La prostitución

Encuentro curioso que en la blogosfera no se hable mucho de este tema, con lo que le gusta a la gente una buena discusión. Me planteé hablar de la prostitución viendo que las cuestiones morales generan grandes discusiones con abundancia de malos planteamientos. Se encuentran discusiones sobre el aborto, la homosexualidad, la eutanasia, la igualdad, la religión, la pobreza, los derechos, …, pero no he visto, en los blogs que suelo leer, nada sobre la prostitución, así que he tecleado las palabras “blog” y “prostitución” en google a ver qué pasaba. El resultado es que he encontrado algunos blogs de prostitutas que cuentan su visión del asunto y sus experiencias. Recomiendo especialmente el de M. N. (Marien), que parece auténtico.

Voy a intentar plantear el tema con unas cuantas reflexiones mías. Como siempre, intentaré que las afirmaciones no vengan caídas del cielo, es decir, de una doctrina,  ideología u otros apriorismos, y que tengan en la tierra la prueba de su validez.

No habría problema si hubiese un principio de validez universal (o casi) del que se derivara una posición y no otra y no hubiese a su vez otro principio del que se derivara la contraria. Como suele suceder en temas polémicos, ambos principios existen.

Uno puede decir: “Mientras sea una decisión libre por ambas partes, no debe haber interferencia en el negocio. Es más, como toda empresa, debe estar sujeta a una fiscalidad y a unas normas.”

Otro responde: “El derecho a la dignidad es inalienable, como el de la libertad, y no se puede comerciar con él”.

Otro más añade: “La mayoría de las prostitutas lo son por engaño, intimidación o, directamente, por amenaza de la propia vida, por lo que hay que prohibir la práctica que genera el daño”.

El segundo argumento me parece más débil. No en sí mismo, pero sí en este caso. Como mucho, la renuncia a la dignidad es temporal y, desde luego, debe ser la propia interesada quien decida qué es más digno para ella. En un extremo tenemos a las prostitutas de lujo que no parecen muy descontentas de su oficio. En el otro tenemos las que ejercieron a edades tempranas y se arrepienten de ello. Una edad mínima para ejercer la prostitución (¿21 años, como la de beber alcohol en algunos países?) podría evitar gran parte del problema. El arrepentimiento llegará así todo a ¿muchas? ¿pocas? como les llega a muchos que decidieron no estudiar y trabajar en lo que a edades jóvenes parecía interesante y lucrativo, pero que después no ofrece demasiado futuro.

El tercer argumento es muy sensato. Si supiéramos que el 99% de las prostitutas lo son involuntariamente, es muy posible que quisiéramos prohibir la actividad. No tengo datos sobre cuál puede ser la realidad. Creo que estamos lo suficientemente lejos como para que otras medidas sean más efectivas. Por comparar, si supiéramos que en el 50% de las panaderías trabajaran menores de edad que deberían estar en la escuela, ¿prohibiríamos las panaderías? La mayor parte de este problema se evitaría con su legalización como negocio, como sucedió con el final de la ley seca, que fue el final de la mafia (de una parte de ella, otra siguió en otras actividades clandestinas) y con una buena regulación e inspección.

El primer argumento me parece que debe prevalecer en ausencia de otros costes que se me hayan olvidado y en presencia de los dos anteriores, que no acaban de tener fuerza, según los pondero, para privar a una persona adulta de que haga con su cuerpo lo que quiera, como los actores porno o los bomberos toreros.

No he mencionado el caso de la prostituta que lo es por necesidad de dinero, porque todos los trabajos son así, de manera que este hecho ni quita ni da razón al debate sobre si la prohibición o la legalización es lo que conviene. Sí, en cambio, es pertinente para entender el porqué de la mayoría de las decisiones de prostituirse, primera cosa que hay que entender si se quiere realizar cualquier clase de actuación sobre las prostitutas. En general, la disminución de la pobreza va unida a la disminución de la prostitución. Como tardaremos mucho en erradicar la pobreza y como hay más razones para prostituirse (para pagarse algunos lujos o vivir mejor, y no por ser particularmente pobre, por ejemplo) veo casi imposible que se acabe la prostitución.

Tampoco he hablado del hecho de que ofende a las buenas costumbres de los demás, porque las prostitutas no tienen por qué estar en la calle, como no tienen que estar los tenderetes y mercadillos, sino en locales al uso, como toda empresa.

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