Internet contra la evolución

Para Daniel Goleman, Internet facilita comportamientos sociales que nuestro cerebro no está preparado para manejar. Goleman es licenciado en y autor de Emotional Intelligence, un clásico que llegó a permanecer más de año y medio en la lista de los más vendidos publicada por el New York Times.

El artículo es parte del libro What is your dangerous idea? de John Brockman. Para Brockman, una nueva idea de un científico no es peligrosa porque invite a asumir de antemano que es falsa sino porque, por el contrario, podría acabar resultando ser cierta.

Daniel Goleman

mina por completo la calidad de las interacciones humanas, permitiendo que los impulsos emocionales destructivos reinen bajo circunstancias específicas. El motivo es una, digamos, especie de chiripa neuronal que provoca una cyberdesinhibición en los sistemas cerebrales que activa nuestros impulsos más rebeldes. Es un problema tecnológico, el de la desconexión entre la forma en la que nuestros cerebros están programados para conectarse los unos con los otros y la interfaz ofrecida por las interacciones online.





La utilizando Internet lleva a los sistemas sociales del cerebro por el mal camino. Los mecanismos clave están en el cortex prefrontal. Son circuitos que instantáneamente te monitorizan, y a la otra persona, durante una interacción en vivo, guiando tus respuestas de forma que sean adecuadas y fluidas y por lo común inhibiendo el impulso de tomar acciones que serían maleducadas, simplemente inapropiadas o incluso peligrosas.

Para que este mecanismo regulatorio funcione bien, dependes del feedback en tiempo real desde la otra persona. Internet no facilita una forma de permitir ese feedback en tiempo real —a no ser con uno de esos raramente usados sistemas de streaming de audio y vídeo—. Eso deja nuestra circuitería inhibidora colgando. No hay señales que te permitan monitorizar a la otra persona. El resultado es la desinhibición, la liberación de impulsos.





Tal desinhibición parece específica del estado y raramente ocurre mientras la gente está en un estado emocional positivo o incluso neutral. Es el motivo por el que Internet funciona admirablemente bien para la gran mayoría de las comunicaciones. Más bien esa desinhibición es mucho más probable cuando la gente siente emociones negativas intensas. El problema es que no pueden ser inhibidos los impulsos que generan esas emociones.

El fenómeno ha sido reconocido ya desde los primeros días de Internet, entonces conocida como Arpanet —de Advanced Research Projects Agency— y conocido por los científicos como flaming. Esto es, la tendencia a enviar mensajes iracundos, abrasivos y emocionalmente inválidos. Lo que distingue a un flame es que la misma persona que lo envía nunca diría las palabras que incluye en su mensaje conversando cara a cara. La circuitería inhibidora no lo permitiría, y la interacción sería más fluida. Cara a cara el núcleo del mensaje sería probablemente el mismo, pero comunicado de una forma más adecuada. En la vida real lo cierto es que el tipo de gente que flamea tiene pocos amigos o suele ser despedido del trabajo —a no ser, claro está, que la empresa sea suya—.

El mayor peligro en esta cyberdesinhibición lo supone la gente joven. La circuitería inhibidora prefrontal es una de las últimas partes del cerebro en madurar, haciéndolo en algún momento tras la veintena. Durante la adolescencia hay un retardo en el desarrollo, de ahí que los adolescentes suelan carecer de capacidades inhibitorias poseyendo sin embargo una impulsividad emocional completa. Fortalecer la circuitería inhibidora es una tarea singular durante el desarrollo neuronal en la adolescencia.

Una forma de apreciar esta carencia de los adolescentes se manifiesta en el cyberbulling, emergente entre chicas principalmente durante su preadolescencia. El escenario lo pueblan chicas que envían mensajes crueles y amenazantes contra otra chica objetivo, la cual típicamente termina socialmente humillada y reducida a lágrimas. Los mensajes son anónimos aunque conocidos entre las agresoras. La anonimidad y la distancia social que permite la Internet permite una escalada de crueldad a niveles raramente encontrados en los contactos cara a cara. El momento del llanto típicamente detiene las agresiones durante un contacto físico, pero esa es una señal inhibitoria que la Internet no transmite.





Una más omniosa manifestación de esta cyberdesinhibición la supone la susceptibilidad de los adolescentes a ser inducidos a realizar actos sexuales en frente de webcams conectadas a adultos que pagan para verlos y dirigirlos. Aparentemente cientos de adolescentes han sido llevados a esta esquina de la pornografía infantil por un igualmente extenso número de pedófilos. Internet da a los extraños la oportunidad de entrar en casa de los niños, pero éstos están tentados a hacer cosas que jamás considerarían hacer en persona.

Como cualquier nueva tecnología, la Internet es un experimento en progreso. Hay que considerar qué otros inconvenientes tiene la cyberdesinhibición y buscar una forma de que la tecnología lo arregle si es posible.





La idea peligrosa es que Internet facilita comportamientos sociales para gestionar los cuales nuestra circuitería inhibitoria no ha sido equipada por la .

Dibujo de Charles Bell. Fotos de mikebaird y Team Traveller.

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