A 150 años de la teoría de la evolución

© Valeria Román
Publicado en Clarín

El padre de Charles Darwin se sorprendió al verlo tras su largo viaje. «Si le ha cambiado hasta la forma de la cabeza», dijo el hombre. En un sentido metafórico, el padre estaba en lo cierto. Darwin había mirado una gran variedad de paisajes. Había hallado huesos fósiles de armadillos y otros organismos en la Argentina que ya estaban extinguidos, pero que eran parecidos a los actuales. Y se había asombrado por los canguros en Australia o los pinzones que pudo observar en las islas Galápagos, entre otras experiencias que lo que llevaron a formular la teoría de la evolución. Una teoría postulada hace 150 años y que hoy está más vigente que nunca.
Este martes [hoy], el mundo estará recordando la presentación de la teoría de Darwin y de Alfred Rusell Wallace, ambos naturalistas ingleses, que llegaron a ideas similares, aunque el primero fue el que tuvo mayor trascendencia. El 1 de julio de 1858, la Sociedad Linneana de Londres sirvió de escenario para la presentación, aunque Darwin no pudo participar porque dos días antes se le había muerto un hijo. Wallace tampoco fue porque estaba de viaje.
Consultado por Clarín telefónicamente, el prestigioso biólogo Francisco Ayala, de la Universidad de California, en Irvine, y ex presidente de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, reinvidica a Darwin. «Él ya sabía, en 1838, que los organismos provienen de organismos similares a ellos y que la evolución es modelada por el proceso de la selección natural. También sabía que su teoría iba a ser importante. Prefirió seguir acumulando evidencias para defenderla con todo. Recién aceptó darla a conocer en 1858 cuando Wallace le mandó una carta en la que le contaba que había alcanzado una comprobación similar. En ese momento, Darwin se agarró la cabeza».
Se llegó finalmente a un acuerdo y la teoría en la que Darwin hablaba de «herencia con modificación» fue dada a conocer. Un año más tarde publicó su célebre El origen de las especies. «Durante los 150 años posteriores, se fueron acumulando evidencias de la paleontología, la genética, la biogeografía, la embriología, que hicieron que hoy la teoría sea el eje vertebrador de la biología contemporánea. La teoría de la evolución está más vigente que nunca», destacó Adriana Schnek, bióloga de la UBA y coautora del libro Curtis Biología, de la Editorial Médica Panamericana.
Darwin siguió trabajando en la teoría por el resto de su vida. «Extendió la revolución copernicana al mundo de los seres vivos», puntualizó Ayala. «Todavía se debate si Darwin ya tenía una hipótesis antes o durante su viaje por el mundo. Se sabe que había leído trabajos que hablaban de los cambios geológicos que ocurrían en la Tierra. Por lo cual, él se preocupó por los cambios en las especies», contó la bióloga.
Con el tiempo, las evidencias provenientes de distintos campos se combinaron en la llamada Teoría sintética de la evolución. Se sabe que hay varios procesos –además de la selección natural– que explican el cambio evolutivo y que pueden contribuir también para entender el surgimiento de nuevas especies.
Hoy la teoría de la evolución da el marco fértil –según la bióloga argentina Adriana Schnek– para entender el mundo: desde la extinción de las especies hasta la resistencia de las bacterias a los antibióticos, pasando por las tretas del virus del sida, la manipulación genética de la soja, o hasta el test de ADN para identificar y encontrar a un asesino.


Evolución es sinónimo de cambio y los seres vivos cambian a través del tiempo

© Luis Cappozzo

La suave melodía de Chambao, el conjunto de música flamenca electrónica, susurra «evolución, evolución, en el cambio esta la evolución». Evolución es sinónimo de cambio. Representa una idea unificadora en biología: los seres vivos cambian a través del tiempo. El origen de la vida fue hace aproximadamente 4.000 millones de años.
Durante 2.000 millones de años, nuestro planeta solo estuvo habitado por bacterias. Luego, se puede afirmar, que explotó la diversidad biológica. Insectos gigantescos, dinosaurios, monstruos marinos de leyendas y extrañas criaturas que ya no existen y dejaron su huella en las rocas fósiles (prueba irrefutable de su existencia pasada). Hoy, según estimaciones mundiales, conviven con nosotros cerca de 20 millones de especies distintas, de las que solo conocen apenas un 10 por ciento. El cambio es continuo, opera en las unidades de información genética (genes), ocurre al azar y no está dirigido.
El mecanismo principal fue propuesto ante sus pares científicos por Charles Darwin hace 150 años, y lo llamó selección natural. Este concepto significa que los más exitosos serán los mejor adaptados al tiempo y lugar que les toca vivir. Es un error considerar al concepto de supervivencia del más fuerte, lo correcto –en términos biológicos– es hablar del mejor adaptado.
No existen especies más evolucionadas que otras. Solo existen especies bien adaptadas, sino se extinguen. El hombre es, por consiguiente, una especie más en este enorme tapiz de biodiversidad, que por azar resultó estar bien adaptado –hace poco más de dos millones de años– para andar sobre sus dos piernas y desarrollar su cerebro.
La evolución sigue su curso, impredecible, y a pesar de la manipulación genética de la que somos capaces. Charles Darwin tenía razón.

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