Sobre la evolución y el concepto de azar


Explica Richard Dawkins en El relojero ciego:

«La mutación es necesaria para la evolución, ¿pero cómo podría alguien haber alguna vez pensado que era suficiente? El cambio evolucionario es, en una extensión mucho mayor que solamente la casualidad esperaría, mejoramiento. El problema con la mutación como la única fuerza evolucionaria se formula sencillamente: ¿cómo, sobre la tierra, se supone que la mutación “conoce” lo que será bueno para el animal y lo que no lo será? De todos los cambios posibles que pudieran ocurrir a un mecanismo complejo existente como un órgano, la inmensa mayoría será peor. Sólo una ínfima minoría de cambios lo hará mejor. Cualquiera que quiera argüir que la mutación, sin selección, es la fuerza impulsora de la evolución, tiene que explicar cómo resulta que las mutaciones tienden a lo mejor. ¿Por qué misteriosa estructural sabiduría el cuerpo elige mutar en la dirección de mejorar, más bien que empeorar? […] Si las mutaciones son casuales, no pueden ser sesgadas hacia el mejoramiento […] Mientras suprimimos esto como una mística carencia de sentido, es importante para nosotros aclarar exactamente qué queremos significar cuando decimos que la mutación es casual (random). […] Hay, en verdad, muchos respectos en los que la mutación no es casual».

Gonzalo Puente Ojea, navegando con osadía aguas extrañas, apunta:

«Las variaciones genéticas son producidas por las mutaciones, de las cuales unas irrumpen independiente y súbitamente en el seno de la materia, otras se presentan por vía hereditaria. La tasa de genes polimórficos (variables) da la medida del material hereditario que es susceptible de evolución, y del grado de variabilidad de las especies. Aunque la herencia biológica es un proceso conservador, hay dos órdenes de factores dinámicos que impulsan la evolución: las mutaciones exógenas que alteran la estructura molecular de la materia viva de modo totalmente azaroso –o la materia inanimada en su nivel atómico, que aún escapa a la investigación biológica–, y las mutaciones génicas o cromosómicas que ocurren en el material hereditario, que se deben generalmente a “errores” en la replicación de la información genética, y son incrementadas por los procesos de recombinación o complicación. Por todas estas vías se genera un caudaloso proceso mutacional que permite altas tasas de evolución» (El mito del alma).

Finalmente, puntualiza Dawkins en el libro antes citado:

«Variación y selección trabajan conjuntamente para producir la evolución. El darwinista dice que la variación es casual en el sentido de que no está dirigida hacia el mejoramiento, y de que la tendencia al mejoramiento en la evolución procede de la selección […]. El mutacionista extremo cree que la selección no juega papel alguno. La dirección de la evolución está determinada por la dirección de las mutaciones ofrecidas […] [Negar sesgamiento en la variación mutacional] significa solamente que la mutación no está sistemáticamente sesgada en la dirección de una mejora adaptativa. [Mientras que la caricatura del darwiniano le hace decir que] que todos los cambios concebibles son “igualmente apropiados”. Lo que mantiene la visión darwiniana del mundo […] es que la selección natural, acumulativa, gradual y lenta es la explicación de nuestra existencia».

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