La culpa
La culpa
MANUEL VICENT 25/10/2009
En el protestantismo la relación del creyente con Dios se desarrolla de forma Ãntima y personal; por el contrario, en el catolicismo ese contacto se establece siempre a través de un intermediario ineludible, que es el cura. Si el protestante comete un grave pecado, la culpa y el perdón se convertirán en una neurosis instalada en su nuca como la mordedura de la serpiente hasta la muerte; en cambio un católico puede matar, robar, violar y seguir llevando tan campante una vida de crápula, porque si en plena agonÃa un cura le absuelve, será recibido en reino de los cielos por un coro de ángeles como si no hubiera pasado nada. Por eso el cura católico es un auténtico momio, que hay que tener siempre a mano como una garantÃa de salvación. Si esta situación religiosa particular se traslada a la vida pública, la actitud frente a la corrupción polÃtica también es distinta según se trate de un paÃs católico o luterano. El control del presupuesto del Estado es el origen de la democracia, adoptada como un sistema de derechos y al mismo tiempo de una mutua sospecha de la debilidad humana. La democracia es una máquina de sacar basura a la superficie mediante la libertad de expresión. No hay que escandalizarse. Sólo hay que felicitarse si las bombas de achique funcionan. El luterano es consciente de que el ser humano tiene la mano muy larga y tarde o temprano intentará meterla en la caja, de modo que hay que organizar el presupuesto de forma que sea extremadamente difÃcil robar. Cualquier polÃtico en el poder tiene siempre a dos adversarios enfrente vigilando el dinero público. Si te pillan, caerás fulminado, quedarás aniquilado para siempre y después allá te las entiendas con Dios. No sucede lo mismo en un paÃs católico, donde el ciudadano tiene la Ãntima convicción, nacida de mil años de confesionario, de que cualquier tropelÃa puede ser perdonada con una mÃnima penitencia. Ahora mismo en la católica España campan por la vida pública, como muertos vivientes, unos polÃticos abrasados por la corrupción, que esperan ser absueltos por las urnas para volver al gobierno entre aplausos, como el cura católico que en plena agonÃa confiesa al creyente de cualquier crimen para que pueda entrar en el cielo con un jamón en la mano.