Habla el autor de La brújula dorada


© Peter Chattaway
Filmchatblog
Introducción y traducción de Anahí Seri

En 1995, Philip Pullman publicó Northern Lights (Luces del norte), la primera parte de su trilogía His Dark Materials (La materia oscura), que en USA se editó con el título The Golden Compass (La brújula dorada). La novela recibió numerosos galardones, entre ellos la Medalla Carnegie, el premio más importante que se concede en Gran Bretaña a obras de narrativa infantil. En junio de 2007, a partir de una encuesta entre 5.000 lectores de todo el mundo, fue declarado el mejor libro infantil de los últimos 70 años. Se han vendido más de 15 millones de ejemplares.
Sin embargo, la etiqueta de «libro de niños» le hace poca justicia a esta trepidante novela de aventuras; al igual que Alicia en el país de las maravillas, tiene a una niña por protagonista, y como El Señor de los anillos, crea un complejo universo fantástico; pero apunta mucho más alto. La materia oscura es ni más ni menos que una versión moderna del El paraíso perdido de Milton, una indagación sobre el mundo y sobre Dios, donde la física cuántica (que aquí recibe el nombre de «teología experimental») se codea con la mitología nórdica y donde renacen los daimones del gnosticismo.
Transcurridos más de diez años desde la publicación del primer tomo, se estrena su versión cinematográfica, cuyo título coincide con el que se le puso a la novela en USA. El director, Chris Weitz, no es muy conocido, pero Nicole Kidman en el papel de la malvada Sra. Coulter es un buen gancho. Si bien el furibundo ataque de Philip Pullman contra la Iglesia ha quedado algo suavizado en la película (lo cual critican, por su parte, los grupos laicistas), en USA hubo reacciones inmediatas. El presidente de la Liga Católica, Bill Donahue, hizo un llamamiento a boicotear la película, considerando que las novelas en que se basa «denigran al cristianismo y promueven el ateísmo entre los niños». En su opinión, si bien los productores han suavizado las partes más ofensivas, sigue siendo una promoción inmejorable para la venta de los libros, que según él son perniciosos. «Esta película es el anzuelo para los libros», afirma preocupado. Ha elaborado un panfleto de más de veinte páginas con advertencias. En el Catholic Herald británico se afirmó que la trilogía «merece ser lanzada a la hoguera».
El crítico cinematográfico Peter Chattaway, autor del blog Filmchat, ha entrevistado recientemente a Philip Pullman, entrevista que se recoge en el sitio web oficial de Philip Pullman y que se reproduce a continuación.



–En primer lugar, el gancho obvio de esta historia es la reciente versión filmada de La brújula dorada, y últimamente en los medios del espectáculo se ha dicho que se han «descafeinado» los elementos percibidos como antirreligiosos. Por ejemplo, se ha citado a Nicole Kidman, diciendo que ella nunca se habría prestado a interpretar la trilogía si hubiera pensado que había algo «anticatólico» en las películas; y Chris Weitz ha dicho que la trilogía no estará centrada en «Dios» propiamente dicho, sino en la «Autoridad». Desde la perspectiva de usted, ¿se trata de un ajuste aceptable? ¿O acaso se ha perdido un elemento importante del libro? ¿Cómo piensa usted que se ocuparán de esto las secuelas, siendo que en los libros los elementos mítico religiosos resultan más explícitos que en la primera película de la trilogía? ¿Pueden purgarse de un modo que preserven la integridad narrativa y temática de la historia? ¿Y cómo respondería usted, digamos, a la caracterización de la trilogía que hace Nicole Kidman?

–Hay dos maneras de hacer una película: una es gastarse varios centenares de millones de dólares, y la otra es gastarse unos veinte mil. Cada manera impone sus propias restricciones. En el caso de una película costosa, es obvio que la gente que pone el dinero merece que se tomen en consideración sus preocupaciones. Igual ocurre con las estrellas. Sé que a Nicole Kidman, por ejemplo, se le convenció de que aceptara el papel porque sabía que la trayectoria completa de su personaje, Mrs. Coulter, (y confío en no estar desvelando nada a quienes no han leído la historia, pero es que no puedo plantear la cuestión de otra forma) no sólo incluye gran maldad sino también una gran redención, a la que llega a través del amor que siente, sin poder evitarlo, por su hija. Esto no es más que uno solo de los giros y complejidades que hacen que esta historia esté muy lejos de las simplezas estúpidas del estilo de «Pullman dice que el mal es bueno» que han difundido algunos periodistas tendenciosos. En cuanto al asunto de la «Autoridad», yo siempre he dejado claro que la teocracia, el ejercicio político de la autoridad religiosa, que es lo que encarna el Magisterio en la historia, es un ejemplo particular de la desafortunada tendencia de la humanidad a creer en respuestas «de talla única»: agarrarse a los extremos del fundamentalismo dogmático, sea o no religioso. De hecho (y esto lo he tenido que repetir hasta el exceso, de forma que no voy a entrar en ello una vez más) el ejemplo más puro de teocracia en el siglo XX fue la Rusia soviética. Así pues, para mí no supone ningún problema dónde haya puesto el énfasis la película; difícilmente podía haber hecho otra cosa. Por último, en cuanto a la segunda y la tercera película, hasta el momento aún no se ha decidido si se va a seguir adelante con ellas. Dependerá de la taquilla, como todos sabemos desde siempre.

–¿Cómo caracterizaría usted sus propias creencias? ¿Ateo, agnóstico, materialista, etc.?

–Una amiga mía que es atea y materialista comprometida me dijo que no entendía por qué La Materia Oscura se estaba vendiendo como trilogía «atea», pues a ella el polvo le parecía muy «espiritual», «místico» e innecesario. Tony Watkins también ha escrito que el polvo hace que el libro sea más «dualista» que materialista.

–¿Piensa usted que hay algo «espiritual» en sus libros, o será tal vez que la gente pone demasiadas interpretaciones en un argumento accesible y muy eficaz? Si su propia visión es más bien materialista, ¿por qué piensa usted que sus libros parecen apuntar en una dirección contraria?

–Entramos en aguas pantanosas. Los materialistas convencidos (como yo mantengo que soy) deben dar explicaciones sobre la existencia de la conciencia, o bien hacer igual que los behavioristas Watson y Skinner, y negar su existencia misma. Hay distintos modos de explicar la conciencia, muchas de las cuales parecen ir en la línea de que es un fenómeno emergente que sólo comienza a existir cuando se alcanza un grado suficiente de complejidad. Otra forma de lidiar con la cuestión es asumir que la conciencia, como la masa, es una propiedad normal y universal de la materia (esto se conoce como pampsiquismo), de forma que los seres humanos, los perros, las zanahorias, las piedras y los átomos son todos conscientes, aunque en distinto grado. Esta es la postura por la que yo mismo opto, en compañía de poetas como Wordsworth y Blake.
En cuanto al «espíritu», lo «espiritual», la «espiritualidad», son palabras que no uso nunca, porque no veo que se correspondan con nada real: carecen de significado. Yo nunca me pondría a hablar de la vida espiritual de una persona, ni a hacer referencia a la profunda espiritualidad de alguien ni nada de eso, porque no tiene sentido para mí. Cuando otras personas hablan de espiritualidad, eso a mí realmente no me dice nada, salvo un sentido de vaga exaltación combinado, por un lado, con auténtica bondad y modestia, y por el otro lado con fariseísmo y orgullo. Eso es lo que ponen de manifiesto. Eso es lo que parece que ofrecen cuando interactúan con el mundo. Y en mi opinión es más sencillo, más claro y más veraz hablar sencillamente de bondad y modestia, o de fariseísmo y orgullo, sin entrar en las otras cuestiones. Es decir, me parece que las cualidades buenas que implica la palabra «espiritualidad» quedan cubiertas, y de modo más veraz, con otras palabras positivas, y no necesitamos para nada lo «espiritual».

Pero de hecho, mi reacción frente a la palabra «espiritual» es incluso un poco más fuerte; siento incluso una ligera repulsa. Pienso en esos retratos de santos y mártires por pintores del barroco y la contrarreforma: hombres horribles, de aspecto mugriento, con dientes podridos, que llevan túnicas oscuras y alzan la vista con una expresión de fervor fanático, o bien jóvenes hermosas vestidas con prendas suntuosas, con los labios entreabiertos, que alzan la vista con una expresión de fervor fanático, o mártires a quienes se arranca la carne de sus huesos mientras alzan la vista con una expresión de fervor fanático – mirando a la Virgen María, o a una visión de la Cruz, o a alguna otra cosa que flota en el aire por encima de ellos. Y sabes que lo que ellos ven, en realidad no está allí; si tú estuvieras delante de ellos, no verías a la Virgen sentada en una pequeña nube dos metros por encima del suelo; sólo verías los dientes podridos o las prendas suntuosas o la carne desgarrada y la expresión de fervor fanático. Ven cosas. De hecho, sufren un engaño.
De forma que la palabra «espiritual», para mí, tiene connotaciones que son totalmente negativas. Me da la impresión de que siempre que alguien usa la palabra, es señal de que o bien se está engañando a sí mismo, o que está engañando a los demás. Cuando la oigo o la veo impresa, mi reacción es de inmediato escepticismo.
Por último, volvamos al polvo. Una vez más, estoy diciendo cosas que podrían estropear la historia, pero el polvo es mi metáfora para todas las cosas en las que su amiga atea materialista sin duda cree con la misma certeza que yo: la sabiduría humana, la ciencia y el arte, todos los logros que la mente humana ha acumulado y puede transmitir. Esto es al mismo tiempo material (se encuentra en los libros, etc., y en las personas vivas que pueden hablar de ello) y, como la conciencia, aparentemente inmaterial. Pero no existiría si no existiera la materia. Todo lo que es el polvo es el resultado de las inclinaciones amorosas de la materia (Blake: «La eternidad está enamorada de las producciones del tiempo»).

–Su trilogía consigue interpretar, de forma admirable, ciertos aspectos del Antiguo Testamento (y las leyendas que lo rodean) de manera bastante literal (por ejemplo Enoch), y también toca la historia de la Iglesia, pero si no recuerdo mal, Jesús no aparece como personaje en esta cosmología. Para algunos lectores, es una omisión curiosa. ¿Cómo encaja en su mito? Teniendo en cuenta que la representación de todo lo que fue antes y después de Jesús (Dios, Enoch, la Iglesia, etc.) es bastante negativa, ¿el propio Jesús habría sido de algún modo «malo»? ¿O acaso, en tanto que «buena» persona, no encaja?

–Omitirlo de La Materia Oscura fue deliberado; llegaré hasta Jesús en el próximo libro. Tengo mucho que decir sobre él.

–Estoy impaciente por leerlo. ¿Nos va a decir algo sobre la posible fecha de publicación?

–No, me temo que no. Paso demasiado tiempo respondiendo a preguntas y esas cosas.

–Por lo que usted ve, ¿cómo han reaccionado los cristianos a sus libros? Si lo comparamos, por ejemplo, con el jaleo en torno a Harry Potter. ¿Hay alguna crítica que le haya sorprendido? ¿Le ha sorprendido la ausencia de crítica? Las respuestas cristianas a sus libros, ¿han sido bien meditadas, reaccionarias, etc.? ¿Ha percibido usted diferencias entre Inglaterra y Norteamérica en lo que se refiere a la acogida que han tenido sus libros entre los lectores cristianos?

–Los cristianos del extremo fundamentalista o evangelista del espectro han estado tan ocupados denunciando la maldad de Harry Potter que casi no se han percatado de mí. Hay una o dos excepciones: unos cuantos periodistas cristianos se han dedicado a atacarme, pero su lectura del libro ha sido tan risiblemente inadecuada que nadie se ha fijado en ellos; y en un acto público una directora de un colegio cristiano me denunció por propugnar el sexo entre menores de edad, y me bastaron dos preguntas para comprobar que no había llegado a leer el pasaje del cual se quejaba. Si eso es a lo más que llegan ese tipo de cristianos, no tengo mucho de qué preocuparme.
Los cristianos del otro extremo, lo que se podría llamar el extremo liberal reflexivo del espectro, por el contrario han acogido el libro muy bien. Muchas de las cartas más interesantes que he recibido son de cristianos, tanto protestantes como católicos, al igual que las conversaciones más interesantes que he tenido. Ellos ven que yo me tomo en serio las grandes preguntas, y que la moral (los valores que defiende el libro en su conjunto) es algo en lo que podemos estar totalmente de acuerdo.

–Últimamente se le ha prestado mucha atención a los libros ateos de personas del estilo de Christopher Hitchens y Richard Dawkins (ambos británicos, como usted: ¿será coincidencia? ¿una cuestión cultural?). ¿Cree usted que el debate cultural más amplio al que incitan estos libros podría, en cierto sentido, abonar el camino para La brújula dorada y sus secuelas? ¿Podría decirse que tal vez, en un cierto sentido, La Materia Oscura iba por delante?

–El éxito de Dawkins y Hitchens, podríamos nombrar también a Daniel Dennett, es para mí señal de que la cultura, en un sentido amplio, es mucho más inquisitiva y tiene una actitud mucho más abierta de lo que mucha gente imagina. Pero aquellos sobre lo que escriben esas tres personas es muy diferente de una novela como La Materia Oscura, y La Materia Oscura es diferente de la polémica y la argumentación que hay en El espejismo de Dios. Yo soy un narrador. Me deleito con las ambigüedades y las sombras y las sugerencias de metáforas. También Dawkins, en sus libros de ciencia, es un narrador, un gran narrador, y su uso de la metáfora es magistral. Si he de criticar algo en El espejismo de Dios es que parece haber una simplificación excesiva, el autor parece insistir en un significado único, literal, de la palabra «fe», y no admite que Dios es una metáfora, como el polvo.

–¿Podría usted extenderse un poco más sobre eso? Yo puedo entender lo del polvo como una metáfora en una obra literaria, pero ¿en qué sentido es Dios una metáfora? (entiendo que tanto usted como Dawkins se refieren a Dios tal como se percibe en el mundo real y no en una obra de ficción; y desde luego que la gente de la que Dawkins discrepa vería a Dios como algo más que metafórico.)

–Yo no espero que los cristianos vean a Dios como una metáfora, pero eso es lo que es. Tal vez quedaría más claro si lo llamáramos un personaje de ficción, y un personaje muy interesante: uno de los villanos más grandes y más complejos de todos: salvaje, mezquino, fanfarrón y celoso, y sin embargo capaz de momentos de ternura y de extremos de cariño arbitrario, por David, por ejemplo. Pero no es real, no es más real que Hamlet o el Sr. Pickwick, que son reales en el contexto de sus historias, pero a los que no se puede encontrar en el listín telefónico.

(…)

–Algunos comentaristas han mantenido que, si bien sus libros son críticos con el cristianismo, sin embargo reflejan valores cristianos tales como el amor y el auto sacrificio. Hace seis años, Daniel Moloney escribió en la revista First Things que «si el mito cristiano es realmente verdadero, se esperaría que un narrador de talento intentara contar una historia verdadera para llega a muchas conclusiones cristianas sobre la naturaleza del mundo que vemos». ¿Cómo responde usted a este tipo de análisis, en cuanto evaluación de su trabajo (¿lleva un cristianismo latente dentro de sí?) y por lo que dice sobre los críticos cristianos que se han enzarzado con sus libros?



–Mi respuesta sería que a mí me educaron en la Iglesia de Inglaterra, y si bien soy ateo, no cabe duda que soy un ateo de la Iglesia de Inglaterra o, ya puestos, un ateo del Libro de Oración común de 1662. La Iglesia de Inglaterra está tan firmemente engarzada en mi personalidad y mi forma de pensar que eliminarla requeriría una operación quirúrgica tan radical que probablemente no la sobreviviría. Pero eso no me impide que señale la arrogancia que deforma algunos comentarios cristianos, y convierte en un placer el aporrearlos. ¿Cómo pueden los cristianos arrogarse el derecho de asumir que el amor y el auto sacrificio deben considerarse virtudes cristianas? Son virtudes, punto. Si hay un pecado exclusivamente religioso (no exclusivamente cristiano, pero desde luego claramente visible entre algunos cristianos) es la afirmación de que toda virtud pertenece a su secta, y todo vicio a las demás. Es tan claramente falso, tan claramente estúpido, tan claramente contraproducente que lleva a un observador imparcial a pensar que no se puede entrar en un club religioso salvo que dejes la inteligencia en la puerta.

–Si me permite pasar de lo personal a lo que atañe a la comunidad o la sociedad, ¿diría usted que sustituir el «reino de los cielos» por una «república de los cielos» sin Dios sería una forma de «cirugía radical»? ¿Se beneficia el ateísmo de la herencia cristiana, y cómo puede sobrevivir sin ella una sociedad que se vuelca en el ateísmo? (Como usted ha señalado, uno de los peores regímenes que hemos conocido fue la Rusia soviética, un sistema que, si bien en su forma puede haber sido teocrático, oficialmente era sin duda ateo.)

–Pero el problema de la Rusia soviética no era el ateísmo, sino el totalitarismo. El totalitarismo es también el problema de Arabia Saudita, como lo fue el del Afganistán de los talibanes, la Ginebra de Calvino, la Inquisición española...
¿Se beneficia el ateísmo de la herencia cristiana? Por supuesto que puede beneficiarse de lo mejor de ella. Sería triste vivir en un mundo donde todo el arte, la filosofía, literatura, música y arquitectura cristianas, por no hablar de lo mejor de sus enseñanzas éticas, se hubiera borrado y olvidado. Yo mismo, como he dicho muchas veces, por mi origen soy cristiano hasta la médula . El cristianismo me ha convertido en lo que soy, para bien o para mal. Sólo que no creo en Dios.

peliculas/TheGoldenCompass9.jpg">peliculas/TheGoldenCompass9.jpg" alt="" border="0" />–Tal vez lo que en este caso hace que las virtudes parezcan «cristianas» es la forma narrativa en que se expresaron; Moloney alude a un paralelismo entre el mito de usted y el mito cristiano en el cual el mundo está cautivo de una entidad supernatural malvada, y se necesita un Mesías para conquistar los espíritus de lujuria y dominación con la inocencia y la humildad, a un gran coste personal, etc. «Una historia así no es una subversión del cristianismo, es casi cristiana, aunque sólo de forma implícita e imperfecta», escribe. Yendo más allá, Tony Watkins, por su parte, ha señalado que la auténtica virtud no parece posible en un mundo materialista, porque nadie actúa de verdad libremente; en lugar de ello, nuestras acciones son el resultado final de varias fuerzas deterministas (y, de acuerdo con la física cuántica, aleatorias): nuestros genes y memes, básicamente. (En palabras mías, no de Tony.) Tal vez no sea correcto decir que las virtudes pertenecen a una secta religiosa en particular, y yo estaría de acuerdo, pero sin algún tipo de base religiosa, parece que no exista una motivación particular para ser virtuoso, de hecho ni parece posible. ¿Tiene sentido verlo desde este ángulo?

–Creo que esa es una visión muy sombría y limitada de las posibilidades humanas. ¿Qué, no hay motivación para la virtud si no crees en Dios? ¿Qué hay de la alegría que se siente cuando una buena acción tuya proporciona felicidad a otra persona? ¿Qué hay de la empatía básica que sentimos incluso con criaturas que no son humanas: una liebre que ha caído en una trampa, un pequeño pájaro dentro de una casa que intenta pasar por una ventana cerrada, un oso polar ahogándose en un mundo en el que se derrite el hielo? Eso no es debido a la religión; se debe a que estamos vivos y somos conscientes y capaces de imaginar el sufrimiento de los demás. En cuanto a la existencia, o no, del libre albedrío, es una pregunta tan profunda que los filósofos y científicos llevan siglos, si no milenios, sondeándola, sin avanzar lo más mínimo. Pero a mí me parece que la única forma de vivir es creer que nuestra voluntad es libre. Una especie de confirmación de esto (aunque, como cualquier otra cosa, puede ser engañoso) es que las cosas buenas, o las cosas correctas que se deben hacer, suponen un mayor esfuerzo que las cosas malas o incorrectas. A veces tenemos que luchar contra nosotros mismos, y así «sentimos» la existencia del libre albedrío, aunque no lo podamos demostrar de forma lógica o científica.
Siempre es interesante ver las cosas desde otro ángulo, y es importante ser capaz de hacerlo. Pero (y esto es una pequeña moraleja de la película) puede haber dos o tres ángulos buenos desde donde apuntar, y sin embargo hay docenas de ángulos malos: es decir, ángulos de cámara que no expresan nada más que el deseo del director de llamar la atención sobre sí mismo, no sobre la historia. Los «mejores» ángulos de la cámara son aquellos que muestran el sujeto con mayor claridad, de manera que el espectador no se distraiga de la historia. A los estudiantes y los directores jóvenes, y a los malos directores, les encantan los ángulos excéntricos; los grandes directores suelen apostar por lo más sencillo. La descripción más sencilla del mundo, para mí, y las más verdadera, es que no hay Dios, pero que los seres humanos son capaces de gran bondad y de gran maldad, y no necesitamos sacerdotes ni papas o imanes o rabinos que nos expliquen la diferencia.

–Ayer conseguí finalmente un ejemplar de Killing the Imposter God (Matando al dios impostor), le agradezco la recomendación, y aunque sólo he tenido ocasión de leer algunos extractos, se establecen paralelismos entre su libro y un movimientos de teólogos a mediados del siglo XX que intentaron deshacerse de la idea «medieval» de Dios y sustituirlo por algo más sofisticado. Los autores de este libro dicen que están leyendo la trilogía en sus propios términos, sin mirarla a través del prisma de los comentarios que usted ha hecho en ensayos y entrevistas, y dicen así: «encontramos algunos de los testimonios más elocuentes contra Pullman el ateo en Pullman el escritor». También dicen: «Aún cuando Pullman mata a su Dios impostor medieval, erige para sus lectores una divinidad adecuada a nuestra época». Esto enlaza con su interpretación del polvo. Su planteamiento hace que me pregunte... si, como ha dicho usted (citando a Blake), Milton estaba del lado del diablo y no lo sabía, ¿es posible que usted esté del lado de Dios y no lo sepa?

–Sería muy vergonzoso, ¿no? Pero creo que esa pregunta tiene que ver con algo a lo que yo he respondido en mi anterior email, a saber, la tendencia entre los cristianos (y sin duda también entre otras religiones) de pensar que cualquier cosa que les guste en la obra de un ateo o agnóstico declarado es señal de que el ateo o agnóstico en cuestión en realidad está engañándose a sí mismo, y que en realidad es cristiano, sólo que no lo sabe. Pero yo me resisto a esta interpretación, como usted se puede imaginar. Yo no me engaño: los cristianos se engañan. Dios no existe.

–Si lo puedo expresar así, ¿piensa usted que sus historias son peligrosas? ¿Deberían ser peligrosas? Sé de algunos cristianos que dejan de lado sus libros porque, bueno, no son más que una fantasía. ¿Cómo respondería usted a eso? (No pretendo decir, por cierto, que el «peligro» es necesariamente malo; recordará la línea en los libros de Narnia donde se dice que Aslan es «bueno» pero no «seguro». Los mejores libros son siempre un poco «peligrosos», creo).

–Imagino que tiene usted razón, pero sería una mala idea para un escritor pensar que si los «buenos» libros son «peligrosos», entonces los libros «peligrosos» son necesariamente «buenos». Cuando uno comienza a medir su éxito por la cantidad de alboroto que genera, está midiendo algo equivocado. El escritor no debería saber, o no debería importarle, lo que la gente piensa de su obra. Es mejor escribir como si nadie fuera a leerlo.

–Uno de los libros que he leído, Shedding Light on His Dark Materials (Echando luz sobre La Materia oscura) por Kurt Bruner y Jim Ware, se ocupa del asunto de la «autoridad» tal como se trata en su trilogía, y plantea una cuestión que no se me había ocurrido, al menos no con tantas palabras: que personajes como Farder Coram y John Faa encarnan lo que debería ser la autoridad, sobre todo la del tipo paternal, y por tanto la historia habla de un «ansia» de padres e incluso de la propia autoridad. Dado que la oposición a la autoridad y, de hecho, la Autoridad, es uno de los temas principales de la trilogía, ¿cómo respondería usted? ¿Qué lugar puede haber para la autoridad, si es que hay un lugar, en una «república de los cielos»?

–Le agradezco que mencione ese libro, no lo conocía. En pocas palabras: sí, efectivamente se puede interpretar que John Faa, Farder Coram, e incluso Iorek Byrnison representan a una autoridad paternal benevolente. Por ejemplo, para Will, que sólo conoce poco tiempo a su padre, y cuya búsqueda sin embargo impulsa gran parte de lo que hace, fue importante ver que es posible ser, a la vez, poderoso y bueno. Citando del último capítulo de El catalejo lacado:
«En cuanto a Will, él admiraba el poder masivo de la presencia de Lord Faa, un poder templado por la cortesía, y pensó que ésa sería una buena forma de comportarse cuando fuera adulto; John Faa era un gran refugio»
Estoy seguro de que la última frase tiene una connotación religiosa. Pero como hago en todo el libro (eso espero) yo esta cualidad la entronco firmemente en una persona humana, y no en un Dios distante o imaginario o abstracto. Las cualidades como la autoridad y el amor y la amabilidad –o sus contrarios, la crueldad y la maldad– no son abstractas. Sólo pueden existir cuando se encarnan en un ser humano. Me atrevería a decir que ahí es donde queda más patente la diferencia entre un cristiano y yo.

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