La Justicia argentina, por primera vez, considera a la Iglesia cómplice en un caso de pedofilia y la condena a indemnizar a una madre y su hijo violado por un sacerdote
No es fácil narrar esta historia para sus mismos protagonistas. Beatriz Varela y su hijo Gabriel han tenido que esperar casi 11 años para que la Justicia argentina, en una resolución sin precedentes en este paÃs, sentencie a la Iglesia católica por su responsabilidad en los actos de pedofilia cometidos por un cura de su diócesis contra el joven cuando éste tenÃa 15 años.
La Cámara de Apelaciones del municipio de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires, ha confirmado esta semana el fallo de un tribunal que en diciembrecondenó al obispado de esa localidad a pagar 155.600 pesosmás intereses (más de 23.000 euros) por gastos en tratamientos psicoterapéuticos y por el daño moral causado al chico y a su madre.
El delito ocurrió el 15 de agosto de 2002. Varela invitó a su casa al cura Rubén Pardo, vicario de una parroquia del lugar, para que instruyera a sus dos hijos varones sobre los preceptos católicos. Según adelantó la periodista Mariana Carvajal en el
diario argentino Página12, el sacerdote, de unos 50 años, conversó con Gabriel en solitario, y llegada la cena, pidió a la mujer que permitiera al muchacho pasar la noche en la Casa de Formación, donde el religioso residÃa, para continuar con el diálogo y para que al dÃa siguiente lo ayudara en la celebración de una misa.
Gabriel contó a la Justicia, tiempo después, que Pardo lo invitó a dormir junto a él, un gesto que el adolescente interpretó como una actitud paternal. Fue entonces cuando el sacerdote abusó sexualmente de él. "SabÃa que me estaba violando, pero no podÃa pensar en qué podÃa hacer para evitarlo, porque tenÃa mucho miedo y estaba shockeado", expuso. Una vez Pardo se durmió, Gabriel huyó despavorido a su casa y le confesó a su madre lo sucedido.
Varela se presentó de inmediato ante el que era el obispo de Quilmes en ese momento, Luis Stöckler. "En principio se mostró consternado, pero con el correr de los dÃas no mostraba decisión de tomar alguna medida", explicó a este diario. El obispo "intentó minimizar el hecho, diciendo que yo tenÃa que ser misericordiosa con las personas que eligen el celibato por vocación porque tienen momentos de debilidad".
Pero la mujer le comunicó al obispo que si ella estaba allà era porque querÃa "verdad, justicia, y que a nadie más le ocurra". El prelado recurrió entonces a presionarla "por las pagas". "Yo trabajaba en una escuela del obispado", explica la mujer.
"Bergoglio estaba al tanto de la denuncia. Su compromiso es de boca para fuera"
Varela se dirigió a continuación al tribunal eclesiástico, "cuyo presidente no quiso tomarme la denuncia", y en donde quince dÃas después la entrevistaron cuatro curas "que me sometieron a un interrogatorio humillante, con preguntas lascivas y tendenciosas, poniéndome a mà en el lugar del victimario, cuando ellos tenÃan certeza de que el hecho habÃa ocurrido porque el abusador habÃa admitido el hecho a las 96 horas ante su obispo, que lo amonestó".
La madre de Gabriel acudió también a la curia metropolitana, residencia del exarzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio, más conocido hoy como
el Papa Francisco, de donde la quisieron expulsar con personal de seguridad. En la catedral, colindante con el edificio de la curia, se enteró de que el cura pedófilo habÃa sido alojado en una casa de la vicarÃa del barrio de Flores, dependiente del Arzobispado de Buenos Aires, que presidÃa el que es hoy es el máximo pontÃfice y
jefe del Estado del Vaticano.
"Bergoglio estaba al tanto de esta denuncia", señala la mujer. "Nadie se instala en una vicarÃa sin la autorización del arzobispo. Ése es el compromiso de Bergoglio: de la boca para fuera", arremete. "Ante casos de pedofilia, la Iglesia actúa encubriendo, con hipocresÃa, con mentiras, con complicidad y sin compromiso ante Dios y la sociedad. Todos saben y todos callan, asà que todos son cómplices. Y encima es una institución reverenciada por la sociedad. La Iglesia se le rÃe en la cara, y asà y todo ésta es feliz porque un argentino ocupa un cetro", sentencia Varela.
La mujer se arrepiente de la confianza que depositó en la Iglesia. "Los curas se capacitan para el manejo de masas, para la manipulación de mentes", añade. "Espero que la sociedad se conciencie de que creer en Dios no pasa por estar registrado en el libro de ninguna religión, y menos en una mantenida por el Estado".
Un nuevo caso relacionado
Cualquier atisbo de alegrÃa que hubiera podido surgir con la llegada de la sentencia contra el Obispado de Quilmes se ha empañado ahora con una llamada que Varela recibió la semana pasada. "Hay dos sacerdotes que fueron trasladados a la Arquidiócesis de Córdoba [centro del paÃs] cuando hice la denuncia", cuenta. "El viernes me llamó una madre desgarrada porque su hija de 4 años habÃa sido violada por estos dos curas, que todavÃa trabajan en una escuela. TenÃa fisuras anales, hay fotografÃas de ella y de otras compañeritas. Y otros niños están todavÃa en riesgo".
La madre de la niña abusada, que no ha querido por ahora que el caso trascienda con datos concretos, comenzó hace siete meses una causa penal contra los curas, pero los dos clérigos todavÃa trabajan en la escuela. "Esto es una red de pedofilia, porque la maestra no es ajena al hecho de que tres o cuatro nenas desaparecen del recreo y aparecen más tarde. Eso se llama encubrimiento", afirma Varela.
El proceso judicial por el que han pasado ella misma y su hijo no ha sido tampoco un trago fácil, y aunque agradece el fallo, siente que la Justicia se hizo esperar demasiado. "Cuando el sacerdote que abusó de mi hijo falleció [de Sida, en 2005], el expediente desapareció durante dos años. La causa corrÃa el riesgo de prescribir, y mi hijo tuvo un intento de suicidio y estuvo internado un mes y medio en una clÃnica psiquiátrica", recuerda. "Con ningún dinero compensarán lo que hemos padecido".
A diferencia de la madre de Córdoba, Varela sà ha decidido dar a conocer lo que han soportado. Stöckler [que sigue siendo obispo emérito de Quilmes] pretendÃa silenciarme, pero yo le dije: "esto lo callo sólo muerta". Mi hijo ya lo padeció. Por mi silencio no lo va a sufrir ningún otro niño", puntualiza.
Palabra de Gabriel
Su hijo Gabriel, que hoy tiene 25 años, también ha consentido la difusión de su caso. "El dictamen judicial sienta una jurisprudencia y puede ayudar a otras vÃctimas a que no se les haga tan engorroso la búsqueda de una resolución", expone a Público. "Estamos hablando de una institución que tiene muchÃsimo poder".
Él lo sabe bien al haberlo sufrido en carne copia. "TenÃa pesadillas, no me podÃa dormir. A veces sentÃa culpa por lo que habÃa pasado, que es lo que buscaba la Iglesia diciéndole a mi mamá que ella habÃa inducido eso o que yo habÃa provocado a esta persona [Pardo] para que sucediera".
Uno de los momentos más difÃciles llegó cuando el legajo penal se perdió. "SentÃa que habÃamos perdido, y que tantos años de lucha y desgaste eran en vano", admite Gabriel. Pero, con apoyo psicológico y la contención de su madre y hermanos, pudo al final salir adelante y darse cuenta de que nada de lo que habÃa ocurrido era culpa suya, "que uno no puede manejar la perversión que tenga otra persona, y que uno es vÃctima". Pero el joven considera que no es bueno quedarse en ese papel. "Hay mucha gente que no denuncia porque tiene miedo o vergüenza al qué dirán por querellarse contra una persona con investidura. Por eso hay que actuar".
Gabriel ya no se considera católico y está intentando tramitar su apostasÃa. "Cualquier decisión que tome la Iglesia te representa como fiel de esa institución. Y la Constitución indica que el Estado tiene la obligación de subsidiar al credo que tenga mayorÃa. Con mi desafiliación, la institución perderá poder", concluye.
Por Ismael Perez » Blog HomÃnidos
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