Sin Arafat, sin Abbás, sin Estado palestino


Sin Arafat, sin Abbás, sin Estado palestino

Ni el quinto aniversario de la muerte del raís consiguió ayer exaltar el espíritu luchador de los palestinos, gastado en medio de la crisis política por la amenaza de marcha de su presiente

LAURA L. CARO | RAMALA (CISJORDANIA)

Las fotos del día mostrarán miles de palestinos en la Muqata agitando banderas en encendido homenaje al líder eterno y mártir de la causa, Yasser Arafat. Pero ni eran tantos como otras veces, ni estaban tan entusiasmados. Cuando el próximo domingo se van a cumplir 21 años de la declaración de la independencia Palestina, y van 18 desde que la ANP se constituyera para alumbrar un Estado que no llega nunca, ni el aniversario de la muerte del rais dio ayer de sí para levantar los ánimos del maltrecho movimiento nacional palestino.

Algo en el sentimiento luchador y heroico del pueblo de Ramala, que tanto acostumbra a exaltarse en las fechas señaladas, parecía gastado. Tanto, que buena parte de los que invadieron las calles por la mañana con la kefiya al hombro para gritar junto a la tumba de Arafat “¡seguimos marchando hacia Jerusalén!”, no se quedaron siquiera a escuchar las esperadas palabras institucionales del presidente, Mahmmud Abbás, primeras en público desde que el 6 de este mes anunciara que se va. Que no optará a otro mandato.

Sus colaboradores más próximos se ocupaban de filtrar en las vísperas de este aniversario amargo que también está pensando dejar sus cargos en la OLP y en su partido Al Fatah, en una marcha que vaticinan como el derrumbe de la Autoridad Nacional Palestina y del sueño del Estado propio. Abbás, cuentan, está hastiado y harto. Y los palestinos dan síntomas de que también.

Por eso, los que se sí quedaron a oír al presidente palestino, -y posiblemente eran miles, pero no tantos como otras veces-, asistieron al episodio confuso de ver al líder que amenaza con tirar la toalla proclamar que “nadie ha de abandonar nuestro camino hacia la libertad y nuestros derechos”. “No hemos abandonado el camino ni lo vamos a abandonar, no nos detendremos, -decía-, hasta que tengamos nuestra patria soberana”, aunque es él quien se rinde.

Por eso sonó a hueca, y a gastada, y a protocolo de cartón la intentona de Abbás de espolear al gentío dirigiendo a Israel una declaración de fuerza, cuando se le han acabado las suyas. “Nunca volveremos a las negociaciones por ningún motivo si no se congelan los asentamientos, es nuestro derecho pedir ese desmantelamiento”, decía, mientras exigía también a la Comunidad Internacional que haga “lo que debe, y no lo que puede” contra “la amenaza colonialista de Israel”. Ahí sí, las primeras filas del mitin canturrearon “daremos nuestra sangre y nuestra alma por tí, Abbás”, en una de las contadas muestras de apoyo al líder que surgieron, pero que se torció cuando el presidente tendió a Hamás su mano “preparada para la reconciliación”, y tuvo que pedir al público que dejara de entonar ofensas hacia el movimiento islamista.

Si Mahmmud Abbás reclamó ayer que la única vía es seguir adelante, interpretaba un funcionario de la Muqata, lo hacía “como OLP”. El hombre, el político que se ha dado por vencido, -del que muchos creen que echará marcha atrás y continuará en sus cargos-, habló menos, y sólo para alimentar la incógnita. “Habrá nuevas decisiones y yo las tomaré a la luz de los próximos acontecimientos”, dijo de refilón, queriendo desviar en el día de Arafat cualquier atención sobre una rendición en la que Arafat nunca habría caído.

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