Moiron

Extracto del cuento Moiron, de Guy de Maupassant

-Fui yo quien mató a los niños:… a todos… Fui yo… ¡por venganza! Escuche. Yo era un hombre honrado, honradísimo… muy honrado, muy puro -adoraba a Dios, al Dios Bueno, al Dios que nos enseñan a amar, y no al Dios falso, al verdugo, al ladrón, al asesino que gobierna la tierra-. No había hecho daño a nadie, jamás había cometido un acto ruin. Yo era tan puro como pocos, señor.

-Una vez casado, tuve hijos y empecé a amarlos como jamás un padre o una madre amó a los suyos. Sólo vivía para ellos. Los adoraba. ¡Y murieron los tres! ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Qué había hecho yo? Me rebelé, me rebelé furiosamente; y después de repente abrí los ojos como cuando uno se despierta; y comprendí que Dios es malo. ¿Por qué había matado a mis hijos? Abrí los ojos, y vi que le gusta matar. Sólo le gusta eso, caballero. ¡Sólo da la vida para destruirla! Dios, caballero, es un asesino. Todos los días necesita muertos. Y se los procura de todas las maneras, para divertirse más. Ha inventado las enfermedades, los accidentes, para divertirse tranquilamente a lo largo de los meses y los años; y además, cuando se aburre, tiene las epidemias, la peste, el cólera, las anginas, la viruela; ¿acaso sé yo todo lo que ha ideado ese monstruo? Y no le bastaba con eso, ¡todos esos males se parecen!, y se permite guerras de vez en cuando, para ver a doscientos mil soldados en el suelo, aplastados entre sangre y lodo, reventados, con los brazos y las piernas arrancados, las cabezas rotas por bolas como huevos que caen sobre una carretera.

-Y eso no es todo. Ha hecho que los hombres se devoren entre sí. Y además, como los hombres se vuelven mejores que él, ha hecho a los animales para ver a los hombres cazarlos, degollarlos y alimentarse con ellos. Y eso no es todo. Ha hecho esos animalillos que viven un día, las moscas, que mueren a millones en una hora, las hormigas que se aplastan, y otros, muchos, tantos que no podemos imaginárnoslos. Y todo eso se mata entre sí, se da mutua caza, se devora entre sí y muere sin cesar. Y el buen Dios mira y se divierte, pues lo ve todo, a los grandes y a los pequeños, a los que están en las gotas de agua y a los de otras estrellas. Los mira y se divierte. ¡Qué canalla!

-Y entonces yo, caballero, también maté a niños. Le gasté esa mala pasada. Con esos no pudo él. No pudo él, fui yo. Y habría matado otros muchos, pero usted me cogió. ¡Ahí tiene!

-Yo iba a morir guillotinado. ¡Yo! ¡Cómo se habría reído ese reptil! Entonces pedí un sacerdote, y mentí. Me confesé. Mentí; y he vivido.

-Ahora se acabó. No puedo ya escapar de él. Pero no le tengo miedo, caballero, lo desprecio demasiado.

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