Si la religión es poder, la mujer quiere su parte

Deepak Chopra

Para responder a la pregunta sobre si la religión fortalece a la mujer, tengo que preguntarme otra cosa primero. ¿Debe la mujer aspirar al poder, si ejercerlo ya es un compromiso? Sarah Palin se ajustó a la norma cuando le pidió a Dios que le ayudara en su carrera en Alaska. Utilizar a Dios como brazo fuerte político es el maldito pequeño secreto. O bien, es un secreto que ya no resulta furtivo. Sin un momento de rubor, millones de creyentes quieren que Dios les haga más ricos, más exitosos y más influyentes. Uno de los propósitos fundadores de la religión fue desde luego eliminar la mediocridad. Con resultados dispares. En la Cristiandad, por ejemplo, el creyente ideal es humilde, desinteresado, y con capacidad de perdonar. Todo sumado significa «sin poder». O igual es que Jesús buscaba que llevaramos el poder de lo mundano, a lo cual consideraba insignificante, hacia lo espiritual, lo que consideraba más importante. Una característica más de la religión es el servicio, lo que en el Protestantismo se conoce como «evangelio social», sosteniéndose que ayudar a los necesitados te concede los favores de Dios. Sin embargo, no son caminos hacia el poder en el mundo.

Si las mujeres pueden superar esos compromisos, nada debería serles negado. En todas las fes hay quien manda y quien es mandado. Por cada monje haciendo un voto por el celibato, hay un obispo o un cardenal llevando en secreto las riendas del gobierno local —no es una acusación paranoica, suele ser completamente público cuando lo hacen—. El asunto del género se resume casi siempre en a cuántas mujeres se les permite el acceso a los escalones más altos en su ocupación. Las sectas protestantes más liberales les suelen dar acceso completo, mientras que el Catolicismo no les da nada. Y no nos corresponde hacer juicios sobre un caso ni sobre el otro, dado que la política de una iglesia la deciden sus miembros.

Por supuesto, el poder tiene otro significado, el personal, sobre el cual influye la religión. El resultado aquí está decididamente repartido. La tradición de culpar a la mujer por el pecado original debido a la desobediencia de Eva nos lleva a otra tradición que siempre ve a la mujer como el objeto de la tentación física. Obviamente pocas mujeres modernas quieren verse asociadas con ello. Y sin embargo, aún dejando a la teología de lado, una mujer puede verse fortalecida por la fe, por la inspiración y por estar al servicio de los demás. La exhaltación de la divinidad en la mujer alrededor del mundo ha hecho sagrado el papel de la maternidad. Muchos hablan de su «santa madre» y, sin embargo, cuando se habla del «santo padre» no se está precisamente hablando del padre de uno.



Dadas tan sesgadas influencias no es posible redactar de forma sencilla una hoja de resultados. Es debatible si es posible concluir que hay más factores positivos que negativos en la religión, o viceversa. Sin embargo, considerando la nueva espiritualidad, que crece a expensas de la religión organizada, no hay duda de que la mujer no sólo puede aspirar al liderazgo sino a buscar el poder a todos los niveles. Quieren sentirse fuertes, en sí mismas y cada al mundo. Dado cómo de subordinado ha sido el papel de la mujer durante siglos, y como de intolerablemente las iglesias organizadas han ejercido el papel de represores sociales, creo que cualquier camino hacia el fortalecimiento de la mujer es un desarrollo positivo.

Visto en On Faith.

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