Nobel de FÃsica y «apóstol del ateÃsmo»
© Daniel Utrilla
Publicado en El Mundo
Contraviniendo todas las leyes de la FÃsica, Vitali Ginzburg no dejó de trabajar ni un solo dÃa después de cumplir los 90 pese a la insuficiencia cardiaca que lastraba su salud.
Nobel de FÃsica en 2003 por sus aportaciones a la teorÃa de los materiales superconductores (fue el octavo ruso galardonado con este premio), Ginzburg participó en la fabricación de la primera bomba de Hidrógeno de la URSS (probada en 1949), y se convirtió en un fervoroso apóstol del ateÃsmo tras la caÃda del régimen comunista.
Ginzburg, cuya actividad intelectual abarcó la AstrofÃsica, la RadioastronomÃa (estudió el origen de la radiación cósmica, la corona solar y los campos magnéticos intergalácticos), la Termodinámica de los fenómenos ferroeléctricos e incluso la Óptica de cristales, no creÃa en nada más allá del mundo fÃsico. Ateo confeso y materialista convencido, remitió en 2007 junto con otros 10 cientÃficos una carta abierta a Vladimir Putin, entonces presidente de Rusia, en la que criticaba el papel exagerado de la Iglesia Ortodoxa en la sociedad y satanizaba la enseñanza de Religión en las aulas. «Si creyera en Dios, me despertarÃa cada mañana diciéndole: "Gracias, Señor, por haber hecho de mà un fÃsico teórico"», bromeó una vez en una entrevista televisada.
A lo largo de sus 93 años de vida, Ginzburg demostró una capacidad de trabajo sobrenatural. Durante 40 años impartió puntualmente un seminario semanal en el Instituto de FÃsica de la Academia de las Ciencias de Rusia, una cita intelectual que uno de los entusiastas que participaban en ella definió una vez como «orgÃa cerebral». En 2001 Ginzburg ofició el último de sus 1.700 seminarios.
Por encima de sus pobladas cejas se extendÃa uno de los cerebros más brillantes de la FÃsica teórica de la Unión Soviética. Ginzburg quedó imantado por la FÃsica ya desde su más tierna infancia, cuando los boletines cientÃficos desplazaron a los cuentos como lecturas de cabecera.
Nacido en 1916 en el seno de una familia judÃa de ingenieros, sólo pudo estudiar cuatro años en la escuela, debido a que su escolarización se vio interrumpida por las reformas educativas impuestas por Lenin.
Ginzburg se sacó el graduado escolar cuando ingresó en la universidad. En 1938 se graduó en la Facultad de FÃsica de la universidad MGU, y en 1942 se doctoró coincidiendo con la invasión nazi de la URSS. Aquel invierno Ginzburg lo pasó en Kazán, donde el frÃo lo atenazó, apenas tenÃa comida y el agua se congelaba en la habitación. En 2003, en la ceremonia de entrega del Nobel de FÃsica, bromeó acerca de aquel crudo invierno en Kazán, en el que situó el origen de su inexplicable atracción por «las bajas temperaturas», condición clave para que los materiales se transformen en superconductores de electricidad.
Entre 1942 y 1962, encabezó la cátedra de transmisión de ondas en la Facultad de FÃsica de Gorki (actual Nizhni Novgorod). A finales de los 40, Ginzburg comprobó, además, que no habÃa en el mundo fÃsico sustancia más inflexible que la muralla del Kremlin: el antisemitismo oficial cargó contra él después de haberse casado en segundas nupcias con una mujer acusada en 1944 de participar en un complot contra Stalin.
Cuando su destino ya parecÃa marcado con plomo, fue reclutado para participar en la fabricación de la primera bomba de Hidrógeno junto al académico Andrei Sajarov. Por ello recibió la orden de Lenin y el premio Stalin de primer nivel. «Me salvó la bomba de hidrógeno», confesó Ginzburg en un artÃculo escrito para la comisión del premio Nobel.
En 1951, sin embargo, fue apartado del proyecto en medio de una nueva ola de antisemitismo desatada por Stalin, cuya muerte en 1953 lo salvó de forma providencial de una condena segura.
Ginzburg compartió el premio Nobel con Alexei Abrikosov y Anthony Leggett por sus aportaciones a la teorÃa de la superconductividad, que desarrolló en 1950 junto con el eminente fÃsico Lev Landau. Las aplicaciones de la superconductividad se encuentran hoy en las máquinas de resonancia magnética de los hospitales e incluso en circuitos digitales y filtros de radiofrecuencia para estaciones de telefonÃa móvil. Ginzburg también formuló teorÃas sobre la propagación de ondas electromagnéticas en plasmas y el origen de la radiación cósmica.
Autor de más de 400 artÃculos cientÃficos, y de 12 monografÃas que son libros de cabecera para miles de cientÃficos, Ginzburg fue redactor jefe de Éxitos de las ciencias fÃsicas, una de las más influyentes revistas cientÃficas de la URSS
«Soy materialista, soy ateo, y soy partidario de la democracia, de la democracia y una vez más de la democracia», dijo en una de sus últimas entrevistas consciente de que la democracia, más que una ciencia exacta, es casi un milagro.
No en vano, Ginzburg dirigió en 2005 un llamamiento para impedir el deslizamiento de Rusia hacia el pasado totalitario.
Vitali Ginzburg, cientÃfico, nació el 4 de octubre de 1916 en Moscú, donde murió el 8 de noviembre de 2009.
Publicado en El Mundo
Contraviniendo todas las leyes de la FÃsica, Vitali Ginzburg no dejó de trabajar ni un solo dÃa después de cumplir los 90 pese a la insuficiencia cardiaca que lastraba su salud.
Nobel de FÃsica en 2003 por sus aportaciones a la teorÃa de los materiales superconductores (fue el octavo ruso galardonado con este premio), Ginzburg participó en la fabricación de la primera bomba de Hidrógeno de la URSS (probada en 1949), y se convirtió en un fervoroso apóstol del ateÃsmo tras la caÃda del régimen comunista.
Ginzburg, cuya actividad intelectual abarcó la AstrofÃsica, la RadioastronomÃa (estudió el origen de la radiación cósmica, la corona solar y los campos magnéticos intergalácticos), la Termodinámica de los fenómenos ferroeléctricos e incluso la Óptica de cristales, no creÃa en nada más allá del mundo fÃsico. Ateo confeso y materialista convencido, remitió en 2007 junto con otros 10 cientÃficos una carta abierta a Vladimir Putin, entonces presidente de Rusia, en la que criticaba el papel exagerado de la Iglesia Ortodoxa en la sociedad y satanizaba la enseñanza de Religión en las aulas. «Si creyera en Dios, me despertarÃa cada mañana diciéndole: "Gracias, Señor, por haber hecho de mà un fÃsico teórico"», bromeó una vez en una entrevista televisada.
A lo largo de sus 93 años de vida, Ginzburg demostró una capacidad de trabajo sobrenatural. Durante 40 años impartió puntualmente un seminario semanal en el Instituto de FÃsica de la Academia de las Ciencias de Rusia, una cita intelectual que uno de los entusiastas que participaban en ella definió una vez como «orgÃa cerebral». En 2001 Ginzburg ofició el último de sus 1.700 seminarios.
Por encima de sus pobladas cejas se extendÃa uno de los cerebros más brillantes de la FÃsica teórica de la Unión Soviética. Ginzburg quedó imantado por la FÃsica ya desde su más tierna infancia, cuando los boletines cientÃficos desplazaron a los cuentos como lecturas de cabecera.
Nacido en 1916 en el seno de una familia judÃa de ingenieros, sólo pudo estudiar cuatro años en la escuela, debido a que su escolarización se vio interrumpida por las reformas educativas impuestas por Lenin.
Ginzburg se sacó el graduado escolar cuando ingresó en la universidad. En 1938 se graduó en la Facultad de FÃsica de la universidad MGU, y en 1942 se doctoró coincidiendo con la invasión nazi de la URSS. Aquel invierno Ginzburg lo pasó en Kazán, donde el frÃo lo atenazó, apenas tenÃa comida y el agua se congelaba en la habitación. En 2003, en la ceremonia de entrega del Nobel de FÃsica, bromeó acerca de aquel crudo invierno en Kazán, en el que situó el origen de su inexplicable atracción por «las bajas temperaturas», condición clave para que los materiales se transformen en superconductores de electricidad.
Entre 1942 y 1962, encabezó la cátedra de transmisión de ondas en la Facultad de FÃsica de Gorki (actual Nizhni Novgorod). A finales de los 40, Ginzburg comprobó, además, que no habÃa en el mundo fÃsico sustancia más inflexible que la muralla del Kremlin: el antisemitismo oficial cargó contra él después de haberse casado en segundas nupcias con una mujer acusada en 1944 de participar en un complot contra Stalin.
Cuando su destino ya parecÃa marcado con plomo, fue reclutado para participar en la fabricación de la primera bomba de Hidrógeno junto al académico Andrei Sajarov. Por ello recibió la orden de Lenin y el premio Stalin de primer nivel. «Me salvó la bomba de hidrógeno», confesó Ginzburg en un artÃculo escrito para la comisión del premio Nobel.
En 1951, sin embargo, fue apartado del proyecto en medio de una nueva ola de antisemitismo desatada por Stalin, cuya muerte en 1953 lo salvó de forma providencial de una condena segura.
Ginzburg compartió el premio Nobel con Alexei Abrikosov y Anthony Leggett por sus aportaciones a la teorÃa de la superconductividad, que desarrolló en 1950 junto con el eminente fÃsico Lev Landau. Las aplicaciones de la superconductividad se encuentran hoy en las máquinas de resonancia magnética de los hospitales e incluso en circuitos digitales y filtros de radiofrecuencia para estaciones de telefonÃa móvil. Ginzburg también formuló teorÃas sobre la propagación de ondas electromagnéticas en plasmas y el origen de la radiación cósmica.
Autor de más de 400 artÃculos cientÃficos, y de 12 monografÃas que son libros de cabecera para miles de cientÃficos, Ginzburg fue redactor jefe de Éxitos de las ciencias fÃsicas, una de las más influyentes revistas cientÃficas de la URSS
«Soy materialista, soy ateo, y soy partidario de la democracia, de la democracia y una vez más de la democracia», dijo en una de sus últimas entrevistas consciente de que la democracia, más que una ciencia exacta, es casi un milagro.
No en vano, Ginzburg dirigió en 2005 un llamamiento para impedir el deslizamiento de Rusia hacia el pasado totalitario.
Vitali Ginzburg, cientÃfico, nació el 4 de octubre de 1916 en Moscú, donde murió el 8 de noviembre de 2009.
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