El origen evolutivo de nuestra conciencia moral
Francis Collins es el actual director de los Institutos Nacionales de Salud de los EE.UU. y fue el responsable del proyecto público del Genoma Humano. Este cientÃfico es también el creador de la fundación BioLogos, que pretende armonizar la ciencia con las creencias religiosas, más concretamente las cristianas. En su libro "El lenguaje de Dios" Francis Collins sostiene que nuestra moral es una señal de la presencia de Dios ya que, según él, no puede ser explicada desde una perspectiva Darwinista. Es más, afirma que si el altruismo o la capacidad de discernir entre el bien y el mal pudiesen ser explicadas como ventajas resultantes de la selección natural, la idea de una ley moral proveniente de Dios estarÃa en serios problemas. Pues bien, en esta conferencia el psiquiatra Andy Thomson pone de manifiesto que nuestras habilidades morales son perfectamente explicables como resultado de la evolución de nuestro cerebro.
Andy Thomson comienza su conferencia planteándonos la siguiente situación. Somos los directores de un hospital situado en medio de una catástrofe, tenemos a nuestro cargo a 600 empleados y a 200 enfermos en estado crÃtico. Es lunes por la mañana y nos quedamos sin luz ni agua corriente, la temperatura en el hospital se acerca a los 37ºC. El martes los recursos comienzan a escasear y los helicópteros que estaban evacuando a algunos de los pacientes dejan de venir. El miércoles se agotan los generadores de emergencia por lo que la electricidad desaparece completamente, los pasillos quedan a oscuras, los ascensores no funcionan, sigue sin haber agua corriente, la temperatura del edificio ya supera los 37ºC. El jueves comenzamos a oÃr disparos en el exterior, la policÃa nos indica que debemos desalojar el hospital antes de las 5 de la tarde. Tenemos a un centenar de pacientes en estado crÃtico y es totalmente imposible evacuar a todos antes de las 5. Nos enfrentamos a una serie de dilemas morales como los siguientes:
- ¿cuanto tiempo deben permanecer en el hospital arriesgando su vida los profesionales sanitarios atendiendo a pacientes que no van a sobrevivir?
- ¿que pacientes deberÃan recibir los escasos recursos de los que disponemos hasta conseguir evacuarlos?
- ¿qué pacientes evacuar y cuales tendrán que quedarse dentro sabiendo que estos últimos morirán irremediablemente?
- ¿dónde se sitúa la lÃnea entre cuidados paliativos y eutanasia?
- ¿cuál es el mayor bien en este caso? ¿el número de vidas salvadas? ¿el número de años de vida salvados? ¿la calidad de los años de vida salvados?
- ¿quién decide todas estas cosas?
Este no es simplemente un ejemplo de una clase de filosofÃa moral, es un hecho real ocurrido en Nueva Orleans como consecuencia del huracán Katrina en 2005. En situaciones como estas debemos utilizar nuestro razonamiento moral para tomar decisiones, ahora bien, ¿de dónde viene nuestra capacidad para el razonamiento moral? ¿es un regalo de Dios o es el resultado de la evolución de nuestra mente?
Para resolver esta cuestión nos remitimos al biólogo evolutivo William Donald Hamilton y sus trabajos sobre la selección de grupo y del comportamiento altruista. La "regla de Hamilton" sostiene que aquellos genes implicados en el comportamiento altruista serán seleccionados siempre que el coste que se requiera para el acto altruista sea inferior a los beneficios obtenidos por los destinatarios de dicho altruismo, teniendo en cuenta la probabilidad de que los beneficiarios del altruismo estén estrechamente relacionados con el sujeto altruista y por lo tanto posean copias idénticas de sus genes, es lo que se denomina "selección de parentesco". En 1971, Robert Trivers va mas allá y plantea la posibilidad de la selección de aquellos comportamientos altruistas que requieren un coste mayor siempre y cuando impliquen una alta posibilidad de devolución del favor, es decir, yo te rasco la espalda cuando quieras siempre y cuando tú me la rasques cuando yo lo necesite. De hecho, Trivers afirma que muchas de nuestras emociones poseen una función como mediadoras de este altruismo recÃproco, tales como la gratitud y simpatÃa, la confianza o la desconfianza, el sentimiento de culpa, el rechazo a los tramposos, entre otras. En la misma lÃnea se encuentra la idea de que la racionalidad en si misma previene del comportamiento egoÃsta, cuando actuamos sobre otras personas sabemos que eso tendrá unas consecuencias, también somos capaces de ponernos en el lugar de otros, estas ideas de reciprocidad y empatÃa están relacionadas con la cooperación entre individuos y resulta evidente que la cooperación y la búsqueda del bien de la comunidad repercute positivamente en la selección de los individuos con esas habilidades sociales.
La segunda cuestión planteada por Collins es nuestra habilidad para distinguir el bien y el mal. Para filósofos como Kant el buen comportamiento era aquel que podÃa tomarse como ley universal, es decir, estaba basado en derechos y obligaciones absolutas, mientras que para otros, como Jeremy Bentham, el buen comportamiento es aquel que produce el mayor bien para el mayor número de personas, es decir, se basa en las consecuencias. Andy Thomson nos explica que en realidad ambos tienen razón y sus puntos de vista tienen su fundamento en el cerebro. El cerebro humano podrÃa dividirse en "regiones Kant" y "regiones Bentham" que se activan ante dilemas morales. Thomson pone varios ejemplos:
- Imaginemos que estamos caminando cerca de unas vÃas de tren y observamos la siguiente escena. Un vagón avanza sin control por la vÃa en dirección a una bifurcación, en el lado derecho de la bifurcación trabajan cinco operarios que no son conscientes del peligro y en el lado izquierdo solo se encuentra un operario. En el estado actual de las vÃas el vagón se dirigirá hacia el lado derecho matando a cinco operarios a no ser que tú desvÃes su dirección cambiando las agujas mediante una palanca y de ese modo el vagón solo matarÃa a un operario. ¿Qué hacer? ante esta situación la mayorÃa de la gente considera correcto utilizar la palanca y desviar la dirección del tren para minimizar el número de vÃctimas.
- Ahora imaginemos que caminamos por un puente sobre unas vÃas del tren. En este caso no hay bifurcación y el vagón sin control se dirige irremediablemente hacia cinco operarios que trabajan en las vÃas más allá del puente. En el mismo puente se encuentra un hombre muy gordo cuyo peso serÃa capaz de detener el vagón si lo empujamos para que caiga sobre las vÃas. ¿SerÃa correcto sacrificar la vida del hombre gordo para salvar la de los cinco operarios?. En este caso la mayorÃa de la gente rechaza esta posibilidad.
Estas dos cuestiones se han planteado en distintos paÃses, con gente de distintas culturas y distintos grados de educación y las respuestas coinciden en gran medida en todos los casos. Si bien el dilema es el mismo en las dos situaciones, sacrificar la vida de una persona para salvar la de cinco, la respuesta difiere considerablemente. Para la inmensa mayorÃa de la gente serÃa correcto utilizar la palanca para desviar el tren pero no lo serÃa utilizar al hombre gordo para detenerlo. El investigador en neurociencias Joshua Green estudió mediante Resonancia Magnética la actividad del cerebro ante estas y otras cuestiones similares y observó que en cada caso participan regiones del cerebro especÃficas. Cuando se nos plantea el dilema de desviar el tren mediante una palanca se activa la corteza dorsolateral prefrontal, la misma región del cerebro que se activa durante la realización de cálculos, cuando se ponderan costes y beneficios, una de las regiones del cerebro que ha evolucionado más recientemente. Sin embargo, cuando nos enfrentamos al dilema de empujar a un hombre para detener el tren la región que se activa en el cerebro es la corteza media prefrontal, la que esta relacionada con nuestras emociones sociales. En el caso de los psicópatas se ha observado que ante dilemas morales de este tipo predomina en gran medida la actividad de la región dorsolateral, es decir, toman sus decisiones basándose exclusivamente en razonas utilitarias, prescindiendo de sentimientos sociales como la empatÃa.
Estudios de este tipo han mostrado que las regiones del cerebro relacionadas con nuestros sentimientos morales se activan en situaciones que pueden agruparse en aquellas relacionadas con la causa o prevención de daños, con relaciones de autoridad o jerarquÃa y con las relativas a la pertenencia a un grupo o el enfrentamiento entre grupos. Estas regiones se activan de forma instantánea ante dilemas morales y hacen que tengamos un razonamiento moral inmediato sin que seamos realmente conscientes de los motivos que nos conducen a ese sentimiento. Algo similar ocurre con nuestra habilidad para el habla, todos los lenguajes humanos comparten una estructura similar enraizada en nuestra estructura cerebral, del mismo modo existirÃa una "gramática moral universal" que habrÃa evolucionado a lo largo de millones de años para permitir la elaboración de unos sistemas morales determinados. Si bien, la forma en la que aplicamos esta gramática moral dependerá de las distintas culturas en las que nos encontremos, en el mundo islámico, por ejemplo, el rechazo a las caricaturas de Mahoma estarÃa relacionado con los sentimientos de autoridad y jerarquÃa de los que hablábamos antes. Es decir, en nuestros razonamientos morales no solo participan las regiones de nuestro cerebro que contienen esa "gramática moral" inconsciente, sino también regiones relacionadas con procesos cognitivos que hacen que esa "gramática moral" se aplique de forma distinta en cada cultura o ante situaciones concretas. El hecho es que nuestro sentido del bien y del mal, de lo correcto y lo incorrecto, es mucho más flexible de lo que a algunos les gustarÃa creer. Esto resulta evidente al comparar los distintos sistemas morales en distintas culturas y en distintos momentos de la historia. En cualquier caso la evolución de estas habilidades morales son una clara ventaja evolutiva en una especie adaptada a vivir en sociedades complejas como la nuestra.
El origen evolutivo de nuestros sistemas morales queda aún más claro si tenemos en cuenta la existencia de precursores de estas emociones en animales como los elefantes, los delfines o los primates, en todos ellos se observan comportamientos altruistas, se preocupan por otros individuos, se ayudan de forma desinteresada e incluso pueden aplicar castigos ante determinados comportamientos. La existencia de un aumento gradual de los comportamientos sociales y los sentimientos morales en el reino animal son una prueba evidente de su origen evolutivo. En nuestro caso la adquisición progresiva de nuestra capacidad para el razonamiento moral es una adaptación ventajosa para nuestra vida en sociedades complejas. El hecho probado de que la psicopatÃa tiene una base genética es otra prueba contundente del origen darwiniano de nuestra moralidad.
El ejemplo del hospital con el que comenzaba la conferencia pone en evidencia la complejidad que puede alcanzar un dilema moral y hasta que punto pueden ser flexibles nuestros conceptos del bien y del mal. En el caso real ocurrido en Nueva Orleans, una vez superado el desastre fueron encontrados 17 cuerpos con dosis mortales de anestésicos y un cirujano y dos enfermeras fueron acusados de homicidio en segundo grado, si bien, la autoridad encargada de imputar los cargos no se mostraba entusiasmada con la obligación de hacerlo dada su comprensión de las circunstancias, la cuestión es ¿qué habrÃamos hecho cada uno de nosotros en la situación de esas personas?.