Historia y leyenda en los orÃgenes del islam (y 4)
Esta es la última entrada de mi serie sobre los orÃgenes del islam, en Mapping Ignorance:
http://mappingignorance.org/2013/06/20/history-and-legend-in-the-origins-of-islam-and-iv/
4) En la época de Mahoma, el alfabeto árabe no contenÃa aún marcas para las vocales; es más, algunos grupos de consontantes se escribÃan exactamente de la misma forma (p.ej., los sÃmbolos para los sonidos b, t, th y n). Un siglo después, más o menos, este problema empezó a resolverse gracias al uso de puntos diacrÃticos, pero entretanto debió de implicar que las primeras copias escritas de las suras serÃan relativamente difÃciles de interpretar por sus lectores. Esos documentos debieron de servir más bien como ayuda para recordar un texto aprendido de memoria, que como un documento útil para quienes no se lo supieran ya. A medida que el conocimiento del texto del Corán empezó a expandirse en el espacio y en el tiempo, más y más gente tuvo que basarse en el formato escrito, tal y como demuestra la preocupación sobre una edición "correcta" del Corán por parte de las autoridades musulmanas a partir de mediados del siglo VII. Esto significa que debió de haber abundantes ocasiones para la confusión en la interpretación de los textos, durante al menos un siglo. La tradición islámica reconoce esta situación a través de múltiples historias, tal vez legendarias pero con algún fundamento histórico. Por ejempo, bajo el reinado de Uthman, el tercer califa (644-656 DC, 22-35 AH), la tradición afirma que se formó un comité para establecer una versión autoritativa del Corán; varias copias de esa versión se enviaron a los rincones del nuevo imperio árabe, y todas las demás copias escritas que existÃan de las recitaciones de Mahoma se mandaron destruir. Esto significa, obviamente, que algunas versiones divergentes de las suras debÃan ya de existir en una época tan temprana, aunque la tradición afirma que sus diferencias con la edición ortodoxa se limitaban a asuntos de pronunciación o diferencias dialectales (en la edición ortodoxa, el dialecto quraishÃ, de la región de la Meca, fue privilegiado, al asumirse que era aquel en el que el propio Mahoma habÃa hecho las recitaciones originales). Lo cierto es que la ortodoxia islámica acepta aún hoy en dÃa lo que llama "las Siete Lecturas", es decir, siete formas posibles de pronunciar el texto del Corán según divergencias dialectales, lo que hace sospechar que las versiones supuestamente destruidas por Uthman debÃan de ser diferentes en aspectos algo más que puramente dialectales). Se conservan al menos dos copias antiquÃsimas del Corán que la tradición afirma que corresponden a aquella edición uthmaniana: el manuscrito de Topkapi (Estambúl) y el de Samarcanda (Tashkent, Uzbekistan), aunque su estudio califráfico sugiere que no pueden proceder de antes del final del siglo VII, es decir, medio siglo después de la supuesta fecha. Sea como sea, la verdad es que no hay ninguna prueba documental (sólo ta tradición) de que el Corán haya sido codificado en tiempos de Uthman en su versión actual, pues los únicos manuscritos conocidos (con la posible excepción de algunos pergaminos descubiertos en la mezquita yemenà de Saná hace unos cuarenta años, que aún requieren un comprehensivo estudio filológico y paleográfico) datan de entre medio siglo y un siglo después de la muerte de Uthman, y lo que es tal vez más importante, las primeras referencias históricas al Corán entendido como una colección completa y definitiva de suras, también datan de esa misma época. Recuérdese, como vimos en la primera entrada, que incluso hacia 730 CE los contemporáneos se referÃan a los textos sagrados musulmanes como suras individuales, no como formando un único libro.
5) La dificultad de comprender muchas partes del Corán en una lectura directa (es decir, sin la ayuda del trabajo de los exégetas), y la posibilidad de que algunas letras, palabras o frases hayan sido confundidas por los primeros musulmanes, ha estimulado un puñado de teorÃas "alternativas" o "revisionistas" sobre el origen y la compilación del libro sagrado. La más famosa de esas teorÃas ha sido la propuesta por el autor alemán Christoph Luxenberg (de nuevo, se trata de un seudónimo). Su revolucionario método consiste en intentar, primero, de dar sentido a los textos oscuros cambiando los puntos diacrÃticos (lo que transforma una palabra en otra, en general cambiando las vocales pero dejando las mismas consonantes, salvo cuando éstas se escribÃan igual). Si todas las combinaciones admisibles de modificación conducen también a un sinsentido, Luxenberg considera la posibilidad de que la palabra no sea árabe, sino siro-aramea (una lengua que era, después de todo, la koiné utilizada en oriente medio en la época). Sorprendentemente, algunos de los pasajes oscuros parecen tener mucho más sentido gracias a esta hipótesis. De hecho, la misma palabra "corán" viene del arameo "queryana" ("leccionario" o "misal", es decir, un libro cristiano de oraciones), y es más apropiada originalmente para una colección de textos preparados para ser leÃdos en voz alta ("recitados") en ceremonias religiosas, que para una colección de discursos orales (aunque, por supuesto, la palabra terminarÃa tomando este último significado en árabe clásico). Luxenberg intenta mostrar que muchas de las suras, o algunas de sus partes, son probablemente traducciones modificadas de textos religiosos cristianos (seguramente no ortodoxos, tal vez monofisitas) que serÃan usados en algunas de las numerosas comunidades cristianas que existÃan en los siglos VI y VII en lo que hoy son Palestina, Israel, Jordania, Siria y Arabia. Por ejemplo, Luxenberg argumenta que la sura 97 ("El Destino" o "La Noche de Poder") serÃa realmente la traducción de un texto que aludÃa a la fiesta de Navidad. Pero lo más famoso, debido a su recepción en los medios de comunicación, ha sido la hipótesis de que las hurÃes-de-ojos-grandes mencionadas varias veces en el Corán como las jóvenes doncellas que esperan en el paraÃso a los mártires de la jihad, serÃan en realidad la transliteración de la palabra aramea para "racimos de uvas blancas", que es una interpretación que encaja mejor con el resto del texto en el que aparece la expresión. Las tesis de Luxenberg han sido recibidas, por supuesto, con gran escepcicismo, incluso por muchos estudiosos occidentales, sobre todo por carecer de referencias históricas al contexto cultural y polÃtico, y por falta de sistematicidad filológica (p.ej., no discute otros posibles dialectos arameos). Estas tesis, de todas formas, deben ser examinadas una por una en función de la evidencia disponible.No serÃa una sorpresa para los expertos en historia de la cultura, que algunos o muchos de los contenidos textuales del Corán derivasen de manera directa o indirecta del medio judio o cristiano que preexistÃa en muchas de las comunidades de los siglos VI y VII en Arabia y sus alrededores, de la misma manera que gran parte del contenido narrativo de muchas suras trata precisamente sobre personajes bÃblicos. Por desgracia, sólo el descubrimiento de más manuscritos procedentes de aquella época podrÃa servir para decidir de manera cientÃfica esta fundamental cuestión.
http://mappingignorance.org/2013/06/20/history-and-legend-in-the-origins-of-islam-and-iv/
4) En la época de Mahoma, el alfabeto árabe no contenÃa aún marcas para las vocales; es más, algunos grupos de consontantes se escribÃan exactamente de la misma forma (p.ej., los sÃmbolos para los sonidos b, t, th y n). Un siglo después, más o menos, este problema empezó a resolverse gracias al uso de puntos diacrÃticos, pero entretanto debió de implicar que las primeras copias escritas de las suras serÃan relativamente difÃciles de interpretar por sus lectores. Esos documentos debieron de servir más bien como ayuda para recordar un texto aprendido de memoria, que como un documento útil para quienes no se lo supieran ya. A medida que el conocimiento del texto del Corán empezó a expandirse en el espacio y en el tiempo, más y más gente tuvo que basarse en el formato escrito, tal y como demuestra la preocupación sobre una edición "correcta" del Corán por parte de las autoridades musulmanas a partir de mediados del siglo VII. Esto significa que debió de haber abundantes ocasiones para la confusión en la interpretación de los textos, durante al menos un siglo. La tradición islámica reconoce esta situación a través de múltiples historias, tal vez legendarias pero con algún fundamento histórico. Por ejempo, bajo el reinado de Uthman, el tercer califa (644-656 DC, 22-35 AH), la tradición afirma que se formó un comité para establecer una versión autoritativa del Corán; varias copias de esa versión se enviaron a los rincones del nuevo imperio árabe, y todas las demás copias escritas que existÃan de las recitaciones de Mahoma se mandaron destruir. Esto significa, obviamente, que algunas versiones divergentes de las suras debÃan ya de existir en una época tan temprana, aunque la tradición afirma que sus diferencias con la edición ortodoxa se limitaban a asuntos de pronunciación o diferencias dialectales (en la edición ortodoxa, el dialecto quraishÃ, de la región de la Meca, fue privilegiado, al asumirse que era aquel en el que el propio Mahoma habÃa hecho las recitaciones originales). Lo cierto es que la ortodoxia islámica acepta aún hoy en dÃa lo que llama "las Siete Lecturas", es decir, siete formas posibles de pronunciar el texto del Corán según divergencias dialectales, lo que hace sospechar que las versiones supuestamente destruidas por Uthman debÃan de ser diferentes en aspectos algo más que puramente dialectales). Se conservan al menos dos copias antiquÃsimas del Corán que la tradición afirma que corresponden a aquella edición uthmaniana: el manuscrito de Topkapi (Estambúl) y el de Samarcanda (Tashkent, Uzbekistan), aunque su estudio califráfico sugiere que no pueden proceder de antes del final del siglo VII, es decir, medio siglo después de la supuesta fecha. Sea como sea, la verdad es que no hay ninguna prueba documental (sólo ta tradición) de que el Corán haya sido codificado en tiempos de Uthman en su versión actual, pues los únicos manuscritos conocidos (con la posible excepción de algunos pergaminos descubiertos en la mezquita yemenà de Saná hace unos cuarenta años, que aún requieren un comprehensivo estudio filológico y paleográfico) datan de entre medio siglo y un siglo después de la muerte de Uthman, y lo que es tal vez más importante, las primeras referencias históricas al Corán entendido como una colección completa y definitiva de suras, también datan de esa misma época. Recuérdese, como vimos en la primera entrada, que incluso hacia 730 CE los contemporáneos se referÃan a los textos sagrados musulmanes como suras individuales, no como formando un único libro.
5) La dificultad de comprender muchas partes del Corán en una lectura directa (es decir, sin la ayuda del trabajo de los exégetas), y la posibilidad de que algunas letras, palabras o frases hayan sido confundidas por los primeros musulmanes, ha estimulado un puñado de teorÃas "alternativas" o "revisionistas" sobre el origen y la compilación del libro sagrado. La más famosa de esas teorÃas ha sido la propuesta por el autor alemán Christoph Luxenberg (de nuevo, se trata de un seudónimo). Su revolucionario método consiste en intentar, primero, de dar sentido a los textos oscuros cambiando los puntos diacrÃticos (lo que transforma una palabra en otra, en general cambiando las vocales pero dejando las mismas consonantes, salvo cuando éstas se escribÃan igual). Si todas las combinaciones admisibles de modificación conducen también a un sinsentido, Luxenberg considera la posibilidad de que la palabra no sea árabe, sino siro-aramea (una lengua que era, después de todo, la koiné utilizada en oriente medio en la época). Sorprendentemente, algunos de los pasajes oscuros parecen tener mucho más sentido gracias a esta hipótesis. De hecho, la misma palabra "corán" viene del arameo "queryana" ("leccionario" o "misal", es decir, un libro cristiano de oraciones), y es más apropiada originalmente para una colección de textos preparados para ser leÃdos en voz alta ("recitados") en ceremonias religiosas, que para una colección de discursos orales (aunque, por supuesto, la palabra terminarÃa tomando este último significado en árabe clásico). Luxenberg intenta mostrar que muchas de las suras, o algunas de sus partes, son probablemente traducciones modificadas de textos religiosos cristianos (seguramente no ortodoxos, tal vez monofisitas) que serÃan usados en algunas de las numerosas comunidades cristianas que existÃan en los siglos VI y VII en lo que hoy son Palestina, Israel, Jordania, Siria y Arabia. Por ejemplo, Luxenberg argumenta que la sura 97 ("El Destino" o "La Noche de Poder") serÃa realmente la traducción de un texto que aludÃa a la fiesta de Navidad. Pero lo más famoso, debido a su recepción en los medios de comunicación, ha sido la hipótesis de que las hurÃes-de-ojos-grandes mencionadas varias veces en el Corán como las jóvenes doncellas que esperan en el paraÃso a los mártires de la jihad, serÃan en realidad la transliteración de la palabra aramea para "racimos de uvas blancas", que es una interpretación que encaja mejor con el resto del texto en el que aparece la expresión. Las tesis de Luxenberg han sido recibidas, por supuesto, con gran escepcicismo, incluso por muchos estudiosos occidentales, sobre todo por carecer de referencias históricas al contexto cultural y polÃtico, y por falta de sistematicidad filológica (p.ej., no discute otros posibles dialectos arameos). Estas tesis, de todas formas, deben ser examinadas una por una en función de la evidencia disponible.No serÃa una sorpresa para los expertos en historia de la cultura, que algunos o muchos de los contenidos textuales del Corán derivasen de manera directa o indirecta del medio judio o cristiano que preexistÃa en muchas de las comunidades de los siglos VI y VII en Arabia y sus alrededores, de la misma manera que gran parte del contenido narrativo de muchas suras trata precisamente sobre personajes bÃblicos. Por desgracia, sólo el descubrimiento de más manuscritos procedentes de aquella época podrÃa servir para decidir de manera cientÃfica esta fundamental cuestión.