Cristo murió por nosotros y por ET

© Luis Alfonso Gámez
Publicado en Magonia

Lo ha dicho el director del Observatorio Astronómico del Vaticano, el jesuita argentino José Gabriel Funes: Jesús murió en la cruz en el Gólgota para redimirnos no sólo a nosotros, sino también a los «hermanos extraterrestres». Vamos, que Dios no va de mundo en mundo encarnándose, siendo traicionado y cruelmente ejecutado. No me negarán que, si no, sería una faena de mucho cuidado de haber una multitud de civilizaciones alienígenas, un infernal martirio como el de Sísifo, pero sustituyendo la piedra por el madero.

Las palabras sobre la Redención del astrónomo jefe vaticano, quien asegura que se puede creen en Dios y en los extraterrestres a la vez, me han recordado un irrisorio –por el tema– e insoportable –por la redacción– libro de ovnis. Se titula Mirando a la lejanía del Universo y fue publicado en 1968 por el sacerdote Enrique López Guerrero. Es obra de tan ingenua credulidad que el autor se traga de cabo a rabo el fraude de Ummo, la historia según la cual un platillo volante aterrizó en los Alpes franceses en marzo de 1950, sus ocupantes viven entre nosotros y han contactado desde los años 60 por carta con ufólogos españoles.

López Guerrero examina, entre otras cosas, el «problema de la universalidad de la Redención y de la singularidad de la Encarnación», de cómo Dios se habría encarnado sólo una vez, pero su sacrificio como Jesús en la Tierra habría servido para liberar del pecado a todos los seres inteligentes del Universo. El sacerdote español añade que tampoco es problema para esa Redención universal que «la mayoría de las Humanidades creadas no hayan caído en pecado original», algo de lo que está seguro porque, si la mayoría hubieran caído, «ello mplicaría un fracaso del plan divino de toda la Creación, al ser el hombre su cumbre y su meta». Yo, si embargo, no acabo de entender qué sentido tiene salvar a quienes no necesitan ser salvados, será que mi lógica es de este mundo. Rizando el rizo aún más, el autor de Mirando a la lejanía del Universo identifica al Jesús terrestre con un personaje ummita llamado Ummowoa, pero sentencia inmediatamente que eso «no implica necesariamente una doble Encarnación». Más lógica de otro mundo.

Añade López Guerrero en su libro que, aún habiendo sido malos, somos «la más apta» entre todas las Humanidades creadas para asistir en vivo y en directo a la Encarnación. Supongo que el padre Funes piensa lo mismo porque, si, de entre todos los miles de posibles mundos con vida inteligente, el dios cristiano eligió éste para su sacrificio como hombre, será porque somos algo extraordinario. ¿O no?

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