Epifanía realista

Esta obra es parte del esfuerzo de toda una vida de actualizar la filosofía con el auxilio de la ciencia y de desenmascarar la falsa filosofía que se hace pasar por ciencia. Lo que me inició en este camino, cuando acababa la escuela secundaria, fue la lectura de algunos de los libros de divulgación de la ciencia más vendidos en la década de 1930, los de los famosos astrofísicos sir Arthur Eddington y sir James Jeans. Eddington, el primero en confirmar la teoría gravitatoria de Einstein, era un idealista subjetivo: sostenía que sólo descubrimos lo que ya está en nuestras mentes. Jeans era un idealista objetivo: enseñaba que el universo es un texto matemático escrito por Dios. Yo deseaba refutar esas ideas, pero no podía hacerlo a causa de que carecía del necesario conocimiento: he ahí el motivo por el cual decidí estudiar física. Sin embargo, al comienzo de mi trabajo de investigación en física cuántica, a principios de la década de 1940, me tragué la interpretación estándar o de Copenhague, que es operacionista y, por ende, semisubjetivista. Mi epifanía realista llegó una década más tarde, durante un descanso en una de las reuniones de la Asociación Física Argentina: de pronto me di cuenta de que, cuando se describe un electrón libre o se calculan los niveles de energía de un átomo, solamente se utilizan variables que describen las propiedades de una cosa que no está siendo observada por nadie, vale decir una cosa en sí. Esta experiencia me sugirió la idea de que muchos de los pretendidos resultados filosóficos de la ciencia constituyen, en realidad, una filosofía ya rancia, que tiene un papel únicamente decorativo en la investigación científica.

Mario Bunge
De la introducción para A la caza de la realidad (2007)

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