A vueltas con la crucecita

A estas alturas ya todos hemos oído hablar de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo, en la que se dice:

"la exposición obligatoria de un símbolo de una confesión concreta en el ejercicio de la función pública, en particular, en las salas de clase, restringe el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones, así como el derecho de los niños a creer o no creer"


Como era de esperar, a más de uno no le ha gustado la sentencia. En el diario Público se recogen las declaraciones del arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, el cual ha afirmado:

"por defender los derechos de unos pocos se niega el derecho de los padres que desean que permanezcan los crucifijos en las escuelas"

El señor arzobispo se equivoca, no es por defender el derecho de unos pocos sino los derechos de todos. Pongámoslo de otra manera, y si en lugar de la cruz, se estuviera hablando del pentáculo, o se estuviera hablando de poner encima de la pizarra una frase como ésta: "Dios no existe", imagino que el señor arzobispo estaría entonces a favor de la sentencia de Estrasburgo. Si leemos la sentencia se habla de símbolo en general, no de uno en particular.

Comparto el punto de vista de Richard Dawkins, no existen niños católicos, o musulmanes, o judíos, o ateos. Existen niños de padres católicos, o judíos, o ateos, etc. Un niño no tiene el conocimiento necesario ni la capacidad de realizar una reflexión crítica sobre el asunto, por lo tanto el forzarle a adoptar una postura es un abuso psicológico que se realiza sobre él.

Supongo que todos coincidimos en que ciertamente un niño no tiene la capacidad de analizar críticamente lo que se le dice, si hubiera alguien que no está de acuerdo, me permito recordarle que, por ejemplo, los niños son capaces de creerse que un abuelete más bien gordito, y vestido con traje que hace publicidad de cocacola, es capaz de volar en un trineo tirado por renos, meterse por las chimeneas de las casas para dejar regalos a los que allí viven, y para rizar el rizo lo hace en todas las casas del mundo y en una sola noche. Aprovecharse de esta credulidad para implantar en el niño una ideología es realmente vergonzoso.

El aula es de todos y la mejor forma de no discriminar a nadie es no poniendo ningún símbolo religioso. Además, a nadie se le ha prohibido que lleve una cruz colgada al cuello.

Ismael Pérez Fernández.



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