28 de August del 2007
ateÃÂsmo
Esta obra es parte del esfuerzo de toda una vida de actualizar la filosofÃa con el auxilio de la ciencia y de desenmascarar la falsa filosofÃa que se hace pasar por ciencia. Lo que me inició en este camino, cuando acababa la escuela secundaria, fue la lectura de algunos de los libros de divulgación de la ciencia más vendidos en la década de 1930, los de los famosos astrofÃsicos sir Arthur Eddington y sir James Jeans. Eddington, el primero en confirmar la teorÃa gravitatoria de Einstein, era un idealista subjetivo: sostenÃa que sólo descubrimos lo que ya está en nuestras mentes. Jeans era un idealista objetivo: enseñaba que el universo es un texto matemático escrito por Dios. Yo deseaba refutar esas ideas, pero no podÃa hacerlo a causa de que carecÃa del necesario conocimiento: he ahà el motivo por el cual decidà estudiar fÃsica. Sin embargo, al comienzo de mi trabajo de investigación en fÃsica cuántica, a principios de la década de 1940, me tragué la interpretación estándar o de Copenhague, que es operacionista y, por ende, semisubjetivista. Mi epifanÃa realista llegó una década más tarde, durante un descanso en una de las reuniones de la Asociación FÃsica Argentina: de pronto me di cuenta de que, cuando se describe un electrón libre o se calculan los niveles de energÃa de un átomo, solamente se utilizan variables que describen las propiedades de una cosa que no está siendo observada por nadie, vale decir una cosa en sÃ. Esta experiencia me sugirió la idea de que muchos de los pretendidos resultados filosóficos de la ciencia constituyen, en realidad, una filosofÃa ya rancia, que tiene un papel únicamente decorativo en la investigación cientÃfica.
Mario Bunge
De la introducción para A la caza de la realidad (2007)
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