El dilema del tranvÃÂa
Hace unas semanas hablamos de los problemas de tranvÃÂas en el Otto Neurath y poco después acudàa un seminario del psicólogo Robert Kurzban, que los utiliza como ejemplo de su tesis sobre la mente modular. Me persiguen desde que me dedico a la teorÃÂa de los juegos, asàque aquàva una entrada para ellos.
Un tranvÃÂa está en loca carrera sin frenos a punto de arrollar y matar con toda seguridad a un grupo de 10 personas. La única posibilidad de salvarlos es desviar el tranvÃÂa a otra vÃÂa en la que solo hay una persona, que también morirá irremediablemente si se hace ese desvÃÂo. ¿Qué harÃÂas si tuvieras la posibilidad de apretar el botón que active el desvÃÂo?
Este tipo de problemas nos muestran que nuestras posiciones morales pudieran no tener una buena justificación.
Esto último es asàporque está documentado en experimento tras experimento (mentales, claro, nunca se mata a nadie) que las respuestas a la pregunta crucial depende de variables aparentemente irrelevantes.
Por ejemplo, la respuesta varÃÂa si la persona a la que sacrificar es un trabajador de la compañÃÂa que hace su trabajo reparando la vÃÂa o es una persona que camina irresponsablemente por ella, o si en lugar de desviar el tranvÃÂa lo que se puede hacer es arrojar a una persona desde un puente para que caiga delante del tranvÃÂa y lo haga descarrilar, o si no se sabe en qué posición está el interruptor que hace desviarse al tranvÃÂa, pero se puede dar la orden de que se quede en la que queremos, y asàinfinitas variaciones del tema.
¿Por qué habrÃÂa de cambiar la respuesta? ¿Qué tal si esas 10 personas son ciudadanos en un hospital que morirán si no reciben un transplante y la persona que puede salvarlos y morir al donar sus órganos es un ciudadano cualquiera? En todos los casos se trata de 10 vidas frente a una.
Esta es mi postura ante el problema del tranvÃÂa. Por una parte debo decir que si el dilema es exactamente como se describe en cada problema, entonces la decisión debe ser la misma en todos ellos. El problema, a mi entender, radica en que no hay manera de pensar ninguno de los problemas en su descripción exacta. Me pasa lo mismo que cuando intento explicar el equilibrio en un juego. Logro ser más convincente cuando exagero hasta el ridÃÂculo el contexto del juego: dos personas nacen, juegan el juego, son lo felices que les toque ser según el resultado y se mueren. Ese es todo su universo. En esas circunstancias es más aceptable el equilibrio. Claro que esas son exactamente las circunstancias del modelo, pero es claro también que no existen de esa manera en el mundo real.
Pienso que nos ocurre los mismo con los problemas de tranvÃÂas. Tomados al pie de la letra requieren una solución única, tomados en contexto –y cada uno es libre o esclavo de sus instintos de montarse un contexto- pueden estar pidiendo a gritos soluciones distintas.
Una sociedad que sacrifique al azar un ciudadano para donar sus órganos es poco apetecible y poco viable. Sospechosamente, los órganos de los familiares de los ministros o de los médicos se verán poco en el quirófano, los ciudadanos dedicarán grandes recursos a esconderse de las patrullas que buscan donante, .... Este tipo de arbitrariedades, con sus costes añadidos puede estar detrás de una regla impresa en nuestro cerebro que diga que es una mala manera de decidir. Otras reglas, tal vez justificadas, tal vez confundidas, pueden estar detrás de reacciones distintas en las otras versiones del problema.