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La primera comunión no es más que una ceremonia religiosa en la que, en general un niño o varios, reciben el sacramento de la Eucaristía, que a su vez, según el mito cristiano, consiste en ingerir un trozo de pan o tomar un poco de vino. Si bien para todos los cristianos el pan y el vino no significan lo mismo, los católicos en particular afirman que luego de la consagración, y por medio del gracioso Espíritu Santo, estos se vuelven realmente el cuerpo y la sangre de Cristo (el muchacho de pelo largo y ojos celestes de las películas). El lector ajeno a la tradición católica, e incluso el que la conoce pero tiene un mínimo de criterio, sospecharán que donde escribí “se vuelve realmente el cuerpo y la sangre de Cristo” debe interpretarse que los católicos simbolizan en el pan y el vino al cuerpo y la sangre de Cristo respectivamente. Pues no. La Iglesia Católica sostiene sin lugar a dudas que el pan es el cuerpo de Cristo, y el vino es la sangre de Cristo. No hay simbolismos, ni metáforas, ni representaciones. Son eso y punto. Es un dogma de fe establecido en el Concilio de Trento, que afirma “CAN. I. Si alguno negare, que en el santísimo sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y substancialmente el cuerpo y la sangre juntamente con el alma y divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y por consecuencia todo Cristo; sino por el contrario dijere, que solamente está en él como en señal o en figura, o virtualmente; sea excomulgado.” dado que “es sin duda execrable maldad, que ciertos hombres contenciosos y corrompidos las tuerzan, violenten y expliquen en sentido figurado, ficticio o imaginario; por el que niegan la realidad de la carne y sangre de Jesucristo, contra la inteligencia unánime de la Iglesia, que siendo columna y apoyo de verdad, ha detestado siempre como diabólicas estas ficciones excogitadas por hombres impíos, y conservado indeleble la memoria y gratitud de este tan sobresaliente beneficio que Jesucristo nos hizo.“. Ni que hablar de aquel que diga que el cuerpo de cristo no es ni más ni menos que “una galletita”.

María José Martín y Javier Campo son católicos practicantes de Huesca (España), que compartían la ilusión con su hijo de ocho años de que toma su primera comunión. Esto no habría salido en los diarios del mundo si no fuera por un detalle: el niño no tolera el gluten porque es celíaco. Sus padres, que parecen cometer la herejía de sospechar que en el momento de la “transubstanciación” el gluten permanece en el consagrado trozo de carne de su mesías, pidieron que la hostia para su hijo sea de maíz en lugar de trigo, de manera que no contenga nada de gluten. Y de nuevo, la iglesia, que sabe escuchar las necesidades de la gente, lo negó apoyándose en “investigaciones” realizadas en 1995 por el hoy Jefe de Estado del Vaticano, Joseph Ratzinger (y en ese momento prefecto de que lo que fuera la Inquisición) en las que se menciona que las hostias sin gluten son “inválidas para el sacramento”, probablemente por alguna imposibilidad que tiene el Espíritu Santo en convertir maíz en carne divina. De todas maneras, y para que no se diga que la Iglesia no intenta con buen criterio buscar una solución para este problema, ofrecieron que el niño en lugar de comer de la carne de Cristo, a cambio beba de su sangre, de manera que pueda cumplir con su sacramento (reemplazando el canibalismo por vampirismo). Desgraciadamente los padres no aceptaron esta solución porque la justicia no entiende mucho de transubstanciaciones y, para la ley, la sangre no es otra cosa que vino tinto, lo que está prohibido ingerir para un niño de ocho años. Los padres intentaron negociar mosto en lugar del vino, pero nuevamente el sacerdote se negó, yendo aún en contra del texto de Ratzinger anteriormente mencionado. Puede leerse en el Diario El Mundo al vicario Josè Antonio Satué decir que para la Iglesia hay cosas “muy, muy sagradas, como los sacramentos” cuyas disposiciones “no podemos cambiar nosotros porque son para la Iglesia universal” y añadiendo que no se puede hacer excepciones. Sobre la alternativa del vino dijo que “no creo que sea ilegal que los niños tomen medio sorbo de vino en la comunión”. (Nota al margen: Resulta gracioso pensar en “medio sorbo”, lo mismo que en “medio agujero”, como si medio sorbo no fuera un sorbo y medio agujero no fuera siempre un agujero)

Sin poder el niño ingerir ni gluten ni vino, la situación quedaba en un callejón sin salida. Y sin contemplar la posibilidad de que quizás el deseo de Dios es que ciertos niños no participen de la Eucaristía, y por eso pone en ellos semejante enfermedad a la vez que obliga si o si a utilizar gluten en las hostias, la familia dio a conocer esta situación que por lo visto tuvo una gran difusión. El caso tiene un antecedente en Andalucía (también España) donde la familia sí aceptó que su hijo tome vino en lugar de ingerir la hostia, pero con ciertas condiciones que el sacerdote parecía aceptar, y que en medio de la ceremonia de manera premeditada no cumplió jugando con la salud del niño.

Volviendo al caso de Huesca, los medios han informado que la solución llegó desde Alemania, donde aparentemente se consiguen hostias con un contenido de gluten por debajo del límite máximo tolerado por los celíacos, que parece ser de 20 ppm de gluten, aunque hay versiones que afirman que la madre habría aceptado esta salida solo obligada por la intransigencia de la Iglesia que insiste en que Dios discrimina abiertamente a los celíacos, pero que la hostia tiene cuatro veces más gluten que el tolerado.

Esta noticia de Huesca y el antecedente en Andalucía, se suman a otros actos fuertemente discriminatorios como la negativa a tomar la comunión a un chico con síndrome de Down en Chile (con la excusa de que su edad mental es la de un niño de 4 años, como si la edad fuera un impedimento para que los niños o bebes tomen un sacramento), dos casos de niños sordos, uno de La Pampa y otro de Santa Fe (ambas provincias argentinas), uno de espina bífida en España, e incluso un caso de tres niñas que no pueden comulgar simplemente porque sus padres “no van a misa”

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