta investigación cosechó grandes resistencias por parte de ambas religiones y de las capas más conservadoras de la sociedad occidental, hoy en día es un lugar común (salvo, si acaso, para unas pocas sectas protestantes y judías, atrapadas en el dogma de la "inerrancia") asumir que la Biblia es una obra compuesta por seres humanos falibles y nada desinteresados, en general mucho tiempo después de los acontecimientos narrados en cada texto (p.ej., varios siglos en el caso del Pentateuco, y entre cuatro y ocho décadas en el caso del Nuevo Testamento). Contradicciones, mezclas de autores diferentes en el mismo texto, falsificaciones, o la mera recolección de viejas mitologías, todo ello es parte del conocimiento filológico establecido actualmente sobre la Biblia, con independencia del significado religioso y moral que cada uno quiera darle a esa obra fundamental.
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En cambio, en el caso del islam la situación es completamente distinta, y ello por dos razones que pueden parecer contrarias. Por una parte, la resistencia a tomar el Corán como un objeto de estudio científico ha sido y es mucho mayor en las sociedades en las que esta religión es dominante. P.ej., la persecución al filólogo Nasr Abu Zayd en Egipto, o el hecho de que los académicos musulmanes (o exmusulmanes, como Ibn Warraq) se vean obligados a escribir bajo un seudónimo cuando expresan opiniones críticas sobre la interpretación literal de las escrituras islámicas, son una prueba de lo difícil que es aún hacer avanzar la investigación científica sobre el Corán, no sólo en los países musulmanes, sino también en el resto del mundo. Pero, por otra parte, existe la creencia tradicional de que, al contrario que en el caso de los Evangelios, escritos al menos una o dos generaciones tras la muerte de Jesucristo, el islam nació "bajo la plena luz de la historia" (para usar la famosa frase del filólogo francés Ernest Renan, de mediados del XIX): ¿no tenemos, al fin y al cabo, un registro casi diario de la vida de Mahoma, y de las circunstancias bajo las que las suras fueron transcritas, recopiladas y diseminadas por el mundo islámico en las siguientes décadas? Este conocimiento fue transmitido oralmente (o eso dice la tradición) mediante los llamados hadizs: dichos acerca del Profeta, recogiendo sus palabras o hechos, y supuestamente certificados por una cadena (isnad) de transmisores a partir de un testigo original.
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A pesar de esta aparente confianza histórica, la investigación científica contemporánea sobre los orígenes del islam está empezando, por así decir, a "apagar la luz de la historia" a la que se refería Renan. Empecemos recordando algunas fechas clave. Se supone que el profeta Mahoma nació en la Meca (Arabia) hacia el 570 DC; el arcángel Gabriel habría empezado a aparecérsele hacia el 610, transmitiéndole los versos del Corán bajo la forma de una "recitación" (eso es lo que significa la palabra "corán"), desde esa fecha hasta prácticamente la muerte de Mahoma, se supone que hacia el 632, poco después de haber recobrado la ciudad de la Meca tras su exilio forzoso (hégira) a Medina diez años antes, en 622, año que los musulmanes toman como inicio de su calendario. En lo que es probablemente el episodio de conquista más espectacular de la historia (sólo comparable a los de Alejandro Magno en la antigüedad, y a la conquista castellana de América), los seguidores de Mahoma tomaron en los treinta años siguientes (la época del llamado "Califato Ortodoxo", en la que los Califas eran familiares o conocidos directos de Mahoma) casi todo el Cercano Oriente desde Libia hasta la frontera de la India, excepto Anatolia. Y en las siguientes cinco décadas (el tiempo del Califato Omeya) el resto del norte de África, la península Ibérica y gran parte del Asia Central.
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El caso es que, de modo similar a como la inflación cosmológica del universo parece haber borrado casi todas las trazas de lo que sucedió antes que ella, haciendo la geometría del espacio y del tiempo igual de plana en todos sitios, la expansión inflacionaria del islam durante sus dos primeros siglos produjo al final una visión de su propia historia que tampoco dejó casi ningún resto con el que contrastar su propio pedigrí. Y las pocas cosas que nos han quedado son ciertamente sorprendentes. Veamos en primer lugar lo que las fuentes cristianas contemporáneas dicen sobre el tema, y en las próximas entregas veremos lo que dicen las fuentes árabes y lo que puede inferirse del propio texto del Corán.
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1) La primera referencia escrita a un "profeta árabe" que puede ser considerada, con cierta probabilidad, como refiriéndose a Mahoma es ciertamente casi contemporánea con él. Se trata de un libro titulado Doctrina Jacobi, escrito en Palestina por un monje entre los años 634 y 640. Este libro se refiere a un "profeta" que comandaba el ejército árabe invasor, aunque el autor lo consideraba obviamente como un falso profeta, pues, según él, "los verdaderos profetas no vienen con una espada". El principal problema es que el libro se refiere a ese profeta como alguien que está vivo en el momento de escribirlo, mientras que se supone que Mahoma murió al menos años antes de la invasión árabe de Palestina. Además, el autor dice que ese profeta viene anunciando la llegada inminente del mesías (el judío, se supone), y que presume de ser quien "tiene en su poder las llaves del paraíso", dos afirmaciones difícilmente encajables con las enseñanza islámicas posteriores.
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2) Otro libro, escrito unos diez años más tarde por un monje sirio llamado Tomás, se refiere al ejército invasor como los "tayyaye d'-Mhmt". "Tayayye" era una palabra siríaca con la que se designaba a los árabes, así que la expresión puede querer decir "los árabes de Mahoma". Una dificultad menor es que el siríaco distingue la d y la t, de modo que lo "correcto" habría sido escribir "Mhmd". Más grave para nosotros es el hecho de que el texto no dice absolutamente nada sobre ese tal "Mhmt", y ni siquiera permite inferir que la expresión sea el nombre de una persona; al fin y al cabo, "Mhmd" significa en árabe "alabado" (algo así como "Benedictus" en latín), y por lo tanto, puede incluso tratarse de un término honorífico más que de un nombre propio.
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3) Otros textos cristianos de entre los años 640 y 670 describen a los invasores como "agarenos" (o sea, descendientes de Agar, la esclava de Abraham con la que tuvo a su hijo Ismael; "agareno" es sinónimo de "ismaelita"), y como aliados de los judíos. Estos textos mencionan el hecho de que los invasores niegan la divinidad de Cristo, e incluso mencionan un tal "Mahmet" como un predicador ismaelita que enseñaba a sus discípulos a adorar al dios abrahámico. También afirman que uno de los generales árabes instó al emperador de Bizancio a convertirse a la fe de Abraham.
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4) El resto de las fuentes cristianas del siglo VII que se refieren a los conquistadores árabes no dan, obviamente, una visión muy positiva de ellos. Lo curioso es que muchas los describen como "ateos" o "paganos" (es decir, politeístas), y, salvo las crípticas y ambiguas referencias indicadas en los tres puntos anteriores, no hacen referencia alguna al supuesto hecho de que estos invasores tuviesen algo así como una religión monoteísta, un libro sagrado, o siguieran cualesquiera otras prácticas religiosas que pudiéramos identificar como "islámicas". Por supuesto, es posible que esto sea una representación falsa por parte de los conquistados, o tal vez estos se fijaban en una parte del ejército árabe que aún no hubiera sido "convertida al islam".
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5) Sólo hacia el año 730 (un siglo después de la muerte de Mahoma), en un libro titulado Sobre las Herejías, del teólogo Juan de Damasco, es mencionado algo muy próximo a las enseñanzas del Corán y comentado con algún detalle. De todas formas, el autor no da la impresión (sino más bien al contrario) de que esas enseñanzas estén recogidas en UN libro, sino que se refiere a (algunos de) los "textos" individuales que constituyen las suras del Corán como si fueran libros independientes unos de otros.
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Más:


Miercoles, 30 de Octubre de 2013

Los antiabortistas no creeen en realidad que el aborto sea un asesinato


Reposición de una entrada de hace 4 años, pero más necesaria hoy que entonces.
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Imaginemos que el Sr. Zapatero, esa bestia sedienta de sangre, se reúne con sus ministras de economía, sanidad y defensa, y los ministros de trabajo e interior, para proponer, a partir de mañana, una ley por la que las oficinas del paro incluirán unas bonitas cámaras de gas, en las que se dará una ducha de esas que les gustaban a los nazis (para los judíos, se entiende, no para ellos mismos) a medio millón de parados al año.
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Cámbiese el ejemplo, si se quiere, pensando en una reivindicación herodiana en la que el gobierno decide matar cada año a medio millón de niños de tres años.
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Es de imaginar que la reacción social ante esta medida no sería la de sacar lacitos color de moco en las procesiones de semana santa, ni la de unos cuantos mensajes publicitarios tipo "¿a mí quién me protege?", ni otras mariconadas por el estilo. No, la reacción de la inmensa mayoría de la gente (supongo que los de la CEP los primeros... bueno, no sé, ellos van los primeros a pocos sitios; en general mandan a alguien) sería la de levantarse en armas contra esa medida. ¡Santo Dios!, ¡estamos hablando de MEDIO MILLÓN de personas asesinadas al año mediante una acción orquestada desde el gobierno, y con los medios que las administraciones ponen a su disposición! Y el que no se levantara en armas, seguramente se refugiaría en algún país más civilizado.
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Pues bien, el hecho de que a la inmensa mayoría de los antiabortistas (es decir, a casi todos los antiabortistas que, además de serlo, son personas razonables e inteligentes) no se les pase por la cabeza reaccionar así ante el supuesto 'asesinato masivo de niños' que se comete en España cada año por culpa del aborto, el hecho de que no reaccionen igual es prueba más que suficiente de que no les parece igual.
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Esto no prueba, por supuesto, que el aborto les parezca "bien", ni mucho menos. Sólo prueba que les parece tan malo (o sea, tan poco malo) como las otras cosas para las que reaccionan de una forma igual de tibia.
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Ahora bien, si para los antiabortistas el aborto masivo es un problema mucho menor que un auténtico asesinato masivo orquestado desde el gobierno, tiene que ser por alguna razón. La razón, sospecho, es que, en el fondo de su corazoncito, están convencidos de que, aunque el embrión y el feto pueden tener cierta 'dignidad', NO TIENEN REALMENTE tanta dignidad como una persona ya nacida.
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Ellos sabrán por qué.
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[Eso sí, no me empecéis a decir lo de "no des idea"... las malas ideas no hace falta que nadie las dé].
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Miercoles, 3 de Abril de 2013

¿Te puedes curar si alguien reza por ti?

De unos años a esta parte ha surgido un cierto interés, sobre todo en el mundo anglosajón, por intentar determinar si el acto de rezar por personas enfermas ayuda o mejora de alguna manera el estado de las mismas.

Esta disputa se encuadra en lo que se a dado en conocer como las guerras de Dios. Básicamente “estas guerras” surgen debido a movimientos como el creacionismo y el diseño inteligente, mismo lobo con distinta piel de cordero. El objetivo de estos movimientos es hacer pasar por ciencia lo que no es y, al mismo tiempo, afirmar que la ciencia ha encontrado pruebas de que Dios ha creado y/o diseñado el universo. La respuesta por parte de muchos científicos, divulgadores y filósofos no se ha hecho esperar. Según los defensores del diseño inteligente hay estudios científicos serios que han encontrado que rezar por personas enfermas hace que mejore de alguna forma su estado de salud. Por otro lado sus críticos dicen que hay estudios científicos serios que prueban lo contrario.

Lo primero que cabe señalar es que dichos estudios difícilmente pueden servir para probar la existencia de Dios, aquí hay que entender por Dios la concepción juedocristiana del mismo, ya que este es el marco de referencia principal donde se están desarrollando estas “guerras de Dios”. Supongamos que el resultado de dichos estudios es afirmativo, esto es, que el rezar ayuda a los enfermos, ¿demuestra esto que Dios existe? Obviamente no, puede haber otras explicaciones iguales o más plausibles, por seguir en el terreno de lo fantasioso, bien podría ser debido a algún efecto paranormal. El caso contrario tampoco serviría para refutar la existencia de Dios, por ejemplo, puede que existiera pero que simplemente pase de lo que suceda aquí en al Tierra, o que simplemente no sea tan benevolente como piensan algunos. No obstante, lo interesante de la cuestión de si rezar ayuda a los enfermos es, que es una cuestión empírica, y por lo tanto, se pueden diseñar los ensayos clínicos para determinar si rezar ayuda o no, así pues ¿cuál es el estado de la cuestión?

Hay que ser consciente de que los estudios son como las amapolas, una no hace primavera. Escoger un estudio o varios que apoyan tu creencia no te permite saber qué es verdad, simplemente pone de manifiesto lo fácil que te has dejado llevar por tus sesgos cognitivos. Para conocer el estado de la cuestión lo que habrá que hacer es seleccionar todos los estudios cuya metodología es apropiada y que además se han realizado con todas las garantías científicas, luego analizar en conjunto los resultados de todos estos estudios, y sacar las conclusiones pertinentes.

Afortunadamente esto se ha hecho, el trabajo se lo debemos a The Cochrane Collaboration(1), que en 2011 realizó ese análisis. El trabajo de la Cochrane es siempre muy metódico. Por ejemplo, en el análisis previo señalan alguna de las problemáticas inherentes a este tipo de estudios. Lo ideal entre otras cosas es que se disponga de un grupo de control, es decir, debemos tener un grupo de pacientes por los que se está rezando y otro grupo por el que no se reza, de tal modo que al final podamos comparar ambos resultados. Ahora bien, ¿cómo controlar que alguien en algún otro lugar no está rezando por algunos de los pacientes ya estén en el grupo de control o no? Obviamente este hecho podría desvirtuar los resultados. La solución a esta problemática viene de la mano de la aleatorización, es decir, si los participantes en el estudio se escogen con un protocolo que garantice que han sido elegidos al azar. De este modo, esos rezos adicionales que pueden recibir los pacientes estarán distribuidos de forma aleatoria y de forma semejante entre ambos grupos, el de control y el otro, de este modo su efecto no intervendría en los estudios.

Otro de los requisitos indispensables en todo ensayo clínico que se precie es que dichos estudios sean ciegos, de hecho lo suyo es que sean de “doble ciego”. El doble ciego, en este caso, consiste en que los pacientes no saben si están rezando por ellos o no, independientemente de si estos forman parte del grupo de control o no, y por otro lado las personas que rezan por los pacientes tampoco saben si en realidad están rezando por alguien real o por alguien que no existe. Además los médicos encargados de hacer el seguimiento de los pacientes tampoco tienen que saber si se está rezando o no por sus pacientes. Esto se puede conseguir de varias maneras, algunos de los estudios que se incluyen en la revisión de Cochrane utilizaron un sencillo mecanismo para conseguir esto y es que nadie sabía, ni enfermos ni las personas que rezaban, que estaban participando en un estudio. Cabe señalar que no todos los estudios en la revisión eran de doble ciego, la mayoría sí, pero no todos. Por último, la comparación de los resultados se hacía entre el grupo de control y el que recibe el rezo. Ambos grupos reciben el mismo tratamiento médico apropiado para su dolencia, la diferencia es que por los pacientes del grupo de control no reza nadie y por los otros sí.

Entre los estudios revisados se pueden encontrar algunos casos curiosos, por ejemplo, el estudio de Benson 20062 informó de forma deliberada, a algunos de los pacientes participantes, de que se estaba rezando por ellos, el resultado no pudo ser más sorprendente. Las condiciones de aquellos que eran conscientes de que se estaba rezando para ayudarles empeoraron respecto a la de los demás.

Una vez que se sopesan los resultados de todos los estudios que se han recogido para esta revisión se alcanza la siguiente conclusión:

Los datos obtenidos de esta revisión sugieren que no hay ningún efecto real del rezo sobre la salud de los pacientes por los que se estaba rezando.

Ya tenemos la respuesta a la pregunta empírica que nos habíamos planteado más arriba. A día de hoy podemos concluir que el rezar no va a mejorar la salud de aquellos por los que se reza. Al menos eso es lo que se desprende de las mejores pruebas de las que se dispone hasta el momento.
-(2) Study of the therapeutic effects of Intercessory prayer(STEP) in cardiac bypass patients: A multicenter randomized trial of uncertainty and certainty of receiving intercessory prayer

Este próximo sábado: Escépticos en el Pub

Este próximo sábado habrá una nueva entrega de Escépticos en el Pub(Madrid). Apuntad bien la fecha, 6 de abril a las 19:30h, como de costumbre el evento tendrá lugar en el pub Irish Corner(Calle de Arturo Soria, 6). El evento es completamente gratuito. Tras la charla y debate suele ser costumbre que muchos nos quedemos a cenar en el mismo pub. La cena es un buen momento para seguir debatiendo tranquilamente ya sea sobre el tema de la charla o sobre otros distintos.

Pasemos ahora a presentados al ponente de esta semana. La charla correrá a cargo de Miguel Ángel Sabadell, doctor en ciencias, Editor de Ciencia de Muy Interesante y reconocido escéptico. Dado que la Semana Santa está reciente, pensamos que era una buena ocasión para traer algún tema religioso, en concreto la charla tratará sobre Jesús, ¿existió una persona sobre la que se creó el mito o no? ¿Se parece en algo esa posible persona a lo que nos cuentan sobre Jesús desde las fuentes oficiales de la Iglesia? Como podéis observar el tema promete. Os dejo con el resumen que nos ha enviado el propio Miguel Ángel:
En 1985 Robert W. Funk creaba el Jesus Seminar, un grupo formado por un centenar de académicos neotestamentarios con el objetivo de elucidar, utilizando la antropología, la historia y el análisis textual, qué pudo y qué no pudo decir Jesús. Y la polémica, que se había encontrado latente a lo largo de todo el siglo XX, estalló. La razón es obvia: además de sesudos artículos y libros, los miembros del seminario se dedicaron de manera consistente a sacar su postura en los medios de comunicación una visión de Jesús muy diferente a la por todos conocida. El tranquilo mundo de la investigación neotestamentaria, en manos de católicos y protestantes, se vio sacudido por el terremoto mediático de la década de los 90. Nuevas imágenes de Jesús aparecieron por autores no vinculados a ninguna iglesia y las viejas posturas recibieron un fuerte impacto bajo la acusación de haber entorpecido y enmascarado al verdadero Jesús.

Una idea debemos tener presente: la investigación histórica del Nazareno, el que realmente vivió y murió en Galilea, está y estará siempre en la cuerda floja. “No existe una Suiza neutral en el investigación sobre Jesús”, afirma el sacerdote católico John P. Meier, profesor de Nuevo Testamento en la Universidad de Notre-Dame en Indiana, EE UU. No es lo mismo que estudiar a Sócrates o a Alejandro Magno. En rarísimas ocasiones se ha dado el caso que un historiador confesional haya llegado a conclusiones distintas a las que soporta su fe. Y si no es así, se puede prever qué sucederá: como le ocurrió a la teóloga Uta Ranke-Heinemann, autora del polémico libro No y amén, compañera de estudios del anterior Papa y la primera mujer en ser profesora de teología en una universidad católica, de donde fue separada de su cargo al interpretar la virginidad de María en un sentido únicamente teológico y no biológico.

La vida de Jesús, tal y como nos ha llegado, es totalmente sobrenatural: nacido de una virgen, autor de portentosos milagros y, sobre todo, resucitado de la muerte. Ya lo dijo Pablo de Tarso: “si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe”. En este sentido, la historicidad de la resurrección, que el Catecismo de la Iglesia Católica sostiene en base al testimonio recogido en los evangelios, es clave para entender las peleas y debates que en la última mitad del siglo XX se han producido en el ámbito universitario y que se conocen como The Jesus Wars, las Guerras de Jesús.

Por eso “el estudio histórico de Jesús es un cómodo lugar para hacer teología y llamarlo historia”, comenta uno de los más polémicos estudiosos neotestamentarios, John Dominique Crossan.

El Jesús histórico no se resolverá jamás. Cada cual arrima el ascua a su sardina e intenta ajustarlo a su propia ideología. Cualquier investigación histórica adolece de suficientes lagunas para poder bailar con los hechos hasta acomodarlos a nuestras concepciones previas. Si existen personas capaces de negar el holocausto nazi, ¿qué no puede hacerse con una figura de hace 2.000 años del cual la única información que se tiene es la que proporcionan sus propios seguidores? La investigación sobre el Jesús histórico presenta una clara falla: la escasa investigación antropológica y psicológica de cómo se construyen las historias míticas y religiosas. Entender porqué aparecieron y triunfaron movimientos más modernos, con un origen netamente sobrenatural, como el espiritismo –a los dos años de su nacimiento en 1848 aglutinaba a más de 8 millones de seguidores– o el más reciente de los contactos con extraterrestres, quizá proporcionen alguna luz sobre el nacimiento de las religiones y sobre la fiabilidad de las fuentes. De todas formas, en Jesús se hace cierto lo que el físico teórico Werner Heisenberg dijo en broma de su propia especialidad: “cuando los hechos no concuerdan con la teoría, es un problema exclusivo de los hechos”.

Lunes, 25 de Marzo de 2013

La religión ¡vaya timo!

Tenía pendiente leer este volumen de la colección ¡Vaya timo! El libro es interesante, se puede decir que es un resumen de las tesis que Puente Ojea mantiene sobre la religión. Ahora bien, hay que reconocer que en cuanto al estilo se aparta un poco de lo que viene siendo la norma de la colección, y es que el estilo de Ojea, no es, precisamente sencillo.

La primera parte del libro es la más dura de leer y requiere un mayor esfuerzo por parte del lector, esfuerzo que merece la pena hacer. Ojea es uno de los intelectuales más importantes que tenemos, aunque no sea quizás de los más conocidos. Leer y comprender sus tesis solo puede enriquecernos el pensamiento.


Ojea asume el titulo de la colección literalmente, es decir, afirma que la religión es un timo y como es normal en él, no se conforma con afirmarlo, sino que analiza el asunto con perspicacia, profundidad y con unos vastos conocimientos que van desde la antropología hasta el estudio de la Biblia.

Una lectura recomendable a pesar de la dificultad que puede entrañar. Aprovechando que nos encontramos en una semana de fuertes connotaciones religiosas, no estaría de más leer el punto de vista contrario al que nos rodea estos días.
Jueves, 14 de Marzo de 2013

Las profecías de San Motaquías

Si es que el tío lo clavó (aunque tal vez falló un poquito en cuanto al hemisferio).
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Aunque, por supuesto, siempre es preferible el original.