Una misa en clave expresionista

Mientras la televisión inunda las pantallas con producciones pascuales, la cinta religiosa de Mel Gibson parece omnipresente. He aquí un comentario que apareció hace dos años en Diario Uno.

© Fernando G. Toledo

En una escena de Perros de la calle, el maleante que ha sorprendido a un traidor infiltrado rebana la oreja del prisionero. La sangre cae a raudales, el amputado chilla y la música adorna las imágenes que compone el director (Tarantino) con una pasmosa maestría. En La Pasión de Cristo, desde el momento en que Pilatos intenta evitar la crucifixión de Jesús cambiándola por los azotes, se muestran también carnes abiertas, golpes minuciosos, acicates brutales, clavos, espinas, hemoglobina y música trágica. La diferencia no es sólo que en el filme de Tarantino el momento de crueldad dura un minuto y en el de Gibson, una hora y media. La clave está en que en Perros de la calle el acto perverso tenía objetivos casi superficialmente estéticos, y en La Pasión de Cristo sirven a los fines de una real -si se quiere, emotiva- propaganda religiosa. Lo de Gibson es osado, sin dudas. Hacer una obra de un mensaje exacerbado, en lenguas muertas (arameo y latín) y bañarlo de una estética masoquista, es ciertamente un gesto de determinación que no muchos directores tienen. Pero así, La Pasión... acaba convertida en una verdadera misa expresionista. Tras el objetivo de mostrar la crueldad humana que acabó con el que según el catolicismo es el hijo de Dios, Gibson apela a la obscenidad de la sangre para conseguir, quién sabe cuán conscientemente, una metáfora de la culpa con pocos precedentes en el celuloide. Es increíble cómo los análisis de la obra pura carecen de sentido. Sí: el filme está narrado con vigor y tiene un interesante manejo del flashback. Pero también hay huellas de películas anteriores (la edulcorada mini serie Jesús de Nazareth, de Zeffirelli es una) y cierta construcción estereotipada de las metáforas (la aparición constante del demonio, la culpa de Judas corporizada en niños de aspecto desagradable). Se ha hablado de gente que falleció en la exhibición del filme, de increíbles acusaciones de antisemitismo, de católicos conmovidos por la imagen del Cristo torturado y de ateos a los que la historia nos atrae, pero no nos cambia la vida. Nada parece extraño: La Pasión de Cristo es una publicidad sádica de 120 minutos. Es tan lógico que consiga vender su producto como que otros se olviden rápidamente de que la vieron.

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