Fetichismo de estado

El ser humano ha construido su cultura entorno al símbolo, desde la primitiva iconografía religiosa, los escudos nobiliarios, los símbolos patrios, los distintivos de los clubes deportivos, hasta los logotipos de las marcas de las industrias contemporáneas. Incluso desde lo individual nos identifica una huella digital o una firma, es decir, que un signo es quien certifica nuestra identidad.

El símbolo es una construcción humana, usada como herramienta de comunicación de forma gráfica, que permite exteriorizar cualidades, creencias, conceptos, valores, emociones, metas o historia. En el caso de una creencia sobrenatural el símbolo se vuelve un fetiche mágico, es decir, que se lo considera un receptáculo de poder para conceder deseos o proteger al portador o sitio que lo aloja.

Los que se sienten dueños de algo le ponen su marca, esta práctica existe desde la antigüedad, por ejemplo con el ganado. Incluso el ser humano ha llegado a marcar a otro semejante a fuego, para dejar claro que lo sometía y ejercía un poder sobre éste. Ser el propietario de un símbolo religioso o una marca registrada reconocida, otorga una posición de privilegio.

En la formación de cada Estado, en cada revolución social, política o cultural el símbolo sirvió para guiar a las masas, porque genera sentido de pertenencia, marca territorio y da testimonio de poder.

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