Yo soy Coma Berenices
Los que me conocen saben que la astrologÃa me produce urticaria. Los que me conocen más, saben que el bactrim lo hace mucho más rápido. Considero que existen dos tipos de astrólogos: los que mienten deliberadamente y los que mienten creyendo que lo que afirman es verdad. (Para una explicación detallada de la astrologÃa y su respaldo empÃrico, recomiendo este post del blog VisiónE.)
Sin embargo he de confesar que sà tengo un signo astrológico, aunque éste no forma parte del zodiaco ¿Que qué ese el zodiaco? Pues esa región del cielo nocturno en la que se pueden encontrar el sol y los planetas, con lo que el signo astrológico viene a ser la subregión del zodiaco en la que el sol andaba paseándose el dÃa en el que, por pura casualidad se nos ocurrió nacer. Claro que para suponer que el sol se pasea, hay que hacer una abstracción mental precopernicana e imaginarse que es el sol, con una masa trescientas mil veces superior, el que gira alrededor de la tierra, como un elefante en torno a una hormiga. Pero eso es lo de menos. Ustedes por favor imaginen que la tierra está estática en el centro de la esfera celeste y que son el sol, la luna, los planetas y el fondo de estrellas los que se mueven en torno a nuestro mundo ¿Les parece una forma demasiado primitiva de conceptualizar la realidad? Por supuesto que lo es, al igual que la astrologÃa.
Pero por favor, volvamos a lo de mi signo, ya que si no me clasifico en una celeste casilla de ese estrecho universo medieval no va a haber mucha oportunidad de que las personas que no me conocen puedan emitir juicios acerca de mÃ: mi signo es Coma Berenices, una constelación que se encuentra al norte, atrás de la Osa Mayor, si entendemos por atrás el lado opuesto a la constelación de Draco y la Osa Menor (esa que nos presta con la punta de su cola el agradable servicio de permitirnos prescindir de una brújula y aun asà saber para donde vamos).
Claro que, al estar fuera del zodiaco, las probabilidades de que el sol haya andado por ahà el dÃa en que nacÃ, son casi nulas. Pero por favor, créanme que de alguna manera el sol se las arregló para desviarse de su habitual recorrido durante unas horas y pasar por encima de las estrellas de esta constelación. Me parece que pedir que me crean esto es tan razonable como pedir que acepten que la astrologÃa es una teorÃa cientÃfica, como alguna vez afirmara Michael Behe.
Aun cuando no es pequeña, Coma Berenices no contiene astros muy brillantes, por lo que no es una constelación muy impresionante, sin embargo, si observamos con los instrumentos adecuados, podremos ver que, como toda constelación que se sienta orgullosa de serlo, Coma Berenices tiene impresionantes objetos tales como galaxias, Cuásares y, por supuesto, estrellas.
Si no tienen algún telescopio a la mano, pueden observar todos esos objetos en el Google Sky o en alguna enciclopedia o base de datos de astronomÃa. Pero es más fácil si se limitan a confiar en mà cuando les digo que existen y que están ahÃ, con lo que será fácil que me crean también cuando les digo que Coma Berenices no existÃa como constelación antes de la era helenÃstica ¿Qué cómo puede ser eso? A continuación lo explico, y de paso, la razón por la que Coma Berenices es mi signo.
Resulta ser que hace muchos años, de esos que se miden contando los paseos que el sol hace por el zodiaco, que hubo un señor llamado Alejandro, que tuvo la ocurrencia de creer que tendrÃa vida suficiente como para conquistar todo el mundo conocido, cosa que probablemente habrÃa logrado de haber tenido tiempo suficiente, ya que el financiamiento corrÃa a cargo de los pueblos conquistados. Pues bien, este señor puso manos a la obra hasta encontrarse con el único enemigo al que no podÃa vencer: el final de su propia existencia, quien llegó antes de que hubiera pensado a quien dejar a cargo de sus terrenitos. Sucede que entonces, todos sus generales se sintieron con derecho a ser el sucesor y, en consecuencia, el otrora imperio se dividió en un racimo de reinos dÃscolos, cuyos dirigentes (y sus sucesores) gustaban de practicar el viejo deporte de guerrear unos contra otros.
Resulta que, el general que se quedó con el mando que el reino que hoy conocemos como Egipto, era un tal Ptolomeo, que heredó el reino a su hijo Ptolomeo quien, a su turno se lo heredó a su hijo Ptolomeo (y no lo critico, ya que yo soy hijo de Antonio, padre de Antonio y hermano de Antonio). Este tercer Ptolomeo se casó con Berenice, quien en ese entonces era princesa del vecino reino de Cirenaica que mediante ese matrimonio pasó a formar parte del reino de Ptolomeo.
Nuestro amigo Ptolomeo, para no desentonar con la costumbre de sus antecesores, emprendió una guerra en contra de Seleuco, soberano del imperio Seleucida, con el banal pretexto de que éste habÃa asesinado a su hermana Berenice (como que estos macedonios no tenÃan mucha imaginación para poner nombres) y a su sobrino. Ese Ptolomeo no era muy aguantador que podamos decir. Por lo menos hubiera argumentado que Seleuco estaba desarrollando armas de destrucción masiva o algo peor. Como sea, la guerra se tardaba, y Berenice empezó a preocuparse, por lo que tomó una medida desesperada: le ofreció a la diosa Afrodita su cabellera a cambio de que ésta le regresara a su esposo sano y salvo, pero sobre todo, victorioso. Yo no veo que este sea un gran sacrificio, ya que tengo amigos que se quitan la cabellera por apuestas de futbol, pero parece que a Berenice su cabellera le importaba de verdad.
Al parecer Ptolomeo era mejor general que Seleuco, ya que ganó la guerra y regresó al Egipto postalejandrino-ptolemaico, no digo que sin algunos rasguños, pero vivo y victorioso, como su esposa habÃa pedido, por lo que ésta, después de darle el abrazo de bienvenida, se cortó la cabellera y la depositó en el templo de Afrodita.
A la mañana siguiente, alguno de los beatos que solÃan frecuentar el templo, se dio cuenta de que la cabellera de Berenice ya no estaba ahÃ, y como suele ocurrir en estos casos, la noticia no tardó en llegar a los reyes del paÃs, quienes inmediatamente ordenaron investigar el hurto para castigar al culpable, hasta que alguien, parece ser que el astrónomo real, les explicó que en sus observaciones nocturnas habÃa notado la aparición de una nueva constelación, y que dada la coincidencia con la desaparición de la cabellera, la explicación más lógica y natural era que Afrodita habÃa aceptado el regalo y lo habÃa colocado en el cielo. Como todo parece indicar, ni Ptolomeo ni Berenice habÃan leÃdo El mundo y sus demonios de Carl Sagan, ni habÃan escuchado hablar de la Navaja de Occam, por lo que quedaron bastante conformes con la explicación de su astrónomo.
Ahora sÃ, creo que queda fácil explicar por qué Coma Berenices es mi signo. Sucede que yo nacà exactamente un dÃa en el que los rayos del sol tuvieron la suerte de posarse sobre la cabellera de Berenice y de ese simple hecho puede asumirse cualquier cantidad de suposiciones sobre mi persona, sin miedo, que yo las firmo.