Crucifijos públicos y crucifijos institucionales
Es sumamente esclaredora la distinción que hace Pascual entre espacios públicos y espacios institucionales.
El espacio público ha de entenderse como el lugar en el que cualquier persona pueda expresar libremente su opinión o creencia sobre cualquier tema (siempre que esa opinión no dañe a otros: no toleraremos a los intolerantes). Una procesión de Semana Santa, la cabalgata del dÃÂa del orgullo gay o la manifestación por la defensa del chorizo de cantimpalo son legÃÂtimas en tanto que manifestaciones expresadas en espacios públicos (si bien cabrÃÂan debates sobre, hasta que punto, las determinadas creencias son tolerantes o no con otras creencias).
Sin embargo, el espacio institucional es distinto. Unos juzgados, un colegio o un hospital son instituciones que, como tales, representan al Estado y, por lo tanto, han de expresar los valores del mismo. No creo que estos espacios deban representar una neutralidad valorativa ya que, hasta cierto punto, es imposible (el vacÃÂo simbólico ya es un sÃÂmbolo) y porque no creo que el estado deba ser neutro, por lo menos en muchos aspectos. Nuestro Estado es aconfesional, lo cual no quiere decir que esté en contra de cualquier religión, sino todo lo contrario: que las protege a todas (habitualmente de sàmismas. Los ilustrados que defendieron el laicismo no eran mayoritariamente ateos). El hecho de que en un colegio público las aulas estén presididas por crucifijos expresarÃÂa que esa institución representa los valores cristianos, por lo que irÃÂa en contra de la aconfesionalidad del Estado. Un colegio debe expresar la protección de cualquier confensión religiosa, no la preferencia ninguna en particular; y un colegio ha de expresar la separación entre Iglesia y Estado propios del laicismo.
Y es que hay que dejar claro que el laicismo es la mejor herramienta para garantizar la libertad religiosa, la expresión pública de cualquier religión. El laicismo no elimina las religiones sino que las protege a las unas de las otras (más que del ateÃÂsmo) y a los demás de todas ellas.
Los espacios institucionales deben expresar las reglas del juego, los valores que han posibilitado el Estado de Derecho, lo que todos tenemos en común (el proyecto común que es cualquier sistema polÃÂtico legÃÂtimo) y no lo que nos diferencia. De éste modo, parece deseable que en un aula estén presentes cosas como una Constitución o la Carta de los Derechos Humanos, un poster del Congreso de los Diputados o de Gandhi, etc. porque eso es lo que realmente representa el Estado y, por lo tanto, sus instituciones. En este sentido, el espacio público será un lugar para la expresión de la diferencia y el institucional para la expresión de la igualdad.
¿Qué pasarÃÂa con los colegios e institutos concertados? El dilema está en que, al ser parcialmente públicos, deberÃÂan también representar, al menos en parte, el laicismo estatal. ¿DeberÃÂan entonces quitar los crucifijos de sus aulas? No, debido a esa parte privada que no tiene por qué representar al Estado. En su ideario, un colegio concertado nunca podrá ir en contra de los principios institucionales que lo hicieron posible (nunca se podrÃÂa ir en contra de los Derechos Humanos o de los valores democráticos, por ejemplo), pero sàpodrá mantener una determinada lÃÂnea ideológica. De este modo se garantiza el derecho de los padres a que sus hijos reciban una educación en los valores que a ellos les plazcan sin que por ello se dañe el laicismo institucional.
¿La religión debe seguir siendo una asignatura en los colegios públicos? No como se ha impartido hasta ahora. Es evidente que para entender la historia de Occidente es muy necesario tener conocimientos de cristianismo, pero no ser creyente. Una historia de las religiones o una historia del cristianismo podrÃÂa ser deseable, pero no una Religión Católica impartida como religión verdadera. Sin embargo, siendo un paÃÂs de mayorÃÂa católica… ¿no serÃÂa antidemocrático prohibir lo que es deseo de la mayorÃÂa de los padres para sus hijos? AquàentrarÃÂa el debate acerca de los lÃÂmites de la democracia: ¿serÃÂa legÃÂtimo exterminar a los judÃÂos si elegimos hacerlo democráticamente? Aunque la elección de los padres sea democrática, estamos yendo contra el laicismo como uno de los principios que consolidaron el sistema democrático como tal. Yo creo que es muy peligroso tocar las reglas del juego (y más tomar decisiones contra ellas), por lo que sólo deberÃÂa hacerse con un consenso muy solido. AsÃÂ, romper con el laicismo institucional del sistema educativo dando la asignatura de Religión Católica como religión verdadera deberÃÂa hacerse tras un consenso casi unánime de todas las fuerzas polÃÂticas y sociales (consenso que no existe hoy en dÃÂa a pesar de que la asignatura se imparte).