El Pueblo Alemán fue cómplice del genocidio


El Pueblo Alemán fue cómplice del genocidio

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Por Jose Flores

Lunes, 02 de Noviembre de 2009 05:05

No soy partidario de exhumar cadáveres y de reabrir viejas heridas, pero, sin embargo, el tema que nos ocupa hoy así lo merece.


Hay quienes sostienen con cierto sectarismo y sesgo ideológico que el pueblo alemán no era consciente de las brutalidades que se estaban cometiendo a los judíos. Mantener esto no deja de ser un deplorable ejercicio de cinismo y embuste. Por motivos personales y principios me veo obligado a desmontar esta afirmación.


El humillante Tratado de Versalles y la mala gestión de la crisis llevada a cabo por los políticos de la República de Weimar fueron el caldo de cultivo para que los alemanes aceptaran con beneplácito el ascenso al poder de Hitler y de los nacionalsocialistas. Hitler no vino mediante golpe de Estado, guerra civil o revolución, sino con una victoria en las urnas.

El 30 de enero de 1933 Adolf Hitler llegaba al poder. A partir de ese momento se iniciaba un proceso que se fundamentaba en la destrucción de la democracia encarnada en la República de Weimar, construcción de un totalitarismo que controlaba los aspectos políticos, económicos, sociales y religiosos y la consiguiente nazificación de la sociedad alemana a través del sistema educativo y la propaganda de Goebbels.

Hitler que, tildaba los valores cristianos como despreciables, supo segarlos a fin de imponer una nueva escala de valores partiendo desde cero y que fueran interiorizados por los alemanes. En este aspecto la obra deNietzsche fue fundamental. El nihilismo se constituía así en uno de los pilares del III Reich. No obstante, la obra de Nietzsche fue manipulada inteligentemente por Hitler. Nietzche, por ejemplo, no odiaba a los judíos, sino que sentía cierta admiración por ellos por ser los que mataron a Cristo.


La aniquilación de los valores cristianos y la propagación del nihilismo propiciaron que los alemanes aceptaran las políticas de esterilización y el asesinato de niños con deficiencias mentales y físicas. La técnica era sencilla: convencer a los familiares para que dejaran que se llevasen a sus hijos a otros hospitales con el pretexto de conseguir una notable mejoría. Cuando el número de fallecimientos en estos hospitales era tan espectacular las familias protestaron y pidieron ayuda a la Iglesia católica y protestante para que este tema trascendiese. La consecuencia es que las familias desaparecían y también los sacerdotes indómitos. Se supone que los vecinos se debían de extrañar por la gente que desaparecía en tan extrañas circunstancias. Nadie se enteró.


Por otro lado, cuando se produjo la “Noche de los cuchillos largos” el 30 de junio de 1934 se supone que alguien se enteraría de los fusilamientos de 300 opositores nacionalistas de Hitler. Nadie se enteró.

En la “Noche de los cristales rotos”, el 9 y 10 de noviembre de 1938, las SS comenzaron la antesala del Holocausto judío. Los comercios regentados por judíos fueron incendiados, así como las sinagogas. Se iniciaron las deportaciones, la guetización y unos 90 judíos fueron asesinados en esos dos días. Ningún alemán se enteró de la barbarie.


De los Campos de concentración y exterminio los alemanes tenían vagas noticias, así como de los centenares de trenes que partían allí con millones de judíos hacinados en los vagones, como animales, para ser exterminados.

Cuando las parejas alemanas se casaban se les regalaba un ejemplar del Mein Kamph escrito por Hitler y con la ayuda de Rudolf Hess. En este libro, Hitler hacía toda una declaración de intenciones sobre el problema judío y describía minuciosamente la Solución Final a esta cuestión. Debemos suponer que ninguna pareja alemana leyó dicho libro y se convenció de las mentes enfermas que lo escribieron.
En la extraordinaria película “Vencedores y Vencidos” que facilito arriba, Ernst janning lo deja todo muy aclarado.

Por último, a modo de colofón, mi abuela vivía en un pueblo llamado Aliseda (Cáceres) y, a pesar de la censura franquista, le llegaron noticias de las atrocidades que se estaban produciendo.

Los científicos sociales e historiadores han sido muy permisivos al no reconocer la responsabilidad del pueblo alemán. Cosa similar ocurre en España: retiramos estatuas ecuestres del dictador y los Honoris Causa con cierta prepotencia y, sin embargo, no hay ningún ejercicio de autocrítica. Un dictador que gobierna cuarenta años sin obstáculos ni cortapisas dice mucho del pueblo español y de su etérea oposición antifranquista.

“Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”

Edmund Burke

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