Investigación con células madre



© Sam Harris
Traducción de Ismael Valladolid Torres

La investigación con células madre es una de las líneas más prometedoras en la biología para crear nuevas terapias médicas. No está siendo financiada por el gobierno federal por motivos religiosos. Se considera la idea basada en nociones de teología más bien vagas de que en cada óvulo fertilizado hay un alma, y que no debe privilegiarse el interés de una alma sobre el de otra —incluso si una está en un pequeño vaso de laboratorio y la otra pertenece a un adulto que sufre Parkinson.—
Se ha hablado mucho sobre que la ciencia no es capaz de responder a cuestiones de moralidad. Bien, me temo que esta es una cuestión sobre moralidad que la ciencia ha respondido puntualmente. Préstese atención a los detalles, por ejemplo al tipo de embrión humano que se destruye durante la investigación con células madre. ¿Qué es un embrión humano con tres días? Es una colección de ciento cincuenta células. Puede parecer que son muchas células. Para cualquier desinformado sin duda lo son. Sin embargo, en el cerebro de una mosca hay cien mil células. Así que propongo que si nos concierne el sufrimiento en el mundo, debemos sentirnos más concernidos ante matar moscas que ante matar embriones humanos de tres días. Esto puede sonar provocativo. Argumento que no debería, si de nuevo se presta atención a los detalles.
El segundo argumento es que hay una diferencia entre una mosca y un embrión humano de tres días, y es que el embrión humano es una vida humana en potencia. Este es sin duda un argumento problemático: Cada célula en nuestro cuerpo —cada célula con núcleo—, con la debida manipulación es una vida humana en potencia. Literalmente, cada vez que uno rasca su nariz, ha cometido un holocausto de vidas humanas en potencia.
El argumento de la vida humana en potencia no nos lleva a ninguna parte.
Sin embargo, vayamos más lejos. Aceptemos que en cada embrión humano de tres días yace un alma digna de nuestra atención moral. Surgen otros problemas de esta aceptación. El primero, que los embriones con esta edad pueden dividirse en lo que llamamos gemelos univitelinos. ¿Estamos hablando del caso de un alma dividiéndose en dos de ellas? Dos embriones con esta edad pueden también fundirse en uno, lo que llamamos una quimera. Muchos de los que están en esta sala podrían haber nacido de una quimera. Sospecho que podría haber teólogos preocupados por qué puede haberle pasado al alma humana que ha desaparecido en este caso.
Debemos aceptar que la aritmética de almas no tiene sentido, que es intelectualmente indefendible, pero también que es moralmente indefendible dado que estas nociones están prolongando la eterna miseria de decenas de millones de seres humanos enfermos. Y por culpa del respeto que concedemos a la fe religiosa —incluso investigadores con células madre conservan este respeto por la fe— no podemos plantear esta discusión de la forma que deberíamos.
Sugiero que si piensas que el interés de un blastocito —un embrión humano de tres días— entra en conflicto con el interés de una pequeña niña con daños en su espina dorsal, o con el de una persona con quemaduras por todo el cuerpo, es porque tu intuición moral ha sido oscurecida por la metafísica religiosa. Por desgracia esta clase de ceguera está muy bien aceptada en nuestra sociedad, un tipo de ceguera que recibe el nombre de fe religiosa, y que, en el colmo, se nos obliga a respetar.

Vía: La media hostia.

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