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Lunes, 8 de Enero de 2018

LA VERDAD SOBRE LA ESTRELLA DE BELÉN

Por guerreropirata*


De la estrella de Belén se dice que guió a los Reyes Magos de Oriente hasta el portal donde el niño Jesús acababa de nacer. Pero, ¿qué fue en realidad lo que vieron Melchor, Gaspar y Baltasar? ¿Sí fue una estrella? ¿O quizá un cometa, una supernova, un meteorito, o una simple conjunción de planetas?

Para averiguar cuál fue el fenómeno astronómico observado por los Reyes Magos, habría primero que establecer la fecha precisa. La Biblia no dice nada sobre el día exacto del nacimiento de Jesús, aunque sí relaciona el hecho con acontecimientos y personajes históricos como, por ejemplo, el reinado de Herodes.
Los historiadores coinciden en que el Rey de Judea debió morir en algún momento entre los años 4 y 1 antes de Cristo (A.C.). Y los Reyes Magos lo visitaron poco antes de su muerte, por lo que su viaje (y la aparición de la estrella que los guió) tuvo que producirse antes de esas fechas.

Por otra parte, hay serias dudas de que el nacimiento de Jesús fuera un 25 de diciembre. En la Biblia, San Lucas habla de la actividad de los pastores de la zona en los días del nacimiento, cuidando a sus rebaños y a los corderos recién nacidos durante la noche, algo que sucede en primavera, y no en pleno invierno.

Además, el 25 de diciembre es precisamente la fecha en que los romanos, que dominaban la región en aquel tiempo, celebraban sus Saturnales, una de sus festividades más importantes y para la que adornaban calles y casas e intercambiaban regalos. No es casualidad que, para evitar ser perseguidos, los primeros cristianos eligieran esa fecha para celebrar el nacimiento de Jesucristo. Más tarde, en el siglo IV, cuando el emperador Constantino adoptó oficialmente el cristianismo, el 25 de diciembre se conservó como el día de la Navidad.

Pero volvamos a la ubicación del año. Los historiadores están de acuerdo en que el nacimiento de Jesús no se produjo hace 2017 años. Esto porque la cronología que utilizamos, la cual divide los años en a. C. (antes de Cristo) y d. C. (después de Cristo), y que fue concebida por el monje romano Dionisio el Exiguo en 523 d. C., contiene, por lo menos, dos errores significativos: el primero es colocar el año 1 d. C. inmediatamente después del año 1 a. C., sin pasar por el cero, un número esencial en las matemáticas actuales y que, de hecho, resta un año a cualquier fecha que queramos considerar. 

El segundo error es que Dionisio dio por buena la declaración de Clemente de Alejandría de que Jesús nació en el año 28 del reinado del emperador Cesar Augusto, sin tener en cuenta que durante los primeros años de su mandato se le conoció por su nombre original, Octaviano, hasta que el Senado lo proclamó como 'Augusto' cuatro años después. Para cuando se descubrió el error, la cronología que aún hoy utilizamos estaba demasiado implantada como para cambiarla y corregir los cuatro años de desfase.

En resumen, teniendo en cuenta estos errores, el nacimiento de Jesús debió producirse en primavera, y entre los años 7 y 2 a. C., por lo que es en este tiempo en que se debe investigar para comprobar si se produjo en el cielo algún acontecimiento capaz de llamar la atención de los Reyes Magos de Oriente.

Desde un punto de vista astronómico, hay cuatro posibilidades para explicar a la estrella de Belén: 

1) Meteorito
Es muy poco probable debido a que los meteoritos, que se convierten en una bola de fuego al entrar en la atmósfera, apenas tardan unos segundos antes de desaparecer, y la estrella de Belén brilló durante semanas enteras.

2) Cometa
Son objetos que, esta vez sí, pueden brillar en el cielo incluso meses; sin embargo, el más espectacular de todos los cometas conocidos, el Halley, cuya órbita lo acerca a la Tierra cada 76 años y que fue visto por última vez en 1986, fue visible en Judea durante los meses de agosto y septiembre del año 11 d. C., lo que no coincide con las fechas del nacimiento de Jesús. Por supuesto, pudo tratarse de otro cometa, uno que pasó entonces y que por el momento no ha regresado, algo de lo que no podemos estar seguros.
Además, en la antigüedad los cometas eran vistos como señales que anunciaban muerte y destrucción, y no como heraldos del nacimiento de un rey o de un dios. Los romanos, por ejemplo, marcaron la muerte del general Agrippa usando la aparición del Halley en el 11 d.C.

3) Muerte violenta de una estrella
Eso nos lleva a dos posibilidades: una nova o una supernova. 
Una nova es la forma (una explosión termonuclear) en que una estrella se libera, de golpe, de una excesiva acumulación de hidrógeno en su superficie. Es muy espectacular, si la estrella está lo bastante cerca, y su aparición tiene lugar de forma impredecible y en cualquier momento. Las más brillantes aparecen de repente, sin previo aviso, como una nueva y espectacular luz en el cielo. Su brillo, tras algunos días, o incluso semanas, se va atenuando hasta desaparecer. En promedio, se produce una nova visible desde nuestro planeta una vez cada veinte años (la última fue en 1975), por lo que nada impide que fuera éste, y no otro, el fenómeno visto en Judea por los tres Magos de Oriente.

Mucho más espectacular, aunque menos frecuente de ver, es una supernova, la explosión catastrófica de toda una estrella que llega a su final y cuyo brillo eclipsa incluso al de toda la galaxia que la contiene. En el momento de la explosion, una supernova puede ser vista incluso a plena luz del día, y su brillo más intenso puede durar meses antes de empezar a decrecer.
Durante los últimos mil años la humanidad ha sido testigo de cuatro supernovas, en los años 1006, 1054, 1572 y 1604. En todos los casos, los cronistas de cada época se refirieron profusamente al fenómeno. Los chinos, por ejemplo, señalan que la supernova del año 1054 fue visible durante dos meses incluso a plena luz del día.

Sin embargo no existe en la época del nacimiento de Jesús ninguna referencia definitiva sobre la súbita aparición de una luz especialmente intensa en el cielo.
Si sucedió, nadie, en ninguna cultura, documentó el hecho, lo cual parece indicar que debemos buscar la solución en alguna otra parte.
Algunos textos chinos hablan de una posible nova en la primavera del año 5 d. C., pero se refieren a ella como a un fenómeno de poca importancia y de escasa, o ninguna, espectacularidad.

4) Conjunción Planetaria
La última (y quizá la más probable) explicación es la posibilidad de que los tres Magos fueran testigos de una conjunción planetaria especialmente brillante, tanto como para hacerles creer que se trataba de una nueva estrella. Pero, ¿hubo alguna conjunción planetaria de este tipo entre los años 7 y 2 A.C.? La respuesta es que sí. Los astrónomos han determinado que, en ese intervalo temporal, se produjeron varios fenómenos planetarios que podrían haber sido interpretados como la estrella de Belén.

El primero de ellos fue en el año 6 A.C., y se produjo entre Marte, Júpiter y Saturno, y sucedió en la constelación de Piscis. Los tres planetas formaron una brillante figura geométrica en el cielo que debió de ser de gran belleza y capaz de llamar la atención de cualquiera. Otra posibilidad es la 'triple conjunción' de Júpiter y Saturno entre los meses de mayo y diciembre del año 7 A.C. Los 'pasos' de Júpiter sobre Saturno se produjeron el 29 de mayo, el 30 de septiembre y el 5 de diciembre de ese año.

No cabe duda de que todos estos eventos fueron perfectamente visibles, pues sucedieron en la cara nocturna de la Tierra. Los dos planetas, además, brillaron el uno muy cerca del otro durante ocho largos meses, el tiempo que se estima necesario para que los Reyes Magos cubrieran los cerca de mil kilómetros de distancia entre Babilonia y Judea.

No obstante, la que seguramente fue la más brillante de las conjunciones planetarias de esa época fue la que se produjo entre Venus y Júpiter en la constelación de Leo el 12 de agosto del año 3 A.C. Los dos planetas brillaron ese día extraordinariamente cerca el uno del otro.
Y cuando Venus se retiró, Júpiter permaneció junto a Leo por lo menos durante diez meses más, sumando su brillo al de la estrella. Si el encuentro de los tres Reyes Magos con Herodes se produjo durante la primavera del 2 A.C., las fechas encajarían a la perfección.
De hecho, tras su primer encuentro y después de que Júpiter y Leo siguieran brillando juntos en el cielo, Venus regresó a la zona y se alineó con Júpiter en junio del 2 a.C. El día 17 de ese mes los brillos de los dos planetas fueron tan intensos que llegaron a confundirse.

Los dos planetas bajaron juntos y lentamente hacia el horizonte a medida que sus brillos se iban confundiendo. Hacia las ocho y media de la tarde, hora local de Jerusalén, prácticamente se habían fundido en un único y luminoso astro. En un tiempo en el que no había instrumentos de observación, ni lentes de sol, es muy probable que los observadores no fueran capaces de distinguir los dos objetos individuales y que sólo percibieran un único y brillante destello sobre los cielos de Judea.

¿Fue esto lo que vieron los Reyes Magos? Para la ciencia es difícil asegurarlo. Lo único cierto es que esas alineaciones se produjeron, y que fueron claramente visibles en una época que coincide con la del relato bíblico.

Juzguen ustedes amigos lectores.

*Texto original: blogs.abc.es
Lunes, 26 de Diciembre de 2011

SE DESARMO EL BELEN!!!

Por José Luis Calvo Rey*

Siempre he visto algo poético en montar un belén, en reconstruir una escena pretendidamente histórica. En un lado el portal, en otro la anunciación a los pastores, la matanza de los inocentes, los reyes magos... y si el presupuesto lo permite, una fuente de la que mana agua, casas con luces incorporadas... Todo ello sobre un manto de arena y bajo una capa de nieve de textura sorprendentemente similar a la de la harina.

Quizás por ello, todos los 8 de diciembre procedo a abrir las cajas guardadas de un año para otro, en una las escorias de carbón, (el mejor material para construir montañas que pueda desearse), en otra las luces de colores, en otra las figuras... y a montar un decorado teatral para los distintos personajes, lavanderas, pastores, soldados... pero, recordando el título de la obra de Pirandello ¿a qué autor deberían buscar?

La mayoría de las personas responderían que a los evangelistas ¿no? Sin embargo, las escenas representadas en un belén obedecen a una acumulación de elementos míticos de diversas procedencias aglutinados a lo largo del tiempo para paliar que lo que sabemos con certeza histórica de la infancia de Jesús se resume en una sola palabra: nada. Oh, sí existen dos relatos evangélicos de la Natividad, uno debido a Mateo y otro a Lucas (Marcos y Juan guardan silencio sobre el tema lo que no deja de resultar curioso) pero ambos ofrecen versiones imposibles de conciliar, pese a lo cual, un belén es precisamente una mezcla de ambas versiones (y alguna más, como veremos).

Del relato de Mateo puede inferirse que María y José vivían en Belén. María esperaba un hijo sin haber mantenido relaciones sexuales con su esposo por lo que éste decide repudiarla. José recibe en sueños la visita de un ángel que le advierte que no lo haga porque la criatura viene del Espíritu Santo. El niño nace en casa, en Belén.

Según el relato de Lucas, José y su prometida, María, vivían en Nazaret. María recibe la visita de un ángel que le comunica que va a ser madre de un niño que concebirá por acción del Espíritu Santo. A consecuencia del censo de Quirino, el matrimonio se desplaza a Belén dónde nace el niño que es recostado en un pesebre por estar llena la posada.

Después del nacimiento, según Mateo, llegan a Jerusalén unos magos de Oriente que han conocido por una estrella que había nacido el rey de los judíos y preguntan a Herodes que dónde pueden encontrarle. Éste les dirige a Belén pidiéndoles que, cuando le localicen, se lo comuniquen para ir, él también, a rendirle homenaje. Una estrella guía a los magos hasta el niño al que ofrecen oro, incienso y mirra. Advertidos en sueños de que no volvieran a ver a Herodes, los magos regresan a casa por otro camino. José recibe, también en sueños, la advertencia de que abandonen Belén pues Herodes va a matar al niño. La familia huye a Egipto. Herodes ordena asesinar a todos los niños de menos de dos años en Belén y en sus alrededores. Cuando Herodes fallece, José recibe una nueva visita angélica y regresa a Judea pero temiendo al rey Arquelao, hijo de Herodes, se traslada a Galilea, al pueblo de Nazaret.

Según Lucas, después del nacimiento un ángel anuncia la nueva a los pastores de Belén que acuden a adorar al niño. A los ocho días el niño fue circuncidado y después fue presentado en el Templo de Jerusalén. Cumplidos los prefectos legales, la familia regresa a Nazaret.

Como vemos, los únicos elementos comunes a las dos narraciones es que Jesús había sido concebido por acción del Espíritu Santo, que nació en Belén y que acabó viviendo en Nazaret, aunque por motivos muy distintos.

Todos los demás elementos son únicos, la estrella, los magos, la matanza de los inocentes y la huida a Egipto sólo existen en Mateo. El censo, el pesebre, la anunciación y la adoración de los pastores sólo existen en Lucas.

¿Algo de todo ello es cierto? Podemos descartar como pura fábula al censo y la matanza de los inocentes. Flavio Josefo dejó un relato muy vivo de las maldades de Herodes y, sin embargo, no menciona en ningún momento tal fechoría. ¿Por qué entonces la inclusión de tales elementos? El análisis de Mateo nos dará la respuesta. En su relato incluye cuatro profecías mesiánicas que quedaron cumplidas en la Natividad, (Is. 7,14, Miq. 5,1, Os. 11,1 y Jr. 31,15) además de una referencia inexistente a que según los profetas se le llamaría Nazareno.

Las profecías se relacionarían, por el ordencitado, con el nacimiento de una virgen, el nacimiento del Mesías en Belén, el regreso de Egipto y la matanza de los inocentes. Vemos, pues, que la razón para incluir la matanza de los inocentes fue, precisamente, el de poder asegurar que se había cumplido la profecía.

Si vamos a los versículos citados y a su contexto veremos que a Mateo no le importó tergiversar el sentido de las profecías (que, a veces, ni lo son) del Antiguo Testamento con tal de presentar a Jesús como el Mesías anunciado.

El de Isaías se refiere a acontecimientos contemporáneos del profeta: "Porque antes que sepa el niño rehusar lo malo y elegir lo bueno, será abandonado el territorio cuyos dos reyes te dan miedo." (Is. 7,16)

Esos dos reyes eran "Rasón, rey de Aram, con Pécaj, hijo de Romelias, rey de Israel..." (Is. 7,1) y todo ello "En tiempo de Ajaz, hijo de Jotán, hijo de Ozías, rey de Judá..." (Is. 7,1).

El texto de Miqueas sí es una profecía mesiánica... que no puede hacerse coincidir con Jesús: "Él será la paz. Cuando Asiria invada nuestra tierra, y pise nuestro suelo, le opondremos siete pastores y ocho capitanes. Ellos pastorearán a Asiria con la espada, y al país de Nemrod con el acero. Él nos librará de Asiria, cuando invada nuestra tierra, y pise nuestro territorio." (Miq. 5, 4-5).

El de Oseas es una referencia a la historia del Éxodo: "Cuando Israel era niño, lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo." (Os. 11,1). El de Jeremías tampoco puede relacionarse con Jesús, en primer lugar porque menciona a Ramá que no a Belén y, en segundo lugar, porque los hijos por los que lloran: "volverán de tierra hostil, y hay esperanzas para tu futuro -oráculo de Yahvé-: volverán los hijos a su territorio." (Jr. 31, 16-17).

El texto que no corresponde a ningún fragmento del A. T. parece ser una mala interpretación de Is. 11, 1 en el que se dice del Mesías: "Saldrá un vástago (nezer) del tronco de Jesé..." y Mateo interpretó nezer por Nazaret. No es la única vez en que Mateo confunde un texto hebreo.

La profecía de Isaías no hace referencia a una virgen sino a una joven, aunque en este caso parece que la mala traducción podía no ser suya sino de la Septuaginta (traducción de la Biblia al griego).

Queda pues demostrado el interés de Mateo en presentar a Jesús como un ser excepcional desde el comienzo de su vida. A este recurso de "cumplimiento de las profecías" añade varios tópicos comunes en su época para ensalzar a una persona.

La concepción por una acción divina no hubiera sorprendido a los greco-latinos que tenían varios antecedentes en su propia mitología: Hércules, Perseo... y que incluso concedían ese carácter a personajes reales como Alejandro y Octavio al que tampoco le faltó quién le atribuyera haber nacido pese a una prohibición del Senado, asustado por un presagio de que nacería un rey, que su nacimiento había sido anunciado por distintos fenómenos e, incluso, que había ascendido al cielo (Véase la Vida de Augusto, XCIV y ss. en Los Doce Césares de Cayo Suetonio).

Otro tanto puede decirse de Lucas, aunque en este caso los paralelismos se pueden encontrar en las mitologías orientales como en las leyendas de Krisna o Buda.

Otros elementos belenísticos, sin embargo, no provienen de los relatos evangélicos canónigos sino de los apócrifos o de la literatura cristiana. Por ejemplo, fue Orígenes el que convirtió la estrella de Belén, mencionada por Mateo y en el apócrifo del Protoevangelio de Santiago, en un cometa. También fue obra suya el dictamen de que los magos (de los que Mateo no cita el número) fueron tres. En el S VII se les convirtió en reyes y en el S VIII se les pusieron los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. El buey y la mula aparecen en el apócrifo Evangelio del Pseudo-Mateo en cumplimiento de una profecía atribuida a Habacuc, que resulta ser, nuevamente una mala traducción.

Otros elementos presentes en los apócrifos, sin embargo, no tuvieron la misma suerte. Por ejemplo, la partera que ayuda a María o Salomé comprobando con su dedo la virginidad de María tras el parto (episodios narrados en el Protoevangelio de Santiago) no llegaron a convertirse en figuritas.

Si las historias de la Natividad y, por consiguiente, su plasmación belenística son producto de una mezcolanza de tradiciones de diverso origen, lo mismo podemos decir de las Navidades como fiesta.

Dado que nadie tenía ni la menor idea del día en que nació Jesús (tampoco del año) la Iglesia se apropió de unas fiestas romanas ya existentes, las Saturnales que, desde un origen como celebración agrícola del solsticio de invierno, fueron aumentando su duración y convirtiéndose en algo que aún hoy podríamos identificar.

Las escuelas se cerraban y los niños recorrían las calles gritando: Io, Io, Saturnalia! lo que venía a suponer el inicio del jolgorio. Durante esas fechas no se podían emprender acciones militares para no perturbar la alegría y la paz. En un ambiente de hermanamiento aparente, los esclavos podían sentarse a la mesa con sus señores e, incluso, reprenderles sus vicios sin temer ningún castigo.

Se celebraban banquetes públicos y se bebía más de la cuenta. También eran las fechas en que los conocidos se intercambiaban regalos. Por último, se permitían los juegos de azar en público. Los cristianos que hoy protestan por la comercialización de las fiestas, tal vez deberían considerar que siguen siendo lo que eran antes de que surgiera su religión.

En cualquier caso, tanto para romanos como para cristianos, había en estas fiestas un valor coincidente que comparto y que desearía que se hiciera realidad por encima de cualquier consideración formal: Paz en la Tierra. Amén.

*Tomado de http://digital.el-esceptico.org