En contra de la neutralidad

Conocimos esta semana que se está presentando en Costa Rica un proyecto para modificar la Constitución Nacional de ese país de manera de convertirlo en un Estado Laico. Básicamente se intentan modificar dos artículos: uno que hace referencia al caracter oficial de la religión Católica Apostólica Romana, y otro que obliga a los funcionarios a jurar por Dios al asumir su cargo.

Como es de esperar, la idea de la neutralidad religiosa (y la pérdida de los habituales privilegios de la Iglesia) ha despertado críticas de los sectores fundamentalistas que por supuesto incluyen a la Iglesia Católica de ese país.

El Obispo de Cartago, Mons. José Francisco Ulloa, nos regaló el mismo discurso delirante que habitualmente repiten las autoridades religiosas en el que denuncian persecuciones, actitudes anticatólicas y simulan victimismos varios. Aseguró que la Iglesia no va a callar ni claudicar respecto a los principios que su dios les encomendó en la tierra. Calificó el proyecto como "acto de profanación" y volvió a confundir laicismo con ateísmo en una clara demostración de la intolerancia ideológica de la institución que representa que parece decir "o están conmigo, o están contra mí". Como era de esperarse, también volvió a adueñarse de la moral, afirmando que un estado sin dioses es un estado deshumanizado. "Cuando un estado se vuelve ateo, es capaz de cometer las peores injusticias y las más bajas aberraciones. De esto es testigo la historia" afirmó olvidando cruzadas, siglos de inquisición, conquista y "evangelización" americana, complicidad con las dictaduras y una buena lista de etcéteras.

Entre tanto en España se está tratando una Ley de Libertad Religiosa que también es objeto de críticas por parte de la Iglesia que sostiene que atenta contra los cristianos. Afirma el Obispo de Almería, Mons. Adolfo González, que la ley "no será nunca justa ni democrática si va dirigida contra la identidad mayoritariamente cristiana de la sociedad" dejando bien en claro la idea que tiene de la democracia el obispo. Paralelamente el ministro de Justicia Francisco Caamaño afirmó que se retirarán los símbolos religiosos de las escuelas, lo que nuevamente es leído por la Iglesia Católica como un quiebre de la pluralidad religiosa y ya es motivo de preocupación del fundamentalismo católico.

En estos casos, como en otros que también sufrimos en Argentina, se repite el mismo patrón delirante, en el que se observa como las autoridades de la Iglesia son capaces de usar como argumentos afirmaciones que por ser autocontradictorias carecen del menor sentido lógico. Entre ellas pueden listarse:

  • Defender la pluralidad religiosa sosteniendo que se deben mantener los símbolos religiosos (en escuelas y edificios públicos) de solo una religión
  • Afirmar que un estado neutral en materia religiosa es un estado anticaólico o ateo.
  • Sostener que la igualdad de derechos para quienes profesan cualquier o ninguna religión perjudica a una en particular.
  • Acusar de totalitario a un Estado por no imponer una visión única y particular de la moral.

Es cierto que la lógica no es el fuerte de las religiones, y las contradicciones internas son aceptadas sin más e incluso mostradas con orgullo como un acto de fe. Pero la idea de que un estado neutral es la forma más respetuosa de las posiciones ideológicas de cada uno (en cualquier terreno) no parece tan difícil de comprender.

 

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