Un mundo si Dios
Alguien me invitó a hacer el ejercicio de imaginar como serÃa un mundo en el que sepamos que no hay dioses. Obviamente cualquier respuesta es puramente especulativa, porque no tenemos la posibilidad de ensayar universos con y sin dioses, de manera de verificar la diferencia. Pero pensé que la falta de un diseño premeditado, de un plan, de un ser todopoderoso que nos cuide, deberÃa percibirse de alguna manera.
Concluà que un mundo sin dioses serÃa indiferente al dolor. La alegrÃa, la tristeza, el goce o el sufrimiento de cualquier ser importarÃan solo a él, o como mucho a los que lo rodean, pero no afectarÃan a un universo sin inteligencia y por lo tanto indiferente a estas cuestiones. No habrÃa nadie a quién pedir nada. Y los pedidos hechos a la nada no tendrÃan efecto. Orarle a cualquier dios o no hacerlo serÃa lo mismo porque no habrÃa ningún dios escuchando. SufrirÃan tanto ateos, como budistas, como judÃos, como cristianos, como musulmanes, porque no habrÃa nadie con poder para repartir o evitar el sufrimiento. NacerÃamos, crecerÃamos, nos enfermarÃamos y curarÃamos, triunfarÃamos y fracasarÃamos, conocerÃamos dichas y desgracias, nos enamorarÃamos o no, tendrÃamos hijos o no, y finalmente morirÃamos independientemente del dios que adoremos.
Un enfermo grave tendrÃa más posibilidades de curarse acudiendo al médico que rezando a la nada. La esperanza de vida y la calidad de vida de los pacientes mejorarÃa porque la medicina avanza, y no porque Dios aprende a curar los padecimientos. TendrÃan más posibilidad de curarse los que tienen mejor acceso a la salud, sin importar en que dios crean.
Las catástrofes sucederÃan sin más. Terremotos, tsunamis, huracanes, volcanes y otras calamidades ocurrirÃan sin pensar en las consecuencias para los seres vivos afectados. SerÃan parte de la naturaleza, y lo mejor que podrÃamos hacer serÃa aprender progresivamente a predecirlos para evitarlos. De nuevo el conocimiento serÃa la única forma de minimizar las pérdidas.
No habrÃa normas claras y universales. La moral serÃa una construcción humana, relativa y subjetiva. El bien serÃa diferente según el punto de vista de distintos individuos y de distintos grupos, y cuanto mucho cada uno creerÃa que el suyo es el “Bien Absoluto” frente al “Bien Absoluto” de otros. Violar las leyes tendrÃa, en el mejor de los casos, un castigo humano.
No habrÃa un dios al que ofender, y quienes crean que su dios fue ofendido tendrÃan que ocuparse ellos mismos de limpiar su nombre. La guerras santas, inquisiciones, cruzadas, yihad, etc. serÃan la única respuesta posible ante la inacción de un dios que no se defiende porque no existe.
El mundo estarÃa librado a si mismo y no se percibirÃa un plan divino. No habrÃa una inteligencia creadora ocupándose de cada detalle, y los procesos naturales no mostrarÃan necesariamente misericordia con los seres vivos. No existirÃan los seres perfectos, y algunos incluso podrÃan tener defectos tales que hagan imposible su subsistencia. PodrÃan morir individuos o especies completas no adaptadas a determinado cambio, no preparadas para enfrentar determinada situación. La muerte serÃa un “método” más para una naturaleza insensible.
No habrÃa pueblos elegidos, ni especies elegidas. No habrÃa una creación de la que seamos el centro, ni punto privilegiado. Nada impedirÃa que las condiciones que favorecieron la vida en nuestro planeta, lo hagan en otros, porque no tendrÃamos nada de especiales.
Resumiendo… un mundo sin dioses serÃa asombrosamente parecido a este.





























