SÃÂmbolos religiosos y espacios públicos
Llegar a ser reconocido como conservador dentro de la medieval Iglesia Católica Argentina no es poca cosa, pero Aguer no le tema a estos desafÃÂos. En busca del record, una vez más salió al cruce de declaraciones en favor de la democratización de los espacios públicos, esta vez realizadas por la Jueza de la Suprema Corte de Justicia Carmen Argibay que especÃÂficamente dijo que "habrÃÂa que quitar los crucifijos de los despachos judiciales porque el nuestro es un estado laico, no confesional, no religioso". Ya hay antecedentes de simbolos religiosos que fueron retirados del Palacio de Justicia luego de una demanda de una asociación civil. Sin embargo, en su espacio dentro del programa de TV "Claves para un Mundo Mejor", Aguer repitió su discurso en favor de la omnipresencia de imágenes religiosas en todos los ámbitos sin importar que sean públicos y concurridos por no cristanos.
Con su habitual deshonestidad intelectual, imposible de confundir con simple ignorancia, afirmó que "la cuestión es que la neutralidad religiosa del estado no puede ser absoluta porque la absolutización de esa neutralidad conduce inevitablemente al ateÃÂsmo del estado. Con lo cual la neutralidad dejarÃÂa de ser tal". Semejante irracionalidad, natural en un férreo defensor de fábulas mitológicas como verdades históricas, pretende probar que apoyar la no existencia de simbologÃÂa religiosa es necesariamente consecuencia de sostener la no existencia de dioses. Aguer parece asumir que, dado que no tenemos dioses tampoco tenemos sÃÂmbolos y que por lo tanto un no-sÃÂmbolo es "sÃÂmbolo" de un no-dios. El argumento es falaz además de evidentemente falso. Los ateos tenemos sÃÂmbolos y ni la jueza ni nadie está diciendo de quitar un crucifijo y colgar un sÃÂmbolo ateo.
El suplemento Valores Religiosos, del diario ClarÃÂn, es quién levanta las declaraciones de Aguer y lo cita preguntándose "¿Y quién puede negar el hecho religioso en la cultura argentina, en la vida de la sociedad argentina?" y luego afirma "que en el pueblo argentino existe una profunda religiosidad enraizada en la tradición católica". Para Aguer, parece que el pueblo argentino fue desde siempre católico por obra y gracia del EspÃÂritu Santo. Nada tienen que ver en esto ni la colonización, ni las masacres de los pueblos originaris y sus culturas sino que desde siempre los buenos de los argentinos nos "dimos cuenta" que el dios cristiano es el único y verdadero. El tiempo, para Aguer, comienza a contar desde que el "pueblo argentino" tiene sentimientos religiosos similares a los suyos. Toda la historia previa y todo aquello que explica la "profunda religiosidad" actual no parecen importar a monseñor.
Sin embargo está en lo cierto cuando afirma "lo que se busca al proponer la supresión del crucifijo de los lugares públicos es recluir la expresión religiosa al ámbito de lo privado" aunque nuevamente la embarra cuando a partir de esto concluye que se quiere "dejar el ámbito público huérfano de valores trascendentes, a merced del agnosticismo y del relativismo ético". Ciertamente entendemos que la expresión religiosa tiene que limitarse al ámbito privado, pero sobre todo que el Estado no debe de ninguna manera tomar partido. Y de la misma manera que un estado polÃÂticamente neutro (o sea, que no favorezca a determinados partidos polÃÂticos por sobre otros) no es necesariamente un estado antidemocrático, es una imbecilidad sostener que un estado que no favorezca a una religión por sobre otras es un estado antirreligioso y mucho menos ateo.