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Miercoles, 26 de Diciembre de 2018

!!FELIZ DIES NATALIS NATIVITAS!!

Por guerreropirata*



En la mitología griega Helios, el sol, era personificado como un hermoso dios coronado por una brillante aureola, el cual conducía un carro que surcaba el cielo todos los días en dirección este-oeste hasta sumergirse en el océano, haciendo su viaje de regreso por la noche. 
Hesíodo, en su Teogonía, dice que era hijo de los titanes Hiperión y Tea, y por tanto hermano de Selene, la luna, y Eos, la aurora. Píndaro, por su parte, dice que Helios “engendra rayos de luz penetrantes” y que los corceles que tiran de su carro respiran fuego. Homero dice que Helios es panoptes, es decir, “que todo lo ve”. 
En el canto VIII de la Odisea cuenta que Afrodita, que estaba casada con Hefesto, se acostaba en secreto con Ares, el dios de la guerra. Fue Helios, “que todo lo ve”, quien los descubrió y se lo contó a Hefesto, quien a su vez tendió una trampa a los amantes: los atrapó in fraganti con una red muy fina que tejió y los mostró, desnudos como estaban, a los demás dioses, que no podían contener la risa.
En El banquete de los eruditos, Ateneo de Naucratis dice que, cuando llegaba la noche, Helios se subía a una gran copa dorada en la que se trasladaba hasta la tierra de los etíopes, donde permanecía hasta el otro día. No es de extrañar que Helios terminara relacionado con Apolo, el dios de la luz. Apolo era también representado con una cabellera rubia y resplandeciente. 
Uno de sus apodos era precisamente Febo, “brillante”. La primera asociación entre ambos dioses aparece en la tragedia Faetón de Eurípides, cuando Clímene, la madre de Faetón, lamenta que Helios, “al que también los hombres llaman Apolo”, haya matado a su hijo. En fragmentos de filósofos como Parménides y Empédocles, o escritores como Plutarco, también aparecen ambos dioses relacionados.
En realidad, el culto a Helios-Apolo no es sino la expresión griega de otros cultos solares que proliferaron en el Asia y el Mediterráneo antiguos, como es el caso del de El-Gabal en Siria y Mitra entre los persas. Entre los romanos, se rendía culto al Sol Invictus, el “Sol Invencible”, cuya fiesta se celebraba con motivo del solsticio de invierno el 25 de diciembre, cuando, se creía, era la noche más larga y, a partir de entonces, el sol comenzaba a renacer. Esta fiesta se llamaba Dies Natalis o Nativitas, origen de nuestra palabra “Navidad”. La fiesta del Sol Invictus coincidía con las fiestas Brumales o las Brumalia. Su nombre proviene de la palabra bruma, que en latín significa “el día más corto”, pues terminaban, también, el día 25 de diciembre. Las Brumalia fueron instituidas nada menos que por Rómulo, fundador y primer rey de Roma.
Sin embargo la reina de las fiestas romanas eran las llamadas Saturnales, en honor a Saturno, dios de la agricultura. Según la mitología romana, Saturno había gobernado el mundo en una época feliz en la que no existía el hambre, las enfermedades ni la maldad, así que en una fiesta en su honor debía ser muy alegre. El poeta Catulo dijo que las Saturnalia eran “los mejores días” y Plinio el Joven dijo que durante ellas “toda Roma se volvía loca”. Las fiestas comenzaban con un sacrificio en el templo de Saturno, en el foro romano, y después continuaban con un banquete público, un intercambio de regalos donde especialmente los niños recibían obsequios de los mayores y terminaban con una gran fiesta que duraba siete días y comenzaba al grito de ¡Io, Saturnalia!

Durante las Saturnales se comía cochinillo y se bebía más vino de la cuenta, se organizaban juegos, bacanales y bailes de máscaras, se adornaban las casas con velas y se colgaban adornos de los árboles para celebrar el regreso del verdor y de la luz. También se liberaba temporalmente a los esclavos y se jugaba al intercambio de roles en un ambiente carnavalesco. Para recordar la época de Saturno, cuando todos éramos iguales, los amos servían a los esclavos en banquetes y éstos podrían criticar los defectos de los amos. Algunos historiadores dicen que la fiesta marcaba el fin de los trabajos del campo, los cuales se detenían por el invierno, pero también marcaba el comienzo de las vacaciones escolares y judiciales, se suspendían las guerras y los negocios. Los romanos colgaban las togas y se vestían de modo más informal. Muchos hacían paseos campestres al monte Aventino. Era el final de la oscuridad y el comienzo de un nuevo año. 
Las Saturnales comenzaban el 17 de diciembre y se extendían hasta el día 25, el día de la bruma, cuando empalmaban con las fiestas del Sol Invicto.
No faltó el emperador romano que supo ver en estas celebraciones una estupenda herramienta de cohesión para el vasto imperio. Si bien el culto al Sol Invicto era ya popular entre los soldados romanos, en el siglo III el emperador Heliogábalo, de origen sirio y que había sido sacerdote de El-Gabal, quiso reemplazar en Roma el culto a Zeus por el de la divinidad solar, irrespetando las antiguas tradiciones romanas y fundando una nueva religión de la que era sumo sacerdote y en cuyos excéntricos rituales obligaba a participar a muchos nobles romanos. 
Esto le costó la vida, aunque no acabó con el culto solar. Más tarde, Aureliano quiso asimismo fortalecer al Sol Invicto como centro del panteón romano. Para ello hizo construir en el año 271 un imponente templo en el Campus Agrippae de Roma. También durante el reinado de Constantino fueron frecuentes las monedas con la imagen del Sol. Fue bajo su reinado, como se sabe, cuando se permitió el cristianismo mediante el Edicto de Milán del año 313.
Ahora bien, ¿cómo se llega del culto pagano al nacimiento de Jesús? No es posible saber si antes de esa fecha los cristianos celebraban el nacimiento de Jesús, y ante la falta de noticias en el Nuevo Testamento, se tomó una antigua tradición judía que decía que los profetas morían el mismo día en que habían sido concebidos. Se creía que Jesús había muerto un 25 de marzo, para nosotros el día de la Anunciación. Si ese día fue concebido, la cuenta para su nacimiento da, exactamente, el 25 de diciembre, el Dies Natalis, la Nativitas, el día del Sol Invicto, el astro que muere y vuelve a nacer.

*Tomado de https://prodavinci.com/sol-invictus/


Lunes, 8 de Enero de 2018

LA VERDAD SOBRE LA ESTRELLA DE BELÉN

Por guerreropirata*


De la estrella de Belén se dice que guió a los Reyes Magos de Oriente hasta el portal donde el niño Jesús acababa de nacer. Pero, ¿qué fue en realidad lo que vieron Melchor, Gaspar y Baltasar? ¿Sí fue una estrella? ¿O quizá un cometa, una supernova, un meteorito, o una simple conjunción de planetas?

Para averiguar cuál fue el fenómeno astronómico observado por los Reyes Magos, habría primero que establecer la fecha precisa. La Biblia no dice nada sobre el día exacto del nacimiento de Jesús, aunque sí relaciona el hecho con acontecimientos y personajes históricos como, por ejemplo, el reinado de Herodes.
Los historiadores coinciden en que el Rey de Judea debió morir en algún momento entre los años 4 y 1 antes de Cristo (A.C.). Y los Reyes Magos lo visitaron poco antes de su muerte, por lo que su viaje (y la aparición de la estrella que los guió) tuvo que producirse antes de esas fechas.

Por otra parte, hay serias dudas de que el nacimiento de Jesús fuera un 25 de diciembre. En la Biblia, San Lucas habla de la actividad de los pastores de la zona en los días del nacimiento, cuidando a sus rebaños y a los corderos recién nacidos durante la noche, algo que sucede en primavera, y no en pleno invierno.

Además, el 25 de diciembre es precisamente la fecha en que los romanos, que dominaban la región en aquel tiempo, celebraban sus Saturnales, una de sus festividades más importantes y para la que adornaban calles y casas e intercambiaban regalos. No es casualidad que, para evitar ser perseguidos, los primeros cristianos eligieran esa fecha para celebrar el nacimiento de Jesucristo. Más tarde, en el siglo IV, cuando el emperador Constantino adoptó oficialmente el cristianismo, el 25 de diciembre se conservó como el día de la Navidad.

Pero volvamos a la ubicación del año. Los historiadores están de acuerdo en que el nacimiento de Jesús no se produjo hace 2017 años. Esto porque la cronología que utilizamos, la cual divide los años en a. C. (antes de Cristo) y d. C. (después de Cristo), y que fue concebida por el monje romano Dionisio el Exiguo en 523 d. C., contiene, por lo menos, dos errores significativos: el primero es colocar el año 1 d. C. inmediatamente después del año 1 a. C., sin pasar por el cero, un número esencial en las matemáticas actuales y que, de hecho, resta un año a cualquier fecha que queramos considerar. 

El segundo error es que Dionisio dio por buena la declaración de Clemente de Alejandría de que Jesús nació en el año 28 del reinado del emperador Cesar Augusto, sin tener en cuenta que durante los primeros años de su mandato se le conoció por su nombre original, Octaviano, hasta que el Senado lo proclamó como 'Augusto' cuatro años después. Para cuando se descubrió el error, la cronología que aún hoy utilizamos estaba demasiado implantada como para cambiarla y corregir los cuatro años de desfase.

En resumen, teniendo en cuenta estos errores, el nacimiento de Jesús debió producirse en primavera, y entre los años 7 y 2 a. C., por lo que es en este tiempo en que se debe investigar para comprobar si se produjo en el cielo algún acontecimiento capaz de llamar la atención de los Reyes Magos de Oriente.

Desde un punto de vista astronómico, hay cuatro posibilidades para explicar a la estrella de Belén: 

1) Meteorito
Es muy poco probable debido a que los meteoritos, que se convierten en una bola de fuego al entrar en la atmósfera, apenas tardan unos segundos antes de desaparecer, y la estrella de Belén brilló durante semanas enteras.

2) Cometa
Son objetos que, esta vez sí, pueden brillar en el cielo incluso meses; sin embargo, el más espectacular de todos los cometas conocidos, el Halley, cuya órbita lo acerca a la Tierra cada 76 años y que fue visto por última vez en 1986, fue visible en Judea durante los meses de agosto y septiembre del año 11 d. C., lo que no coincide con las fechas del nacimiento de Jesús. Por supuesto, pudo tratarse de otro cometa, uno que pasó entonces y que por el momento no ha regresado, algo de lo que no podemos estar seguros.
Además, en la antigüedad los cometas eran vistos como señales que anunciaban muerte y destrucción, y no como heraldos del nacimiento de un rey o de un dios. Los romanos, por ejemplo, marcaron la muerte del general Agrippa usando la aparición del Halley en el 11 d.C.

3) Muerte violenta de una estrella
Eso nos lleva a dos posibilidades: una nova o una supernova. 
Una nova es la forma (una explosión termonuclear) en que una estrella se libera, de golpe, de una excesiva acumulación de hidrógeno en su superficie. Es muy espectacular, si la estrella está lo bastante cerca, y su aparición tiene lugar de forma impredecible y en cualquier momento. Las más brillantes aparecen de repente, sin previo aviso, como una nueva y espectacular luz en el cielo. Su brillo, tras algunos días, o incluso semanas, se va atenuando hasta desaparecer. En promedio, se produce una nova visible desde nuestro planeta una vez cada veinte años (la última fue en 1975), por lo que nada impide que fuera éste, y no otro, el fenómeno visto en Judea por los tres Magos de Oriente.

Mucho más espectacular, aunque menos frecuente de ver, es una supernova, la explosión catastrófica de toda una estrella que llega a su final y cuyo brillo eclipsa incluso al de toda la galaxia que la contiene. En el momento de la explosion, una supernova puede ser vista incluso a plena luz del día, y su brillo más intenso puede durar meses antes de empezar a decrecer.
Durante los últimos mil años la humanidad ha sido testigo de cuatro supernovas, en los años 1006, 1054, 1572 y 1604. En todos los casos, los cronistas de cada época se refirieron profusamente al fenómeno. Los chinos, por ejemplo, señalan que la supernova del año 1054 fue visible durante dos meses incluso a plena luz del día.

Sin embargo no existe en la época del nacimiento de Jesús ninguna referencia definitiva sobre la súbita aparición de una luz especialmente intensa en el cielo.
Si sucedió, nadie, en ninguna cultura, documentó el hecho, lo cual parece indicar que debemos buscar la solución en alguna otra parte.
Algunos textos chinos hablan de una posible nova en la primavera del año 5 d. C., pero se refieren a ella como a un fenómeno de poca importancia y de escasa, o ninguna, espectacularidad.

4) Conjunción Planetaria
La última (y quizá la más probable) explicación es la posibilidad de que los tres Magos fueran testigos de una conjunción planetaria especialmente brillante, tanto como para hacerles creer que se trataba de una nueva estrella. Pero, ¿hubo alguna conjunción planetaria de este tipo entre los años 7 y 2 A.C.? La respuesta es que sí. Los astrónomos han determinado que, en ese intervalo temporal, se produjeron varios fenómenos planetarios que podrían haber sido interpretados como la estrella de Belén.

El primero de ellos fue en el año 6 A.C., y se produjo entre Marte, Júpiter y Saturno, y sucedió en la constelación de Piscis. Los tres planetas formaron una brillante figura geométrica en el cielo que debió de ser de gran belleza y capaz de llamar la atención de cualquiera. Otra posibilidad es la 'triple conjunción' de Júpiter y Saturno entre los meses de mayo y diciembre del año 7 A.C. Los 'pasos' de Júpiter sobre Saturno se produjeron el 29 de mayo, el 30 de septiembre y el 5 de diciembre de ese año.

No cabe duda de que todos estos eventos fueron perfectamente visibles, pues sucedieron en la cara nocturna de la Tierra. Los dos planetas, además, brillaron el uno muy cerca del otro durante ocho largos meses, el tiempo que se estima necesario para que los Reyes Magos cubrieran los cerca de mil kilómetros de distancia entre Babilonia y Judea.

No obstante, la que seguramente fue la más brillante de las conjunciones planetarias de esa época fue la que se produjo entre Venus y Júpiter en la constelación de Leo el 12 de agosto del año 3 A.C. Los dos planetas brillaron ese día extraordinariamente cerca el uno del otro.
Y cuando Venus se retiró, Júpiter permaneció junto a Leo por lo menos durante diez meses más, sumando su brillo al de la estrella. Si el encuentro de los tres Reyes Magos con Herodes se produjo durante la primavera del 2 A.C., las fechas encajarían a la perfección.
De hecho, tras su primer encuentro y después de que Júpiter y Leo siguieran brillando juntos en el cielo, Venus regresó a la zona y se alineó con Júpiter en junio del 2 a.C. El día 17 de ese mes los brillos de los dos planetas fueron tan intensos que llegaron a confundirse.

Los dos planetas bajaron juntos y lentamente hacia el horizonte a medida que sus brillos se iban confundiendo. Hacia las ocho y media de la tarde, hora local de Jerusalén, prácticamente se habían fundido en un único y luminoso astro. En un tiempo en el que no había instrumentos de observación, ni lentes de sol, es muy probable que los observadores no fueran capaces de distinguir los dos objetos individuales y que sólo percibieran un único y brillante destello sobre los cielos de Judea.

¿Fue esto lo que vieron los Reyes Magos? Para la ciencia es difícil asegurarlo. Lo único cierto es que esas alineaciones se produjeron, y que fueron claramente visibles en una época que coincide con la del relato bíblico.

Juzguen ustedes amigos lectores.

*Texto original: blogs.abc.es