Una Especie en Desarrollo

Los seres humanos no tenemos nada de especial. La tierra no está detenida en el centro del universo. Esto lo argumentó Galileo en 1543, pero pagó muy caro el haberse atrevido a desafiar a Salmos 93:1 "ciertamente el mundo está bien afirmado, será inconmovible". La idea de que no somos el centro del universo fue tabú para la Iglesia Católica hasta que Benedicto XVI levantara la prohibición sobre esta herética observación científica en 1757. Durante más de 200 años, nuestro planeta pecó porfiadamente contra la santa iglesia.

La idea de que estamos al centro de un universo que existe, más aún que fue creado exclusivamente para nosotros es uno de los errores más profundos en que ha caído nuestra especie, una falacia que Douglas Adams ha puesto en evidencia en toda su magnitud:

Es como si imaginaras una poza de agua despertando un día en la mañana y pensando, "Este es un mundo interesante en que me encuentro -un interesante hoyo en que me encuentro- que encaja muy bien, ¿cierto? De hecho ¡encaja tan bien conmigo que debe haber sido hecho para tenerme en él!". Esta es una idea tan poderosa que cuando el sol sube en el cielo y el aire se calienta y, gradualmente, la poza de agua se comienza a hacer más y más pequeña, todavía se aferra frenéticamente a la idea de que todo va a estar bien, porque este mundo está hecho para tenerla en él, fue construido para tenerla en él; así que el momento en que la poza desaparece la toma más bien por sorpresa.

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