Chimpancés, los otros humanos

Brandon Keim

Mientras la población de chimpancés en el África Occidental mengua a niveles dramáticos, los científicos reclaman una definición de persona que incluya a nuestros primos evolutivos más cercanos.

Hace sólo dos décadas, Costa de Marfil presumía de una población de chimpancés de más de 10.000 miembros, más de la mitad de la población mundial. Según un reciente estudio, el número ha caído a sólo unos pocos cientos.

La noticia de un declive tal, publicado recientemente por Current Biology, causaría tristeza tratándose de cualquier especie. ¿Deberíamos, sin embargo, sentirnos más implicados con los chimpancés que con otros animales; tan implicados, probablemente, como si se tratase de seres humanos?

«Son gente. No son humanos, pero definitivamente son personas» dice Deborah Fouts, codirectora del Instituto de la Comunicación entre Chimpancés y Humanos. «No han construido un cohete para viajar a la luna. Pero no somos tan distintos».

Fout es uno de los cada vez más científicos y éticos que piensan que los chimpancés, al igual que los orangutanes, los gorilas y los bonobos —N. del T. Junto con el chimpancé, la especie primate genéticamente más similar al hombre—, un grupo coloquialmente conocido como grandes simios, deberían ser considerados gente.

Es una posición controvertida. Si ser una persona requiere ser humano, entonces los chimpancés, el primate más cercano a nosotros, son sólo un 98 por ciento completos. Pero si la personalidad tiene un significado más amplio, probablemente los chimpancés podrían calificarse. Tienen consciencia de sí mismos, sentimientos y habilidades cognitivas de alto nivel. No llega a pasar un mes sin que los científicos encuentren evidencias de comportamientos que se pensaban exclusivos de los humanos.

Algunos incluso sugieren que a los chimpancés y otros grandes simios deberían serles concedidos derechos humanos. Así lo reclamaban los defensores de Hiasl, un chimpancé capturado en un campo de batalla austríaco; o los partidarios de una resolución para los derechos de los simios aprobada por el parlamento español —N. del T. ¿?—. La cuestión de los derechos es compleja en la práctica —¿cómo se le hace a un chimpancé responsable de, por ejemplo, agredir a otro chimpancé?— pero la cuestión fundamental no es práctica. Es científica y es ética.

«Han demostrado todo tipo de comunicación compleja y de habilidades cognitivas similares a las de los humanos» dice el investigador del Centro Nacional de Investigación Primate de Yerkes, Jared Taglialatela. «Tienen sentimientos, ideas y metas».

La capacidad de los chimpancés para sentir, vívidamente ilustrada cuando la investigadora Jane Goodall documentó la profunda pena de un chimpancé llamado Flint por su madre, es la menos ambigua de las características de un chimpancé. Mucho más ambigua es su supuesta habilidad para pensar en abstracto y empáticamente.

«No procesan el tiempo. No pueden hablar de ayer o de mañana. Su comunicación es demasiado instantánea. Viene un vecino, vámonos. Esa hembra está caliente, probemos. No lo está. ¿Cómo estás hoy?» explica Pascal Gagneux, un investigador de primates de la Universidad de California. Considera que los chimpancés son personas, pero fundamentalmente diferentes de los humanos en virtud de su rango comunicativo profundamente diferente.

Fouts, quien ha entrenado a chimpancés para que utilicen lenguaje de signos, no está de acuerdo. «Recuerdan el pasado. Cuando viene alguien a quien no han visto en años, dicen su nombre en gestos» afirma. Taglialatela repite «no sé si piensan en lo que quieren ser de mayores, pero entienden el concepto de que algo va a ocurrir más tarde».

Taglialatela ha demostrado que los chimpancés utilizan partes de su cerebro de forma similar a nuestras áreas de Broca y Wernicke, las cuales en un ser humano se consideran centrales para producir y procesar el habla. Al comunicarse, los chimpancés eligen formas apropiadas según la circunstancia; haciendo gestos con la mano cuando alguien les mira de frente, o gritando cuando se mira a otra parte.

«Estamos viendo un rico repertorio comunicativo. No se trata simplemente de; veo un trozo de comida y hago un sonido emocional» dice. «Usan distintas perspectivas para comunicarse».

Los investigadores han encontrado también que los chimpancés utilizan gestos con las manos que varían según el contexto. El mismo gesto puede usarse para funciones tan diversas como reclamar sexo o reconciliarse después de una lucha, una sutileza lingüística que sugiere la capacidad de abstracciones de alto nivel.

Algunos chimpancés parecen incluso capaces de altruismo, de prestarse a ayudar a extraños en ausencia de un premio anticipado. Pero su empatía, dice Gagneux, quien propone tratar a los chimpancés como seres humanos incapaces de dar un consentimiento informado, no se traduce en compasión.

Por supuesto, la compasión es universal entre humanos. «Â¿Cuántas veces ves a alguien en problemas, en las noticias o por la calle, y no sientes empatía hacia él?» dice Taglialatela.



Y Fouts, quien dice que los chimpancés «sienten dolor y rabia y amor y cariño y todo tipo de sentimientos que nosotros sentimos» dice también que sus chimpancés entrenados para hablar con signos preguntan en ocasiones de hecho por el bienestar de sus cuidadores.

«No lo hacen a menudo, pero no significa que no lo entiendan» dice.

Así que, ¿y si a la situación de los chimpancés en Costa de Marfil, donde su número ha disminuido tan dramáticamente, no la llamásemos simplemente delicada sino dramática? ¿Lo haríamos si fuesen gente y no animales?

Probablemente es que la semántica es irrelevante.

"This is a tragedy, for lack of a better word," said Taglialatela.

«Esto es una tragedia. A falta de una palabra mejor» dice Taglialatela.

Visto en Wired.com.

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