Gobierno, Constitución e Iglesia católica

NOTA DE PRENSA DE LA FEDERACIÓN INTERNACIONAL DE ATEOS (FIdA)
14.04.08,
77º Aniversario de la proclamación de la II República Española.
La desidia del Gobierno de España a la hora de hacer cumplir la Constitución se ha vuelto a hacer patente cuando de nuevo el nombramiento de José LuÃs RodrÃguez Zapatero como Presidente del Gobierno se ha realizado ante una mesa con una gran crucifijo en medio y con una Biblia, al margen de que el señor Zapatero haya prometido -y no jurado- ante esos sÃmbolos pertenecientes a una confesión religiosa que para nada deberÃa inmiscuirse en los asuntos relacionados con el funcionamiento de nuestras instituciones democráticas, en cuanto, de acuerdo con el artÃculo 16.3 de nuestra Constitución, “ninguna confesión tendrá carácter estatalâ€.
¿Qué pinta un crucifijo o una Biblia en la mesa ante la cual se celebra la promesa de cumplir y hacer cumplir la Constitución Española, cuando la propia Constitución establece de modo implÃcito la separación del Estado respecto a cualquier religión? Nada en absoluto. Y no sólo no pinta nada, sino que su presencia es inconstitucional, por lo que, si acaso representa algo, es una burla sarcástica de la propia Constitución, ante la cual el presidente promete cumplir y hacerla cumplir en ese su primer acto institucional.
Después de 30 años de democracia, los responsables de hacer que se cumpla la Constitución todavÃa no se han enterado -o no han querido enterarse- de que su cumplimiento exige que esos sÃmbolos se retiren y queden para el ámbito privado y para la conciencia de cada ciudadano. La situación actual representa un incumplimiento de la Constitución en tanto que la presencia de tales sÃmbolos implica, aunque sólo sea por inercia, una forma de seguir aceptando el sometimiento de la soberanÃa de nuestro pueblo a la jerarquÃa de la Iglesia Católica, cuyo sÃmbolo más importante domina el lugar ante el que el candidato mayoritariamente elegido por las Cortes debe realizar la promesa correspondiente para su nombramiento como Presidente del Gobierno. Además, la presencia de tales sÃmbolos es una propaganda gratuita de dicha confesión religiosa para quienes contemplen por cualquier medio visual –televisión o prensa- las imágenes de dicha ceremonia.
Por ello, hay que exigir al Gobierno de España y a las instituciones democráticamente elegidas por la ciudadanÃa que cumplan precisamente con su promesa de “hacer cumplir la Constituciónâ€, comenzando por eliminar tales sÃmbolos religiosos de las ceremonias en las que se producen sus nombramientos.
Esta misma crÃtica vale igualmente para los actos judiciales en los que se sigue preguntando al testigo si “jura o promete decir la verdad…â€, pues, en cuanto el juramento lleva implÃcita la referencia a determinadas creencias religiosas, la fórmula judicial correspondiente es inconstitucional, y resulta asombroso que los encargados de juzgar si las leyes se cumplen o no incluyan esta fórmula -o acepten su inclusión- en los mismos actos en los que se juzga acerca de los posibles incumplimientos de la Ley, infringiendo sistemáticamente asà el artÃculo 16.2 de la Constitución Española, en el que se dice que “nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideologÃa, religión o creenciasâ€.
Pues es evidente que, desde el momento en que se le exige al testigo que “jure o prometaâ€, se le está obligando a declarar si tiene o no creencias religiosas, en cuanto jure o en cuanto simplemente prometa. En consecuencia, de nuevo en este caso habrÃa que exigir el cambio de esta fórmula judicial eliminando toda referencia al juramento –de carácter religioso- para dejar exclusivamente la referencia a la promesa –de carácter personal y ligada al propio honor y dignidad como ciudadano-.
Y lo mismo sucede en otra clase de actos, como son los relacionados con la monarquÃa, actos como bodas, bautizos y otras ceremonias en los que aparece de un modo especialmente visible la relación entre dicha monarquÃa y la Iglesia católica, pareciendo olvidar en estos casos que los monarcas han dejado de serlo por la gracia de cualquier supuesto dios para serlo porque nuestro pueblo soberano aprobó en referendo nuestra Constitución y, con ella, de regalo, la institución de la monarquÃa parlamentaria –al menos por ahora y hasta que el pueblo español la siga legitimando-.





























