Cuando el toro era un dios
Extracto de "Beyond the Beef" (Más allá de la Carne) por Jeremy Rifkin:
(Traducción mÃa, sin permiso del autor, capitalización igual al original.)
En Creta, asà como en Sumeria, Egipto, y otras culturas bovinas, el dios toro era sacrificado para que la gente pudiera vivir. La muerte del toro liberaba su "espÃritu". Comerse la carne aseguraba que el espÃritu pudiera seguir viviendo en los seres humanos.
El toro divino también figuraba prominentemente en la sociedad griega. Dionisio, el dios de la fertilidad, era conocido como el "Toro con cuernos" ["Bull horned"] y el "Hijo de una Vaca". Los griegos adoraban al toro como la encarnación de un dios. En el ritual dionisÃaco, los devotos se iban a las montañas en la noche, simbolizando romper las ataduras de la civilización. Los celebrantes, que usaban cuernos de toro, danzaban más y más rápido, azotándose a sà mismos en un frenesÃ. En el medio de este salvaje abandono fÃsico, se hacÃa desfilar a un toro por el centro del grupo. Cayendo sobre él, con las manos desnudas, rompÃan al animal en pedazos, arrancándole la carne, hundiendo sus manos y sus cuerpos en su sangre. Se comÃan la carne del toro, todavÃa caliente y cruda, mientras chillaban y saltaban en el aire hasta el primer brillo del amanecer. CreÃan que consumir al toro los harÃa como dioses. Ellos y sus tierras eran benditos y santificados en la sangre del bovino.
Los italianos toman su nombre de la palabra "Italia", que significa tierra del ganado. Cuando la gente de la penÃnsula se unió para resistir el ataque de Roma, peleaban bajo la protección del culto bovino, y como otros de sus tierras, usaban cuernos de toro en la batalla. Los arqueólogos han descubierto monedas del perÃodo que muestran al dios toro italiano Marte, el dios de la batalla, al lado de un fiero toro que habÃa "corneado y lanzado por los aires a la loba de Roma".
A mediados del siglo primero después de Cristo, el culto bovino incluso logró entrar en Roma. El culto de Mitra era una amalgama de varias religiones adoradoras de toros que tenÃan su centro en religiones del Oriente Medio, Ãfrica del Norte, e incluso del lejano Asia Menor. Mitra era originalmente una antigua divinidad Aria: el dios de la luz. En una época temprana, el dios sol se unió con los cultos bovinos populares de la época. Mitra era conocido como el "señor de las amplias pasturas". Era el que daba la vida, el "dios de la fecundidad". Sabio y puro, este "señor de la luz y la bondad" peleaba contra las oscuras fuerzas del mal. Hacia el final del siglo segundo, el mitraÃsmo fue declarada una religión oficial en Roma y era mucho más popular que el joven culto cristiano de la época. El culto bovino permeaba virtualmente cada aspecto de la vida romana. Cuando una pareja joven intercambiaba votos de matrimonio en el altar, la novia declaraba "tú eres el toro y yo soy la vaca.".
El gran mito mitraico del degüello ritual del toro era particularmente atractivo para los soldados de las legiones romanas, que lo esparcÃan a través del imperio. De acuerdo al mito, Mirta recibió la orden divina de sacrificar al dios toro. Después de numerosos fracasos tuvo éxito, y la muerte de la gran bestia-dios es seguida por una serie de milagros:
"Del cuerpo del toro salieron las plantas y las hierbas que los hombres ahora encuentran útiles. Del cordón espinal salió el trigo, el báculo de la vida del hombre, y de la sangre salieron la vid y el vino, el sagrado deleite de la vida."
La fuerza del mal, resentida del nuevo botÃn conseguido por el hombre, envÃa a sus demonios a atacar el cadáver. Pero de acuerdo a la leyenda, su asalto a los genitales del toro muerto condujo a otro milagro. La semilla del toro fue liberada, recogida por la luna que ahà engendró todos los animales "útiles" de la tierra, y luego el alma del dios toro ascendió de vuelta a los cielos, donde se convirtió en el guardián de los rebaños.
Los discÃpulos de la fe mitraica eran bautizados como miembros del culto en dÃas especiales y sagrados. Los creyentes se alineaban en un pozo debajo de un toro. El sacerdote entonces reproducÃa el mito mitraico, terminando en el sacrificio del animal. Los novicios levantaban sus cabezas hacia el toro moribundo, dejando que la sangre caliente cayera en sus bocas y sobre sus cuerpos. Después de haber sido purificados por la sangre sagrada, a cada uno se le daba de comer una pequeña porción de la "semilla" sacada de los testÃculos del toro, con lo que aseguraban su inmortalidad en el dÃa del juicio final cuando "el sagrado toro entre los toros vendrÃa a la tierra y Mitra traerÃa de vuelta a la vida a todos los hombres".
La religión mitraica compartÃa muchos rasgos con la cristiandad, haciendo que los dos fueran poderosos competidores. Ambos cultos creÃan en la dualidad del bien y el mal. Ambos creÃan en el cielo y el infierno y en la salvación eterna para aquellos bautizados en la fe. El culto mitriaco podÃa haber triunfado sobre la cristiandad si el Emperador Constantino no se hubiera convertido al cristianismo. Aún asÃ, los clérigos cristianos se sintieron obligados a expropiar muchos de los ritos mitraicos para obtener mayor popularidad. Conrad [Jack Randolph Conrad, autor de "El cuerno y la espada"] indica que el cristianismo tomó el baño de sangre que limpia el pecado, del culto mitraico, sustituyendo la sangre del Cristo moribundo en lugar de la sangre del toro. La religión cristiana también tomó del culto mitraico el dÃa sagrado del 25 de diciembre, que celebraba el nacimiento del sol, y lo transformó en la fecha de nacimiento del Cristo.
En un coup de grâce [francés en el original] final, los nuevos cultos cristianos transformaron al dios mitraico toro en el nuevo sÃmbolo de la oscuridad. El dios de la religión adversaria se convirtió en el diablo encarnado. En el Concilio de Toledo del año 447, la iglesia publicó la primera descripción oficial del demonio. De acuerdo a los prelados, el demonio es:
"una grande y monstruosa aparición negra con cuernos sobre su cabeza, pezuñas hendidas --o una pezuña hendida-- orejas de burro, pelo, garras, ojos fieros, terribles dientes, un inmenso falo, y olor a azufre".
Fuente: "Beyond the Beef" por Jeremy Rifkin, ed. Plume, 1992. Fotos: mharrasch @ Flickr (CC), Davide Simonetti @ Flickr (CC), Mykl @ Flickr (CC)