Crónica del Congo: CapÃtulo 3
Texto del Dr. IsaÃas A. MartÃnez Medina.
Pues bien, Katsongeri vino una noche cuando ya estábamos todos relajados y nos habÃamos bebido nuestra respectiva cerveza y comido la cena, un poco de pollo con arroz, y me dice que habÃa una señora de parto y que el niño no salÃa, como yo era el único médico en la zona, a pesar de no ser ginecólogo salà corriendo con la intención de hacer lo que pudiera.
La asignatura de obstetricia, la habÃa estudiado hacÃa más de 25 años, no obstante conocimientos que yo pensaba que estaban olvidados hace tiempo, comenzaron a venir a mi mente a una velocidad sorprendente.
Coloqué a la señora más a la vertical, en lugar de tumbada, porque pensé que la fuerza de gravedad podrÃa ayudarle, colocando un objeto, debajo de la tabla en la que estaba tumbada, estaba cansada y naturalmente no tenÃamos oxitocina ni cualquier otra cosa que pudiera ayudarnos, asà es que Kasongueri empezó a empujar en el vientre de la señora manualmente, mientras que yo metÃa las manos en la vulva y vagina, naturalmente con guantes (los que me habÃa llevado para trabajar en la boca) y comencé a empujar las paredes para ayudar en la dilatación, tomé la cabeza del bebé para desencajarlo, y me di cuenta que venÃa con dos vueltas de cordón umbilical alrededor del cuello.
Mi corazón, que iba al trote, empezó a galopar, procuré mantenerme frÃo empujé el bebe hacia dentro para que el cordón umbilical no estrangulara su cuello y mientras yo empujaba, Katsongueri introdujo su dedo corazón entre el cordón umbilical y el cuello del niño, yo empujé aún más el bebé hacia adentro para que cediera el cordón, Katsongueri lo pasó por la cabeza y el niño quedó liberado, (desde entonces le he llamado a este gesto “maniobra de Katsongueriâ€). Según salió lo bajé por debajo de la tabla en la que estaba instalada la parturienta, para que pasara más sangre desde la placenta al bebé, según recordaba que nos habÃan aconsejado en la asignatura de obstetricia, cuando estaba en cuarto de Medicina en la Universidad de Granada.
Una chica nos iba alumbrando con una linterna de bolsillo, que yo me habÃa traÃdo, para mirar en la boca, como cabe suponer, no tenÃamos electricidad. Iba dirigiendo la linterna hacia el niño y la vulva de la señora, a continuación cortamos el cordón umbilical y lo colocamos en una mesa, encima de un paño, después de lavarlo y aspirar las secreciones de faringe, con una pera de las que se utilizan para lavar los oÃdos, única aspiración de la que disponÃamos y lo único que tenÃamos para tal menester.
Una vez que el niño estaba llorando (se comprende, habÃa nacido en el Congo) y sabÃamos que en buen estado, continuamos con el “alumbramiento de la parturientaâ€, en medicina se le llama alumbramiento a la expulsión de la placenta, como veis todavÃa me acuerdo, lo cual ocurrió sin mayor problema. Probablemente salvé la vida del niño y puede que también la de la madre, tan sólo por esto merece la pena haber estado en el Congo. Al dÃa siguiente lo dijerón por la radio y naturalmente, hablaron de un dentista español que le tocó meterse en partos, con lo que dejé el bastión español bastante alto, pero que conste que me revienta el patriotismo.
A continuación fui a presentarles el niño a José Antonio y a los demás que estaban en la otra cabaña, me sentÃa muy contento y a la vez emocionado por la situación , ya que es la primera vez que atiendo un parto, aunque siempre he visto nacer a mis hijos y alguna idea práctica tenÃa. Fue gratificante para mi vanidad el saber que la madre habÃa decidido ponerle al niño de nombre MartÃnez, que es mi apellido, y es como me conocen en esta zona del Congo, ya que IsaÃas, no aciertan a pronunciarlo correctamente.
Katsongueri me explicó el grave problema, que tenÃan, cuando habÃa partos distócicos, porque, como ambulancia, para llegar a un hospital con más medios, solo tenÃan la moto, pero como no tienen dinero, nunca hay gasolina, asà es que también tienen una bicicleta con un asiento trasero en el que se instala la parturienta. Katsongueri se monta delante y sale pitando con toda la fuerza que dan sus piernas a los pedales, mientras la parturienta va abrazada a él, y chillando por las contracciones uterinas y por los saltos de la bicicleta, en los difÃciles caminos del Congo y con suerte el niño sobrevive, después de esta experiencia seguramente sobrevivirá a muchas otras situaciones.
Tanto Katsonguerà como las mujeres del Congo pasaron a formar parte en mi Olimpo personal, ahà tengo mis héroes, considero titanes a los hombres y mujeres que luchan por sobrevivir en Ãfrica.
También tenÃan un grupo electrógeno que no podÃan usar por la misma razón que la moto, no habÃa dinero para gasolina, pero durante el tiempo que nosotros estuvimos pagamos la gasolina de la moto y del grupo electrógeno, desgraciadamente el dÃa de la parturienta la gasolina se habÃa acabado.
Antes de empezar...
Advierto de que la crónica incluye material multimedia (fotografÃa y vÃdeos), y que lo encontrarás haciendo clic en los enlaces.Espero que os guste
IsaÃas
Un parto inesperado.
Katsongeri era el director del dispensario, que nadie sabe cómo podÃa mantenerse sin dinero, pero garantizo que asà era, una de las cosas que hacÃan las personas que trabajaban graciosamente en el dispensario, era cultivar y criar animales, para poder sobrevivir, con el poco dinero que algunas personas daban por sus tratamientos. El dispensario no está subvencionado por el Estado, ni por ninguna otra organización, estoy hablando, a propósito, de Kalibo.Pues bien, Katsongeri vino una noche cuando ya estábamos todos relajados y nos habÃamos bebido nuestra respectiva cerveza y comido la cena, un poco de pollo con arroz, y me dice que habÃa una señora de parto y que el niño no salÃa, como yo era el único médico en la zona, a pesar de no ser ginecólogo salà corriendo con la intención de hacer lo que pudiera.
La asignatura de obstetricia, la habÃa estudiado hacÃa más de 25 años, no obstante conocimientos que yo pensaba que estaban olvidados hace tiempo, comenzaron a venir a mi mente a una velocidad sorprendente.
Coloqué a la señora más a la vertical, en lugar de tumbada, porque pensé que la fuerza de gravedad podrÃa ayudarle, colocando un objeto, debajo de la tabla en la que estaba tumbada, estaba cansada y naturalmente no tenÃamos oxitocina ni cualquier otra cosa que pudiera ayudarnos, asà es que Kasongueri empezó a empujar en el vientre de la señora manualmente, mientras que yo metÃa las manos en la vulva y vagina, naturalmente con guantes (los que me habÃa llevado para trabajar en la boca) y comencé a empujar las paredes para ayudar en la dilatación, tomé la cabeza del bebé para desencajarlo, y me di cuenta que venÃa con dos vueltas de cordón umbilical alrededor del cuello.
Mi corazón, que iba al trote, empezó a galopar, procuré mantenerme frÃo empujé el bebe hacia dentro para que el cordón umbilical no estrangulara su cuello y mientras yo empujaba, Katsongueri introdujo su dedo corazón entre el cordón umbilical y el cuello del niño, yo empujé aún más el bebé hacia adentro para que cediera el cordón, Katsongueri lo pasó por la cabeza y el niño quedó liberado, (desde entonces le he llamado a este gesto “maniobra de Katsongueriâ€). Según salió lo bajé por debajo de la tabla en la que estaba instalada la parturienta, para que pasara más sangre desde la placenta al bebé, según recordaba que nos habÃan aconsejado en la asignatura de obstetricia, cuando estaba en cuarto de Medicina en la Universidad de Granada.
Una chica nos iba alumbrando con una linterna de bolsillo, que yo me habÃa traÃdo, para mirar en la boca, como cabe suponer, no tenÃamos electricidad. Iba dirigiendo la linterna hacia el niño y la vulva de la señora, a continuación cortamos el cordón umbilical y lo colocamos en una mesa, encima de un paño, después de lavarlo y aspirar las secreciones de faringe, con una pera de las que se utilizan para lavar los oÃdos, única aspiración de la que disponÃamos y lo único que tenÃamos para tal menester.
Una vez que el niño estaba llorando (se comprende, habÃa nacido en el Congo) y sabÃamos que en buen estado, continuamos con el “alumbramiento de la parturientaâ€, en medicina se le llama alumbramiento a la expulsión de la placenta, como veis todavÃa me acuerdo, lo cual ocurrió sin mayor problema. Probablemente salvé la vida del niño y puede que también la de la madre, tan sólo por esto merece la pena haber estado en el Congo. Al dÃa siguiente lo dijerón por la radio y naturalmente, hablaron de un dentista español que le tocó meterse en partos, con lo que dejé el bastión español bastante alto, pero que conste que me revienta el patriotismo.
A continuación fui a presentarles el niño a José Antonio y a los demás que estaban en la otra cabaña, me sentÃa muy contento y a la vez emocionado por la situación , ya que es la primera vez que atiendo un parto, aunque siempre he visto nacer a mis hijos y alguna idea práctica tenÃa. Fue gratificante para mi vanidad el saber que la madre habÃa decidido ponerle al niño de nombre MartÃnez, que es mi apellido, y es como me conocen en esta zona del Congo, ya que IsaÃas, no aciertan a pronunciarlo correctamente.
Katsongueri me explicó el grave problema, que tenÃan, cuando habÃa partos distócicos, porque, como ambulancia, para llegar a un hospital con más medios, solo tenÃan la moto, pero como no tienen dinero, nunca hay gasolina, asà es que también tienen una bicicleta con un asiento trasero en el que se instala la parturienta. Katsongueri se monta delante y sale pitando con toda la fuerza que dan sus piernas a los pedales, mientras la parturienta va abrazada a él, y chillando por las contracciones uterinas y por los saltos de la bicicleta, en los difÃciles caminos del Congo y con suerte el niño sobrevive, después de esta experiencia seguramente sobrevivirá a muchas otras situaciones.
Tanto Katsonguerà como las mujeres del Congo pasaron a formar parte en mi Olimpo personal, ahà tengo mis héroes, considero titanes a los hombres y mujeres que luchan por sobrevivir en Ãfrica.
También tenÃan un grupo electrógeno que no podÃan usar por la misma razón que la moto, no habÃa dinero para gasolina, pero durante el tiempo que nosotros estuvimos pagamos la gasolina de la moto y del grupo electrógeno, desgraciadamente el dÃa de la parturienta la gasolina se habÃa acabado.
“Sé la hora por el sol
y su hay lluvia por el viento
vivo en la sierra contento
sin naide a mi alredeor
sólo con mi pensamientoâ€
(letra de una canción de Cante Jondo)





























