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Jueves, 14 de Febrero de 2013

Buscando pistas de la selección sexual en el registro fósil

Hace algo más de 150 años que por primera vez en nuestra historia sabemos cómo hemos llegado a aparecer en este pequeño planeta que habitamos. Todavía tenemos la incógnita de cómo surgió o surgieron los primeros organismos vivos, pero si sabemos cómo desde esos antiguos ancestros, y a lo largo de miles de millones de años, han ido apareciendo los distintos organismos que junto con nosotros pueblan este planeta. La respuesta es el mecanismo de evolución por selección natural. Las bases de dicho proceso las estableció Charles Darwin en su famoso libro “El origen de las especies por selección natural”, desde entonces, la comunidad científica ha ido confirmando, con pruebas y más pruebas, las ideas de Darwin, al mismo tiempo que la teoría(no confundir con hipótesis) de la evolución por selección natural se ha visto ampliada por nuevos conocimientos. A esta síntesis, entre la idea original de Darwin y los nuevos aportes de la ciencia sobre el tema, se la conoce como teoría sintética de la evolución.

El pilar principal de la evolución es la selección natural, pero no es la única selección que está en marcha en dicho proceso, también existe lo que se llama selección sexual. La selección sexual, de forma resumida, es la presión a la que están sometidos los organismos para encontrar pareja y poder reproducirse con éxito. En realidad, así expresado, parece como si la selección natural y la sexual estuvieran completamente separadas, pero esto no es cierto. Pensemos, por ejemplo, en el caso del pavo real. El macho del pavo real tiene una cola realmente grande y hermosa, eso es debido a que las hembras a lo largo del tiempo han favorecido(seleccionado) para aparearse a los machos que mostraban colas más grandes y hermosas, de esta forma los genes que generan dichas colas pasaban a la siguiente generación. Dicho de otro modo, los machos con mejores colas tienen mayor éxito reproductivo que los que no. Ahora bien, esto puede tener un coste, tener una cola grande hace difícil el escapar de los depredadores, y por lo tanto tus posibilidades de sobrevivir y tener descendencia son menores, el punto óptimo sería encontrar un equilibrio entre ambas opciones.

Credit: Mark Witton
Quizás no sería del todo descabellado incluir la selección sexual dentro de la selección natural, y no falta investigadores que defienden este punto de vista, no obstante, sea cómo fuere, vamos a pensar en ella de forma separada a la selección natural. La cuestión que quiero plantear es, ¿cómo podemos saber que la selección sexual ha estado jugando un rol en épocas pasadas? Sabemos que hoy en día juega un papel importante pero, ¿cómo podemos deducir su papel en el pasado a partir de los fósiles de otras épocas? Pues lo cierto, es que en realidad si se puede, al menos eso es lo que sostiene un grupo de científicos en un artículo aparecido en Trends in Ecology and Evolution. El artículo lleva por título Sexual selection in prehistoric animals: detection and implications.

En dicho estudio argumentan que el registro fósil presenta muchas pruebas y pistas que indican la existencia de una selección sexual en especies ya extintas, entre los ejemplos que señalan se encuentra las “armas” para la pelea. En muchas especies, como es el caso de los ciervos, el acceso a las hembras se tiene a través de una lucha entre los machos, la lucha no es a muerte, el derrotado asume su derrota antes de que la situación llegue a mayores, la lucha, en este caso, se realiza haciendo chocar sus cornamentas. Otras pruebas que han encontrado en el registro fósil son, fracturas en los huesos debidas a este tipo de duelos, distintos elementos ornamentales para exhibirlos, también se aprecian pruebas de dimorfismo sexual que son diferencias entre los machos y las hembras de una misma especie que indican claramente la existencia de esa selección sexual.

Así pues, para entender la evolución de las especies, incluida la nuestra, tenemos que conocer también las presiones que ha ejercido la selección sexual sobre dichas especies, y en esto, el registro fósil, puede como vemos, arrogar algo de luz.
Jueves, 2 de Agosto de 2012

Sacrificar tus genitales por el bien de tus genes

Los organismos que pueblan este planeta han sido modelados a lo largo del tiempo por la evolución, cuyo principal mecanismo es la selección natural. Este mecanismo es, no nos engañemos, una lucha descarnada.

El éxito se mide por lo bueno que seas reproduciéndote, es decir, por lo bueno que eres esparciendo tus genes, y para esto, todo cuenta. Cuenta lo bueno que seas consiguiendo el sustento necesario para sobrevivir, así como cuenta, y mucho, lo bueno que seas no dejándote convertir en el sustento de algún depredador que te tiene en su menú. Si además tienes una reproducción sexual, también va a contar, lo bueno que seas consiguiendo una pareja con la que aparearte.

Así contado da la impresión de que los organismo evolucionan por decisión propia, es como si el proceso fuera teleológico, pero nada más lejos de la realidad. Lo que sucede es exactamente lo contrario. Por ejemplo, un organismo sufre un cambio en su ADN, que como resultado, le dota de un mejor camuflaje. Esto automáticamente le hace estar mejor adaptado al medio en el que habita. Lo convierte en una presa más difícil de localizar por sus depredadores. Ahora, este organismo, tiene una ventaja respecto a sus competidores directos. Al ser más difícil de localizar probablemente tenga más tiempo de vida, y por lo tanto más oportunidades para poder reproducirse. Sus descendientes llevarán en su ADN este cambio que les dota de un camuflaje mejorado, esto les pone en una posición de ventaja respecto al resto de competidores. Con el paso del tiempo, si las condiciones en el hábitat no cambian y ese ADN sigue siendo ventajoso, entonces dicho ADN será el más abundante entre los miembros de esa especie. Como se puede observar esto nada tiene que ver con lo que quiera o no el organismo, es algo que está fuera de su control, y no hay un rumbo fijado hacia el que evolucionar, depende de los cambios en el ADN, de cómo afecten estos al organismo en cuestión, y en como estos cambios se relacionan con el hábitat en el que vive dicho organismo.

Donde también se compite es por garantizar que tu descendencia es tuya y no de otro. Para conseguir esto, en el reino animal hay distintas adaptaciones, algunas de ellas son ciertamente drásticas. Por ejemplo, Nephila pilipes es una especie de araña donde los machos intentan tener acceso a una hembra con la que poder copular, para así tener descendencia. Dado que un macho tiene que competir con el resto, cualquier adaptación que permita garantizar que la descendencia es tuya, y no de otro que haya venido detrás, es una adaptación que a buen seguro será exitosa, y a la larga esa adaptación se habrá extendido por toda la especie. En el caso de Nephila pilipes, tras la copula los machos pierden sus genitales, los cuales se quedan dentro de la hembra formando una especie de tapón, impidiendo así que otro macho pueda copular posteriormente con la hembra. De este modo se garantiza que la descendencia es de ese macho y no de otro.

Lo dicho, la lucha es descarnada, y visto lo visto, en el caso de ser macho, tampoco está tan mal ser un homo sapiens y no un miembro de la especie Nephila pilipes.