La hipocresÃÂa
La hipocresÃÂa
MANUEL RIVAS 12/12/2009
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Hoy en dÃÂa recibe más ayuda un automóvil recién nacido que un bebé. Hay informaciones básicas, silenciadas, que de repente refulgen y ponen en evidencia grandes hipocresÃÂas establecidas. Una de ellas, de las hipocresÃÂas, es la que atañe al aborto. Tengo un recuerdo que me marcó para siempre como periodista. En el perÃÂodo de polémica atroz que precedió a la primera ley democrática que despenalizó la interrupción del embarazo y liberó a las mujeres de la mazmorra por este asunto, realicé un reportaje en el que salÃÂamos a la calle micrófono en ristre. Era en Santiago. Curas y estudiantes daban su opinión con desparpajo. Pero la primera mujer trabajadora que abordamos palideció cuando le hicimos la fatÃÂdica pregunta de qué opinaba sobre el aborto: "¡Yo no soy de aquÃÂ, que he venido a comprar unos zapatos!". Y asàseguimos. Las mujeres, sobre todo las trabajadoras, no son de aquÃÂ. Seamos sinceros. No habrÃÂa ningún debate sobre la interrupción del embarazo si fuesen los hombres quienes tuviesen que parir. En ese caso, los niños recibirÃÂan por lo menos tanta ayuda como la de los automóviles recién nacidos.
La verdad de las verdades refulgÃÂa en el informe que este diario publicó ayer y se resume en este sumario: "Tres de cada cuatro madres tuvieron incidencias en su carrera profesional". Ser madre es un problema. Está penalizado por esta sociedad donde, según las estadÃÂsticas, es mayoritaria la religión que venera a un Dios piadoso. Mientras la natalidad aumenta en paÃÂses como Francia, hay partes de España, las muy conservadoras, por cierto, donde la caÃÂda demográfica se revela como el más dramático problema. La diferencial no es el aborto. Son los mÃÂnimos de justicia social. Se dice que sobre el aborto las posturas son irreconciliables. No. Ahàtienen un inmenso espacio común. Para empezar, podemos pedir en misa que los niños tengan al menos tantas ayudas, estatales y autonómicas, como los automóviles.