Ratzinger es el Papa perfecto
Richard Dawkins
¿DeberÃa el Papa Benedicto XVI ser considerado responsable de los cada vez más numerosos escándalos sobre abusos sexuales de sus clérigos en Europa? DeberÃa, dado que la cuestión además va a ir a peor, según más y más vÃctimas superen el sentimiento de culpabilidad de las doctrinas recibidas durante su niñez y se hagan presentes.
¿DeberÃa ser investigado por cómo fueron manejados estos casos de abuso durante su presencia como Arzobispo de Munich o como primer responsable de las doctrinas vaticanas? Por supuesto que deberÃa. Este en otro tiempo responsable de la Inquisición deberÃa ser arrestado tan pronto ponga un pie fuera de su reino en el Vaticano, y juzgado por un tribunal civil, que no eclesiástico, apropiado. Es lo que deberÃa ocurrir. Por desgracia nuestros gobiernos aún dependientes de la fe serán demasiado cobardes para hacerlo.
¿DeberÃa dimitir el Papa? No. Tal y como reconoció el colegio de cardenales al elegirle, está perfectamente, idealmente cualificado para liderar la Iglesia Católica Romana. Un viejo lascivo villano embutido en perversos ropajes femeninos que hubo pasado décadas conspirando tras puertas cerradas por la posición que ahora ocupa. Un hombre que se cree infalible y actúa como tal. Un hombre cuyos rezos de falsedad cientÃfica son responsables de la muerte de incontables vÃctimas de SIDA en Ãfrica. Y cuyo primer instinto al encontrarse alguno de sus empleados con los pantalones bajados es tapar el escándalo y condenar a sus jóvenes vÃctimas al silencio. En resumidas cuentas, el hombre prefecto para el trabajo. No deberÃa dimitir porque está perfectamente situado para acelerar el declive de la corrupta y diabólica organización a la que su carácter se adecúa como un guante, y de la cual es el monarca históricamente y absolutamente adecuado.
No, el Papa Ratzinger no deberÃa dimitir. DeberÃa permanecer a cargo de ese edificio podrido —esa institución tan próspera, encargada de aterrorizar a las mujeres, atiborrarse de vÃveres, odiar la verdad y violar a los niños— mientras se derriba entre palos de incienso con una plétora de corazones sagrados de turistas horteras y vÃrgenes coronadas tan absurdas que llevan a la risa sobre sus hombros.
Visto en On Faith.
¿DeberÃa el Papa Benedicto XVI ser considerado responsable de los cada vez más numerosos escándalos sobre abusos sexuales de sus clérigos en Europa? DeberÃa, dado que la cuestión además va a ir a peor, según más y más vÃctimas superen el sentimiento de culpabilidad de las doctrinas recibidas durante su niñez y se hagan presentes.
¿DeberÃa ser investigado por cómo fueron manejados estos casos de abuso durante su presencia como Arzobispo de Munich o como primer responsable de las doctrinas vaticanas? Por supuesto que deberÃa. Este en otro tiempo responsable de la Inquisición deberÃa ser arrestado tan pronto ponga un pie fuera de su reino en el Vaticano, y juzgado por un tribunal civil, que no eclesiástico, apropiado. Es lo que deberÃa ocurrir. Por desgracia nuestros gobiernos aún dependientes de la fe serán demasiado cobardes para hacerlo.
¿DeberÃa dimitir el Papa? No. Tal y como reconoció el colegio de cardenales al elegirle, está perfectamente, idealmente cualificado para liderar la Iglesia Católica Romana. Un viejo lascivo villano embutido en perversos ropajes femeninos que hubo pasado décadas conspirando tras puertas cerradas por la posición que ahora ocupa. Un hombre que se cree infalible y actúa como tal. Un hombre cuyos rezos de falsedad cientÃfica son responsables de la muerte de incontables vÃctimas de SIDA en Ãfrica. Y cuyo primer instinto al encontrarse alguno de sus empleados con los pantalones bajados es tapar el escándalo y condenar a sus jóvenes vÃctimas al silencio. En resumidas cuentas, el hombre prefecto para el trabajo. No deberÃa dimitir porque está perfectamente situado para acelerar el declive de la corrupta y diabólica organización a la que su carácter se adecúa como un guante, y de la cual es el monarca históricamente y absolutamente adecuado.
No, el Papa Ratzinger no deberÃa dimitir. DeberÃa permanecer a cargo de ese edificio podrido —esa institución tan próspera, encargada de aterrorizar a las mujeres, atiborrarse de vÃveres, odiar la verdad y violar a los niños— mientras se derriba entre palos de incienso con una plétora de corazones sagrados de turistas horteras y vÃrgenes coronadas tan absurdas que llevan a la risa sobre sus hombros.
Visto en On Faith.