Diferencia entre revisiones de «Contradicciones de la secta católica»
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Revisión actual del 18:38 23 ago 2009
Por Antonio García Ninet
Usuario en el wiki de la FIdA: Antonio G. N.
Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación
Al igual que el ser humano es un animal dotado de fantasía, por lo mismo es un animal supersticioso, y, por lo mismo, un animal religioso, que tiende a creer como si fueran verdades evidentes todo un conjunto de fantasías, en cuanto le sirven como respuesta más o menos cómoda a las acuciantes preguntas y preocupaciones que la vida le plantea.
La religiosidad primitiva evolucionó de un modo natural en cuanto se trataba de un fenómeno de carácter familiar o tribal, y eran los hechiceros, encargados de las ceremonias o los trances religiosos, quienes se relacionaban –o eso decían- con los dioses del hogar, de la tribu o de los diversos lugares considerados como sagrados. Pero los jerarcas de las religiones modernas, en cuanto la religión ha demostrado su utilidad para un enriquecimiento material milagroso, han ido refinando el conjunto de su liturgia ceremoniosa, su apariencia ante los fieles con atuendos especialmente vistosos, y sus mismas doctrinas para intentar presentarlas con cierta coherencia. Esto último no lo han conseguido ni de lejos, pero con un poco de esfuerzo por su parte, haciendo una intensa apología de la fe, de supuesto origen divino, una campaña de desprestigio contra la razón, simplemente humana, y con la credulidad de la gente sencilla, han conseguido el milagro de convertir las contradicciones en profundos misterios cuya verdad más auténtica sólo Dios puede comprender. Teniendo en cuenta la serie de doctrinas irracionales existentes en las distintas religiones que pretenden tener un valor “trascendente”, más allá de la vida terrenal llena de preocupaciones, necesidades e insatisfacciones, son las estructuras sociales las que han propiciado la asombrosa pervivencia en el tiempo de los mitos que constituyen la esencia de las doctrinas religiosas.
Al mismo tiempo, dada la tendencia de la fantasía humana a crear y a creer en todo un mundo fantástico de espíritus y de dioses, desde tiempos muy remotos ha habido igualmente personas -como hechiceros, brujos, profetas, adivinos, oráculos y videntes-, que han aprovechado esa circunstancia para ofrecerse al pueblo como seres dotados de un don especial para conectar con los espíritus, con los demonios o con las variadas divinidades que la imaginación humana ha ido produciendo a lo largo de los tiempos, a fin de conseguir su influencia positiva en la vida de la tribu o de grupos sociales más amplios, llegando finalmente a considerarse y a ser considerados como enviados de Dios y como hombres especialmente santos (“Su Santidad”, llaman los católicos a la autoridad suprema de su organización), que asumen teatralmente el papel de “mediadores” entre el mundo material y el espiritual, que se adornan con lujosos, vistosos y extravagantes atuendos a fin de causar mayor impacto y sugestión en quienes asisten a los ritos correspondientes, que reparten mágicas bendiciones a los fieles –aunque nadie sepa para qué sirven-, que protagonizan solemnes sacrificios y misteriosas ceremonias mediante las que manifiestan su respeto, sumisión, humildad y temor hacia un Dios invisible en el adecuado escenario de monumentales iglesias y catedrales, tratando así de propiciar los favores divinos y de provocar en los creyentes un alto grado de admiración hacia ellos por su autoridad como ministros de Dios y como intermediarios entre él y los creyentes. En la estructura social de casi todos los pueblos existe un papel muy relevante para quienes, se han presentado ante el pueblo como dotados de ese poder para servir de puente entre los dioses y los hombres. Quienes fueron asumiendo estos roles sociales descubrieron de inmediato que esa actividad les daba prestigio y autoridad entre sus gentes y eso incentivó su interés por asumir sus tareas con la mayor dedicación, de manera que progresivamente fue formándose la serie de estructuras religiosas actuales que tanto daño han causado a lo largo de los dos últimos milenios.
En este sentido, la doctrina católica -así como la de todas las religiones que vayan más allá del sentimiento de asombro ante el universo- contiene una serie de dogmas absurdos que, además de ser falsos, muchos de ellos son especialmente nocivos y contrarios a la dignidad humana y, por ello mismo, deben ser objeto de crítica y denuncia para que dejen de influir perniciosamente en la sociedad. En este sentido, tiene interés hacer referencia a determinadas doctrinas católicas especialmente absurdas y demostrablemente falsas para la formación de los ciudadanos, realizando la correspondiente crítica racional, que choca contra la barrera irracional de las jerarquías de dicha secta, que niega o en el mejor de los casos supedita el valor de la razón al de la fe para orientar al hombre en la búsqueda de la verdad, por lo que el creyente debe aceptar con humildad aquello que las jerarquías, “inspirados por la divinidad”, quieran ordenarle.
La larga historia de la secta católica ha determinado un progresivo fortalecimiento de su estructura política interna en la que existe una clara diferenciación entre el grupo de los máximos dirigentes -el Papa, los cardenales, arzobispos, obispos y altas jerarquías en general- y el resto de fieles integrados en la organización, de forma que, mientras las altas jerarquías gozan de lujos faraónicos y un inmenso poder visible e invisible en muchas partes del mundo, los simples creyentes ni disfrutan de los beneficios económicos de su Iglesia ni participan democráticamente como elementos activos que puedan influir de algún modo en la política de su organización ni en el nombramiento de sus jerarquías, que son elegidas por el Papa, el cual, a su vez, elige a los obispos, arzobispos y cardenales.
La doctrina católica está formada en lo esencial por un conjunto de dogmas que, por ello mismo, no se basan en la razón ni en la experiencia y representan una continuidad de antiguas creencias míticas que cierran los ojos al pensamiento racional o científico de los últimos siglos. A continuación se presentan a la consideración de quien desee razonar un poco algunos de los mitos más importantes que han ayudado a la extraordinaria prosperidad económica y política de una secta que en principio parecía encaminada a una labor fundamental de ayuda a los pobres, pero que casi desde el principio traicionó este ideal para ocuparse casi en exclusiva de su propio enriquecimiento y poder lo cual han logrado con extraordinario éxito. Así, desde el punto de vista doctrinal la secta católica asume toda una serie de mitos que conviene exponer y denunciar por su carácter contradictorio y en todo caso por su influencia perniciosa sobre la sociedad. Entre ellos pueden destacarse los siguientes:
1. La DOCTRINA que afirma la existencia de un ser perfecto al que llaman Dios, que sería infinito, creador del universo, omnipotente y omnipresente, misericordia y amor infinitos, y que, por definición, no podría ser percibido, ya que ni siquiera sería material.
CRÍTICA: El concepto de Dios va ligado a la cualidad de la perfección. Tal concepto hace referencia a la posesión de todas las cualidades positivas que puedan imaginarse, de manera que un ser perfecto las incluiría de tal modo que, por identificarse con el bien en un sentido pleno y absoluto, nada más podría desear, ya que sólo se desea lo que no se posee, mientras que dicho ser no carecería de bien alguno. En consecuencia, la existencia de Dios como ser perfecto sería incompatible con la existencia del Universo. Pues, efectivamente, si se pregunta por qué creó Dios el mundo, los creyentes suelen contestar que lo creó porque quiso. Sin embargo, quienes dan esta explicación olvidan que sólo es posible querer aquel bien que todavía no se posee, pero, si Dios fuera perfecto, poseería o se identificaría con todo el bien imaginable y ninguno le faltaría, por lo que ya nada crearía. Además, sería absurdo suponer que Dios tuviese deseos o necesidades que quedasen satisfechas a partir de cualquier realidad ajena. Si Dios hubiese creado el mundo, eso sólo habría podido explicarse a partir del supuesto de que necesitaba algo con cuya posesión habría alcanzado un estado de mayor perfección, pero un ser perfecto no puede llegar a serlo más, pues ello habría significado que anteriormente no lo era. En consecuencia, la idea de un Dios creador tiene carácter antropomórfica y parece haber surgido a partir de suponer que Dios se aburría en su eterna soledad y, por ello, decidió distraerse creando a los ángeles, al hombre, a los demás animales y el resto del Universo.
El absurdo es todavía mayor si se tiene en cuenta que la misma idea de perfección divina implica no sólo que Dios sabe qué es lo que va suceder a lo largo de cada día, de cada año y de cada siglo, sino que además ha sido él mismo quien ha programado que todo suceda como sucede y no de otro modo y que encima castiga a quienes dejan de comportarse de acuerdo con aquellos objetivos para los que él mismo les ha programado.
Otro aspecto de este antropomorfismo es suponer que Dios necesitaba a la humanidad para que le amase y le adorase, lo cual supone ignorar que su perfección quedaría anulada desde el momento en que su felicitad autosuficiente quedase subordinada a la satisfacción que pudiera alcanzar a partir de las acciones y de los sentimientos que el ser humano tuviera hacia él, los cuales, por otra parte, habrían sido programados por el propio Dios. Y, un nuevo aspecto del antropomorismo de esta idea consiste en suponer que la adoración, las penitencias, los ayunos y las oraciones pudiesen causarle alguna satisfacción, pues nuevamente se estaría subordinando la inmutabilidad y la perfección divina a lo que pudiera ser la actitud del hombre respecto a él.
Por otra parte, de acuerdo con un aforismo de la filosofía escolástica, el modo de actuar es consecuencia del modo de ser (“operari sequitur esse”), de manera, que aún bajo la absurda hipótesis de que un ser perfecto hubiese deseado crear algo, en tal caso lo habría creado tan perfecto como lo sería él mismo: Su amor infinito le habría llevado a conceder al hombre la perfección en el mismo grado en que su poder se lo hubiese permitido, y, siendo infinito, nada habría impedido que hubiese creado al ser humano tan perfecto como él mismo, del mismo modo que un padre quiere para su hijo lo mejor –incluso que alcance metas muy superiores a las que él mismo haya alcanzado, aunque no siempre puede satisfacer este deseo-. Además, ese amor infinito no sólo sería contradictorio con la carencia de perfección por parte del hombre sino también con la existencia del sufrimiento, de las enfermedades, de la muerte y de todas las calamidades que rodean la existencia humana a lo largo de su vida. Por otra parte y como ya indicó B. Spinoza, la infinitud de Dios impediría la existencia de cualquier otra realidad ajena que pudiera limitar la suya y, en consecuencia, Dios se identificaría con el conjunto de lo real y el ser humano sería parte de Dios en cuanto nada podría existir fuera de él.
Por eso, el concepto de Dios como una realidad trascendente y distinta del mundo representa una nueva forma de antropomorfismo que olvida que la infinitud y la perfección divinas son incompatibles con la existencia de cualquier otra realidad distinta del propio Dios.
2. La DOCTRINA que afirma que Dios es omnipresente pero que se encuentra “de un modo especial” en las Iglesias, consideradas como “casas de Dios”, y en la “hostia consagrada”
CRÍTICA: El estar o no estar no admite grados: Se está vivo o no, se está presente o no, se está embarazada o no, pero no tiene sentido decir que alguien está vivo pero sólo un poco, que está presente, pero sólo un poco, que está embarazada, pero sólo un poco. Por ello, ¿qué sentido tiene afirmar que Dios se encuentra en todas partes y a continuación puntualizar que donde se encuentra “de verdad” es en la hostia consagrada? Si Dios existiera, su omnipotencia, le permitiría estar “en el Cielo, en la Tierra y en todo lugar” –como decía el catecismo-. Por ello, resulta evidente que la insistencia de la secta católica en afirmar que donde se encuentra Dios “de verdad” es en la Iglesia proviene de sus intereses económicos, pues sólo desde el momento en que los fieles acuden a la Iglesia se les puede seguir adoctrinando y tratando de someterles mentalmente para que sigan sus consignas y para que sigan ofreciendo sus limosnas y sus pagos por las misas de sus difuntos, por los bautismos, por las bodas, por los funerales y por todo el folklore que se monta en torno a las diversas celebraciones litúrgicas: Nacimiento de Jesús, Cuaresma, Semana Santa, Pascua de Resurrección, Corpus Christi, festividades patronales de cada localidad y un sin fin de actos repetidos rutinaria y repetitivamente, como el rezo del “Santo Rosario”, que no tienen otra utilidad que la de un ejercicio de autohipnosis colectiva respecto al valor de las doctrinas aceptadas.
Evidentemente es el interés económico de las jerarquías de la secta católica y el de muchas otras el que les lleva a defender esa absurda doctrina sin la cual peligraría gravemente su negocio en cuanto la gente comprendiera que para ponerse en contacto con la divinidad no hacía falta acudir a “la casa de Dios” –como si Dios necesitase de una casa-. Pues, en cuanto aquellos que necesitasen creer en fantasías religiosas comprendieran que no necesitaban acudir a las iglesias, muchos curas se quedarían sin trabajo y deberían dedicarse trabajar de verdad para ganarse el pan con el sudor de su frente, dejando de engañar a gente inocente.
3. La DOCTRINA sobre la presciencia y predeterminación divinas, según la cual Dios ha programado y, por ello, sabe de antemano todo lo que tiene que suceder a lo largo del tiempo, incluidas las decisiones y las acciones del hombre, puesto que se producen porque Dios así lo decidió, pues nada puede ser causa de lo que sucede excepto él. Así, cuando Tomás de Aquino trata esta cuestión, dice que “Dios es causa no sólo de nuestra voluntad, sino también de nuestro querer” y que “nuestras elecciones y voliciones están sujetas a la divina providencia” .
CRÍTICA: Esta doctrina defiende muy bien lo que es la esencia de la supuesta omnipotencia divina, pero, como no podía ser de otro modo, está en contradicción con la de la libertad humana según la cual hay actos que dependen de la libre y exclusiva voluntad del hombre. Una consecuencia de la imposibilidad de salvar ambos conceptos al mismo tiempo es que la supuesta responsabilidad humana deja de tener sentido y, en consecuencia, deberían desaparecer de la Religión todas aquellas doctrinas que hacen referencia a las ideas de responsabilidad, mérito, culpa, premio o castigo. Pero, como este cambio tendría repercusiones muy peligrosas para la supervivencia de las distintas confesiones religiosas, los teólogos contratados al efecto prefieren decir que se trata de un misterio en lugar de reconocer que se trata de una más de las muchas contradicciones en que se encuentran sus dogmas.
4. La DOCTRINA que considera compatible la existencia de Dios con la del sufrimiento, sin que Dios haya querido o podido crear otro universo sin la presencia del mal.
CRÍTICA: La existencia de un ser omnipotente, infinitamente bueno y creador de todo, implicaría que todo, en cuanto creado por Dios, sería bueno. Sin embargo, la existencia del sufrimiento es una muestra de que no todo lo existente es bueno. La conclusión que deriva de estas premisas es que no existe un ser omnipotente, infinitamente bueno y creador de todo.
Omayra Sánchez murió el día 14 de septiembre de 1985, cuando sólo tenía 13 años, atrapada entre barro y maderas, después de 24 horas de larga espera y de sufrimiento absurdo. Según la secta católica, habría sido una de las numerosas víctimas “predeterminadas” por los “designios de la Providencia”, mediante las erupciones del volcán Nevado del Ruiz en Colombia.
Desde el cristianismo se ha intentado resolver este problema considerando, en primer lugar, que Dios lo hizo todo bueno, pero que fue el hombre quien introdujo el mal. Pero esta explicación es absurda en cuanto hay muchos males que no provienen del hombre (terremotos, enfermedades, sequías, inundaciones, agresividad innata de muchos seres vivos, exigida por la “lucha por la vida”, etc.). Como objeción a estas consideraciones se cae a veces en la ingenuidad de pretender explicar el mal a partir de la naturaleza, suponiendo que de esta forma Dios quedaría al margen de los diversos sufrimientos que rodean la existencia de los seres vivos. Pero es evidente que, si la naturaleza produce el mal, en tal caso la naturaleza será mala, y, en consecuencia, de la misma manera que se considera responsable de un asesinato a la persona que disparó y no a la bala que atravesó el corazón de la víctima, igualmente habría que entender la relación entre Dios, la naturaleza y el mal, considerando a Dios como causa del mal, y a la naturaleza como un simple instrumento para su manifestación.
Otra objeción que suele presentarse es la de que el mal resulta inevitable, ya que sin él no se podría tener conocimiento del bien ni gozar de él -ya los estoicos se habían servido de esta explicación-. Sin embargo, el valor de esta nueva objeción es claramente rechazable, puesto que quienes la presentan parecen olvidar que en la argumentación inicial se hablaba de un ser omnipotente, y la omnipotencia implica la capacidad de hacer todo aquello que no sea contradictorio, y, evidentemente, no parece haber contradicción en un mundo absolutamente positivo en el que para poder gozar de una felicidad plena no sea necesario pasar por una etapa de calamidades y de sufrimientos.
Habiendo llegado a este punto, algunos terminan por concluir que junto a Dios, como ser infinitamente bueno, existiría un ser poderoso causante del mal -así en la antigua religión persa de Zaratustra (s. VII a. C.), Ormuz representaría el Dios benéfico y Ahrimán el Dios maléfico, que al final de los tiempos sería definitivamente derrotado-. Sin embargo, en estos casos se olvida que la omnipotencia y la infinita bondad divina impedirían la existencia de esa fuerza maléfica.
Por lo que se refiere a la presencia del sufrimiento algunos podrían llegar a decir que quizás el sufrimiento fuera bueno, al menos en un sentido semejante a aquel en que lo es una intervención quirúrgica, la cual, aunque resulte dolorosa, es causa muchas veces del bien de la curación. Pero hay que diferenciar entre el dolor en sí mismo y aquello a lo que puede conducir; y, además, resulta evidente que si se pudiera producir una curación sin pasar por una fase de dolor, sería absurdo pasar por ella; y, si Dios existiera como ser omnipotente e infinitamente bueno, no sólo podría evitar el dolor de la intervención quirúrgica, sino también el de la enfermedad que hizo necesaria dicha intervención. Por otra parte, si el sufrimiento fuera bueno, ¿qué sentido podría tener el mandamiento de no matar y el de tratar de remediar el hambre y el sufrimiento de la humanidad?, ¿por qué, en su lugar, no fomentar las guerras y las torturas más refinadas y suprimir la práctica de la medicina? Otra objeción que suele utilizarse a veces es la de que el hombre no esta capacitado para comprender en qué consiste la bondad de Dios, y que el propio sufrimiento podría ser bueno en algún sentido oculto para el hombre, pero compatible con esa forma especial de la bondad divina. La réplica a esta objeción consiste en señalar que referirse a la bondad de Dios como a algo ajeno a las posibilidades humanas de comprensión es utilizar palabras vacías e inútiles. Pues, si se dice que Dios es “bueno” y, a continuación, “se aclara” (?) que “bueno” no significa lo que todo el mundo piensa que significa, y no se da una explicación acerca de qué es lo que se pretende decir con esa palabra, en ese caso estaremos perdiendo el tiempo o jugando con palabras vacías. Conviene recordar que el lenguaje es un producto humano y que el significado de las palabras no es algo que haya que esperar descubrirlo como si de un misterio se tratara, sino que es el hombre quien se lo ha asignado a lo largo de su evolución histórica y cultural.
La conclusión que deriva de estas premisas es que no puede existir un ser que reúna al mismo tiempo las cualidades de la omnipotencia y de la infinita bondad, o, lo que es lo mismo, que o bien Dios quiso pero no pudo hacer un mundo sin sufrimiento y, en tal caso, no sería omnipotente, o bien pudo pero no quiso y, en tal caso, no sería infinitamente bueno. Si, por otra parte, se considera que el concepto de Dios sólo puede aplicarse a una realidad absolutamente perfecta, y se considera además que el poder y la bondad deberían ser constituyentes de dicha perfección, en tal caso la conclusión evidente es la de que Dios no existe.
5. La DOCTRINA que considera a Dios como un juez vengativo, y el hombre como un siervo a quien le puede exigir incluso que le sacrifique a sus hijos, como hizo con Abraham, a quien le pidió que matase a Isaac hasta que comprobó su buena disposición para obedecerle;
CRÍTICA: Esta doctrina se encuentra en contradicción con la que considera que Dios es amor y misericordia infinitas. Sin embargo la secta católica está especialmente interesada en conservar esta doctrina porque de este modo se presenta como administradora del perdón, de forma que puede excomulgar o perdonar los pecados de acuerdo con determinadas condiciones como el pago de determinadas donaciones a la misma organización eclesiástica (bulas, donativos, penitencias) y porque el temor al Infierno ha llevado a muchos miembros de esta secta a regalar sus bienes a la organización con la esperanza de asegurarse un lugar en el cielo.
6. La DOCTRINA según la cual el perdón divino por el pecado de Adán y Eva tuvo que realizarse mediante el sacrificio de la crucifixión de Jesús, considerado por el cristianismo como hijo de Dios.
CRÍTICA: Esta doctrina olvida que Dios, a causa de su infinita misericordia, habría perdonado al hombre -si es que tenía algo que perdonarle- sin sacrificio alguno, y olvida igualmente que quienes nacieron después de Adán y Eva no cometieron pecado alguno, por lo que tal doctrina no tiene sentido ya que implica el absurdo de considerar que Dios crea el alma “en pecado” (?), lo cual no tiene sentido. Sin embargo y a pesar de su carácter absurdo, es una de las doctrinas centrales de esta secta, la cual considera que Dios creó al hombre, que el hombre le desobedeció, que tal actitud determinó como consecuencia el “pecado original” con el que todo hombre nacería, que el perdón de este pecado se realiza sólo mediante el sacrificio de Jesús, hijo de Dios, y que la salvación eterna del hombre tiene como justificación el sacrificio de Jesús y la predestinación divina.
7. La DOCTRINA sobre la predestinación humana, doctrina según la cual el hombre no se salva por sus obras sino por la fe, que es una “gracia” divina, es decir, un don gratuito de Dios que sólo concede a quienes predestinó para ser salvados. Esta doctrina se encuentra en el apóstol Pablo, quien escribe que “las decisiones divinas no dependen del comportamiento humano, sino de Dios” y que “Dios mismo dijo a Moisés: Tendré misericordia de quien quiera y me apiadará de quien me plazca” , y en Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia, implica la negación de que el hombre pueda salvarse por sus méritos.
Tomás de Aquino considera que el hombre es incapaz de conseguir la bienaventuranza por sus propios méritos y que sólo el auxilio divino puede llevarle a alcanzar este objetivo ; que nadie merece por sí mismo ; y que desde la eternidad Dios determinó a quiénes concedería dicho auxilio y a quiénes lo negaría para que en unos casos brillase su misericordia y en otros su justicia (?): “Mas como quiera que Dios, entre los hombres que persisten en los mismos pecados, a unos los convierta previniéndolos y a otros los soporte o permita que procedan naturalmente [?], no se ha de investigar la razón por qué convierte a éstos y no a los otros, pues esto depende de su simple voluntad […]; tal como de la simple voluntad del artífice nace el formar de una misma materia, dispuesta de idéntico modo, unos vasos para usos nobles y otros para usos bajos” . Por lo que se refiere al tema de la predestinación, defiende que la elección y la reprobación del hombre han sido ordenadas por Dios desde la eternidad, sin que pueda aceptarse que la decisión divina esté causada por los méritos del hombre: “Y como se ha demostrado que unos, ayudados por la gracia, se dirigen mediante la operación divina al fin último, y otros, desprovistos de dicho auxilio, se desvían del fin último, y todo lo que Dios hace está dispuesto y ordenado desde la eternidad por su sabiduría [...], es necesario que dicha distinción de hombres haya sido ordenada por Dios desde la eternidad. Por lo tanto, en cuanto que designó de antemano a algunos desde la eternidad para dirigirlos al fin último, se dice que los predestinó [...] Y a quienes dispuso desde la eternidad que no había de dar la gracia, se dice que los reprobó o los odió [...] Y puede también demostrarse que la predestinación y la elección no tienen por causa ciertos méritos humanos, […]porque [...]nada puede ser causa de la voluntad y providencia divinas” .
CRÍTICA: Por extraña y absurda que pueda parecer la doctrina de la predestinación, hay que tener en cuenta que sólo ella -tal como Tomás de Aquino comprendió- podía dejar a salvo la omnipotencia divina, ya que, de lo contrario, desde el momento en que dejase de controlar las libres decisiones del hombre, su omnipotencia quedaría anulada; sin embargo, esta doctrina tiene el inconveniente de convertir al hombre en una especie de marioneta cuyas acciones sólo aparentemente son suyas y, por lo tanto, no deberían repercutir en ninguna clase de mérito o de culpa por cuanto en último término dependerían de la omnipotencia de Dios. Por otra parte, en cuanto el hombre se salve gracias a la predestinación divina, es una contradicción que Dios, amor infinito, haya predestinado a alguien a su eterna condenación. Igualmente la afirmación de Tomás de Aquino, según la cual Dios predestinó a unos para la salvación y a otros para su condena, junto con la explicación de que lo hizo así para que en unos casos brillase su misericordia y en otros su justicia es una forma muy clara de afirmar la incompatibilidad de ambos conceptos llevados a su grado máximo; es decir, si la misericordia de Dios fuera infinita, entonces su justicia no lo sería y viceversa. Sin duda alguna también la explicación de Tomás de Aquino es bastante torpe y ridícula y mucho más torpe la afirmación según la cual considera que odió (!!!) a aquellos a quienes condenó, olvidando de ese modo que un sentimiento de odio es absolutamente contradictorio con el Dios cristiano del que se dice que es amor.
8. La DOCTRINA contradictoria sobre el infierno como castigo eterno que emana de un Dios del que se afirma al mismo tiempo que es misericordia y amor infinito, y por su aceptación tan simple de la condena eterna para la mayoría de los hombres -“porque son muchos los llamados, pero pocos los escogidos” - y para el mismo Satanás y sus ángeles que serían ya los primeros inquilinos de ese lugar.
CRÍTICA: En primer lugar, hay que tener en cuenta que, si Dios ordena que se ame incluso a los enemigos y luego condena con castigos eternos a quienes supuestamente son sus enemigos, el propio Dios sería inconsecuente con su doctrina al no perdonar a éstos. En segundo lugar, la doctrina del Infierno es incompatible con la que afirma que Dios es misericordia y amor infinitos. En tercer lugar, en cuanto, como indica Tomás de Aquino, la omnipotencia divina implica que los hombres no “hacen” otra cosa que aquello para lo que, en definitiva, fueron ya programados por Dios desde la eternidad, no tendría sentido condenarlos por acciones derivadas de dicha programación divina. Y, en último lugar, el dogma de la existencia del infierno es claramente contradictorio con la doctrina del amor infinito de Dios hacia el hombre. Si ni siquiera resulta concebible que el más malvado de los hombres fuera capaz de castigar a un hijo a un sufrimiento eterno, teniendo en cuenta que ese castigo no tendría otra finalidad que la del castigo por sí mismo, sería un insulto a la bondad divina –si existiera- considerarla compatible con una monstruosidad semejante.
Sin embargo, esta creencia tan absurda parece habar permanecido en la mentalidad humana como consecuencia de la inercia y del miedo irracional a dudar del valor de las creencias tradicionales, por muy absurdas que hayan sido.
Algunos católicos han pensado que tal vez podían solucionar esta dificultad insuperable considerando que en realidad no era Dios quien condenaba sino que era el hombre quien elegía libremente vivir alejado de Dios; de manera que el Infierno no consistiría en otra cosa que en un estado de alejamiento de Dios por el que el hombre optaría libremente. Sin embargo, aunque mediante “esa solución” Dios quedaría libre de cualquier responsabilidad por lo que se refiere al destino del hombre, de ese modo no se solucionaría el problema, pues, cuando en los Evangelios se habla del Infierno, se lo describe como un lugar de castigo al que el mismo Jesús envía a quienes no tengan fe en su palabra. En segundo lugar, la doctrina de que alguien elija apartarse del bien de manera consciente es contradictoria, pues es el hecho mismo de elegir algo lo que demuestra qué considera como bueno quien lo elige, de manera que, si el Infierno representa el mayor mal que pudiera sufrir el hombre, en tal caso es inconcebible que alguien pudiera desear el mal: sólo se desea lo que se presenta con cierto atractivo para el hombre, pero el Infierno en cuanto tal no parece tener ninguno; en consecuencia, nadie se alejaría voluntariamente Dios, en cuanto en teoría sería el Bien absoluto. Tomás de Aquino, siguiendo a Aristóteles, decía que la voluntad tiende necesariamente al bien, y así, esta eminente figura del Cristianismo proporciona una crítica implícita al argumento anterior. La doctrina del Infierno tiene, al igual que muchas otras, un origen antropomórfico, relacionado con la actitud de muchos de los déspotas y tiranos de los tiempos en que se escribieron los diversos mitos acerca de dioses tiránicos cuya actitud podía ser especialmente cruel con sus siervos, hasta el punto de sugerir que tales dioses podían ser capaces de las mismas barbaridades que realizaban tales déspotas, pero elevadas a su máxima expresión en cuanto a la crueldad que supondrían.
Todavía en estos momentos la simplicidad humana es tan elevada que se sigue utilizando la idea del Infierno para atemorizar a niños y mayores a fin de que en su mente quede grabada para siempre esa absurda pesadilla. Y es asombroso pero real que a estas alturas todavía haya personas ya formadas que sigan aceptando planteamientos tan absurdos, pues un Dios que sea amor y misericordia infinita, junto a un castigo eterno como lo sería el del Infierno, es tan absurdo como un círculo cuadrado.
9. La contradicción de Jesús cuando dice de Judas “más le valdría a ese hombre no haber nacido” .
CRITICA: Es una evidente contradicción que el propio Jesús, siendo Dios, diga que habría sido mejor que Judas no naciera, pues tal afirmación equivale a afirmar que Dios se equivocó al crearlo y, por ello, que su sabiduría no era infinita al no haber previsto las consecuencias que derivarían de tal decisión. Otra explicación más lógica de estas palabras es la de suponer que quien las dijo no era Dios ni hijo de Dios y, en tal caso, su error habría consistido en no comprender que la infinita misericordia divina alcanzaría también al propio Judas.
10. La doctrina según la cual el amor divino no se extiende hasta Lucifer y hasta los otros demonios, a pesar de considerar que su amor es infinito.
CRÍTICA: Se trata de una doctrina igualmente contradictoria con el propio mandato de Jesús de amar a los enemigos así como también con su infinita misericordia, incompatible con un castigo eterno, que no serviría para otra cosa que para satisfacer una sed infinita de venganza.
11. La doctrina según la cual Jesús es hijo de Dios por ser hijo de José y porque los ascendientes de José se remontan hasta Adán, hijo de Dios.
CRÍTICA: Este argumento olvida la propia doctrina cristiana según la cual José no fue el padre de Jesús y además es irónica porque, a fin de llegar a tal conclusión, se basa en la ascendencia de José , que se remonta hasta Adán, hijo de Dios, para concluir así que Jesús es hijo de Dios. Mediante tal argumentación, todos podríamos declararnos tan hijos de Dios como el propio Jesús, en cuanto todos seríamos descendientes de Adán. Y, por el contrario, la filiación divina de Jesús habría quedado sin demostrar al haberse basado en una filiación negada por la secta católica, ya que, según dicha secta, Jesús no fue hijo de José.
12. La DOCTRINA DEL PECADO ORIGINAL. La secta católica afirma como dogma de fe la existencia de un “pecado” cometido por Adán y Eva, que se transmite al resto de la humanidad con la excepción de María.
CRÍTICA: Este dogma envuelve diversas contradicciones. Una de ellas consiste en el propio carácter absurdo y contradictorio de un pecado que se hereda: si el concepto de pecado hace referencia a una acción voluntariamente cometida en contra de la ley de Dios, no tiene sentido la tesis de que el hombre nazca ya en pecado, pues antes de nacer no puede haber realizado acción alguna, ni voluntaria ni involuntaria, en contra de las normas divinas. De hecho, el mismo Agustín de Tagaste sólo pudo encontrar, como explicación de la “herencia” de este pecado, la teoría de que los hijos heredaban de los padres no sólo el cuerpo, sino también el alma (“traducianismo”), ya que siendo el pecado un concepto relacionado con una potencia del alma como sería la voluntad, si sólo heredase el cuerpo, no veía cómo hacer inteligible esa doctrina, pues el cuerpo era sólo el instrumento del que se servía el alma para realizar aquellos actos que podían estar o no de acuerdo con la voluntad divina y, por lo tanto, no podía ser el origen del pecado; mientras que, si el alma era creada directamente por Dios para cada uno de los hombres que nacieron después de Adán y Eva, resultaba incomprensible y absurdo que ¡Dios hubiese creado un alma en pecado! Sin embargo, la Iglesia no aceptó la tesis de Agustín y siguió considerando el pecado original -¡y tan “original”!- como un dogma de fe.
Pero, en segundo lugar, se plantea un nuevo problema cuando se considera que María nació sin pecado, lo cual demuestra que el nacer en pecado no era necesario e inevitable. Sería incluso una contradicción con la omnipotencia divina negar a Dios el poder de evitar que no sólo María sino el resto de la humanidad naciera también sin pecado. ¿Por qué no lo evitó? ¿Habrá que pensar que era bueno que el hombre naciera en pecado? Pero, si era bueno, ¿por qué privó a María de ese bien? Y, si no era bueno, ¿por qué sólo utilizó su poder para librar a María del pecado y no al resto de la humanidad? Si Dios ama al hombre con un amor infinito, no tiene sentido pensar que este poder se debilita a medida que lo utiliza. Y tampoco tiene sentido considerar que sea “más infinito” para unos que para otros. Quizá alguien diga que el pecado original era bueno para que Dios manifestase su amor muriendo en la cruz, pero también se dice que el fin no justifica los medios, y, además, es absurdo que este perdón se obtenga por la mediación del sufrimiento y de la muerte de alguien, tanto si se trata del hombre, como si se trata del mismo Dios en la cruz. Es igualmente absurda la tesis según la cual el perdón de Dios se produce como consecuencia de un crimen mucho peor que el de comer una manzana, y tal explicación sólo tiene sentido desde una mentalidad primitiva en la que las ofensas al rey o al faraón sólo se perdonaban con la muerte del ofensor o de algún familiar como su hijo -en este caso, el propio Dios, convertido en hombre-, que pagaría la desobediencia de otro hombre. Por ello mismo, esta doctrina sería además una aplicación de la ley del Talión (“ojo por ojo y diente por diente”) y, por ello, sería radicalmente absurda e incompatible con la constante referencia al perdón y a la misericordia infinitas de Dios.
Por otra parte, el pecado original, considerado en sí mismo, plantea otro problema que muestra igualmente lo absurdo de tal doctrina: ¿qué sentido tiene que Dios impusiera a Adán y a Eva la prohibición de comer de aquel árbol cuando no sólo sabía de antemano que comerían de la manzana, sino que además les había predeterminado para que incumplieran la prohibición?
13. LA DOCTRINA DE LA REDENCIÓN: La doctrina anterior va ligada a la de la redención o salvación del género humano , doctrina que presupone una situación anterior de caída o degradación derivada del pecado original, que, como ya se ha demostrado, no se sustenta en nada objetivo.
CRÍTICA: Esta doctrina podría haber surgido a partir del deseo de encontrar una justificación para la miseria, el dolor y la muerte que rodea nuestra existencia, considerando que tales males serían un castigo derivado de una supuesta desobediencia a Dios realizada por Adán y Eva, con cuyos actos muy poco tenemos que ver. Se trata de una doctrina procedente del Antiguo Testamento que se convirtió en uno de los pilares básicos del Cristianismo en general. Pero se trata igualmente de una doctrina contradictoria con las doctrinas del amor y de la misericordia infinita de Dios, el cual, si algo tenía que perdonar, no tenía necesidad para ello del “sacrificio” de su propio hijo, pues hubiera bastado con su simple voluntad. Sin embargo de nuevo puede encontrarse como justificación económica de esta doctrina el interés de la secta católica -y cristianas en general- por una teoría que les sirva para el montaje de su negocio “espiritual”. En este sentido, la consideración de que todo un Dios haya amado al ser humano hasta morir por él parece haber funcionado como un buen “gancho” para quienes se han sentido especialmente solos y, por ello, se han dejado convencer fácilmente por esa fantasía, sin analizar si tenía o no alguna base racional.
14. La DOCTRINA que considera la vida terrena como un valle de lágrimas, un destierro, un lugar para la penitencia y el ayuno, al que el hombre ha venido a padecer por “sus pecados” (?) a fin de “purificarse” y hacerse digno de la eterna salvación.
CRÍTICA: Se trata de una absurda doctrina relacionada con la Ley del Talión, basada en la venganza en cuanto considera que un daño queda compensado con otro daño al menos igua que el primero. Sin embargo, esta antigua ley es incompatible con la idea del Dios-amor y va ligada a la idea de que el sufrimiento purifica, y que, por ello, cualquier sufrimiento que el hombre padezca debe ser recibido incluso con alegría, teniendo conciencia de que de ese modo el hombre colabora con Jesús en propia redención, la cual en realidad sólo se produce por el sufrimiento del propio Jesús en la cruz, quien consigue que su Padre, perdone a la humanidad, aunque luego de poco sirva ese perdón en cuanto de nuevo, según los Evangelios, condena al “fuego eterno” a la mayor parte de la humanidad. Sin embargo, ni el sufrimiento del Infierno ni el sufrimiento terrenal sirven para purificar nada. El perdón de un ser infinitamente misericordioso no requiere para nada de la venganza consistente en causar sufrimiento a quien haya podido causar una ofensa. Pero, además, sería estúpidamente pretencioso considerar que el ser humano tuviera la capacidad de ofender o de causar el más ligero disgusto a un ser tan perfecto y poderoso como lo sería Dios si existiera.
En cualquier caso, se trata de una doctrina que ha servido a los fines económicos de las sectas cristianas y de la católica en particular porque la insistencia en la idea del pecado y de la penitencia hacen al creyente más dócil ante las exigencias de la secta a fin de cumplir con la penitencia debida.
15. La DOCTRINA que niega el derecho de las personas a decidir sobre su propia vida y su propia muerte en cuanto se considera que la vida pertenece a Dios y que se debe aceptar su voluntad.
CRÍTICA: El sufrimiento absurdo que acompaña de modo cruel e inseparable a muchas personas no puede ser justificado mediante una concepción cruel de la divinidad, que disfrute contemplando la larga agonía de cualquiera de sus hijos. La suposición de que Dios pueda querer el sufrimiento inútil que en muchas ocasiones precede a la muerte es un insulto a ese Dios en el que las jerarquías de la secta católica dicen creer y del que se dice que es nuestro “padre”. Quienes a estas alturas pretenden justificar el sufrimiento lo siguen haciendo además a partir de la consideración de que la humanidad todavía está “pagando” por el “pecado original” –del que por otra parte, se dice que Jesús redimió a la humanidad- sin entender que la idea de que el sufrimiento pueda entenderse como una especie de compensación sólo cabe en la mente retorcida de personas vengativas.
Por otra parte, la condena de la eutanasia –la “buena muerte”- es incongruente con la serie de ocasiones en que la secta católica ha perseguido y ha condenado a muerte a quienes no pensaban como ella o con las ocasiones en que ha defendido guerras como las de las Cruzadas, o con su despreocupación por los miles de niños que cada día mueren a causa del hambre o con su silencio ante las actuales guerras en Irak y en muchas otras zonas del mundo.
16. La DOCTRINA que considera que el demonio, el mundo y la carne son los enemigos del alma junto con la de que Dios sería el creador de tales enemigos.
CRÍTICA: Se trata de una doctrina contradictoria en cuanto, por lo que se refiere al demonio, es un mito infantil pretender, por una parte, que Dios haya condenado al demonio al fuego eterno y, sin embargo, considerar al mismo tiempo que le concede permiso para pasearse por el mundo tratando de reclutar gente que le acompañe. Y por lo que se refiere al mundo y la carne es igualmente absurdo suponer que Dios hubiera creado los placeres terrenales, en especial el placer sexual, si realmente fueran malos.
Por otra parte, la suposición de que el alma tenga enemigos sólo tiene sentido a partir de la correspondiente hipótesis de que la tentación ejercida por ellos podría tener éxito en algún momento y determinar su caída, de manera que la conducta humana no dependería de la libertad del hombre sino de la fuerza más o menos intensa ejercida por las tentaciones de sus enemigos.
17. La DOCTRINA que se opone al uso de “casi todos” los métodos anticonceptivos, como lo es el uso del preservativo, considerando que el acto sexual debe estar encaminado a la procreación y nunca al simple placer.
CRÍTICA: Esta condena es claramente contradictoria por cuanto considera aceptable el empleo de algún método –como el Ogino- mientras rechaza los demás. La contradicción consiste en que, teniendo en cuenta que para la secta católica el pecado no deriva del acto material realizado sino de la intención del sujeto, dicha intención es la misma en quien usa el método Ogino y en quien usa el preservativo, intención que no es otra que la de obtener placer sexual tratando de evitar sus posibles consecuencia, como la de un embarazo no deseado.
Además, si cada acto debe ir encaminado hacia su fin natural propio (?) y eso es lo que conduce a la consideración de que el acto sexual debe encaminarse a la procreación, igualmente se debería condenar el uso de la inteligencia cuando se la emplea para placeres intelectuales como el de disfrutar jugando al ajedrez. Igualmente debería condenarse el uso de la vista cuando se emplease para disfrutar contemplando un cuadro de Rafael, de Leonardo, de Velázquez o de Goya, o para disfrutar contemplando el florecer de los almendros y la belleza de toda la naturaleza. Igualmente debería condenar el uso del oído cuando se lo emplea para disfrutar de la música de Bach, de Mozart o de Beethoven o de cualquier otro compositor capaz de provocar intensas emociones o “placeres auditivos” a través del misterioso lenguaje del sonido. Igualmente debería condenar el uso del olfato para recrearnos con el aroma del jazmín o de las rosas en una mañana de primavera, o el uso de los perfumes y a quienes los fabrican, pues sólo sirven para provocar “placeres olfativos”, que son contrarios a la naturaleza del sentido correspondiente en cuanto debería utilizarse para reconocer los alimentos y elementos necesarios para la vida. Igualmente debería condenar el uso del tacto cuando se lo utiliza para sentir el “placer de las caricias” en lugar de utilizarlo para diferenciar las texturas, grado de dureza y temperatura de los objetos.. Y, finalmente, en cuanto el sentido del gusto debería utilizarse para diferenciar los alimentos que pudieran servir para conservar la vida, debería condenar como pecado su uso para obtener “placer”, como cuando se lo utiliza para saborear una copa de vino, un dulce o cualquier comida especialmente elaborada con el fin de obtener un “placer gustativo”.
18. DOCTRINA: La doctrina acerca del carácter indisoluble del matrimonio.
CRÍTICA: Esta absurda doctrina pasa por alto que nadie es dueño de sus sentimientos y que es absurdo encadenar la libertad futura del hombre a las decisiones del momento presente en el que se realiza la promesa o juramento de amor “hasta que la muerte nos separe” como si alguien fuera capaz de fijar sus sentimientos futuros. Pero nadie tiene derecho a esclavizar sus acciones futuras a las promesas del pasado. Una promesa acerca de una acción futura, como la de asesinar al vecino, tendría la misma obligatoriedad moral que la de seguir conviviendo con una persona cuyos sentimientos hacia uno mismo se hubieran extinguido o incluso se hubieran transformado en un odio que hiciera de la convivencia un auténtico infierno. Nadie es culpable de los sentimientos que tenga en un momento dado, pero, por lo mismo, nadie tiene la obligación de encadenar su futuro a una persona por el hecho de que haya “prometido” hacerlo. En este punto lo que de verdad sobra es la promesa misma y no su incumplimiento. Del mismo modo que cualquier otro tipo de sociedad se establece de acuerdo con unas bases y nunca se acepta la obligación de permanecer en ella cuando deja de interesar por los motivos que sean, igualmente y por lo que se refiere a la sociedad matrimonial, aunque tenga sentido mantenerla dentro de ciertas normas, igualmente debe quedar abierta la puerta para su disolución cuando una o ambas personas que han adquirido tal compromiso consideren que su vínculo ha dejado de tener sentido. Y por lo que se refiere al problema de los hijos, si los hay, es una cuestión que debe resolverse del mejor modo posible, pero nunca pretendiendo esclavizar a los padres mediante la obligación de mantener una convivencia que haya dejado de tener sentido. Por otra parte, la secta católica ha sabido sacar mucho provecho de esta cuestión en cuanto ha encontrado fórmulas sibilinas para no aceptar el divorcio, pero sí su “nulidad”, la cual se concede en aquellos casos especialmente selectos representados por quienes pueden pagar a los tribunales eclesiásticos a fin de que se la concedan. En tales casos la secta católica no dice que haya aceptado el divorcio, sino que en realidad no hubo matrimonio, incluso después de una convivencia de años y después incluso de haber tenido varios hijos.
La secta católica ha aprendido a ser más prudente en este asunto desde que Enrique VIII pidió el divorcio y la secta católica se lo negó, lo cual generó la creación de la secta anglicana y la pérdida correspondiente de dinero y de poder por parte de la secta de Roma.
19. La doctrina acerca del celibato obligatorio de los sacerdotes.
CRÍTICA: La Iglesia se opone a que los curas puedan casarse, como si el matrimonio fuera algo degradante. Sin embargo y por puro interés y estrategia a fin de evitar un cisma, mantiene dos leyes contradictorias sobre esta cuestión: Mientras los curas católicos del rito oriental pueden casarse, los del occidental, no. Esta “solución” resulta desconcertante por cuanto si es bueno que los curas puedan casarse, este derecho debería concederse a todos, mientras que si no lo es, en tal caso la prohibición debería extenderse también a todos. A comienzos del siglo XVI el papa León X, en su Taxa Camarae, presentó una “solución pecuniaria” para este problema: “Los sacerdotes que quisieran vivir en concubinato con sus parientes pagarán 76 libras” (Art. 5).
En tal doctrina subyace una consideración negativa y pecaminosa de la sexualidad, a pesar de haber sido establecida por el propio Dios en la naturaleza de la que tanto caso hace la Iglesia en otras ocasiones. El motivo económico que tal vez justifique esta norma es el que de ese modo la herencia de los curas al morir va a parar fácilmente a manos de la propia secta al no tener hijos a quienes dejar sus bienes.
20. La DOCTRINA que condena la conducta de los homosexuales, considerándola “antinatural” o como “desviación” de la naturaleza y, por ello, como intrínsecamente mala, negándoles el derecho a vivir su propia sexualidad como mejor la sientan y a contraer una unión jurídica y social similar a la del matrimonio, al margen del nombre que quieran dar a dicha unión.
CRÍTICA: La secta católica acepta la existencia de una tendencia natural homosexual, pero la considera como una desviación de la naturaleza y, en consecuencia, el comportamiento correspondiente es considerado como “antinatural” e “intrínsecamente malo”. Resulta asombroso que los “teólogos” no hayan reparado en el hecho de que considerar que haya modos de ser “antinaturales” implica un insulto a la sabiduría y a la perfección de Dios, supuesto creador de la Naturaleza, pues parece considerar que se descuidó en algún momento y que la Naturaleza se le escapó de las manos, y que, en consecuencia, algunos seres humanos, como los homosexuales, nacieron desviados (?) del modelo que él pretendía. Quienes así piensan olvidan que la Naturaleza en ningún momento podría desviarse de los designios de Dios y que, por ello, es tan natural ser homosexual como ser heterosexual, o como nacer diestro o zurdo, en el sentido de que hay causas naturales que determinan que unas personas tengan tendencias sexuales distintas a las de otros, pero ni mejores ni peores. Los gustos y preferencias sexuales son todos enriquecedores de la vida con tal de que no perjudiquen a nadie, y la homosexualidad es una opción sexual como cualquier otra, por lo que su condena es absurda.
Esta doctrina representa un aspecto más del absurdo carácter represivo de las doctrinas católicas en contra de la sexualidad en general
21. La doctrina acerca de la “inmaculada concepción” por la que Dios concedió a su madre la gracia especial de nacer sin el “pecado original”.
CRÍTICA: Se trata de una doctrina ingenuamente absurda, pues, si nacer en pecado era malo, si el amor de Dios a toda la humanidad era infinito y si su omnipotencia le permitió conceder a María la gracia de nacer sin pecado, igualmente hubiera podido conceder esa gracia a toda la humanidad, ahorrándose el tener que venir a la Tierra para ser sacrificado en la cruz y conseguir así el perdón de aquel pecado.
22. La doctrina según la cual María fue madre de Jesús, el cual no fue el fruto de sus relaciones sexuales con José, sino que lo tuvo por obra del “Espíritu Santo”.
CRÍTICA: Se trata de una doctrina que de nuevo supone una implícita valoración negativa de la sexualidad, como si el hecho de que María hubiese mantenido relaciones sexuales con José la hubiera hecho menos digna y menos santa -por eso se dice acerca de María que fue virgen “antes del parto, en el parto y después del parto”, como si el hecho de ser “virgen” implicase un mérito especial-; es también una forma de antropomorfismo al considerar que para que Jesús pudiera ser considerado como hijo de Dios no podía a la vez ser hijo de un padre y de una madre humanos. Si, a fin de que el linaje de Jesús fuera exclusivamente divino y no un híbrido, se llegó a considerar que el padre sobraba, en tal caso también habría sobrado la madre. El hecho de que por aquellos tiempos hubiera otras religiones que afirmaron que su dios había nacido de una “virgen” pudo determinar que el cristianismo asumiese esa misma idea. Por otra parte los Evangelios no consideran que María fuera “virgen” en todo momento, pues se dice que Jesús tuvo varios hermanos .
23. La doctrina según la cual “sin la fe no hay salvación” .
CRÍTICA: Un grave inconveniente de esta doctrina es que, en cuanto la fe sería un don de Dios, nadie sería responsable para nada de su salvación. Se trata además, de una doctrina contradictoria en cuanto la fe representa una actitud contraria a la veracidad, ya que exige afirmar como verdad doctrinas cuyo auténtico valor se desconoce por tratarse de “dogmas” o “misterios”, que, por definición son indemostrables. El mandamiento “no mentirás” es incompatible con una valoración positiva de la fe en cuanto ésta pretende que se tengan como verdad doctrinas cuya verdad se desconoce La misión que cumplen las supuestas “verdades de fe” es la de proteger a la propia secta católica de cualquier crítica racional contraria a sus contenidos doctrinales. Cuando tales contenidos puedan ser racionalmente criticables la mejor forma de mantener la autoridad de la institución eclesiástica es recurrir a la propia autoridad divina delegada en el Papa o en el grupo de sus máximos dirigentes. Si más adelante ven que no tienen más remedio que corregir algo, ya lo harán, pero no por humildad y reconocimiento de su error sino considerando que sus doctrinas se habían interpretado mal, o que eran una metáfora, o con cualquier otra explicación que les permita seguir afirmando dogmáticamente lo que les convenga sin que la ciencia o la razón pueda quitarles autoridad.
24. La doctrina según la cual fuera de la Iglesia Católica no hay salvación y que además considera que la secta católica es la única mediadora entre Dios y los hombres..
CRÍTICA: Son doctrinas absurdas por diversos motivos, tanto por el de la infinita misericordia divina, que concedería la salvación a todos, como por la existencia de tantas personas en el mundo que ni siquiera han llegado a conocer la existencia de esta secta y a pesar de que, aunque se la llegue a conocer, no se encuentren argumentos para considerarla verdadera. Esta doctrina es contradictoria con el supuesto amor infinito de Dios, que no condenaría a nadie por la simple casualidad de que no hubiera sido bautizado ni hubiese llegado a conocer la existencia de esta secta, lo cual sucede en infinidad de ocasiones. Además, es absurdo considerar que haya una clase privilegiada que sirva de puente para que Dios se comunique con el resto de sus hijos como si no tuviera suficiente poder para ponerse en contacto con ellos de modo directo y sin necesidad de tales mediadores.
Sin embargo, los dirigentes de la secta católica tienen especial interés económico por mantener esa doctrina porque en caso contrario su medio de vida dejaría de tener justificación desde el momento en que los creyentes comprendieran que para relacionarse con Dios no era necesaria la mediación de tales “pontífices” sino que podían hacerlo por sí mismos.
26. La DOCTRINA sobre la infalibilidad del “Papa” en materia de fe y costumbres, declarada dogma de fe en el concilio Vaticano I.
CRÍTICA: El valor de esta doctrina se reduce al de un “círculo vicioso” en cuanto el valor de ese dogma esta supeditado a la aceptación previa del supuesto de que las doctrinas conciliares sean infalibles, lo cual equivale a decir que si las doctrinas de los concilios son infalibles, entonces el “Papa” es infalible”, lo cual sólo podría tener algún contenido si pudiera demostrarse que las doctrinas conciliares son infalibles, lo cual nunca se ha demostrado. Para la secta católica, sin embargo, este dogma es otra herramienta importante para el funcionamiento de la Iglesia, que de ese modo puede dedicarse a excomulgar y a amenazar a todo aquel que no se atenga a las interpretaciones doctrinales defendidas por el Papa, quien de ese modo puede ejercer mayor dominio sobre cualquiera cuyas palabras o acciones puedan ser peligrosas para el enriquecimiento de la secta, como ha sucedido últimamente con los “teólogos de la liberación” cuyo compromiso con los pobres es reprimido por las jerarquías a quienes les interesa especialmente mantener buenas relaciones con los grandes explotadores de quienes reciben sustanciales beneficios económicos por su complicidad.
27. La DOCTRINA machista de la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento: Dios es “Padre” y no madre, “Hijo” y no hija, y “Espíritu Santo”, teórico padre de Jesús; Dios creó a Adán como rey de la creación y a Eva para que Adán tuviera una compañera; los personajes femeninos de la Biblia casi siempre tienen un valor secundario. Todos los nombres de los ángeles son nombres de varón: Miguel, Rafael, Gabriel. Hasta el propio “Príncipe de las Tinieblas” es varón: Lucifer, Luzbel o Satán. Los personajes más importantes de la Biblia, con pocas excepciones, son varones, hasta el punto de que la Biblia ni siquiera menciona el nombre de ninguna hija de Adán y Eva, pues sólo menciona a Caín, a Abel y a Seth; por lo que ni siquiera se sabe como pudo continuar la reproducción de la especie humana después de los hijos de Adán y Eva, o después del diluvio universal, cuando sólo quedaron vivos Noé con sus hijos Sem, Cam y Jafet.
Casi todos los nombres relevantes de la Biblia son de varón, como Noé, Abraham, Isaac, Jacob, los hijos de Jacob: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín (y al final una hija llamada Dina), Moisés, Aarón, Josué, David, Salomón, Roboam, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Juan Bautista, y apenas alguno de mujer, que casi siempre juega un papel secundario o anecdótico. La excepción la constituye María, la madre de Jesús, excepción comprensible para poder considerar a Jesús como hombre por ser hijo de María, aunque, para considerarlo hijo de Dios, el evangelista Lucas, que afirma tal doctrina, lo hace a partir de la enumeración de su genealogía paterna en la que lo ve como “Hijo de Dios” por ser hijo de José, cuyo linaje paterno se remontaría hasta Adán, el cual es considerado “hijo de Dios” por haber sido creado por él . Además, Jesús eligió a doce apóstoles y ninguno de ellos era mujer.
CRÍTICA: Se trata de un antropomorfismo cultural, basado en el ambiente de la sociedad judía de los tiempos del Antiguo y del Nuevo Testamento, antropomorfismo que deja a la mujer en un segundo plano y siempre como “compañera” o sierva obediente del varón. La importancia de antropomorfismos como éste pone más en evidencia el carácter simplemente humano –y no divino- del conjunto de doctrinas de esta secta-.
28. La doctrina según la cual la mujer no puede acceder al sacerdocio por ningún otro motivo sino porque Jesucristo no nombró apóstol a ninguna mujer.
CRÍTICA: Se trata de un absurdo, ligado con el machismo de la anterior doctrina, absurdo que la secta católica mantiene, aunque sin cerrar las puertas a la posibilidad de aceptar sacerdotisas cuando las “vocaciones” flojeen hasta el punto de que haya demasiadas vacantes en las parroquias de forma que sean difíciles de controlar con la ayuda exclusiva de sacerdotes del género masculino. El obispo de Málaga “aclaró” los motivos de este absurdo machismo en una entrevista en la CNN+ (27 / 3 / 02) refiriéndose al hecho de que Jesús no nombró a ninguna mujer como apóstol. Con un argumento similar la Iglesia podría oponerse a que cualquiera que no fuera judío y de raza blanca pudiera ser ordenado sacerdote, pues todos los apóstoles eran judíos y de raza blanca.
29. La DOCTRINA acerca de la oración, núcleo fundamental de casi todas las ceremonias religiosas.
CRÍTICA: Esta doctrina, tan importante para el funcionamiento de la secta católica, olvida que Dios, siendo infinitamente bueno, omnipotente y omnisciente, no necesitaría que nadie, a través de sus oraciones, tratase de recordarle lo que tiene que hacer ni tratase de influir en él pidiéndole que cambiase sus planes, realizando acciones contrarias a sus designios eternos y perfectos. Aunque puede parecer natural que uno recurra a Dios cuando se encuentra ante una dificultad que no sabe cómo resolver, esa actitud es incongruente, pues si Dios es omnipotente, omnisciente e infinitamente bueno, entonces hará siempre lo mejor y no tiene sentido pedirle que lo haga. Es más, en el fondo de esta cuestión existe una especie de dilema que conduce a una contradicción interna en la doctrina católica, contradicción que sólo se resolvería con la desaparición de cualquier forma de oración que implicase una petición a Dios, fuera del tipo que fuese. El núcleo del problema se encuentra en el siguiente dilema: cuando uno hace una petición a Dios o bien le pide que realice lo mejor, o bien le pide que realice algo que no es lo mejor. La primera parte de la alternativa o bien implicaría una especie de desconfianza consciente o inconsciente hacia Dios, por suponer que sólo hará lo mejor si uno se lo pide y no porque él sea infinitamente bueno, o bien implicaría cierta ignorancia en asuntos de teología por desconocer que Dios siempre hace lo mejor y que, en consecuencia, no tiene sentido pedirle que realice aquello que necesariamente hará como consecuencia de su infinita bondad. Los hombres han creado una imagen antropomórfica de Dios de manera que, del mismo modo que encuentran natural pedir favores a los poderosos por la confianza de que las súplicas y manifestaciones de respeto y sumisión podrán influir en una predisposición más favorable, así también llegan a creer que la mejor o peor predisposición de Dios depende también de las diversas súplicas y oraciones mediante las cuales le manifiesten su respeto, su adoración y su fidelidad.
Por otro lado, la segunda parte de la alternativa implicaría algo así como tentar a Dios, rogándole que, al menos por una vez, dejase de hacer lo mejor en un sentido absoluto para hacer lo que uno valorase como lo mejor para él. A la objeción según la cual, aunque Dios realiza siempre lo mejor, desea que el hombre se lo pida, hay que responder que es absurdo tener que pedir lo que de antemano se sabe que necesariamente se ha de cumplir por ser lo mejor y por depender de Dios, que sólo se guía por ese principio. Además, suponer que Dios desea que el hombre le pida cualquier cosa implica de nuevo el regreso a esa interpretación antropomórfica de Dios, pues, si Dios fuera perfecto, sería una equivocación suponer en él la existencia de deseos, ya que sólo quien carece de algo puede desearlo, pero por definición un ser perfecto no carece de nada.
Quizá alguien –como Descartes- objetase que sería el hecho de pedirle algo a Dios lo que convertiría esa petición en algo bueno. Pero ya en el siglo XIV Guillermo de Ockam señaló que la bondad de cualquier realidad estaba subordinada a la omnipotencia divina; y, en consecuencia, que Dios había establecido los valores no porque fueran buenos en sí mismos, sino que eran buenos porque él así lo había establecido, de manera que no existía nada que fuera bueno en sí mismo y que sirviera de guía a la que se sometiesen las decisiones divinas, pues en tal caso Dios no sería omnipotente, por estar subordinadas sus decisiones a ese supuesto bien absoluto que estaría por encima de él, debiendo servirle de criterio para sus decisiones.
Tomando, pues, como referencia estas observaciones de Ockam, si se hace depender el bien de una acción del hecho de que el hombre la pida en ese caso se estará negando la omnipotencia de Dios al subordinar su voluntad a un bien que lo es no porque él así lo hubiera establecido, sino porque el hombre así lo pidiera. Además, aceptando ese planteamiento, uno podría pedirle a Dios, por ejemplo, que matase a todos sus enemigos, pero no parece que tal petición se convirtiera en buena por el hecho de haberla solicitado. Por lo tanto, parece claro que el criterio de la bondad de una petición no puede encontrarse en el hecho de que el hombre la pida a Dios, sino que previamente dicha acción debe ya ser buena en cuanto, como pretendía Ockam, el propio Dios así lo haya decretado. En definitiva, toda esa tradición relacionada con las distintas modalidades de la oración tiene un componente esencialmente antropomórfico por el que se tiende a ver a Dios como un ser cuya voluntad puede ser comprada o modificada mediante suplicas, sacrificios, gestos de sumisión y obediencia, etc. Y, en este sentido, habría que considerar la oración (en cuanto petición) como una ofensa a Dios, pues o bien supondría una desconfianza, o bien una pretensión de tentar a Dios-, y, en cualquier caso, no tendría sentido verla como un acto piadoso.
En cuanto casi todo el ritual cristiano gira en torno a la oración y en cuanto la oración sería una ofensa a Dios, en esta misma medida el conjunto de rituales y ceremonias que giran en torno a la oración carece de sentido: Así sucede con las ceremonias en las que se ruega a Dios por la salvación de alguien, en las que se le pide o se le suplica cualquier cosa, las procesiones en que se realizan “rogativas” o cualquier otra forma de oración, las distintas oraciones prefabricadas como el Padre nuestro, el Ave María, la Salve, la Letanía, el Rosario, el Vía Crucis, la Misa, el Réquiem por los difuntos, y todas las ceremonias cuya esencia se relaciona siempre con peticiones y ruegos a Dios.
Eliminada la oración del ritual religioso, ¿qué sentido podría tener acudir a la iglesia? ¿Qué se le podría decir a Dios que él no supiese? ¿Quizá habría que acercarse a la Iglesia para agradecerle sus favores? Pero a Dios no le supondría ningún esfuerzo el hacerlos; además, si los hiciera, no sería porque el hombre se lo pidiese sino porque serían la manifestación de su perfección, la cual exigiría que en todo momento obrase de acuerdo con ella, tanto cuando parece que beneficia al hombre como cuando parece que le perjudica. Dios haría siempre lo mejor y no podría hacer otra cosa porque su perfección le llevaría a querer sólo mejor. Aceptando esta crítica, se podría argumentar que la oración podría ser un medio para sentir más intensamente la unión con Dios, venciendo así la sensación de soledad que en ocasiones acompaña al hombre y tomando una conciencia renovada de la presencia de Dios y de su constante protección. Sin embargo, desde el momento en que uno trata de ponerse “en contacto con Dios”, sólo estaría demostrando su desconfianza respecto a la constante presencia divina y esa conducta sólo sería una muestra más de debilidad y no un mérito especial. Por ello, si a la Iglesia no la guiasen intereses económicos, como los que se muestran en los grandes montajes de Lourdes o de Fátima, debería prohibir la oración, considerándola una ofensa a la perfección divina. Pero la existencia de los ambiciosos intereses económicos de la clase clerical, cuya economía se sustenta de la credulidad de la gente, dificulta enormemente la superación de este antropomorfismo, criticado por Platón hace ya cerca de 2.500 años.
30. La DOCTRINA que afirma la existencia de los “milagros” mediante los cuales Dios realiza favores especiales interrumpiendo el funcionamiento natural de sus leyes eternas.
CRÍTICA: La misma crítica aplicada a la oración vale también para los milagros, que, consecuentemente, carecen de sentido. La creencia en ellos sólo se explica a partir del antropomorfismo de suponer que, de pronto y a última hora, Dios, de manera directa o por la mediación de su madre o de los santos, deshace los planes de sus leyes eternas y los rectifica para resolver un asunto particular que, al parecer, no supo prever desde la eternidad. De manera que esta doctrina supondría creer que o bien se equivocó al establecer sus designios eternos, o bien se equivoca ahora cuando los modifica atendiendo a las súplicas de los hombres o dejándose llevar de la compasión, como si anteriormente no la hubiera sentido. Pero ambos planteamientos contradicen la idea de la absoluta perfección divina y, por ello, resultan inaceptables.
Por otra parte, resulta sarcástico y de un egoísmo ridículo llegar a creer que Dios o la Virgen o cualquier santo puedan estar pendientes del reuma o de la parálisis de uno que tiene dinero al menos para acudir a Lourdes y que al mismo tiempo se olviden de tantos miles de niños que cada día mueren de hambre, olvidados por Dios y por toda la humanidad.
31. La DOCTRINA que considera a Dios como dueño de la vida humana hasta el punto de poder exigirle el sacrifico de su vida como una muestra de sumisión.
CRÍTICA: Se trata de una nueva forma de antropomorfismo por el que se considera a la divinidad como una especie de tirano absoluto con derecho a todo, cuyas órdenes deben ser cumplidas sin condición de ninguna clase y capaz de exigir a sus súbditos la obediencia, la sumisión y la adoración sin limitación alguna, como la que debió mostrar Abraham cuando Yavé le ordenó el sacrificio de su hijo Isaac. Hay quien argumenta que, aunque es cierto que se lo ordenó, sólo quiso probarle para ver hasta qué punto estaba dispuesto a obedecerle, ya que, después de la prueba, Dios perdonó la vida de Isaac y a cambio sólo pidió el sacrificio de una oveja. Sin embargo, no hay que olvidar que, según las propias doctrinas morales del cristianismo, lo que realmente cuenta en las acciones es la intención y no el hecho material realizado, de manera que para ese Dios lo realmente valioso en el comportamiento de Abraham era su disposición a obedecerle hasta el punto de asesinar a su propio hijo para complacer a Dios. Aquella primera exigencia habría sido absurda, pero también el sacrificio de un cordero inocente sin otro motivo que el capricho divino.
Por otra parte, la misma doctrina según la cual Dios manda y el hombre debe obedecerle es simplemente antropomórfica: Sólo manda quien no puede conseguir las cosas por sí mismo o quien disfruta disponiendo de la vida de los demás, pero Dios no necesitaría siervos para conseguir nada, puesto que todo lo posee, ni tampoco podría ser un tirano que disfrutase dando órdenes bajo la amenaza del Infierno en el caso de que no se le obedeciera. Además suponer que Dios tenga derecho a mandar plantea desde el punto de vista lógico varios problemas:
En primer lugar y como diría Hume, a partir de la existencia de Dios como la de un ser infinitamente poderoso no se deduce que el hombre deba obedecerle. Si Dios creó al hombre, lo hizo porque quiso, pero en ningún caso estableció con el hombre un pacto previo por el cual lo crearía sólo bajo la condición de que se comportase de acuerdo con sus órdenes, pues evidentemente ese pacto no podía establecerse porque el hombre todavía no existía y no pudo aceptarlo libremente.
En segundo lugar, la obediencia a Dios sólo habría podido tener sentido a partir de los siguientes motivos: 1) Para no ser condenado al Infierno, 2) Para ser premiado con el Cielo, y 3) Porque lo que Dios ordenaba era bueno.
La aceptación del primer y del segundo motivo implicaría una actitud interesada, que, como Kant diría, no tendría valor moral, ya que obedecer por temor al Infierno o por deseo del Cielo no es cumplir con ningún tipo de deber por simple respeto a una ley moral. En segundo lugar, obedecer los mandatos divinos porque lo que manda es bueno equivale a afirmar que lo prioritario a la hora de guiar las acciones no es el hecho de que sea Dios quien las ordene, sino el hecho de haber comprendido que es el hecho de ser buenas lo que impulsaría a su cumplimiento, de forma que el fin de la acción no sería el respeto a la ley, sino el de alcanzar el bien que se trata de conseguir.
En consecuencia la relación antropomórfica de sumisión del hombre con respecto a Dios sería una relación de simple servidumbre a causa de su inmenso poder o a causa de su sabiduría que mostraría qué acciones eran buenas.
32. La institución de un organismo como la “Santa Inquisición”, que determinó la muerte de miles de hombres por pretender llegar al conocimiento desde la libertad y desde el uso de su razón, y no desde el sometimiento irracional;
CRÍTICA: Aquella institución, tan opresora por lo que se refiere al respeto por la vida humana y por valores como los de la libertad de pensamiento y de expresión, fue utilizada por la secta católica para mantener su poder sobre quienes podían atacar sus doctrinas mediante sus ideas y contribuir a la pérdida de su poder político y económico que durante la Edad Media y hasta la actualidad sigue siendo especialmente importante. Los tiempos en los que esta institución ha tenido mayor poder político han sido los más escandalosos y sanguinarios en el funcionamiento de esta secta a causa de los crímenes cometidos por ella en nombre de la fe y en contra de la libertad.
33. La doctrina acerca de los demonios y de la libertad que Dios les da para salir del Infierno a fin de captar entre los hombres nuevos miembros para su ejército de condenados, concediéndoles además el extraño privilegio de introducirse en los cuerpos de la gente para luego dar trabajo a los exorcistas que se encargan de luchar contra ellos a fin de que salgan del cuerpo en el que se han instalado.
CRÍTICA: Se trata nuevamente de una doctrina ridícula y contradictoria por lo ya indicado en el apartado anterior, pero además infantil y antropomórfica por considerar que Lucifer pueda salir del Infierno cuando le apetezca y que el propio Dios, mediante la ayuda de los “exorcistas”, tenga que actuar para liberar a los endemoniados de la posesión diabólica, como si Lucifer tuviera algún poder especial que el propio Dios tuviese alguna dificultad en controlar. Sin embargo y por ridículo que parezca la secta católica sigue aceptando la existencia de los endemoniados y la institución del cargo de “exorcista”, como persona especializada en métodos para la expulsión de demonios.
34. La constante complicidad de la Iglesia Católica con los poderes económicos y políticos del capitalismo.
CRÍTICA: Jesús defendió a los pobres y advirtió a los ricos de que muy difícilmente entraría alguno en el reino de los cielos. A la secta católica, sin embargo, parece que le interesa bastante más la compañía de los ricos, de quienes pueden recibir una parte de su riqueza a cambio de una parcela de Cielo, que la relación con los pobres, que sólo son una carga nada rentable. Esta relación de la Iglesia con las clases privilegiadas comenzó muy pronto en la historia de la secta católica y adquirió una importancia extraordinaria que sigue conservando en la actualidad. Pero desde luego es una clara muestra de cuáles son los auténticos intereses de la secta, que para nada se relacionan con la salvación de nadie sino sólo con el enriquecimiento de sus dirigentes.
35. La condena a quienes —como los “Teólogos de la Liberación”- han tratado de adoptar una postura más activa en defensa de los oprimidos;
CRÍTICA: Es evidente que si a la secta católica le interesa conseguir más riquezas de las que tiene, no puede dedicarse a morder la mano de quien le da de comer. Por eso tiene que llamar al orden a quienes se desvían de su política y adoptan la absurda actitud de defender al pobre frente al rico, como si hubiesen olvidado en qué secta están instalados.
36. La falta de democracia interna en la propia Iglesia, por cuanto el “Papa” elige a los cardenales y éstos eligen al “Papa”, sin que el resto de los creyentes cuente para nada por lo que se refiere a la elección de ninguno de sus representantes;
CRÍTICA: Esta falta de democracia interna le sirve a la Iglesia para tener un grupo dirigente muy bien situado cuyos intereses le llevan a dirigir del mejor modo posible los territorios que tienen asignados. Los simples curas se resignan a vivir con ciertas comodidades y con cierto prestigio a nivel local, pero los obispos y cardenales se encargan de controlar la situación a fin de que la estructura piramidal de la secta se mantenga dentro de un funcionamiento ejemplar desde el punto de vista económico y político.
37. Los lujos faraónicos de las altas jerarquías de la secta católica y la conversión de la propia institución de la secta católica en un simple negocio con suculentos beneficios económicos que, a pesar de todo, no consiguen llenar las arcas sin fondo del Vaticano.
CRÍTICA: Las jerarquías de la secta católica olvidaron muy pronto el mensaje de Jesús a favor de los pobres y trataron de adelantar para sí la felicidad de la vida eterna comenzándola ya en esta vida, rodeándose de lujos, de riquezas, de palacios y de extraordinarias obras de arte que ni siquiera son capaces de valorar cuando alegremente se permiten ensuciar de humo los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina y cuando podrían dar ejemplo de lo que predican vendiendo “sus” tesoros y repartiendo su valor entre los pobres, de acuerdo con el mensaje de Jesús, en lugar de seguir mendigando limosnas millonarias, como las que cada año reciben del Estado Español.
Para las gentes sencillas debería ser suficiente observar el modo de vida y el grado de lujo en que vive la jerarquía de esta secta para reconocer si se encuentran o no en presencia de los grandes embaucadores de la humanidad. Sin embargo, la gente sencilla es además demasiado confiada e incapaz de imaginar hasta qué punto alcanza la hipocresía y el cinismo humano, que le lleva al extremo de enriquecerse a costa del inmenso negocio montado con la excusa de ayudar a los pobres.
A lo largo de muchos siglos de la historia de la secta católica se ha podido constatar esta sed insaciable por acumular riquezas y poder, hasta el punto de que la reforma luterana del siglo XVI tuvo como origen la contemplación de las indescriptibles riquezas del Vaticano. Realmente resulta paradójico que una institución que dice tener la misión especial de ayudar a los pobres y llevarles el mensaje de Jesús sólo se preocupe de relacionarse con los ricos. Congruente con esa finalidad tan alejada del mensaje de Jesús, resulta explicable la actitud de León X en el siglo XVI cuando, en la Taxa Camarae establecía el precio para el perdón de cualquier pecado y para acceder a diversos cargos eclesiásticos según las características del solicitante. Así, para acceder al sacerdocio, los bizcos debían pagar 45 libras; los hijos bastardos, 15; el hijo de padres desconocidos, 27; los laicos contrahechos o deformes, 58; los tuertos del ojo derecho, 58; los del ojo izquierdo, 10; y los eunucos, 310; la obtención del perdón cuando un cura desflorase a una virgen, sólo costaba 2 libras (Art. 3), y la absolución por simple asesinato cometido en la persona de un laico se fijaba en 15 libras (Art. 8).