La Iglesia en la Revolución de Mayo

Los tres obispos de la Iglesia Católica Apostólica Romana del Virreinato del Río de la Plata se opusieron al proceso de formación nacional iniciado en mayo de 1810. La falacia discursiva del apoyo clerical a la liberación americana, es producto de historiadores que representaron a las clases dominantes, quines desvirtuaron los hechos y prestigiaron a una institución para continuar la explotación de nuestros pueblos.

Más allá de los obstáculos que pusieron los nobles y la Iglesia a la difusión de ideas liberales, en el Virreinato del Río de la Plata se comenzó a forjar un pensamiento crítico al orden establecido que legitimaba el gobierno monárquico católico español, íntimamente relacionado con el clero.

Producto de la invasión francesa a España, de intereses económicos y las premisas forjados en el continente por las revoluciones burguesas, en mayo de 1810 se desencadenaron una serie de acontecimientos que generaron una sublevación que constituyó en Buenos Aires la Primera Junta. Ese movimiento, culminó con la independencia de Argentina de la Corona española, proceso rechazado por la cúpula de la Iglesia Católica.

Los obispos de las diócesis de Buenos Aires, Córdoba y Salta, se opusieron discursivamente y pragmáticamente a la emancipación de las Provincias Unidas del Río de la Plata. A esa actitud, se sumó la postura del Papa León XII quien emitió una encíclica donde exhortó a los jerarcas católicos de América para "que se dediquen a esclarecer ante sus greyes las augustas y distinguidas cualidades que caracterizaban a ese muy amado hijo, Fernando, rey católico de España, cuya sublime y sólida virtud le hacía anteponer al esplendor de su grandeza el lustre de la religión y felicidad de sus súbditos".

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