El guardián del monopolio intelectual
Hoy nos ha llegado la noticia de la muerte de Salinger, el autor de The Catcher in the Rye (El guardián del centeno). Creo que fue el primer libro que leà cuando llegué a Chicago, regalo de una amiga de cuya mano conocà también los mejores lugares para oÃr Jazz y Blues en esa ciudad.
Me gustó el libro, mucho. El estilo directo y sin artificios que abunda en la literatura usamericana alcanza en este libro una de sus más altas cotas. Pero hoy se ha muerto el autor, no el libro. Salinger publicó poco y siempre fue muy celoso, no solo de su vida privada, a la que tiene derecho, sino de la vida de las ideas creadas por él, a lo que alguna legislación también le concede derecho.
El sueco Fredik Colting escribió una secuela del libro, titulada 60 años después: saliendo del centeno. El libro se publicó en el Reino Unido, pero en los EEUU se topó con una jueza que impidió su publicación ante la demanda impuesta por Salinger. Por culpa de esta interpretación exagerada de la propiedad, que se extiende al mundo de las ideas (véase mi entrada de hace unos dÃas), se ponen lÃmites a la difusión de una obra. Cuál pueda ser el cálculo coste/beneficio que hay detrás de esta manera de legislar se me escapa. Salinger no habrÃa publicado menos de lo que lo ha hecho de haberse permitido la secuela.
De manera similar, si se hubiera prohibido en su dÃa la publicación de El Quijote de Avellaneda habrÃamos perdido una obra sin ningún beneficio a cambio. Cervantes, en el prólogo a la segunda parte de su Quijote admite incluso -si no recuerdo mal- que la aparición de del impostor le sirvió de estÃmulo adicional.
Siguiendo con el tema del monopolio intelectual, ¿quién me hubiera dicho que iba a estar casi al 100% de acuerdo con Juan Carlos RodrÃguez Ibarra, y para más inri quitándole la razón a uno de los escritores más respetables que tenemos? Su artÃculo en El PaÃs no tiene desperdicio por lo bien que señala el absurdo en el que se empeñan las editoras con el tema de los cánones.