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Jueves, 24 de Septiembre de 2009

El día que el periodismo mató a Dios

© William Grimes

Cualquier periodista quiere escribir un artículo que sea la sensación, y John T. Elson, editor de temas religiosos en la revista Time, no era una excepción. Pero en 1966 consiguió más de lo que hubiera podido esperar.
Durante más de un año, Elson había trabajado en un artículo que examinaba radicales nuevas aproximaciones a la idea de Dios que había ido ganando contenido en seminarios, universidades, y con el público en general.
Una vez completado, se convirtió en portada del ejemplar del 8 de abril, según se acercaba la Semana Santa. La propia portada atrapaba tu atención, la primera en los 43 años de historia de la revista en aparecer sin fotografía o ilustración alguna. Letras gigantes en color rojo sangre contra un fondo negro deletrando la pregunta «¿Dios ha muerto?»
El ejemplar causó una sensación sólo igualada por el comentario hecho por John Lennon meses después en una revista para adolescentes afirmando que The Beatles eran más famosos que Jesucristo. El ejemplar con el «¿Dios ha muerto?» resultó ser el ejemplar más vendido en más de 20 años y provocó 3.500 cartas al director, el mayor número en su historia. Permanece como un momento clave de la década de los 60, testimonio de los cambios sociales que transformaban a los Estados Unidos.
El tranquilo y estudioso Elson, fallecido el pasado 7 de septiembre a la edad de 78 años, no era en realidad un sensacionalista, y su artículo, para cualquiera que decidiera pasar de la portada, reflejaba su exquisita formación académica. Tibiamente titulado en el interior como «Hacia un Dios Escondido» comenzaba así: «¿Dios ha muerto? es una pregunta que excita tanto a los creyentes, quienes secretamente temen que así sea, como a los ateos, quienes probablemente sospechan que la respuesta es no».
Durante seis páginas los lectores eran guiados a través de una controversia teológica y un panorama religioso en desplazamiento. Estaban sucediendo profundos cambios en la relación entre los creyentes y su fe, que se expresaban a través de las palabras de gente tanto eminente como ordinaria, enfrentandose a problemas fundamentales. Se citaba a Simone de Beauvoir, Claude Lévi-Strauss, Billy Graham o William Sloane Coffin. Pero también a un paseante en Tel-Aviv, a una clérigo holandesa y a un guionista de Hollywood.
Más de 30 corresponsales en el extranjero fueron implicados en el proyecto, llevando a cabo hasta 300 entrevistas para medir el pensamiento contemporáneo sobre Dios y el mundo.
«Secularización, ciencia, urbanización, todo hace comparativamente fácil para el hombre moderno preguntarse dónde está Dios ahora y difícil para el hombre de fe dar una respuesta, incluso a sí mismo» escribió Elson.
John Truscott Elson había nacido el 29 de abril de 1931 en Vancouver. Su padre, Robert T. Elson pasó de reportero en Canadá a editor de alto nivel en Time y Life, y ayudó a escribir dos volumenes de la serie de tres Time, Inc., la historia oficial de la revista. Murió en 1987.
John Elson fue educado en la Escuela de San Anselmo en Washington, y recibió su título de bachiller en 1953 en Notre Dame, además de un título de maestro en Inglés en Columbia en 1954.
Ese año se casó con Rosemary Knorr. Ella cuenta que su marido muere en su casa de Manhattan después de dos años de salud muy delicada. Sobreviven a Elson también dos hijos, Hilary Elson Alter y Amanda Elson; dos hermanas, Elisabeth Elson y Brigid Elson, un hermano, R. Anthony Elson, y un nieto.
Después de servir para la fuerza aerea en Japón, Elson trabajó para la agencia de prensa canadiense antes de ser fichado por Time y ser asignado a sus oficinas en Detroit. Como editor comenzó desde abajo, trabajando en distintos departamentos, llegando a alcanzar el puesto de editor jefe. Colaboró en la edición de todas las secciones de la revista excepto la dedicada a los negocios. Se retiró en 1987 pero siguió escribiendo para la revista hasta 1993.
Como editor de temas religiosos Elson dejó su más profunda huella. Escribió numerosos artículos de portada sobre temas religiosos, y su «¿Dios ha muerto?» fue el décimo. Su seria cobertura sobre estos temas y argumentos hasta entonces sólo era posible encontrarla en revistas más especializadas.
«Era Católico, con C mayúscula, y con c minúscula en sus intereses, profundamente y ampliamente leído» dice Jim Kelly, antiguo editor jefe de Time en una entrevista concedida la pasada semana. «Su capacidad para absorber una gran cantidad de información y transformarla en una historia legible era asombrosa».
Sin duda Elson tocó un nervio. Los clérigos respondieron al desafío lanzado por la portada con el «¿Dios ha muerto?» en sus sermones dominicales. Las publicaciones y periódicos religiosos también se lanzaron. El titular que muchos leyeron no como una pregunta sino como un simple «Dios ha muerto» provocó una gran sensación.
«Su fea portada es un desafío blasfemo y, tratándose de las vísperas de Semana Santa, una afrenta a cualquier judío o cristiano creyente» escribía un lector. Otros escribieron también para explicar su fe de forma fervorosa. Los ateos se limitaron a regodearse.
Algunos consiguieron explicar sus sensaciones con una sola palabra. Norine McGuire desde chicago respondió al bombazo de Time con un simple «Señor: No». Inmediatamente debajo de su carta Time incluyó la de Richard L. Storatz desde Notre Dame, que decía: «Señor: Sí».

Visto en La Media Hostia.

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Sábado, 12 de Septiembre de 2009

Idea de cuerpo

Cuerpo (Idea de) / Materialismo filosófico / Materialismo corporeísta / Sujeto operatorio como sujeto corpóreo

La Idea de «Cuerpo» ocupa un lugar privilegiado en el sistema del materialismo filosófico. El materialismo filosófico no es, desde luego, un corporeísmo (en cualquiera de sus versiones, como pudiera serlo la del corpuscularismo de los atomistas griegos) porque no reduce la materia a la condición de materia corpórea [ver aquí y aquí]. Hay materias incorpóreas, y no solamente contando con la materia segundogenérica o terciogenérica, sino también contando con contenidos propios de la materia primogenérica [ver aquí y aquí] (una onda gravitacional einsteiniana [h=g-g0] determinada por una masa corpórea que deforma el espacio-tiempo, no es corpórea ni másica; algunos físicos llegan incluso a considerarla como una «onda inmaterial» denominación absurda desde el punto de vista materialista, que sólo se explica en el supuesto de una ecuación previa entre materia y corporeidad).
Sin embargo, la materia corpórea, los cuerpos, no son «un tipo de realidad entre otros» o incluso un tipo de realidad comparativamente irrelevante, sobre todo cuando se tiene en cuenta «la amplitud inabarcable de los procesos materiales que nos abre la perspectiva de la materia ontológico-general» [ver]; porque no es imposible fingir la posibilidad de situarnos en la perspectiva de esa materia ontológico-general en un momento «anterior» a la «aparición de los cuerpos» entre otros millones y millones de seres, como es imposible fingir, al modo de la Ontoteología, que podamos situarnos en la perspectiva de un Dios creador en el momento anterior a la «aparición de los Espíritus» (Querubines, Serafines…., Arcángeles…). Nuestros punto de partida es siempre el «mundo de los cuerpos». Y aun cuando desde un punto de vista ontológico regresemos a una perspectiva global desde la cual los cuerpos se nos den como una mera subclase de realidades (y ello, tanto si esta perspectiva global es la de la Ontoteología neoplatónica, como si es la perspectiva del «vacío cuántico», o de la Doctrina de los Tres Géneros de Materialidad), no cabe fingir que podamos situarnos en algún tipo de realidad incorpórea, aunque se postulase como material, para deducir o derivar de ella a los cuerpos, como pretenden algunos físicos contemporáneos (pongamos por caso Gunzig o Nordon cuando postulan un «vacío cuántico» y unas «fluctuaciones cuánticas» dadas en ese vacío y capaces de «desgarrar» el espacio-tiempo de Minkowski para dar lugar al mundo de los cuerpos sin necesidad de pasar por una singularidad correspondiente a un big-bang).
Es imposible evitar el «dialelo corporeísta»: para «deducir» a los cuerpos hay que partir ya de los cuerpos. En efecto, la «deducción», como cualquier otra deducción racional, implica la actividad de un sujeto operatorio; pero el sujeto operatorio es un sujeto corpóreo (las operaciones racionales son operaciones «quirúrgicas», que consisten en separar o aproximar cuerpos) [aquí, aquí y aquí]. Lo que decimos de los cuerpos, por tanto, respecto de la realidad (o del Ser) en general, tenemos que decirlo también de los vivientes, respecto de los cuerpos: los vivientes orgánicos (descartado, por supuesto, el hilozoísmo) constituyen una subclase relativamente insignificante en proporción con la extensión desbordada de los cuerpos abióticos; sin embargo, no cabe fingir que nos situamos en el plano de los cuerpos en general, puesto que el sujeto operatorio no es solamente un cuerpo, sino un cuerpo viviente. Y no habiendo ninguna razón para suponer que puedan existir vivientes incorpóreos (es decir, espíritus) será preciso concretar la referencia del materialismo filosófico a los cuerpos a través de los sujetos corpóreos vivientes, redefiniendo al materialismo, en cuanto opuesto al espiritualismo, como la concepción que afirma la condición corpórea de todo viviente. Afirmación que no implica la recíproca, por cuanto la tesis según la cual todo viviente es corpóreo no implica que todo ser corpóreo haya de ser viviente. Ahora bien, un sujeto operatorio solamente puede desarrollar su actividad entre otros cuerpos de su entorno. El «mundo de los cuerpos» se nos presenta, por tanto, como el mismo espacio práctico (operatorio) de los sujetos racionales y la conservación de los cuerpos de estos sujetos corpóreos como la «primera ley» de la sindéresis, como el principio mismo de la ética [aquí]. Es preciso, en conclusión, partir de los cuerpos y regresar desde ellos, a lo sumo, a la materia incorpórea, pero sabiendo que el progressus [aquí] desde esta materia a los cuerpos, no es originario, sino, en virtud del «dialelo corpóreo», dialéctico.
Por lo demás, la importancia de estas consideraciones es muy grande, sobre todo por sus consecuencias críticas en relación, principalmente, a ciertas formulaciones actuales del llamado «principio antrópico», particularmente del llamado «principio antrópico final». Si quienes lo postulan llegan a afirmar que «la evolución del universo, desde su originario estado de plasma electrónico, está orientada a hacer posible la vida formada sobre el carbono» (Wheeler: «El Universo es tan grande [y, por tanto, en función de la teoría de la expansión, tan viejo] porque sólo así el hombre pudo estar aquí») es simplemente porque, ignorando el dialelo corpóreo, creen poder situarse en un plasma electrónico sustantivado, o incluso en un vacío cuántico anterior a los cuerpos, cuando, en rigor, aquel plasma o este vacío, como cualquier otra disposición de la materia primogenérica (no sólo incorpórea, sino incluso abiótica), sólo puede sernos dada desde la perspectiva del «mundo de los cuerpos» sobre los que actúan los sujetos operatorios corpóreos.

El materialismo filosófico prescribe partir, por tanto, del sujeto operatorio actuando ante otros cuerpos, así como del análisis de las condiciones («fenomenológicas») implícitas en esta situación dialécticamente originaria. Este análisis nos permitirá, por ejemplo, precisar que el «punto de partida» no es tanto la consideración de la «inserción del hombre en el mundo» (consideración que arrastra una excesiva construcción metafísica: «Mundo», «Hombre»), sino la constatación de la actuación de sujetos operatorios concretos (dados en el campo antropológico-histórico) ante cuerpos de su entorno también muy precisos, y en esto cabe cifrar el «privilegio» que el materialismo filósofico reconoce a los cuerpos, y más precisamente, a los cuerpos vivientes, puesto que los sujetos corpóreos son organismos en el conjunto de la realidad, de la materia. El análisis fenomenológico de la misma actuación de los sujetos operatorios (en operaciones tales como «empuñar una hacha de silex», «disparar una flecha», pero también «masticar» o «aprehender el alimento») nos permite constatar la condición apotética de los cuerpos a los cuales el sujeto corpóreo aplica sus operaciones [aquí, aquí, aquí y aquí].
Los cuerpos se presentan al sujeto operatorio como volúmenes sólidos (o próximos al estado sólido o al menos dados en función de este estado) más o menos alejados del propio sujeto que se aproxima a ellos, para componerlos o desgarrarlos (a fin de llevárselos a la boca) o para huir de ellos: los cuerpos son originariamente, desde el punto de vista fenomenológico, «bultos» y aun bultos animados (es decir, otros sujetos operatorios, humanos o no humanos: «bulto» procede de vultus = rostro); los cuerpos son, por tanto, volúmenes tridimensionales y su tridimensionalidad habrá que considerarla como constitutiva de la propia estructura de los cuerpos, es decir, no podrá ser «deducida» o «derivada» (y esto en virtud del «dialelo corpóreo») a partir de cualquier tipo de realidad incorpórea n-dimensional (apelar a la «estructura tridimensional del ojo» que percibe los cuerpos tridimensionales para explicar la tridimensionalidad de los mismos, como hacía H. Poincaré, es incurrir en el dialelo con el agravante de tratarlo como si fuese un principio explicativo; fundar la tridimensionalidad del universo físico alegando el «principio antrópico», como hacen algunos defensores del «principio antrópico fuerte», es también incurrir en el dialelo corpóreo). Los espacios n-dimensionales son construcciones lógico-matemáticas (no físicas) derivadas de los espacios corpóreos. Por ello la pregunta: «¿por qué los cuerpos de nuestro entorno son tridimensionales y no tetra, penta o n-dimensionales?» es capciosa, porque supone que pueden existir cuerpos de más de tres dimensiones, cuando lo que sucede es que si el mundo de los cuerpos no tuviese tres dimensiones no sería mundo porque el sujeto operatorio tampoco sería corpóreo.
El mundo de los cuerpos tiene, por tanto, el privilegio gnoseológico de ser el horizonte obligado desde el cual se desarrolla el regressus hacia tipos de realidad material no corpórea; pero este privilegio gnoseológico no ha de confundirse con un privilegio ontológico, en el sentido del materialismo corporeísta. Aun cuando, en virtud del «dialelo» todos los contenidos corpóreos abióticos, pero también los contenidos incorpóreos del Mundo, hayan de considerarse como determinados a partir del Mundo constituido a escala de los sujetos corpóreos vivientes (hombres y animales, por lo menos a partir de los celomados, en cuanto se conforman como «cavidades» en el conjunto del Mundo de los cuerpos) sin embargo es evidente que la misma dialéctica del progressus al mundo de los cuerpos, tras el regressus a lo incorpóreo material, nos obliga a retirar cualquier tendencia a la sustancialización del mundo fenoménico de los cuerpos en beneficio de una visión de este mundo como mundo de apariencias, si no de apariencias subjetivas, sí de apariencias objetivas (de los cuerpos ante otros cuerpos), dadas en función, no solamente de materiales incorpóreos especiales (ondas electromagnéticas o gravitatorias), sino también de la materia ontológico general. Esta conclusión obliga, a su vez, al materialismo filosófico a retirar cualquier tendencia a concebir el Universo de forma que se aproxime al tipo de una Scala Naturae, según la cual fuera posible establecer, como un primer escalón, una primera capa abiótica, o incluso incorpórea, a la que sucesivamente fueran agregándose los restantes «niveles emergentes de complejidad» hasta llegar al hombre. La teoría de los escalones según niveles de complejidad es uno de los resultados del desconocimiento del dialelo corpóreo-viviente (si es más baja la complejidad de ciertos niveles de integración es debido a que proceden del análisis de niveles de complejidad comparativamente superior, pero no porque lo sean en sí mismos). La capa de complejidad «más baja» que se supone dada en el intervalo que va de 0 a 10-43 segundos en la «singularidad originaria», no constituye, en definitiva, el «primer escalón ontológico» del universo material, sino, a lo sumo, el «primer escalón gnoseológico» establecido desde las categorías físicas [aquí].

Artículo del Diccionario filosófico, de Pelayo García Sierra.

Un espacio para dudar. Ateos, agnósticos, escépticos. Reflexión, ensayo, debate. Arte y literatura. Humanismo secular.
Jueves, 27 de Agosto de 2009

Sam Harris entrevistado por Bill Maher

Encomiable trabajo de traducción de Ismael Valladolid Torres (La Media Hostia).
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Sábado, 22 de Agosto de 2009

La religión es una risa

Va de broma: humor ateo


© Dorene Braun
Norfolk Brights Examiner
Traducido para Rebelión por Anahí Seri

Tal vez sea cierto que sólo el sexo y la política inspiran más humor que la religión. Sin embargo, mientras que incluso los políticos se ríen de la política, y de la mayoría de quienes hacen bromas sobre el sexo se puede afirmar que han tenido experiencia de primera mano sobre lo ridículamente divertido que puede llegar a ser el sexo, en cambio, el humor religioso parece proceder casi exclusivamente de quienes rechazan la religión.
Los teístas tampoco se cortan a la hora de ridiculizar a los no teístas, pero no parece que los chistes sobre los ateos sean, ni de lejos, igual de populares en Internet. Quizás el humor dirigido hacia los ateos simplemente no sea tan divertido, o sólo pueda ser malévolo. Así lo cree quien esto suscribe, aunque debe admitir que ella no es imparcial. Es prácticamente seguro que los teístas se sienten igual de ofendidos por el humor de los ateos.
En cualquier caso, hay tantas cosas en el ciberespacio para entretener e iluminar a los brights [1] que de vez en cuando hay que mencionarlo. Lo que sigue no es más que una pequeña muestra.
El sitio web del ateísmo positivo mantiene la Big List of Quotations (lista de grandes citas) así como un generador aleatorio de citas que proporciona una cada vez que se visita la página web. Para quienes disfrutan echando un vistazo ocasional a sitios como «Astronomy Picture of the Day» o la definición diaria del «Urban Dictionary», el generador aleatorio de citas puede aportar una cita diaria que nos hace reflexionar y en ocasiones nos provoca una carcajada.
El sitio web Godless Geeks (Cretinos Descreídos) incluye una página con cientos de pruebas de la existencia de Dios, comenzando con clásicos como el argumento ontológico o el teleológico para pasar después al argumento de los milagros, el argumento del argumento o el argumento de la depresión clínica no tratada.
Después del artículo en el que se mencionaba a los Cuatro Jinetes del Contra apocalipsis, un lector ha enviado un enlace a un cómic sobre el apocalipsis ateo ofrecido por Subnormality.
La National Secular Society (NSS) (Sociedad Nacional Laica) del Reino Unido ofrece certificados de desbautizo, que pueden adquirir quienes deseen deshacer su bautizo. Si bien la NSS afirma que los certificados son algo humorístico, los que han abandonado la religión en pro del racionalismo se están tomando en serio los desbautizos, y algunos incluso participan en ceremonias de desbautizo antes de solicitar que sus nombres se eliminen de los registros bautismales de la iglesia. En Gran Bretaña se han descargado más de cien mil certificados, y las ceremonias de desbautizo también se celebran en USA.
Los residentes de Norfolk no tiene más que ir que al sitio web Science and Reason in Hampton Roads donde hallarán varias páginas de humor; entre ellas, Ciencia Creacionista 101, pegatinas para libros de texto y «Por qué no te quieres casar con un científico».
Como dice el proverbio, Todo aquello que merece ser tomado en serio merece ser objeto de broma.

Más «humor ateo».

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Domingo, 2 de Agosto de 2009

¿El boom del ateísmo?


BBC Mundo
Redacción

En el Reino Unido esta semana abrió un campamento de verano un tanto particular: a Dios no le está permitido entrar.
Es que no lo organizan los scouts ni grupos religiosos.
Camp Quest es el primero pensado para jóvenes de padres ateos. La idea es fomentarles el pensamiento crítico a niños de entre 7 y 17 años y que disfruten un campamento «libre de dogmas religiosos».
Está «dedicado a mejorar la condición humana a través de la investigación racional, el pensamiento crítico y creativo, el método científico… y la separación de la religión y el Estado», aseguran los organizadores.
Los niños también jugarán, claro.

¿Nueva militancia?
La idea de este tipo de campamentos, que ya se realizan desde hace 13 años en Estados Unidos, coincide con una necesidad expresada por Richard Dawkins, biólogo evolutivo británico y uno de los principales defensores del ateísmo.
Dawkins, conocido por su beligerancia antirreligiosa, ha escrito el libro El espejismo de Dios, un manifiesto sobre la no existencia de un creador divino, y El gen egoísta, entre otras obras.
Dawkins aboga por una nueva militancia que defienda el derecho de las personas a expresar libremente el hecho de no creer en Dios. Y que esto se traduzca en una mayor presencia de los no creyentes en la sociedad.
Ha emprendido campañas a favor del ateísmo y el libre pensamiento como la Out Campaign (Campaña para darse a conocer), donde se insta a los no creyentes a que «salgan del clóset» y se «liberen» porque, se asegura, «los ateos son más numerosos que lo que la mayoría de la gente piensa».
Pero no se trata solamente de darse a conocer. La idea es tener voz y voto en las discusiones sobre aspectos fundamentales en la sociedad. Así como cuando se hacen consultas para resolver dilemas se llama a grupos religiosos para que participen en el debate, cada vez más personas en todo el mundo están señalando que hace falta el punto de vista de quienes no tienen a un dios como punto de referencia de su código moral.
Esto además de asuntos más pragmáticos. Tradicionalmente las religiones han tenido un monopolio cuando se trata de acompañar a la gente en momentos cruciales de su vida. Los ateos están buscando una alternativa que le pueda ofrecer a quienes piensan como ellos una alternativa que no choque con su forma de pensar. Se trata, por ejemplo, de hacerle fácil a una familia en duelo marcar el momento con algún tipo de ceremonia que no les genere un problema moral.

Ateísmo sobre ruedas
El Reino Unido ya había mostrado estar a la vanguardia de estos movimientos cuando el año pasado los tradicionales autobuses de Londres empezaron a circular con clic un llamativo afiche.
«Probablemente Dios no existe así que deja de preocuparte y disfruta tu vida», podía leerse.
La campaña atea fue organizada por The British Humanist Foundation (Fundación Humanista Británica) y apoyada por Dawkins.
La idea fue imitada en algunas ciudades españolas, clic con Barcelona a la cabeza.
El promotor en la capital catalana fue Albert Riba, presidente de la Unión de Ateos y Librepensadores de España, que agrupa a siete asociaciones en todo el país.

«Parecía que éramos dos o tres»
Riba le dijo a BBC Mundo que el objetivo de la campaña fue «darle visibilidad a los ateos, que parecía que éramos dos o tres en España y debatir cuál era nuestro papel social, posicionarnos».
Aseguró que la Unión busca «transmitir que la moral de un ateo vale lo mismo que la de un católico. Eso la ciudadanía lo está empezando a entender pero la estructura eclesial, no».
Riba explicó que los objetivos son «defender la libertad de conciencia, luchar por un Estado laico y difundir el pensamiento ateo». También se «pretende pararle los pies a las religiones que tienen un alto grado de agresión y buscan imponer su forma de pensar».
Consultado sobre si existe una nueva militancia del ateísmo, Riba dijo: «No queremos ni podemos salvar a nadie, ni vamos a enviar misioneros para decir que la salvación es el ateísmo. No vamos a hacer militancia en ese sentido, sino para crear puentes de diálogo».

¿Qué pasa en América Latina?
La región cuenta, por ejemplo, con las dos mayores feligresías católicas del mundo: Brasil y México. Y otras religiones también mantienen una sólida presencia.
Sin embargo, en una zona tradicionalmente fértil para la creencia divina, el movimiento ateo avanza, lentamente, y ya cuenta con algunas organizaciones e iniciativas.
En Colombia los ateos han empezado a salir del clóset.
El Manual de Ateología, escrito por 16 personalidades que niegan o dudan de la existencia de Dios se convirtió en un éxito de ventas, toda una sorpresa en un país donde el 90% de la población se declara cristiana.
En tanto, en Argentina, el año pasado se organizó el primer congreso de ateos.
Fernando Lozada, presidente del Congreso Nacional de Ateísmo, delegado de la Asociación Civil de Ateos en Argentina y promotor del evento, le dijo a BBC Mundo que «ahora la gente se anima más a decir que es ateo. Pasa lo que pasó con los grupos gays, la gente se anima a luchar por sus derechos, pero estamos en los inicios».
Lozada explicó que se busca, entre otras cosas, «lograr que el ateísmo no sea mal visto en la sociedad, que logre el respeto como cualquier otra ideología o religión».
Y le contó a BBC Mundo que en marzo de este año fue parte de una apostasía (negar la fe recibida en el bautismo y renunciar a la Iglesia Católica) en la que participaron 1.500 personas. «Como puede pasar con cualquier partido político o equipo de fútbol, uno debe poder desafiliarse».
Lozada, que había sido bautizado y renunció en este evento, aseguró que «lo vio importante como un movimiento político, como una manera de presionar. Que las leyes estén influenciadas por una moral católica no es totalmente democrático, hace que haya que militar políticamente, no en el sentido partidario proselitista, sino social».
Campamentos, autobuses y manuales… los ateos empiezan a mostrar su fervor (¿religioso? No, gracias), pero ¿estamos ante un nuevo movimiento?

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Jueves, 23 de Julio de 2009

Disculpe, soy ateo

¿Debo disculparme por ser atea?

© Glennys Álvarez
Publicado en Sin Dioses

Como atea, siempre he sentido que camino en cuclillas, sobre la preocupación de lo que pueda despertar este hecho en mi interlocutor. Igual que el homosexual en el ejército, recurro al silencio para nadar mejor dentro de la intolerancia disfrazada de ofensa, donde los dardos lanzados no pasarían la prueba frente al propio lanzador.
Entre mis pasos existe siempre una disculpa por no creer e inagotables razones se quedan en pensamientos mientras permito, respetuosamente, que los demás hablen libremente sobre sus dioses y doctrinas.
Y es que descartar la religión en un mundo esencialmente creyente no es poca cosa; hay que estar bien preparado para justificar la «herejía» frente a todos, hasta los más cercanos. Es allí donde inicia su camino la intolerancia y yo, en mi condición de mujer nacida y criada en el tercer mundo, he desarrollado un buen radar para detectar discriminaciones.
Los que me conocen saben que disfruto de la ciencia, el periodismo científico no es sólo mi trabajo sino también mi pasión, me angustio ante noticias sensacionalistas (al estilo Muy Interesante) que echan por el suelo el elegante trabajo que realizan los investigadores. Como afirmó elocuentemente Richard Dawkins (sí, él otra vez) durante el documental Enemigos de la razón: «la ciencia es la poesía de la realidad»; es precisamente por comentarios así que lo cito tanto.
Que los humanos hayamos desarrollado herramientas para conocernos como especie y al mundo que habitamos, es lo que me impulsa a escribir columnas como éstas. No obstante, la investigación científica es un imán para los aclamadores de dioses. Inevitablemente, si es usted un seguidor fiel de escrituras sagradas, es posible que no esté de acuerdo con gran parte del desarrollo científico. Creo que esas personas que toman sus escritos divinos con fidelidad fundamentalista deberían de optar por vivir estilos de vida mucho más radicales y apartarse, no sólo de lo que supuestamente es pecado (algo imposible para cierta mayoría), sino también de todo el desarrollo científico cuyas conjeturas contradigan las explicaciones en sus libros: desde el uso de los fotones que se desprenden de cada bombillo en su hogar hasta las vacunas que salvan la vida de millones y cuyas gotas dejamos correr por la garganta de nuestros hijos.
Pero es curioso como las personas adecuan sus pensamientos por más contradictorios que éstos sean (¿recuerdan el hemisferio intérprete?). El conjunto de esos avances científicos integrados a la vida moderna (casi todo, realmente), es aceptado, asimilado y utilizado sin reparar en el conocimiento que lo hace posible. Es plausible aceptar la terapia genética sin relacionar que esos mismos discernimientos sobre la molécula del ADN que la admiten, están vinculados al proceso de la evolución y que compartimos porcentajes variados de ella con los demás animales. Estas implicaciones, sin embargo, pueden ser pasadas por alto, objetadas y rechazadas por las mismas personas que aceptarán la terapia para salvar sus vidas.
Y ni hablar de cuando un científico mete la pata. No sólo se convierte en el microbio que pudre las demás manzanas en el canasto, sino que se intenta desmentir todo lo demás. Precisamente por ello, la ciencia misma se mide con un sinnúmero de autorestricciones; si no fuera así no hubiese forma alguna de diferenciar lo que tiene validez científica de lo que no la tiene. Por ejemplo, si emito una opinión basada en experimentos, la gente pregunta enseguida ¿cómo saben eso?, ¿cómo lo descubrieron?, ¿y qué pruebas tienen? Necesariamente, los investigadores están obligados a realizar experimentos a «doble-ciego», introducir el efecto placebo en sus resultados y luego enviarlo a un consorcio de colegas elegido por otros investigadores, para que lo revisen. Todo esto con el propósito de filtrar errores, producir evidencias confiables, desenmascarar estadísticas que vayan más allá de la pura circunstancia y desentrañar la realidad de la experiencia puramente subjetiva. Aún así se cometen errores.
Ahora bien, las creencias religiosas no pueden ser sujetas a observaciones bajo ese mismo microscopio detallista que usamos para la ciencia; al final de las observaciones, únicamente encontraríamos respuestas basadas en la fe, en la experiencia subjetiva de los que creen, todo lo demás se cae bajo la lupa científica. Los escritos en los libros sagrados contradicen la explicación que poseemos hasta el momento sobre el Universo y la evolución de la vida sobre la Tierra. Estará en cada creyente encontrar su forma de enmendar estas contradicciones. En este sentido, mucha gente estructura rutas paralelas entre sus creencias y la ciencia.
Muy bien, digo yo, perfecto.
Pero la religión, por naturaleza, es impositiva y predicativa. Un sinnúmero de religiosos desea interceptar los caminos, convertir, no sólo a los ateos, agnósticos y demás ovejas descarriadas, sino también a los creyentes de otras religiones (aquí en mi país, testigos de Jehová, evangélicos y mormones han desarrollado una acelerada y extendida estrategia de reclutamiento), para atraerlos hacia una nueva verdad con interpretaciones recientes del mismo viejo versículo y que se den cuenta que han estado venerando a su dios de la forma equivocada.
El otro día, a raíz de la muerte de Michael Jackson, alguien en la oficina expresó que el espíritu de la celebridad ahora estaba en un proceso complejo hacia cierto estado que, según pude interpretar, se asemeja a esas nuevas ideas que tienen los creyentes liberales sobre el cielo.
Pregunté, esta vez en voz alta, ¿y cómo es que sabes eso?
Pero la respuesta a esa pregunta cambia de acuerdo con el libro que adores, la cultura que te haya acogido, los padres que te hayan criado, los caminos distintos que hayan tomado tus neuronas y hasta tu edad. De hecho, he escuchado y leído tantas versiones sobre lo que pasa después de la muerte que responder: «la verdad es que no sé, aunque deduzco que nada», me regala una apacible satisfacción que sólo yo disfruto.
Hay una infinidad de cosas que desconozco, no por ello voy a darle la explicación que más me satisfaga, tampoco se me ocurre la más extraordinaria y difícil de explicar, prefiero esperar a que lo resolvamos con las herramientas que hasta el momento poseemos. ¿Qué hay de malo en eso?
En las últimas semanas, he leído las críticas de varios teólogos hacia el Nuevo Ateísmo (y los nuevos ateos), ese que discute sin miedo en vez de pedir disculpas por no creer. El ateo que aboga por un mundo donde la religión se mantenga en los lugares más apropiados: los hogares creyentes, las iglesias y los templos; fuera del gobierno, de las leyes y de la educación pública. Es un paso enorme frente a mi forma apologética de no creer y no puedo negar que me gusta. A todos nos gusta descubrir grupos que hablen nuestro idioma y nos dejen ser, sin disculpas ni justificaciones: si yo respeto, ¿por qué no exigirlo también?
Pero en el mundo de los humanos las cosas nunca son tan simples. La religión organizada tiene poder, poder para interferir en las leyes e imponer sus pensamientos sobre mi vida y mis decisiones. La religión predica y exige una moral que ni siquiera sus propios miembros pueden seguir y, obstaculiza, con historias absurdas sobre el mundo, lo que hemos logrado descubrir hasta el momento. Que mi vecino le enseñe a su hijo que el mundo fue creado en seis días y uno fue usado para descansar (o cualquiera que sea su versión), no es, en mi opinión, mi problema, el conflicto para mí inicia cuando esa misma opinión es expresada por la profesora del mío en el colegio.
Hagamos una pequeña prueba. Imagine que, así como ha pasado tantas veces y continúa ocurriendo, una tribu de habilidades superiores invada su ciudad, domine a los gobernantes e imponga rituales distintos, dioses con nombres diferentes y nuevas normas. Que obliguen a todos a rezar oraciones nuevas y enseñen en las escuelas otras verdades escritas en el extraño libro. En un predicamento similar vivimos millones de personas, desde ateos y agnósticos hasta cristianos y musulmanes de distintas denominaciones y en diferentes partes del mundo, ultrajados por no pertenecer a la religión dominante. Si alguna Iglesia (en mi país es todavía la católica) es hermana del Estado, todo el que no pertenezca no puede sentirse gobernado justamente. Si aceptamos la libertad de expresión, no podemos, por lo tanto, permitir que las leyes se basen en interpretaciones específicas de un culto sobre un único libro.
Como ponderaba un amigo una de estas tardes calurosas cuando el anhelo por más libertades y un asomo de justicia le arrebató un suspiro, «sólo un religioso podría enorgullecerse de “ser hombre de un solo libro”».

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Martes, 14 de Julio de 2009

Razones para ser ateo

© Raymond Tallis
Traducción de Anahí Seri

He sido más o menos ateo desde que era un adolescente, si bien, habiendo estado tempranamente expuesto, primero al catolicismo y luego a la fe anglicana, probablemente fue algún tiempo después cuando me deshice totalmente del sentimiento de que podría estar esperándome un ascenso póstumo. Recientemente me invitaron a participar en un debate en la Feria del Libro de Glasgow, para debatir sobre ateísmo con el filósofo Julian Baggini y con el humanista y escritor de novelas de detectives Cristopher Brookmyre. Nos pidieron que comenzáramos explicando las razones por las que somos ateos. Yo me estaría engañando a mí mismo si pensara que conozco la razón que más ha contribuido a mi actual feliz estado de descreimiento, y menos aún la razón que ha sido la más decisiva.
Hay malas y buenas razones para decidir que uno es, o debería ser, ateo, y sospecho que las malas razones pueden tener más peso. La peor razón para no creer en Dios (aunque no parezca una mala razón a primera vista) es que no hay pruebas de Su existencia. Es una mala razón a favor del ateísmo porque nadie se pone de acuerdo sobre lo que constituiría una prueba. Los milagros, las escrituras, el testimonio de los sacerdotes y profetas, etc., todo eso puede rechazarse sobre una base empírica; pero para algunas personas, el hecho de que nos comuniquemos de forma inteligente entre nosotros, o de que el mundo muestre un orden, o incluso de que haya algo en lugar de nada, es prueba suficiente de que hay un Creador que no sólo hizo el mundo sino que también hizo que el mundo fuera habitable e inteligible para nosotros. Así pues, apelar a las pruebas, o a la ausencia de éstas, nunca será concluyente.
Otra mala razón para ser ateo es la hostilidad hacia las instituciones religiosas por el comportamiento delictivo de los creyentes, o más en general, por los males que la religión organizada ha deparado al mundo. Estoy seguro de que esto tuvo su importancia en mi propio caso. Todas las mañanas, cuando el sacerdote católico local pasaba por delante de nuestra casa, de camino a la Iglesia de San Austin, mi padre soltaba un improperio sobre su malevolencia y, sobre todo, la hipocresía de los clérigos. Por tanto, llegué a la madurez completamente convencido de la doctrina de Lucrecio «Tantum religio potuis suadere malorum» («Tan poderosa fue la religión para persuadir de hechos malvados»).
Un mayor conocimiento de la historia me hizo aún más consciente de las abominaciones que se han inflingido a los seres humanos en nombre de la religión: la crueldad sectaria, guerras confesionales indescriptiblemente crueles, la opresión de las mujeres (y la obsesión destructiva y cruel que tienen los curas con todo lo que entra y sale de la pelvis femenina), y una alineación cínica y oportunista con los poderes temporales para mantener un status quo injusto que beneficiaba a unos pocos en la cumbre y mantenía a la mayoría sojuzgada. Ni siquiera los santos me parecían muy atractivos. Su comportamiento era con frecuencia obtuso, ridículo o repulsivo. Uno de los ejemplos que más valoro es el de Santa Catarina de Siena, quien deseaba impresionar a Dios con su ayuno y consiguió superar su apetito residual recogiendo en un cucharón el pus que supuraba del pecho canceroso de una dama a la que cuidaba, y se lo bebió; un plato que no se le habría ocurrido ni a Heston Blumenthal (un chef británico famoso por sus platos excéntricos).
¿Y qué? Incluso en caso de que los males causados por la religión fueran relevantes para la cuestión de la existencia de Dios, no sabemos si la religión es una fuerza neta de mal, a pesar de los horrores documentados. Los apologistas han señalado los códigos morales que han inculcado las religiones y que nos han distanciado de la ética feroz de la mayoría de los demás representantes del mundo animal. Iván dice en Los hermanos Kamarazov: «Si Dios no existiera, todo estaría permitido» (o, lo que es lo mismo, si Él dejara de ordenar la fe). Por supuesto que esto no es cierto, pues los humanos tienen otras fuentes poderosas de preocupación altruista por sus congéneres, aunque se puede apreciar por qué hay tantos a los que esta afirmación les ha impresionado. Sin embargo, aún no nos hemos pronunciado sobre lo del beneficio neto, pues no podemos hacer correr la historia dos veces, una vez con religión y otra sin, para determinar si la religión, en conjunto, ha hecho que nos tratemos peor los unos a los otros. O ya puestos, si la religión ha supuesto un obstáculo a la hora de comprender la naturaleza y hacer del mundo un lugar más cómodo, donde la vida es más soportable, o viceversa. No obstante los obstáculos que las instituciones religiosas han puesto a veces al progreso científico, también se puede argumentar que la religión promovió la investigación científica de otros modos: el monoteísmo puede haber inspirado la búsqueda de las fuerzas unificadoras de la naturaleza; y muchos científicos muy creyentes (Newton y Faraday son los ejemplos obvios) veían sus investigaciones como expresión de su amor a Dios. Sería una falacia reducir la relación entre la religión y la ciencia a choques emblemáticos como los que se dieron sobre el sistema solar heliocéntrico o las necedades de los creacionistas.
Otra mala razón para ser ateo es que las creencias religiosas amedrentan a la gente, en particular a los niños, con sus doctrinas de salvación y condena. Este argumento tampoco convence. Si Dios espera determinadas cosas de ti, incluido que creas en Él, y el castigo por defraudarlo es la condena eterna, entonces es un acto de bondad suprema asustarte para que obedezcas a Su Voluntad, tal como interpretan los expertos.
Casi todas las malas razones para ser ateo surgen de una confusión fundamental entre lo que podríamos llamar los aspectos «metafísicos» frente a los aspectos «institucionales» o «sociales» de la religión; entre aquella parte de la religión que hace afirmaciones sobre el origen, la naturaleza, las fuerzas que conforman el universo, su significado, la vida de los humanos; y la parte que prescribe cómo deberíamos vivir, quién está autorizado para guiarnos en este sentido, y sobre qué cuestiones se nos debería guiar: preceptos, rituales, prácticas, códigos de comportamiento, etc. Una defensa inteligente del ateismo debería separar a las instituciones religiosas, con sus prescripciones multiformes y los poderes del bien y del mal que de ellas resultan, de los conjuntos de proposiciones sobre el origen y la naturaleza del universo y del pedacito en que vivimos. Ni los sacerdotes que se portan mal, ni las iglesias venales y poderosas demuestran la falsedad de la religión. Si bien nos recuerdan cómo puede corromper el poder, sobre todo cuando afirma gozar de autoridad trascendente, este hecho no es un argumento a favor del big bang y en contra de la creación en seis días. Los ateos pueden razonar que los propios creyentes no separan estos aspectos de la religión: la sabiduría de Dios, por ejemplo, a menudo es a la vez un concepto metafísico y un conjunto no negociable de instrucciones sobre cómo deberíamos convivir. Cierto, pero no por ello el argumento es mejor. Sin embargo, esto me lleva a la primera razón buena para ser ateo (que ya va siendo hora, cabe pensar).
De acuerdo con las religiones en las que me crié (aunque no en todas, por supuesto), Dios reúne en su persona una combinación de propiedades extraña y ridícula. Para sostener una visión del mundo que enlaza los grandes sucesos que dieron origen al universo con los pequeños sucesos que llenan nuestras vidas, debe combinar la metafísica y la moral, la física y la urbanidad; hay que mezclar algo de la trascendencia del big bang con un Dios iracundo que se enfurruña porque no lo alaban lo suficiente, y que interviene a nivel personal o político de un modo frecuentemente aleatorio, y a veces bastante repugnante. Conjuga el origen del universo con ejércitos de sacerdotes que nos afean la conducta en Su nombre. El concepto es casi cómico, y desde luego infantil, y pone de manifiesto que esta idea de Dios es claramente un reflejo de las preocupaciones humanas, locales e históricas, más que una característica eterna del universo. El Dios que mezcla el poder de inmolar a miles para vengar las ofensas que sufren otros miles, o de alzar al justo, con el poder de dar origen a la infinita totalidad de las cosas, es una monstruosidad ontológica; como una quimera en la que se fusionara la parte frontal de una ballena con la cola de un microbio.
Pero, ¿no deberíamos admitir humildemente la falta de certeza y declararnos agnósticos en vez de ateos? No. Y paso a explicar por qué. Si se echa un vistazo a las tesis metafísicas asociadas al centenar de religiones entre las que podemos elegir actualmente, se ve que estas tesis chocan entre sí de modo profundo y con frecuencia amargo. Pero, a menos que te hayan encauzado desde el nacimiento en una determinada religión, te ves obligado a elegir de forma aparentemente aleatoria en el Supermercado de las Ideas Teológicas. Si, con espíritu de humildad, te propones ver qué tienen en común, queda poca sustancia: el máximo común divisor entre el cristianismo, el paganismo, el hinduismo, el jainismo y todos los demás teísmos es bastante pequeño, y lo poco que queda es incoherente. Para ser un agnóstico sincero deberías ser capaz de sostener la noción de un Dios que es infinito pero que tiene características específicas; ilimitado, pero de algún modo separado de su creación; un Ser que no ha llegado a ser; que es omnisciente, omnipotente y bondadoso y sin embargo, por sus limitaciones, no es capaz, o no desea, crear un mundo en el que no exista el mal; etc. El Dios «apofántico», definido en términos de lo que Dios no es, del filósofo griego Jenófanes y de algunas ramas del cristianismo ortodoxo, es una especie de aceptación de que esta deidad es impensable. Pero el agnosticismo nos obliga a agarrarnos a la cuadratura del círculo. Creo que no merece la pena.
Así pues, cualesquiera que sean mis auténticas razones para ser ateo, intelectualmente la cuestión no estriba en la falta de pruebas sobre la existencia de Dios, ni en el mal comportamiento de los creyentes y las instituciones religiosas, sino en la propia idea de Dios, la cual, en la medida en que no es completamente vacua, se contradice a sí misma, y tiene menos sentido que aquello que pretende explicar.
No se sigue de aquí que yo piense que tenemos una comprensión completa o siquiera bien fundada de lo que somos. Por ejemplo, no comprendemos la conciencia. El materialismo atómico no la explica, de eso podemos estar seguros. Y el propio concepto de materia se ha tornado ininteligible, como se desprende de las paradojas de la mecánica cuántica. Tampoco comprendo cómo es posible que podamos entender el mundo, individual o colectivamente – ¿cómo es posible el conocimiento? Pero este sentimiento de que estamos limitados en nuestro conocimiento y comprensión no hace que me sienta incómodo, sino por el contrario más cómodo en mi ateísmo: no estoy obligado a encerrar una intuición apasionante de posibilidad trascendente, que surge de mi sentido de lo desconocido, en un amasijo de creencias confusas, contradictorias y a menudo (aunque no siempre) malignas, que culminan en imposibilidades lógicas. No obstante lo cual, debemos estar agradecidos por los monumentos artísticos, arquitectónicos, rituales y del pensamiento que nosotros, los ateos, les debemos a la creencia en Dios de otros.

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Lunes, 6 de Julio de 2009

Dawkins: «La religión justifica cosas terribles»

Río de Janeiro, 2 jul (EFE).- El etólogo y biólogo británico Richard Dawkins aseguró hoy [jueves 2 de julio] en Brasil, donde participa en un festival literario, que la religión «es la justificación para hacer cosas terribles, como asesinatos o terroristas suicidas».
Dawkins, que participará esta tarde en una de las mesas redondas de la séptima edición de la Fiesta Literaria Internacional de Paraty (FLIP), argumentó sin embargo que no piensa que las personas religiosas sean «malas» e incluso «muchas de sus acciones son motivadas por el deseo de hacer el bien».
Autor de libros como El espejismo de Dios, El relojero ciego o El gen egoísta, el científico señaló en una rueda de prensa la falta de información como uno de los principales motivos para que las personas recurran a la fe religiosa.
«Acabo de regresar del Pantanal (ecosistema situado en el oeste de Brasil) y quedé deslumbrado con tanta belleza», explicó Dawkins, quien añadió que «si no conociese a Darwin, me arrodillaría y diría que eso es obra de Dios».
Firme defensor de las teorías evolucionistas y de El origen de las especies, obra de Charles Darwin que este año cumple su 150 aniversario, aseguró que este libro «es el más importante de la historia porque consigue resolver el mayor misterio de la vida: por qué somos lo que somos».
«Es un libro que no ha sido debidamente reconocido por causa de la ignorancia y porque la religión quiere proveer explicaciones preparadas para mentes más ingenuas», añadió el científico.
Dawkins, reconocido ateo y humanista, recordó su reciente participación en una campaña a favor del ateísmo a través de inscripciones en los autobuses de Londres en los que se podía leer «Probablemente Dios no exista. Así que deje de preocuparse y disfrute de la vida».
En este sentido, se mostró partidario de utilizar un término más «amigable» para definir a los ateos y evitar «los prejuicios existentes».
Dawkins abogó como una posibilidad por la palabra inglesa bright, cuya traducción literal sería brillante o inteligente y que ya es utilizada por algunas corrientes del ateísmo.
La séptima edición de la FLIP, que comenzó ayer y terminará el próximo domingo, es uno de los principales eventos literarios de Brasil.

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Jueves, 2 de Julio de 2009

Cuarto aniversario

Razón Atea cumple un año más, por la gracia de Dios.
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Domingo, 28 de Junio de 2009

La frase del opio en su contexto

© Rolando Gómez
Para Razón Atea

Hace unos pocos días, visitando EE.UU., entré a una librería y me compré un libro que me atrajo por su portada y título llamativos: se trata de El ateo portátil, del inglés Christopher Hitchens, publicado por la editorial Da Capo Press. El libro es en realidad un compendio de obras y/o fragmentos de obras de una larga lista de autores que incluye a Benedicto de Spinoza, Karl Marx, Charles Darwin, Anatole France, Bertrand Russell, Omar Khayám, Carl Sagan, Freud, Salman Rushdie, Emma Goldman, y muchos otros, todos alrededor de un tema: la religión.
Me llamó mucho la atención el fragmento de Marx: está sacado de la Introducción a Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, obra escrita en 1843.
Esta es la obra donde Marx escribió aquella famosa frase: «la religión es el opio de los pueblos», que estoy seguro que todos la han escuchado, pero no tan seguro de que la hayan leído en su fuente. Yo personalmente confieso que es una obra que no alcancé a leer en castellano en mi juventud.
La famosa frase ha sido reproducida millones de veces, vilipendiada, admirada y demonizada a la vez, pero creo poder asegurar que casi siempre sacada totalmente de su contexto, y juzgada casi exclusivamente por el timbre sonoro de las palabras «opio» y «pueblos» bajo los parámetros acústicos que esas palabras tienen en la sociedad de nuestra época; esto es, la asimilación con adicción, estupefacientes dañinos o narcotráfico la una, y a masas vulgares, incultas o ignorantes la otra.
Luego de leerla, decidí traducirla del inglés (no encontré «a mano» ninguna versión en castellano) y compartirla con ustedes en su contexto. Creo que vale la pena.
Acá va:

«El fundamento del criticismo irreligioso es: el hombre hace a la religión; no la religión al hombre. La religión es, efectivamente, la auto-conciencia y la autoestima del hombre quien, ya sea no se ha ganado a sí mismo, o se ha perdido a sí mismo de nuevo. Pero el hombre (der Mensch) no es un ser abstracto, puesto fuera del mundo. El hombre es el mundo del hombre –el Estado, la sociedad. Este Estado y esta sociedad producen la religión, la cual es una conciencia invertida del mundo, porque están en un mundo invertido. La religión es la teoría general de este mundo; su compendio enciclopédico, su lógica en forma popular, su point-d´honneur espiritual, su entusiasmo, su sanción moral, su complemento solemne, y su base universal de consolación y justificación. Es la realización fantástica de la esencia humana, dado que la esencia humana no posee ninguna realidad verdadera. La lucha contra la religión es indirectamente, por lo tanto, la lucha contra ese mundo cuyo aroma espiritual es la religión.
El sufrimiento religioso es, en uno y al mismo tiempo, la expresión de sufrimiento real y una protesta contra el sufrimiento real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo descorazonado, el alma (o el espíritu, der Geist) de una condición desalmada. Es el opio de los pueblos.
La abolición de la religión como la felicidad ilusoria de los pueblos es la exigencia de su real felicidad. La demanda de abandono de sus ilusiones acerca de su condición es la demanda de abandonar una condición que requiere de ilusiones. La crítica de la religión es entonces, en embrión, el criticismo de ese valle de lágrimas del cual la religión es su santa aureola».

Interesante, ¿no?
Dicen que un antropólogo británico encontró que los miembros del pueblo Fang en Camerún creen firmemente en brujas que tienen un órgano interno de tipo animal, que en las noches se separa de ellas y vuela sobre los sembrados arruinando las cosechas, y que esas brujas se juntan a veces en orgías donde devoran a sus víctimas humanas. Muchos de esos campesinos jurarán que un amigo de un amigo, o un conocido, ha visto a esas criaturas en sus incursiones nocturnas, y que su existencia es una absoluta verdad indiscutible.
¿Cómo hay gente que puede creer semejantes cosas tan irracionales y sin sentido alguno?
Pues bien, hay gente que cree que algo terrible le va a pasar a uno si uno enciende un fuego exactamente un minuto después de que la primera estrella de la noche del viernes aparece en el firmamento, y que ese maleficio terrible es anulado solamente por la visión de la primera estrella en el firmamento del día siguiente. Hay otros que creen que hace unos dos mil años un hombre nació del vientre de una mujer que nunca copuló; es decir, nació sin padre biológico alguno, y que este hombre sin padre biológico murió, pero a los tres días volvió a la vida y desapareció, con cuerpo y todo, hacia el cielo. Hay gentes que creen que un ser todopoderoso va a leer todos los papelitos escritos que se ponen entre las grietas de las piedras del muro de un antiguo templo, y que de alguna manera ese ser todopoderoso va a responder a los pedidos escritos en esos papelitos. Hay otras gentes que creen que la imagen de una mujer vestida con un manto apareció de la nada impresa en el poncho de un indígena mexicano, y que ese poncho se puede encontrar hoy en día acá en la ciudad de México.
Todas estas extrañas creencias dependen del entorno geográfico y social donde la persona se encuentra. Si nosotros –tanto ustedes como yo– fuéramos nacidos y criados en Kandahar, Yakarta o Mumbai, seguramente veríamos como irracional, o por lo menos muy extraño y ajeno, la creencia en algunas de las cosas que he mencionado arriba.
En la famosa frase de Marx sobre el opio me parece que lo de la droga es lo menos relevante. Lo que todavía al día de hoy es relevante es esa «conciencia invertida del mundo» que posibilita transformar en una virtud humana la actitud de creer en cosas extrañas, sin soporte e insoportables, sin ninguna evidencia de ningún tipo, y cuyo propósito es tratar de alcanzar una felicidad ilusoria en este valle de lágrimas, la sociedad humana.

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Domingo, 21 de Junio de 2009

Antología del pensamiento ateo

El periodista británico Christopher Hitchens presenta Lecturas esenciales para el no creyente, con textos de Spinoza, Marx, Hume y Einstein


Christopher Hitchens se ha convertido en uno de los grandes proselitistas mundiales del ateísmo gracias al éxito de su libro Dios no es bueno. Ahora, ha recopilado en un volumen una serie de textos de otros escritores y filósofos, que según este periodista inglés ratifican sus argumentos «anti-Dios». Dios no existe. Lecturas esenciales para el no creyente (Debate) es una antología del pensamiento ateo ordenada cronológicamente, que incorpora voces de diferentes disciplinas y épocas, como las del poeta latino Lucrecio; filósofos como Spinoza, Marx o Hume; científicos esenciales como Albert Einstein o Carl Sagan, o ilustres de la literatura, como el recientemente fallecido John Updike.
Hitchens introduce la compilación de esta cincuentena de textos afirmando que la historia del hombre está «sembrada» de catástrofes naturales que la religión ha atribuido no sólo a explicaciones falsas, «sino a falsos culpables», que llevaba a buscar «chivos expiatorios». El periodista no cree que la Ilustración haya erradicado esas creencias, incluso en instituciones religiosas «moderadas». Cita algunos ejemplos recientes: el obispo anglicano que, ante unas inundaciones en el norte de Inglaterra, las achacó a la «degradación moral» derivada, entre otras causas, de los cambios jurídicos para dar más derechos a los homosexuales en su país.
Critica también la «pulsión por la muerte» de las religiones que anhelan «el fin del mundo». Ante esta «escatología de locos», el escritor humanista subraya que precisamente «este mundo es lo único que tenemos y que nuestro deber para con el prójimo es mejorarlo en todo lo posible», sin que sea necesario, afirma, una «brújula moral», ni la espera de «una recompensa divina».
El hecho de que las religiones se arrogaran, antes que la ciencia, el derecho a explicar la realidad, aunque fuera, asegura Hitchens, a base de «siniestros cuentos de hadas sobre apariciones», ha determinado su influencia y la «lucha contra sus intolerantes defensores», que se mantiene aún hoy en día, como saben bien escritores como Salman Rushdie o la diputada holandesa Ayaan Hirsi Ali, amenazada por sus críticas al islamismo radical.

Poesía ateísta
Aunque el libro apela a textos de Darwin o Freud, Hitchens no se ciñe sólo a la prosa científica o al pensamiento lógico, y echa mano también de la poesía. Un muestra la ofrecen los versos de Philip Larkin (1922-1985):

«Ningún truco disipa este modo especial
de tener miedo, como la religión solía
intentar, ese inmenso, armónico brocado
apolillado, para hacernos creer que no moriremos».

La antología, además de fragmentos de obras de Joseph Conrad (La línea de sombra) o Lovecraft (Carta sobre la religión), incluye textos inéditos de Ian McEwan o Salman Rushdie, y de la citada diputada holandesa de origen somalí Ayaan Hirsi Ali.
«El ateísmo es la única posición que me permite vivir sin disonancias intelectuales. No es un credo. La muerte es segura y reemplaza los cantos de sirena del Paraíso, pero también el terror del infierno. (…). No hay nada más; pero no quiero nada más», escribe en su autobiografía Hirsi, que vive oculta tras haber recibido amenazas de muerte. En su línea de lo políticamente incorrecto, señala con su dedo a grupos como a la Nación del Islam, del estadounidense Louis Farrakhan, de la que no niega que logre apartar a algunos jóvenes negros norteamericanos de la droga, pero que no quita, dice, «que sea una organización racista de chalados».
Aunque no cree que los ateos tengan el derecho de ir por el mundo «con aires de superioridad», el autor de Dios no es bueno defiende el argumento del poeta Shelley sobre la «necesidad del ateísmo» porque considera que no se puede evitar tomar postura. «O atribuimos nuestra presencia a las leyes de la biología y la física, o la atribuimos a un plan divino. En todo caso, una vez tomada la decisión, estamos como los creyentes: con casi todo el trabajo por delante», argumenta este militante del ateísmo.

Publicado en El País, el 08/06/2009

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Sábado, 13 de Junio de 2009

Un estudio en red cuestiona la existencia de los poderes paranormales

Londres, 10 jun (EFE).- Un innovador estudio realizado por psicólogos británicos a través de la red social Twitter ha puesto en tela de juicio la existencia real de los poderes paranormales como la telepatía o la telequinesia al señalar que «son los propios sujetos los que se crean estas ilusiones en su cerebro».
Esta es la conclusión a la que han llegado los investigadores de la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido) quienes, dirigidos por el profesor Richard Wiseman, han desarrollado un experimento psicológico valiéndose de las nuevas tecnologías, en concreto de las cada vez más abundantes redes sociales, informó hoy la revista New Scientist.
Más de 7.000 usuarios de Twitter decidieron unirse al experimento, para lo que tuvieron que responder a una serie de preguntas previas sobre su creencia o no en la existencia de las habilidades extrasensoriales.
Así, el 38 por ciento de los participantes afirmó creer este tipo de fenómenos e incluso un 16 por ciento confesó poseer alguno de estos poderes que escapan a la razón.
El experimento se llevó a cabo de la siguiente manera: el profesor Wiseman viajaba cada día a un lugar distinto de la ciudad y se fotografiaba en él.
La foto se enviaba acto seguido a los usuarios de Twitter junto a otras tomadas en lugares y fechas distintos para desorientar y se pedía a los usuarios con supuestos «poderes» que identificasen la foto en cuestión.
De esa forma los investigadores trataban de averiguar si el grupo de individuos que se preciaba de tener poderes extrasensoriales acertaba la localización de Wiseman, algo que no ocurrió.
Pese a ello, cuando se les mostraba la foto buena, el 31 por ciento de los individuos que creían en lo paranormal se autoconvencían de que había una fuerte correlación entre su propia percepción y los hechos.
En opinión de Wiseman, lo ocurrido con esos voluntarios demuestra que «ese tipo de pensamiento creativo» hace que muchas veces las personas vean «relaciones ilusorias» entre distintos fenómenos y se convenzan de que existe extrañas correspondencias entre sus sueños y acontecimientos posteriores.

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Domingo, 7 de Junio de 2009

«La Iglesia pierde su clientela»

Puente Ojea también es un «ateo esencial»

El diplomático Gonzalo Puente Ojea fue embajador de España en el Vaticano y es uno de los autores más reputados sobre religión. Presenta su libro La religión,¡Vaya timo!

© Víctor Charneco
Publicado en Público el 18/05/2009

El diplomático Gonzalo Puente Ojea (Cienfuegos, Cuba, 1924) fue embajador de España en el Vaticano durante el Gobierno de Felipe González y es uno de los autores más reputados sobre religión. Dentro de la colección de la Editorial Laetoli ¡Vaya timo!, que desmonta los mitos que perviven en la sociedad actual, vuelve a evidenciar las mentiras de la Iglesia en La religión,¡Vaya timo!
–¿Es un timo la religión?
–Efectivamente, porque promete lo que no tiene, la felicidad en un mundo paradisiaco después de la vida real.
–Prometido por un Dios muy peculiar.
–Un Dios que tiene todas las cualidades imaginables, de manera que su idea es imposible, sus atributos son claramente contradictorios. Igual que no existe el círculo cuadrado, no puede existir ese Dios.
–Entonces, ¿dónde encuentra su fortaleza?
–En la tradición. En este siglo hay un conocimiento científico que debería dar lugar a un abandono de la religión. No se produce porque los imaginarios colectivos son asimilados por el bebé desde que empieza a tener autonomía. El hogar es la gran máquina de hacer cristianos, por eso la Iglesiatrata de mantenerlo a salvo.
–¿Qué opina del auge del creacionismo?
–El porcentaje de científicos que abandona las creencias religiosas es mayor cada día que pasa. La cultura americana no es propiamente científica, sino tradicional, porque repite los estereotipos de los fundadores.
–¿Por qué los Estados han respetado la Iglesia?
–Porque es una institución poderosa, con una clientela muy fuerte y una gran determinación de predicación de su doctrina. Desde que se unió al Imperio Romano, su potencia pasó a ser casi insuperable.
–¿Por qué el Gobierno no se independiza de la Iglesia?
–La República fue una página nueva en nuestra historia. Su núcleo y la causa de su destrucción fue el laicismo, porque la Iglesia se dio cuenta de que se jugaba el tipo y puso toda la carne en el asador. Esto no lo entienden los jóvenes porque no lo han vivido y porque en las escuelas el PSOE, que había hecho pactos, eliminó esa circunstancia de los planes de estudio.
–¿Qué opina del aumento en la financiación de la Iglesia?
–La explicación es que el virus republicano ha quedado totalmente extirpado. El PSOE hizo una ruptura histórica total, porque la Transición fue la gran estafa política de este país. Alegando que volverían los militares, intervinieron e impidieron que se volviera a instaurar una República, y además eliminaron el poder constituyente, porque la Constitución está elaborada por los procuradores en Cortes de la época de Franco. No se cuestionó la jefatura del Estado y eso sí se hizo en la República de 1931, que eliminó la Corona y promovió el laicismo.
–¿Tan malo le parece el sistema de hoy en día?
–Los llamados partidos democráticos entraron en el juego y nos condenaron a tener una olla de corrupción con una tapadera que se llama monarquía parlamentaria. Vivimos en plena inconstitucionalidad y, en los últimos tramos del Gobierno de Zapatero, en una disolución por la vía autonómica. Es una dictadura de partidos organizada para que los dos grandes tengan la mayoría.
–Usted fue embajador en la Santa Sede, ¿cómo ve en la actualidad a la Iglesia?
–Hace mucho que la Iglesia está en un proceso de pérdida de clientela y que tiene puesta su fe en el tercer mundo, donde hay muchas personas. Ratzinger, un hombre de formas inteligentes aunque no demasiado brillante, tenía que haber hecho la apertura y la revisión de los dogmas morales, pero no lo hace.
–¿Y la rama española?
–Están desquiciados porque se acostumbraron a un régimen de monopolio de las conciencias, que es lo que fue España hasta la República. Y a eso hemos de volver, la Monarquía caerá en unos 20 años y se regresará a esa fórmula.
–¿Y el Minivaticano?
–Todos los políticos les han regalado [a la jerarquía católica] todo lo habido y por haber. Es increíble que incluso Felipe González les diera todo. A mí me dijo que a la Iglesia no se le podía discutir nada y que no me metiera en temas de dogma. Cuando las beatificaciones, al Gobierno no le gustó el empeñó del Vaticano en volver a la Guerra Civil y se mandó una representación de un nivel que evidenciara el descontento. Y sin embargo, un mes más tarde hubo una cena en la Nunciatura, con el rey y el presidente del Gobierno. La Conferencia Episcopal pidió que me quitaran y en agosto fui relevado.

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Martes, 2 de Junio de 2009

Colombia: ateos salen del clóset

© Hernando Salazar
Publicado en BBC Mundo

Salir del clóset está de moda en Colombia. Primero fueron algunos gays, lesbianas, bisexuales y transgeneristas, gracias a sentencias de la Corte Constitucional. Después, consumidores de drogas ilícitas, oponiéndose a su penalización, y ahora el turno es para los ateos y agnósticos.
Con sólo dos semanas en el mercado, un Manual de Ateología, escrito por personajes que niegan o dudan de la existencia de un dios, se ubicó entre los diez títulos más vendidos en las librerías de este país.
El manual fue hecho por 16 personalidades, entre ellas abogados, escritores, periodistas y psicólogos.
BBC Mundo habló con algunos de ellos y también con otros ateos y agnósticos.
Llama la atención que un libro de esa naturaleza se venda bien en Colombia, donde nueve de cada 10 personas se declaran cristianas, en su mayoría católicas. Y esas mayorías se sienten en muchos ámbitos, comportamientos y actitudes.
De hecho, durante más de ocho décadas, Colombia fue consagrada cada año por los gobiernos al Sagrado Corazón de Jesús, una de las imágenes más preciadas por los católicos.

Un estado aconfesional
Y aunque desde 1991 la Constitución declaró al Estado colombiano como aconfesional, muchas instituciones, como la Policía Nacional, siguen manteniendo en sus escudos lemas como «Dios y patria».
En esas circunstancias, muchos, como la escritora Silvia Galvis, le dicen a BBC Mundo que «es muy difícil» expresar públicamente el ateísmo.
«Cuando les conté a unos amigos que no había bautizado a mis hijos, hubo unos cruces de miradas y unas sonrisas despectivas que lo hacen sentir a uno totalmente fuera de lugar», relató Galvis, autora de varios libros, entre ellos Viva Cristo Rey, una crítica al papel de la Iglesia Católica en la historia política de Colombia en el siglo XX.
La escritora, que no hizo parte de los autores del Manual, sostiene que «hay más razones para creer que dios no existe. Me siento más confiada en la vida y hago las cosas porque creo en ellas, sin estar esperando recompensas, como sí ocurre con los creyentes».
El dirigente político Carlos Gaviria, uno de los autores del libro, quien aspira a ser nuevamente candidato presidencial del izquierdista Polo Democrático Alternativo en las elecciones de 2010, también reconoce dificultades para que los demás entiendan su agnosticismo.
¿Cómo hace un agnóstico para conseguir apoyo electoral en un país tan católico?, le preguntó BBC Mundo a Gaviria, que en 2002 obtuvo 2,6 millones de votos.
«Es cierto que la sociedad colombiana es bastante atrasada. Sin embargo, yo creo que para hacer política decente hay que exponer esas posiciones de manera honesta, sin engaños, para que la gente sepa por quién vota», responde Gaviria.
El político relató que en una ocasión un asistente a un acto político lo increpó por su actitud hacia dios y la religión. Entonces, tuvo que explicarle por qué él no tiene razones para afirmar o negar la existencia de un dios. «Después de oírme, el hombre quedó tranquilo», narra.

«Más fácil que en Irán»
A pesar de esas dificultades, otro de los autores del Manual de Ateología, el escritor Héctor Abad, le expresa a BBC Mundo que es más fácil ser ateo en Colombia que en Irán, «donde si lo fuera y lo declarara podría ir a la cárcel».
«Aquí se me puede considerar un tonto o un loco o un inmoral, pero lo puedo decir y no me siento en peligro. Es fácil, es divertido, y a muchas personas incluso les llama la atención, porque muchos creyentes, en realidad, dudan muchísimo de sus creencias», añade.
Abad es un ateo que tiene un tío que es sacerdote del Opus Dei y otro que fue arzobispo de Medellín, la segunda ciudad más importante de Colombia.
«No creo que (ellos) me vean como un anticristo, pero sí hay algunos que me advierten que me voy a ir al infierno», dice.
Según el escritor, una vez un banquero le dijo que él se iba a condenar y que le propuso que le prestara 50.000 dólares al interés que el quisiera, «con una sola condición: usted me presta la plata en esta vida, y yo se la pago en la otra. No quiso hacerme el préstamo».
El editor del Manual de Ateología, José Manuel Acevedo, reconoció hace poco en el diario El Tiempo que algunos personajes se molestaron cuando les pidieron su testimonio para el Manual de Ateología.
Uno de ellos fue Vladimir Flórez, Vladdo, el más famoso caricaturista colombiano, quien después escribió una columna titulada Dizque ateo.
Vladdo le dice a BBC Mundo que una cosa es que él critique a la Iglesia Católica por posiciones y hechos como el celibato, la prohibición de usar anticonceptivos y los casos de pedofilia, y otra que él sea ateo o agnóstico.
«Del clóset deberían salir no sólo los ateos y agnósticos sino todos los que profesan o practican creencias y costumbres “mal vistas” por el conservadurismo, como los gays, las lesbianas, los antiuribistas vergonzantes, muchos ecologistas, los comunistas de corazón y así “subversivamente”», expresa Vladdo.
Todo hace parte de la controversia entre creyentes y no creyentes, que siempre ha habido en la historia de la humanidad, en algunos sitios con más intensidad que en otros.
Abad admite que la controversia sobre un dios enfrentará a los fanáticos, sean creyentes o no creyentes, como ocurre en Afganistán y en Corea del Norte, como sucedió en la Unión Soviética de Stalin y en China durante la revolución cultural.
«Yo soy un ateo manso y poco militante. Creo que todos debemos poder creer o no creer libremente», concluye el escritor.

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Miercoles, 27 de Mayo de 2009

Una patrulla de prelados degenerados

Crece el escándalo por los abusos cometidos por la Iglesia irlandesa. Involucra a 35 mil chicos violados y maltratados en más de 250 institutos católicos.

© Julio Algañaraz
Publicado en Clarín

En el colegio San José de Cabra, especializado en chicos sordos, operaba una patrulla de prelados degenerados, encabezados por un tal John Brander, un «educador» que era un abusador físico y sexual en serie, un maníaco violento, que hasta llevaba un diario cotidiano con las puniciones corporales que infligía.
El devastador documento de 2.575 páginas de la Iglesia irlandesa sobre los abusos sexuales y de todo orden contra 35 mil infantes y adolescentes en los últimos 60 años, a cargo de 250 instituciones católicas convertidas en sádicos campos de concentración, ha estallado la semana pasada y dentro de una o dos semanas se conocerá un segundo informe sobre los horrores cometidos en la arquidiócesis de Dublin.
La Comisión sobre Abusos a los Niños ha producido tras nueve años de investigaciones el Informe Murphy, cuyos resultados son mucho peores de lo que se esperaba. En el país más católico de Europa junto con Polonia, el prestigio de la iglesia irlandesa ha quedado en ruinas.
Para el Papa, aunque el Vaticano anuncia que está en favor de la línea dura y pide que se «investigue todo», el caso irlandés es un nuevo ladrillazo del annus horribilis de su pontificado que lleva cuatro años. Desde el 21 de enero 2009, cuando Benedicto XVI aprobó el decreto fatal que levantó la excomunión a cuatro obispos cismáticos del grupo Lefebvre, la figura y la autoridad del Papa han sufrido un proceso de contestación en Europa prácticamente sin precedentes en la era contemporánea.
En Irlanda, los resultados del informe han dejado tan horrorizados a los fieles de una sociedad que históricamente identifica al catolicismo y a la Iglesia con su sufrida identidad nacional debido al colonialismo inglés, que el cardenal primado Sean Brady ha declarado: «Siento una enorme vergüenza y pienso en lo que han sufrido tantas víctimas inocentes durante tantos años».
El cardenal Brady confirmó que en junio se conocerá un segundo informe circunscrito a la arquidiócesis de Dublin, la capital, que según se adelantó contiene testimonios tan espantosos como los del informe a nivel nacional.
Los 250 institutos católicos que recibían a jóvenes pobres o a internados en las escuelas-reformatorio, estaban en parte manejados por curas y monjas sádicos que se especializaban en continuos castigos corporales y en abusos sexuales. Thomas Wall, que hoy tiene 62 años, es uno de los testigos sobre lo que ocurría en el colegio-prisión de la congregación del «Fratum Christianorum», los Hermanos Cristianos de Glin, una ciudad sobre el río Shanon. «Era un chico y todos los días un sacerdote abusaba sexualmente de mi. No había forma de evitarlo». Los alumnos más grandes completaban los abusos con «supervisiones» nocturnas en complicidad con los curas.
Los Hermanos Cristianos controlaban varios institutos. Como las monjas de las Hermanas de la Piedad, que tenían un poder absoluto sobre los niños y adolescentes que eran, en la práctica, sus prisioneros.
Sadie O’Meara era una de las víctimas y cuenta que «la comida era asquerosa, había barras en las ventanas y los maltratos y abusos sexuales eran continuos». Una película, Magdalena, causó un gran impacto en 2002 narrando estos horrores.
Los casos se prolongan «ad infinitum» en el informe de la Iglesia irlandesa. No se sabe si alguno será castigado porque por pedido de las congregaciones la magistratura de Irlanda aseguró el anonimato de los culpables. Esto ha aumentado la indignación general.
Cuando fue elegido Papa, el 19 de abril 2005, uno de los grandes objetivos de Benedicto XVI era devolverle al alicaído catolicismo europeo su misión de vanguardia y la debilitada hegemonía que todavía mantiene después de tantos siglos.
La crisis de 2009 ha golpeado seriamente este proyecto pontificio. Entre los cuatro obispos a los que el Papa Ratzinger levantó la excomunión para reintegrarlos al seno de la Iglesia, se encuentra el inglés Richard Williamson, que en una entrevista a la TV sueca declaró que el Holocausto de los judíos no existió y que tampoco funcionaron las cámaras de gases nazis en los campos de exterminio.
Esas declaraciones desataron una seguidilla de reacciones que terminaron embistiendo al propio Papa. Obispos y Conferencias Episcopales de Alemania, Suiza, Austria, Francia, Holanda, protestaron.
La premier germana Angela Merkel pidió aclaraciones que obligaron al pontífice a asumir posiciones rígidas frente a los lefebvrianos y a repudiar al obispo Williamson, que vivía en la Argentina y fue expulsado por nuestro gobierno. En Austria hubo una rebelión de los obispos por el nombramiento de un obispo ultra conservador por parte de Benedicto XVI y el Papa debió dar marcha atrás.
Una declaración del pontífice contra el uso de los preservativos como arma contra la difusión del SIDA en África determinó nuevos revuelos. Protestaron muchos obispos europeos y el Parlamento belga condenó las declaraciones del Papa, algo nunca visto en los últimos decenios.
Europa decía ser el verdadero «continente de la esperanza» y se ha convertido en la usina mayor de la protesta. En Suiza, hace pocos días, se puso en marcha una nueva ley de testamento biológico que da amplia autonomía a las personas para establecer que quieren que no les hagan en materia de ensañamiento terapéutico cuando su vida llega al final. La posición de los obispos católicos en favor del diálogo estuvo en neto contraste con el Vaticano y el Papa, que adoptaron posiciones muy rígidas y agresivas a raíz de la muerte de Eulana Englaro, una joven que había vivido 17 años en coma irreversible. La magistratura italiana autorizó a su padre a hacer suspender los tratamientos para mantenerla en vida. Algunos colaboradores del Papa lo trataron de «asesino».
Las contraposiciones religiosas y culturales con el Papa ultra conservador, tradicionalista, mantiene vivo un debate encendido con muchos obispos europeos que acusan al Vaticano de posiciones anacrónicas que la separan de la existencia social.

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Viernes, 22 de Mayo de 2009

Darwinius masillae

¿Es éste el «eslabón perdido»?

© Christine McGourty
Publicado en BBC

Los preservados restos de una criatura hembra de 47 millones de años, similar al lémur, fueron develados en Estados Unidos.
La preservación es tan buena que es posible observar el contorno de su pelaje e incluso los rastros de su última comida.
El fósil, denominado Ida, es considerado el «eslabón perdido» entre los primates haplorrinos –monos, simios y humanos– y sus parientes más lejanos.
Sin embargo, algunos expertos independientes, que esperaban la oportunidad de ver al nuevo fósil, han mostrado escepticismo ante la afirmación de que finalmente se encontró dicho eslabón.
Además, han criticado el despliegue publicitario que ha rodeado la presentación de Ida.
El fósil fue presentado por el alcalde de la ciudad en medio de una gran fanfarria en el Museo de Historia Natural de Nueva York.
Aunque los detalles de Ida sólo han aparecido en una publicación científica –PLoS One– ya existen un documental y un libro asociados.
Ida fue descubierta en la década de 1980 en el sitio fosilífero de Messel, un terreno que se convirtió en un tesoro oculto de fósiles ubicado en Darmstadt, Alemania. Durante la mayor parte de este tiempo ha estado en una colección privada.

En el Eoceno
La investigación sobre la importancia del fósil fue encabezada por Jorn Hurum del Museo de Historia Natural de Oslo, Noruega.
Hurum indicó que la criatura fósil era «lo más cercano que tenemos a un ancestro directo» y calificó el descubrimiento como «un sueño hecho realidad».
El animal vivió durante una época en la historia de la Tierra conocida como el Eoceno, la cual fue crucial para el desarrollo de los primeros primates.
A simple vista, Ida se parece a un lémur, sin embargo, la criatura carece de rasgos primitivos como el denominado «peine de dientes finos», una característica anatómica en la cual tanto los colmillos como los incisivos inferiores son alargados, están juntos y salidos hacia fuera. Tampoco tiene una garra especial utilizada para acicalarse.
El equipo concluyó que Ida no era simplemente otro lémur sino una nueva especie. Su nombre científico es Darwinius masillae, para celebrar su lugar de origen y el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin.

Sueño
El doctor Jens Franzen, un experto en las excavaciones que han tenido lugar en Messel y miembro del equipo que desenterró a Ida, la describió como «la octava maravilla del mundo», debido a la extraordinaria preservación del esqueleto.
Esta es información con la que normalmente «los paleontólogos sueñan», señaló.
Además, Ida guarda «un cercano parecido a nosotros mismos», agregó, con uñas en vez de garras, una mano y un dedo pulgar, como los humanos y algunos otros primates.
Sin embargo, dijo que algunos aspectos de los dientes indican que Ida no es un ancestro directo, es más una «tía» que una «abuela».
«Ella pertenece al grupo del cual los primates haplorrinos y los humanos se desarrollaron, pero mi impresión es que ella no está en la línea directa».
Expertos independientes están interesados en estudiar el nuevo fósil pero se muestran escépticos ante cualquier anuncio de que éste podría ser «el eslabón perdido».
El doctor Henry Gee, uno de los editores de la publicación científica Nature, dijo que el término en sí mismo es engañoso y que la comunidad científica necesitaría evaluar su importancia.
«Es algo muy bueno tener un nuevo hallazgo y será muy bien estudiado», afirmó. No obstante, agregó que el hallazgo probablemente no se encuentre en el mismo nivel que importantes descubrimientos como el «Hobbit» o dinosaurios con plumas.
El doctor Richard Beard, curador del Museo Carnegie de Historia Natural, dijo sentirse atemorizado por la maquinaria de publicidad que rodea al nuevo fósil.
Argumentó que podría afectar negativamente la popularización de la ciencia si la criatura no resultara ser tan importante como la presentaron.
Todavía Beard no conoce los detalles científicos del descubrimiento pero afirmó que podría ser muy bueno tener un nuevo fósil del Eoceno y que Ida «sería bienvenida como una nueva criatura en el mundo de los primeros primates».
Sin embargo, indicó que «estaría absolutamente estupefacto si resulta ser un potencial ancestro de los humanos».

Todo está en el pie
En la publicación PLoS, los científicos no dicen que la criatura es un ancestro directo de los humanos, pero el doctor Hurum cree que eso es exactamente lo que Ida es.
Hurum le dijo a la BBC que la clave para probar esto descansa en el detalle de su pie. La forma de un hueso en el pie llamado talus parece «casi antropoide».
Añadió que el equipo estaba planificando una reconstrucción en tres dimensiones del pie, lo que demostraría que Ida esa aun ancestro directo de los humanos.
«Aún no hemos terminado con este espécimen», expresó Hurum. «Habrá muchas investigaciones sobre Ida en el futuro», prometió.

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Viernes, 15 de Mayo de 2009

Hollywood ya no tiembla cuando el Vaticano se opone a una película

© Leonardo M. D’Espósito
Publicado en Crítica

¿De qué religión es el cine? La pregunta parece inadecuada, pero no es así: cuando un film creado para distribución internacional (léase, por lo general, Hollywood) toca algún tema sensible al cristianismo –o, mucho más específicamente, al catolicismo romano–, parece arder Troya, o mejor, Roma. Hace un par de años, cuando el estreno de El código Da Vinci, se hablaba más de su supuesto sacrilegio que de la (por lo demás, pésima) adaptación de la novela de Dan Brown. Algo similar sucede ahora con Ángeles y demonios, secuela de aquel film –aunque el libro era una precuela–, donde la controversia viene morigerada y se reduce a que el Vaticano no permitió el rodaje en sus edificios.
Es cierto, sin embargo, que la interferencia religiosa (repitamos: básicamente católica) es paradójicamente secular en cuanto al cine se refiere. La primera gran operación de control y censura de los contenidos cinematográficos, el Código Hays, fue una iniciativa católica. En 1934, los productores de cine tenían miedo del poder de movilización de los católicos en grandes centros urbanos como Nueva York, ante lo que éstos consideraban «la suciedad» de las películas (léase sexo –especialmente homosexual–, muerte explícita y algunas otras cosas). Los obispos católicos desconfiaban de la censura que podían ejercer los gobiernos estaduales (básicamente protestantes) y abogaban por que la propia industria se autorregulase. Hays, gran publicista, estableció reglas que fueron acordadas por los grandes estudios y rigió los contenidos de las películas hasta 1967.
En otros países, la influencia católica fue aún más fuerte. En la España de Franco directamente no se estrenaba lo que la Iglesia no permitía estrenar. O se cambiaban cosas para que nadie entendiera mal. En Intriga internacional, el gran film de Hitchcock, hay una secuencia donde el galán Cary Grant y la heroína Eva Marie-Saint pasan –en parte accidentalmente, en parte con toda la intención– la noche juntos en un camarote de tren. En la copia española, el diálogo en castizo salta al italiano para que «no se entiendan» las cosas horrorosamente sensuales que decían.
Estos traspiés –la Argentina también los sufrió, y cómo– han sido frecuentes y, con el tiempo, demuestran ser inútiles y hasta torpes. Sin embargo, hubo casos donde la protesta vaticana llegó más allá de un quítame de allí esas tetas. La cuestión es simple: para la Iglesia católica, el Evangelio es un dogma universal y no puede ser tocado ni puesto en pantalla de modo libre. A veces se pierde de vista que las tres religiones reveladas, aunque presentes en todo el mundo, no llegan –sumadas– a ser profesadas por la mitad de los seres humanos. Hay muchos que no creen que ésos sean textos sagrados. Y muchos otros que consideran la Biblia sólo como una fuente de mitos, como a los cristianos puede parecerles el Mahabbaratha. Incluso más: se supone que en el catolicismo el hombre es libre de pecar. Se llama «libre albedrío». Si ver películas donde se pone en tela de juicio, se juega estéticamente o se contradicen las Escrituras es pecado, pero no hay texto que lo prohíba.
Hecha la salvedad, algunos ejemplos. Cuando en la Argentina, ya en plena democracia, estuvo por estrenarse La vida de Brian (era de 1979 pero, dictadura mediante, recién se pudo ver en 1985), los fanáticos católicos elevaron su grito por lo que consideraban un sacrilegio. El film, obra de los satíricos Monty Python, hablaba de un pobre tipo que vivió en los tiempos de Jesús y fue confundido con un mesías. En el momento de su estreno original, muchos católicos la consideraron blasfema, pero sólo se prohibió en países alejados de la democracia. En el nuestro, seis años y una elección general más tarde, tardó meses en estrenarse porque hubo amenazas de bombas en los cines. Pero se estrenó igual y fue un moderado éxito de público, mucho más grande luego en su edición en video.
Algo peor sucedió un poco más tarde en ese mismo 1985. El escándalo se llamó Yo te saludo, María, de Jean-Luc Godard. El film narra la historia de María y José –más una fábula sobre Eva– en el mundo contemporáneo, y fue condenada como «blasfema» por la Iglesia francesa. A tal punto llegó la discusión pública que el gobierno francés de entonces, cuyo presidente era nada menos el socialista François Mitterrand, consideró prohibirla. Aunque se trata de un ensayo fílmico complejo, bastante poco complaciente hacia el gran público (como la mayoría de la obra de Godard), tuvo enormes problemas. Nadie pareció soportar que el personaje central apareciera desnudo, que fuera una empleada de estación de servicio, y que José fuera un taxista. Mucho menos, horror de horrores, que en el film hubiera escenas eróticas. En la Argentina, la discusión también fue grande. Aunque en ese año ya no se prohibían películas, la presión de la Iglesia y algunos laicos hicieron que el film directamente no tuviera distribución. Lo curioso es que ni siquiera fue editado –por lo menos legalmente– en video ni DVD. Quien quiera verlo –es además un film muy bello y profundo– puede descargarlo de internet.
Pero Godard era un nombre para iniciados y su film, minoritario desde su concepción. Más complicado es cuando se trata de una película con actores muy conocidos, con un director respetado y conocido mundialmente, con Hollywood detrás. Es el caso de La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, basado en la novela homónima de Nikos Katzanzakis, autor griego y marxista que ya se había acercado al mito cristiano y la figura de Jesús en una obra llamada Cristo nuevamente crucificado, muchísimo más polémica, rodada en 1957 por Jules Dassin con el nombre de El que debe morir (paradoja, se vio muchas veces en la televisión de aire argentina y nunca tuvo problemas de censura en ninguna parte). Lo primero que le pasó a Scorsese fue que varios estudios se negaron a financiarla, hasta que lo hizo Universal con coproducción francesa. Cuando esto se supo en Francia, el obispo de Nancy dijo que no debía permitirse rodar esa blasfemia en territorio galo. Se hizo, con mínimo presupuesto y bastantes problemas en Marruecos y en el estreno francés se rompió algún cine. Hubo prohibición en Chile, Filipinas y Sudáfrica. En otros países, tuvo la categoría máxima, cercana a la pornografía (en la Argentina primero se la calificó «prohibida para menores de 21» y luego se la recalificó «para 18»; hoy es «para 16»). El caso argentino es central: en primer lugar, las protestas de grupos católicos fueron tan fuertes que la distribuidora decidió no estrenarla en 1988, aunque tenía varias nominaciones al Oscar (entre ellas, Mejor Director). Luego, a principio de los 90, existió la posibilidad de estrenarla –para entonces, era un film largamente conocido por haber sido visto en Uruguay, donde se estrenó, y por copias piratas en VHS, amén de exhibiciones semiclandestinas en universidades). No se pudo. Cuando lo intentó el canal de cable Space en 1996 (se sabe, uno el cable lo paga y elige libremente qué ve o qué no), un grupo laico vinculado con el Opus Dei pidió su prohibición. De hecho, ya había sido prohibida en un territorio argentino (la Catamarca de los Saadi) en 1988, cuya Senado exigió que no se exhibiera por «no responder a los intereses y a la real idiosincrasia» de los catamarqueños. Un año más tarde se autorizó su proyección, pero Space nunca la puso al aire «por las dudas». Luego se editó en VHS y DVD, lo mismo que la sátira católica Dogma, de Kevin Smith (La otra cara del amor).
Pero se sabe: poderoso caballero es Don Dinero. Por eso es que la última polémica hasta ahora tuvo efecto cero. Fue por El código Da Vinci, donde todo el problema se reducía a decir que Jesús se había casado con María Magdalena y tenido una hija. Eso bastó para que la Iglesia se quejara. Pero una producción con todo Hollywood atrás, megaestrellas como Tom Hanks y una recaudación que finalmente fue de más de 757 millones de dólares en todo el mundo, pasó por alto cualquier resistencia. Es más: la polémica funcionó como un aliciente publicitario. En su momento, el cardenal Bertone, secretario de Estado del Vaticano, pidió a los católicos que «boicotearan la película». El tiro, pues, salió por la culata y las recaudaciones hablan de hasta qué punto, hoy, el Vaticano perdió influencia en su grey. Y tantas voces transformaron una película en un pingüe negocio que los productores bien habrían podido agradecer con una misa.

El viejo truco de enviar a camarógrafos disfrazados para rodar donde no se puede
Hace un par de semanas, los productores de Ángeles y demonios contaron cómo hicieron para filmar una película que transcurre básicamente en el Vaticano, cuando se prohibió rodar el film dentro de la Ciudad Santa. Fue sencillo: se despachó a varios fotógrafos y camarógrafos disfrazados de turistas y, gracias a ellos, se tomaron unas 250 mil fotografías y horas de video. De esa manera, luego pudo reproducirse de modo digital y en estudio cada uno de los interiores y exteriores relevantes a la trama.
El Vaticano no suele permitir rodajes en la Santa Sede, aunque antes de prohibirlo lee el guión de cada película. Y en el caso de Ángeles… no hizo falta. El cardenal Fibbi, vocero de la diócesis de Roma, explicó que «el nombre de Dan Brown fue suficiente para prohibir el acceso».
No es la primera película que no se puede filmar en el Vaticano: sucedió con casi todas las que tienen al ínfimo Estado por escenografía. En Las sandalias del pescador, de Michael Anderson (1968), se usó material de archivo de la elección de Paulo VI para ilustrar la historia. En El Padrino III sí hubo autorización –aunque el film narraba de alguna manera el escándalo del Banco Ambrosiano y la Logia P2–, pero sólo para exteriores. Es que los interiores, más allá de la cuestión religiosa, son verdaderamente depositarios de obras de arte frágiles, a las que un andamio para cámaras o un foco pueden estropear de modo definitivo.
La otra razón es la seguridad. Lo mismo sucede en el Pentágono, la Casa Blanca y la sede de Naciones Unidas. La solución que Ron Howard encontró para Ángeles y demonios la había hallado Hitchcock en 1959, cuando debía rodar interiores en la ONU para Intriga internacional: envió fotógrafos disfrazados de turistas, filmó exteriores y reprodujo el lobby y las dependencias interiores.

Gibson no tuvo problemas
Nunca hubo problemas para el Vaticano con La Pasión de Cristo, de Mel Gibson, film valioso y extraño que es tan traidor a la palabra de los Evangelios –y tan profundamente católico– como los de Scorsese o Smith. Digámoslo rápidamente: de la tortura física del Cristo y su Vía Crucis el texto canónico dice poco y nada. Juan dice que los soldados romanos lo abofetearon y lo coronaron de espinas en un par de líneas; el viaje al Gólgota es una sola frase; Mateo menciona el hecho con poco detalle sangriento; Marcos hace lo propio; y Lucas todavía dice menos: no menciona la corona de espinas y del camino al calvario casi no habla.
Nada de látigos con puntas de metal, carne desgarrada, huesos rotos o cosa por el estilo. Sin embargo, cuando varias comunidades judías sospecharon que el film podía ser antisemita, los clérigos católicos estadounidenses afirmaron que «se atenía fielmente a las Escrituras». Por supuesto, fue un megaéxito mundial por sus (inventadas, ficticias) escenas gore.

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Lunes, 11 de Mayo de 2009

Ateos por Jesús


© Richard Dawkins
Traducción de Ismael Valladolid Torres
En La Media Hostia

El argumento, como una buena receta, tiene que ser cocinado despacio y con los ingredientes bien calculados de antemano. De momento, el título, un aparente oxímoron. En una sociedad donde la mayoría de los teístas son al menos declaradamente cristianos, las dos palabras son tratadas como sinónimos. La memorable reclamación del ateísmo de Bertrand Russell recibía el título de Por qué no son cristiano en lugar del probablemente más adecuado Por qué no soy teísta. Todos los cristianos son teístas, esto no es necesario acalararlo.
Por supuesto Jesús era teísta, pero esto es lo menos interesante que puede decirse sobre él. Era teísta porque en su tiempo todo el mundo lo era. El ateísmo no era una alternativa, incluso para alguien de pensamiento tan radical como Jesús. Lo interesante y remarcable de Jesús no era el hecho obvio de que creyese en el Dios de su religión judía, sino que se rebeló contra muchos de los aspectos incómodamente vengativos de su Yavé. Al menos en las enseñanzas que se le atribuyen, Jesús se demostraba partidario de la bondad, y fue en realidad uno de los primeros en hacerlo. Para todos los familiarizados con las crueldades tan a la manera de la Sharia que se cuentan en el Levítico o en el Deuteronomio, para todos los crecidos temiendo al Dios Ayatollah vengativo de Isaac y Abraham, el joven y carismático predicador que promovía el perdon generoso les habría parecido radical hasta la subversión. No resulta prodigioso que le crucificaran.

«Oísteis que fue dicho a los antiguos: Ojo por ojo, y diente por diente. Más yo os digo: No resistáis al mal; antes a cualquiera que te hiriere en tu mejilla diestra, vuélvele también la otra; Y al que quisiere ponerte á pleito y tomarte tu ropa, déjale también la capa. Y a cualquiera que te cargare por una milla, ve con él dos. Al que te pidiere, dale; y al que quisiere tomar de ti prestado, no se lo rehúses.» —Mateo 5:38

Mi segundo ingrediente es otra paradoja que tiene origen en mi campo, el darwinismo. La selección natural es un proceso profundamente molesto, como el propio Darwin se encargó de remarcar.

«¿Qué libro escribiría un capellán del diablo sobre el trabajo torpe, derrochador, primitivo y horriblemente cruel de la naturaleza?» —Charles Darwin

No son sólo los hechos naturales, entre los que destacó el hábito de las larvas del meloncillo de alimentarse de cuerpos de orugas vivas. La propia teoría de la selección natural parece calculada para fomentar el egoísmo a expensas del bien público, la violencia, la calculada indiferencia al sufrimiento, la codicia a corto plazo a expensas de las previsiones a largo. Si las teorías cientificas pudiesen votar, la evolución con seguridad votaría republicano. Mi paradoja viene del hecho tan enfrentado al darwinismo, y que todos podemos comprobar entre nuestros seres cercanos, de que la mayoría de la gente es amable, generosa, compasiva, deseosa de ayudar. Buena. El tipo de persona de la que decimos «es un santo» o «es el buen samaritano».
El darwinista puede forjar explicaciones a la amabilidad humana, generalizaciones de los bien establecidos modelos de selección de clase y altruismo recíprico. El resultado benéfico de la teoría del gen egoísta, que pretende explicar cómo el altruismo y la cooperación entre animales individuales puede derivarse del comportamiento egoísta a nivel genético. Pero el tipo de gran amabilidad en humanos de la que hablo va mucho más allá. Es una auténtica perversión de cómo interpreta Darwin la bondad. Y si es una perversión, es justo el tipo de perversión que debemos promover y difundir.
Es una perversión del darwinismo porque en una población salvaje sería eliminada de inmediato por la selección natural. Es también, aunque no tenga espacio para entrar en detalles sobre este tercer ingrediente de mi receta, una perversión adicional a ese tipo de teorías racionales de la elección con la que los economistas explican el comportamiento humano como uno calculado para maximizar el beneficio propio.
Digámoslo más rotundamente. Desde un punto de vista darwinista, o meramente racional, la bondad en el ser humano es una simple idiotez. De nuevo, es justo el tipo de idiotez que debemos promover, y ese es el propósito de mi artículo. ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo partimos de esa minoría de seres humanos amables a los que cada uno conoce e incrementamos su número, idealmente hasta que se conviertan en una mayoría de la población? ¿Podemos inducir a que la bondad se difunda como una epidemia? ¿Podemos empaquetarla de forma que se transmita por las futuras generaciones en una propagación vertical?
¿Tenemos algún ejemplo comparable, donde las ideas estúpidas hayan conseguido propagarse como una epidemia? Sí, por Dios. La religión. Las creencias religiosas son irracionables. Son entre idiotas y muy idiotas. Superidiotas. La religión lleva a gente en cualquier caso sensata al celibato en monasterios. O a estrellarse a sí mismo contra un edificio en New York. La religión motiva a la gente a flagelarse la espalda, o a prenderse fuego a ellos mismos o a sus hijas, a denunciar que sus abuelas son brujas o, en casos menos extremos, a permanecer arrodillados semana tras semana durante ceremonias estupefacientemente aburridas. Si es posible infectar a la gente con un tipo de estupidez tan dañina, infectarles con bondad debería ser un juego de niños.
Las creencias religiosas, desde luego, se difunden como epidemias y, de manera más obvia, pasan de generación en generación como tradiciones verticales y promueven comportamientos de irracionalidad peculiar. Podríamos no entender por qué los seres humanos se comportan de esa grotesca manera que llamamos religión, pero es un hecho que lo hacen. La existencia de la religión es una evidencia de que los seres humanos gustosamente adoptan creencias irracionales y las difunden, verticalmente en tradiciones pero también horizontalmente en epidemias evangelizadoras. ¿Puede esta susceptibilidad, esta palpable vulnerabilidad a la irracionalidad infecciosa, ser utilizada para un buen uso genuino?
Los humanos tenemos una fuerte tendencia a aprender de y a copiar a nuestros admirados modelos de comportamiento. Bajo las circunstancias adecuadas, las consecuencias epidémicas pueden ser dramáticas. Ya sea el corte de pelo de un futbolista, cómo se viste un cantante, los manierismos del presentador de televisión, todas son idiosincrasias triviales que se difunden a través de la población de una época como un virus. La industria publicitaria se dedica profesionalmente a la ciencia —o debería escribir arte— de lanzar epidemias meméticas y alimentar su crecimiento. El cristianismo en sí mismo fue difundido por los antecesores de la disciplina, originalmente San Pablo y posteriores clérigos y misionarios quienes consiguieron sistemáticamente incrementar el número de conversos a un ratio exponencial. ¿Podemos conseguir esa amplificación exponencial en el número de gente buena?
Esta semana tuve una charla pública en Edinburgo con Richard Holloway, antiguo obispo de esa bella ciudad. Holloway evidentemente supera el naturalismo que aún la mayor parte de los cristianos identifican con su religión. Se describe a sí mismo como un post-cristiano, o un «cristiano recuperado». Conserva su reverencia hacia la poesía de los mitos religiosos, algo suficiente para hacerle volver a la Iglesia cada semana. Durante nuestra discusión hizo una sugerencia que va al núcleo de lo que explico. Tomando prestado un mito poético del mundo de las matemáticas y la cosmología, describió a la humanidad como una «singularidad evolutiva». Quería decir exactamente lo mismo que intento yo en este ensayo, aunque lo hizo de forma diferente. La llegada de la bondad humana es algo sin precedentes en los miles de millones de años de historia evolutiva. Es probable que después de la singularidad que supone la aparición del homo sapiens, la evolución ya nunca vuelva a ser lo mismo.
No te ilusiones, igual que Holloway no lo hacía. La singularidad es un producto de la propia evolución ciega, no la creación de inteligencia alguna. Resulta de la evolución el hecho de que el cerebro humano, por las fuerzas de la selección natural, se haya expandido hasta un punto en el que, inesperadamente, se supera a sí mismo y empieza a comportarse de manera insana desde el punto de vista de su propio gen egoísta. Esto resulta transparente si piensas en lo completamente antidarwiniano que resulta el uso de preservativos, separando el placer sexual de su función natural como propagador de genes. Menos obvio resulta pensar en la persecución artística o intelectual, desperdicio de un tiempo y energía que deberían estar siendo empleados en sobrevivir y reproducirse. Nuestro gran cerebro alcanza la capacidad sin precedentes evolutivos de predecir, de forma genuina, consecuencias a largo plazo distintas de las egoístas ganancias a corto. Al menos en algunos individuos, el cerebro se sobrepasa a sí mismo hasta el punto de comprometerse con la bondad, esa cuya existencia singular es la paradoja central de mi tesis. El gran cerebro humano se salta los mecanismos hacia la consecución de objetivos originalmente al servicio del gen egoísta y los divierte, o subvierte, o pervierte, desde el cometido darwiniano hacia otras tareas.
No soy ingeniero memético y tengo poca idea sobre cómo incrementar el número de seres humanos buenos y difundir ese meme por toda la pecera. Lo mejor que puedo hacer es ofrecer un eslogan molón. «Ateos por Jesús» queda bien en una camiseta. No hay un motivo evidente para elegir a Jesús como icono en lugar de otros grandes bondadosos de la historia como Mahatma Gandhi —la odiosa Madre Teresa no, por el amor de los cielos—. Creo que le debemos a Jesús el honor de haber separado su ética radical y original del sinsentido sobrenatural que inevitablemente le haría un hombre de su tiempo. Creo que el impacto oximorónico de ese «Ateos por Jesús» puede ser justo lo que necesitamos para iniciar la carrera hacia una sociedad post-cristiana necesariamente buena. Si jugamos bien nuestras cartas, puede que consigamos alejar a la sociedad de las tenebrosas regiones de su origen darwiniano hacia una nueva época amable y compasiva, más allá de la singularidad hacia un nuevo Siglo de las Luces.
Creo que si Jesús volviese a nacer vestiría esta camiseta. Resulta un lugar común suponer que si volviese hoy, se asombraría de lo que hacen en su nombre. Desde la Iglesia Católica hasta los fundamentalistas de la derecha religiosa. Es menos obvio pero aún plausible que a la vista del conocimiento científico actual, dejase de lado el oscurantismo sobrenatural. Probablemente su modestia le obligaría a darle la vuelta a la camiseta. Jesús para los ateos.

Un espacio para dudar. Ateos, agnósticos, escépticos. Reflexión, ensayo, debate. Arte y literatura. Humanismo secular.
Miercoles, 6 de Mayo de 2009

Poemas de un ateo esencial

Viajero inmóvil es el nuevo libro de poemas de Fernando G. Toledo, que acaba de publicarse, con auspicio de la Municipalidad de Rivadavia, bajo el sello Libros de Piedra Infinita, que el propio autor dirige junto a Hernán Schillagi.
El libro está prologado por la prestigiosa poeta Claudia Masin y el diseño y los dibujos son de Romina Arrarás.
En Viajero inmóvil el tiempo parece tanto una farsa como una condena. El personaje que habla en estos poemas no acaba de dar el primer paso en la búsqueda de una mujer amada cuando descubre que no va a avanzar, que el trayecto que recorre engendra una distancia nueva imposible de resolver; que todo es, en suma, distancia. Por eso «el abismo es el punto de partida» y el viajero no puede hacer otra cosa -si quiere seguir siéndolo- que mirar lo que se aleja y regresar a lo que ya no sabe si alguna vez poseyó.

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© Fernando G. Toledo

Expuesto y escondido como todo el que viaja en la noche
Voy recogiendo partes del mundo tiradas en el camino
Piedras que no han merecido el viento
Rostros que se repiten y son siempre una máscara
Voces que nos llaman pero sólo a una acudimos

Nada encuentro /como todo el que busca/ y por eso insisto
Con este vicio nómade estancado en la partida
Perdiendo a cada paso lo que sigo sin hallar
Vuelto de espaldas contra la senda borrosa
Que traza una línea rota alrededor del cuarto
: La nave incendiada que estoy por abordar
: El barco sin bandera y sembrado de pañuelos
: El pozo donde la ausencia teje su velo
Y lo tiende en la ventana para que la luna no entre

Voy lamiendo una llaga con gusto a sal Dibujo las pisadas
Que antes no he dado No llego Nunca llego
Repito frases sueltas que ni siquiera recuerdo
Y las copio en un cuaderno como una bitácora

Viajo en la noche para tener los ojos cerrados
Porque quien viaja no quiere moverse
Porque lo que persigue la mirada es la sombra

Viajo de noche y mis pasos suman una cifra infinita
A punto de alcanzar el cero Viajo sin saber
Porque en la oscuridad las formas se confunden
Viajo como quien deja que un fuego se extinga
Viajo como nada el agua en un río de peces

Tengo prisa Escribo para andar más lento
Leo viejos mensajes que dicen «Ya es tarde»
Nada encuentro Mi cuerpo /manos ojos piernas boca sangre/
No tiene herramientas para llevarme a sitio alguno
Pero sé que mi cuerpo es la única herramienta
Es un horizonte rendido que no retrocede
Una caja sin fondo llena de cosas inútiles
Una ropa empapada la suave caída por una pendiente
Una palabra que ha quedado fuera del poema

Por eso es de noche y ando Por eso tengo prisa
Por eso viajo en mi cuerpo y aquí me quedo.

De Viajero inmóvil (2009)
Un espacio para dudar. Ateos, agnósticos, escépticos. Reflexión, ensayo, debate. Arte y literatura. Humanismo secular.