SE DESARMO EL BELEN!!!
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Siempre he visto algo poético en montar un belén, en reconstruir una escena pretendidamente histórica. En un lado el portal, en otro la anunciación a los pastores, la matanza de los inocentes, los reyes magos... y si el presupuesto lo permite, una fuente de la que mana agua, casas con luces incorporadas... Todo ello sobre un manto de arena y bajo una capa de nieve de textura sorprendentemente similar a la de la harina.
Quizás por ello, todos los 8 de diciembre procedo a abrir las cajas guardadas de un año para otro, en una las escorias de carbón, (el mejor material para construir montañas que pueda desearse), en otra las luces de colores, en otra las figuras... y a montar un decorado teatral para los distintos personajes, lavanderas, pastores, soldados... pero, recordando el tÃÂtulo de la obra de Pirandello ¿a qué autor deberÃÂan buscar?
La mayorÃÂa de las personas responderÃÂan que a los evangelistas ¿no? Sin embargo, las escenas representadas en un belén obedecen a una acumulación de elementos mÃÂticos de diversas procedencias aglutinados a lo largo del tiempo para paliar que lo que sabemos con certeza histórica de la infancia de Jesús se resume en una sola palabra: nada. Oh, sàexisten dos relatos evangélicos de la Natividad, uno debido a Mateo y otro a Lucas (Marcos y Juan guardan silencio sobre el tema lo que no deja de resultar curioso) pero ambos ofrecen versiones imposibles de conciliar, pese a lo cual, un belén es precisamente una mezcla de ambas versiones (y alguna más, como veremos).
Del relato de Mateo puede inferirse que MarÃÂa y José vivÃÂan en Belén. MarÃÂa esperaba un hijo sin haber mantenido relaciones sexuales con su esposo por lo que éste decide repudiarla. José recibe en sueños la visita de un ángel que le advierte que no lo haga porque la criatura viene del EspÃÂritu Santo. El niño nace en casa, en Belén.
Según el relato de Lucas, José y su prometida, MarÃÂa, vivÃÂan en Nazaret. MarÃÂa recibe la visita de un ángel que le comunica que va a ser madre de un niño que concebirá por acción del EspÃÂritu Santo. A consecuencia del censo de Quirino, el matrimonio se desplaza a Belén dónde nace el niño que es recostado en un pesebre por estar llena la posada.
Después del nacimiento, según Mateo, llegan a Jerusalén unos magos de Oriente que han conocido por una estrella que habÃÂa nacido el rey de los judÃÂos y preguntan a Herodes que dónde pueden encontrarle. Éste les dirige a Belén pidiéndoles que, cuando le localicen, se lo comuniquen para ir, él también, a rendirle homenaje. Una estrella guÃÂa a los magos hasta el niño al que ofrecen oro, incienso y mirra. Advertidos en sueños de que no volvieran a ver a Herodes, los magos regresan a casa por otro camino. José recibe, también en sueños, la advertencia de que abandonen Belén pues Herodes va a matar al niño. La familia huye a Egipto. Herodes ordena asesinar a todos los niños de menos de dos años en Belén y en sus alrededores. Cuando Herodes fallece, José recibe una nueva visita angélica y regresa a Judea pero temiendo al rey Arquelao, hijo de Herodes, se traslada a Galilea, al pueblo de Nazaret.
Según Lucas, después del nacimiento un ángel anuncia la nueva a los pastores de Belén que acuden a adorar al niño. A los ocho dÃÂas el niño fue circuncidado y después fue presentado en el Templo de Jerusalén. Cumplidos los prefectos legales, la familia regresa a Nazaret.
Como vemos, los únicos elementos comunes a las dos narraciones es que Jesús habÃÂa sido concebido por acción del EspÃÂritu Santo, que nació en Belén y que acabó viviendo en Nazaret, aunque por motivos muy distintos.
Todos los demás elementos son únicos, la estrella, los magos, la matanza de los inocentes y la huida a Egipto sólo existen en Mateo. El censo, el pesebre, la anunciación y la adoración de los pastores sólo existen en Lucas.
¿Algo de todo ello es cierto? Podemos descartar como pura fábula al censo y la matanza de los inocentes. Flavio Josefo dejó un relato muy vivo de las maldades de Herodes y, sin embargo, no menciona en ningún momento tal fechorÃÂa. ¿Por qué entonces la inclusión de tales elementos? El análisis de Mateo nos dará la respuesta. En su relato incluye cuatro profecÃÂas mesiánicas que quedaron cumplidas en la Natividad, (Is. 7,14, Miq. 5,1, Os. 11,1 y Jr. 31,15) además de una referencia inexistente a que según los profetas se le llamarÃÂa Nazareno.
Las profecÃÂas se relacionarÃÂan, por el ordencitado, con el nacimiento de una virgen, el nacimiento del MesÃÂas en Belén, el regreso de Egipto y la matanza de los inocentes. Vemos, pues, que la razón para incluir la matanza de los inocentes fue, precisamente, el de poder asegurar que se habÃÂa cumplido la profecÃÂa.
Si vamos a los versÃÂculos citados y a su contexto veremos que a Mateo no le importó tergiversar el sentido de las profecÃÂas (que, a veces, ni lo son) del Antiguo Testamento con tal de presentar a Jesús como el MesÃÂas anunciado.
El de IsaÃÂas se refiere a acontecimientos contemporáneos del profeta: "Porque antes que sepa el niño rehusar lo malo y elegir lo bueno, será abandonado el territorio cuyos dos reyes te dan miedo." (Is. 7,16)
Esos dos reyes eran "Rasón, rey de Aram, con Pécaj, hijo de Romelias, rey de Israel..." (Is. 7,1) y todo ello "En tiempo de Ajaz, hijo de Jotán, hijo de OzÃÂas, rey de Judá..." (Is. 7,1).
El texto de Miqueas sàes una profecÃÂa mesiánica... que no puede hacerse coincidir con Jesús: "Él será la paz. Cuando Asiria invada nuestra tierra, y pise nuestro suelo, le opondremos siete pastores y ocho capitanes. Ellos pastorearán a Asiria con la espada, y al paÃÂs de Nemrod con el acero. Él nos librará de Asiria, cuando invada nuestra tierra, y pise nuestro territorio." (Miq. 5, 4-5).
El de Oseas es una referencia a la historia del Éxodo: "Cuando Israel era niño, lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo." (Os. 11,1). El de JeremÃÂas tampoco puede relacionarse con Jesús, en primer lugar porque menciona a Ramá que no a Belén y, en segundo lugar, porque los hijos por los que lloran: "volverán de tierra hostil, y hay esperanzas para tu futuro -oráculo de Yahvé-: volverán los hijos a su territorio." (Jr. 31, 16-17).
El texto que no corresponde a ningún fragmento del A. T. parece ser una mala interpretación de Is. 11, 1 en el que se dice del MesÃÂas: "Saldrá un vástago (nezer) del tronco de Jesé..." y Mateo interpretó nezer por Nazaret. No es la única vez en que Mateo confunde un texto hebreo.
La profecÃÂa de IsaÃÂas no hace referencia a una virgen sino a una joven, aunque en este caso parece que la mala traducción podÃÂa no ser suya sino de la Septuaginta (traducción de la Biblia al griego).
Queda pues demostrado el interés de Mateo en presentar a Jesús como un ser excepcional desde el comienzo de su vida. A este recurso de "cumplimiento de las profecÃÂas" añade varios tópicos comunes en su época para ensalzar a una persona.
La concepción por una acción divina no hubiera sorprendido a los greco-latinos que tenÃÂan varios antecedentes en su propia mitologÃÂa: Hércules, Perseo... y que incluso concedÃÂan ese carácter a personajes reales como Alejandro y Octavio al que tampoco le faltó quién le atribuyera haber nacido pese a una prohibición del Senado, asustado por un presagio de que nacerÃÂa un rey, que su nacimiento habÃÂa sido anunciado por distintos fenómenos e, incluso, que habÃÂa ascendido al cielo (Véase la Vida de Augusto, XCIV y ss. en Los Doce Césares de Cayo Suetonio).
Otro tanto puede decirse de Lucas, aunque en este caso los paralelismos se pueden encontrar en las mitologÃÂas orientales como en las leyendas de Krisna o Buda.
Otros elementos belenÃÂsticos, sin embargo, no provienen de los relatos evangélicos canónigos sino de los apócrifos o de la literatura cristiana. Por ejemplo, fue OrÃÂgenes el que convirtió la estrella de Belén, mencionada por Mateo y en el apócrifo del Protoevangelio de Santiago, en un cometa. También fue obra suya el dictamen de que los magos (de los que Mateo no cita el número) fueron tres. En el S VII se les convirtió en reyes y en el S VIII se les pusieron los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. El buey y la mula aparecen en el apócrifo Evangelio del Pseudo-Mateo en cumplimiento de una profecÃÂa atribuida a Habacuc, que resulta ser, nuevamente una mala traducción.
Otros elementos presentes en los apócrifos, sin embargo, no tuvieron la misma suerte. Por ejemplo, la partera que ayuda a MarÃÂa o Salomé comprobando con su dedo la virginidad de MarÃÂa tras el parto (episodios narrados en el Protoevangelio de Santiago) no llegaron a convertirse en figuritas.
Si las historias de la Natividad y, por consiguiente, su plasmación belenÃÂstica son producto de una mezcolanza de tradiciones de diverso origen, lo mismo podemos decir de las Navidades como fiesta.
Dado que nadie tenÃÂa ni la menor idea del dÃÂa en que nació Jesús (tampoco del año) la Iglesia se apropió de unas fiestas romanas ya existentes, las Saturnales que, desde un origen como celebración agrÃÂcola del solsticio de invierno, fueron aumentando su duración y convirtiéndose en algo que aún hoy podrÃÂamos identificar.
Las escuelas se cerraban y los niños recorrÃÂan las calles gritando: Io, Io, Saturnalia! lo que venÃÂa a suponer el inicio del jolgorio. Durante esas fechas no se podÃÂan emprender acciones militares para no perturbar la alegrÃÂa y la paz. En un ambiente de hermanamiento aparente, los esclavos podÃÂan sentarse a la mesa con sus señores e, incluso, reprenderles sus vicios sin temer ningún castigo.
Se celebraban banquetes públicos y se bebÃÂa más de la cuenta. También eran las fechas en que los conocidos se intercambiaban regalos. Por último, se permitÃÂan los juegos de azar en público. Los cristianos que hoy protestan por la comercialización de las fiestas, tal vez deberÃÂan considerar que siguen siendo lo que eran antes de que surgiera su religión.
En cualquier caso, tanto para romanos como para cristianos, habÃÂa en estas fiestas un valor coincidente que comparto y que desearÃÂa que se hiciera realidad por encima de cualquier consideración formal: Paz en la Tierra. Amén.
*Tomado de http://digital.el-esceptico.org