Primate, Militante ¿y qué?

Desde el blog Sin Dioses se propuso declarar el 24 de noviembre como el Día del Orgullo Primate. La iniciativa, que es apoyada desde varias páginas y grupos ateos y racionalistas, pretende reinvindicar nuestra pertenencia al grupo de los primates frente al fundamentalismo religioso que insiste en negar la evolución y cualquier tipo de parentezco entre nuestra especie y el resto. La elección de la fecha tiene dos explicaciones. La primera es que el 24 de noviembre de 1859 de produjo la publicación de la obra de Darwin "El Origen de las Especies", texto fundacional el paradigma evolutivo. La segunda, que esa día también se cumple un aniversario del hallazgo de Lucy, los restos más completos que poseemos de un Australopithecus afarensis.

Los conflictos entre evolucionistas y creacionistas no son un tema habitual en nuestro país dado que la Iglesia Católica, a la que adhieren tres de cada cuatro argentinos, tiene una posición poco clara al respecto validando por un lado la explicación evolucionista pero por otro castigando a sus teólogos cuando niegan la existencia histórica de Adán y Eva. Semejante indefinición, posiblemente consencuencia de que aprendieron la lección del caso Galileo, nos permitieron crecer en un ámbito medianamente desintoxicado del delirio creacionista. Sin embargo en otros países, y de manera muy notable en Estados Unidos, el creacionismo mantiene un nivel de adhesión horrorosamente alto, llegándose incluso a enseñar en algunos estados norteamericanos dentro las escuelas como una teoría científica alternativa a la evolución.

En este contexto, la reinividicación de la teoría evolutiva no solo es importante en la búsqueda de las explicaciones al origen de la vida en nuestro planeta, sino que es fundamental para defender la necesidad de una educación científica y adogmática, donde no se confundan leyendas con conclusiones científicas. En esta disputa con los integristas religiosos no nos jugamos una lección de biología, sino trazar un límite que nos permita diferenciar claramente entre el conocimiento y el delirio místico para que luego el Estado promueva el avance del primero y no del dogma inamovible que sostiene el segundo.

Los comentarios han sido cerrados para esta nota