Concierto para vascos. Segundo movimiento.

El Concierto Económico Vasco tiene su origen en 1876, con la abolición de los fueros tras la tercera guerra carlista. Recordemos que España, como muchos países europeos, se formó con la unión de distintos territorios más o menos independientes legados tras la larga historia medieval. España se unió antes que la mayoría de los países europeos, lo que no quiere decir que superara las tensiones territoriales antes.

Aquí y allá algunos pueblos se sentían, con o sin razón, más o menos favorecidos en el proceso. Algunos territorios se unieron por conquista, otros lo hicieron de buena gana, otros se unieron en el entendimiento de que se respetaba cierta autonomía. La historia es larga. Lo que hoy es la Comunidad Autónoma Vasca perteneció la mayor parte del tiempo a la Corona de Castilla, como territorios cuyas leyes debía jurar el rey castellano. Esta situación era cómoda para ambas partes. Los vascos estaban a gusto en ella. Su entendimiento era que pertenecerían a la Corona de Castilla mientras se respetaran sus fueros. Navarra, por el contrario, fue conquistada (y no toda) en 1512. Con todo, a pesar de perder esa guerra, se le permitió conservar también algunas de sus leyes.

El siglo 19 fue el siglo de la Ilustración, de la razón y del nacimiento del liberalismo político y económico. La convivencia en un territorio de distintas leyes y de aduanas internas suponía una rémora al desarrollo. Las teorías modernas del Estado requerían una unificación territorial y de derechos. Estos procesos pueden hacerse por las buenas o por las bravas. En Francia se hizo por las bravas, con una Revolución. Salió bien, porque tras ella se impuso un ideal republicano que consiguió el apoyo mayoritario de la población. Los respetos a los derechos individuales y la educación universal prevalecieron sobre los derechos asociados a los territorios o a los estamentos sociales.

En comparación, el caso del Reino Unido se hizo algo más por las buenas, con las distintas Acts of Union, aunque en el caso de Irlanda se empezó con mal pie, al no dejar que los católicos pudieran estar en el parlamento. Aunque la cosa fue mejorando, el daño ya estaba hecho.

En España hubo líos desde el comienzo. Primero con la invasión francesa y luego con las guerras carlistas. Perdieron los carlistas tres veces, se derogaron los fueros y se volvieron a recuperar para derogarse definitivamente tras la última de las guerras, pero el temor a nuevas confrontaciones hizo que se mantuviera algo de autogobierno, en forma de Concierto Económico.

No es que los carlistas fueran nacionalistas, sino que eran tradicionalistas y encontraron apoyo entre quienes pensaban que la pérdida de sus fueros suponía una merma de sus libertades. Algo de razón no les faltaba, en el campo del País Vasco y Navarra, y en general en el norte y el levante, la pérdida de la libertad de testar, por poner un ejemplo, ponía en peligro el sistema de explotación tradicional, al tener que dividir la poca tierra entre todos los hijos. En las ciudades no se percibían este tipo de problemas y nunca fueron carlistas.

En contra de lo que pasaba en Francia, no hubo un ideal republicano al que agarrarse. En contra de lo que pasaba en el Reino Unido, no hubo un acuerdo de unión, sino uniones por matrimonio real, invasiones napoleónicas, guerras y conquistas (por no hablar de la independencia de las colonias americanas). En suma, tuvimos un siglo 19 demasiado inestable y una ausencia de ideal común como en Francia o en el Reino Unido. Aprovechando algo del espíritu unificador tras la experiencia de la guerra de independencia y con algo de tiempo las cosas podían haber empezado a funcionar, y en la mayor parte del país así fue, aunque con bastante frustración tras la derogación de la constitución liberal. En el País Vasco y Cataluña la centralización se percibía de otra manera por parte de la población. Tampoco es el único país donde las cosas no se hicieron bien por esas épocas. La independencia de Bélgica con los flamencos un tanto ninguneados es otro ejemplo. Tenemos ejemplos más recientes en los países formados tras la disolución de los imperios Austro-Húngaro y Otomano.

El cambio de siglo, sumando ciertas tendencias románticas a incomodidades históricas, llevó el nacionalismo al País Vasco, Cataluña y a Galicia. Los excesos verbales de Sabino Arana cuajaron bastante en el País Vasco (afortunadamente se fue apartando el tinte racista de aquella nulidad intelectual de hombre). La frágil figura y sentida prosa de Castelao impregnaron mucho el pensamiento galleguista, pero sin canalizarlo en una formación política mayoritaria.

Y así llegamos a la Guerra Civil. A un grupo de militares se les ocurrió que la manera de evitar los excesos, a veces criminales, de algunos grupos políticos en la Segunda República no era ganando las elecciones a un gobierno acaso débil y tolerante con esos grupos, sino encabezar una rebelión, hacer una guerra que causó cientos de miles de muertos y exiliados y tener al país atenazado durante cuarenta años de dictadura (¡y hay políticos en activo que dicen que mereció la pena!). Tras la guerra, Franco declaró a Bizkaia y Gipuzkoa provincias traidoras y derogó sus conciertos, que se mantuvieron en Araba y en Navarra. Tras cuarenta años de dictadura, con la democracia se devolvió el Concierto a esas provincias.

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