Papeles, dioses, sellos y fe

A mediados del año pasado me preguntaba que tenía que suceder para que de una vez por todas blanquee mi situación “espiritual” y de por terminado mi vínculo con la Iglesia. Lamentablemente encontraba buena información para apostatar en España, pero muy poca era la que encontraba para Argentina, y para colmo, la apostasía argentina parecía muy diferente a la española.

Encontrar una página que menciona el procedimiento para presentar la apostasía, empezó cambiar las cosas un poco. Parece estar escrita con conocimiento del hecho e incluso sobre su propia experiencia personal, por lo que ya tenía una guía clara y concreta sobre el tema.

El siguiente empujón tuvo que ver con la nota salida el año pasado en Página 12, en la que se cuenta el caso particular de Cristina, coordinadora de ArgAtea, que consiguió completar el trámite. La buena noticia no tuvo que ver solamente con conocer personalmente a un apóstata, sino que la experiencia que ella nos cuenta no se parece tanto a los desgastantes idas y vueltas que leemos de los españoles.

Finalmente, decidí intentarlo: Tengo que reconocer que no tuve la sensación de que la Iglesia intente poner trabas a los que desean apostatar. En el peor de los casos, como decimos en Argentina, se hacen los boludos un poco, no respondiendo algunas consultas, demorando la respuesta de otras, pidiendo que uno acuda en persona, etc. También hay que decirlo, en muchos Obispados de nuestro país, no tienen ni la menor idea sobre el tema, y su inacción tiene que ver más con que se sienten perdidos que con una “mala voluntad”. No obstante, queda claro que es responsabilidad de ellos informarse y no sirve como excusa el desconocimiento del procedimiento.

¿Por qué apostatar?

No todos los ateos están de acuerdo con tomarse la molestia de apostatar. El argumento más frecuente es que hacerlo es someterse a las leyes de una institución en la que no creemos, y reconocerle autoridad de alguna manera. A esto, respondo que los ateos no creemos en la existencia de Dios, pero no negamos la existencia de la institución “Iglesia”, cuya existencia resulta evidente. En términos de la vida diaria, uno acostumbra a ingresar a instituciones si quiere pertenecer a ellas, y darse la baja si quiere dejar de pertenecer. Si consideramos que la Iglesia es una institución más, no hay mayor motivo para no darse la baja si uno deja de adherir a su fe, lo mismo que uno de la baja de un partido político donde se afilió cuando deja de adherir a sus propuestas. Sumado a eso, existen buenas razones para suponer que la iglesia fundamenta la cantidad de fieles que tiene, utilizando el número de personas bautizadas de sus registros. Si este número es alto, la Iglesia se posiciona con mucha fuerza para reclamar ante el estado, o ante quién sea, argumentando que representan a mucha gente. En ese sentido, apostatar es no prestarse a aumentar el poder de la iglesia. Tampoco parece que esté sobrando el hecho de decirle a una institución a la que pertenecimos, por el motivo que sea, que ya no queremos estar ahí. Una institución honesta debería tomar nota de las personas que la abandonan y los motivos que aducen, para ver si tienen que corregir algo. Ciertamente esto parece difícil para una institución que creer estar guiada por un Dios sabelotodo, pero nosotros lo intentamos.

Finalmente, reconozco que este tema es “mediático”. Quiero decir… en el año y algo más que lleva ArgAtea de vida, las apariciones que hizo en los medios escritos y en la radio tuvieron que ver la mayoría de las veces con el tema de la apostasía. A su vez, esto suele generar una reacción del lado de los creyentes y se termina reavivando un debate que estamos necesitando. Esto, si bien no es una razón directa para apostatar, es un “efecto secundario” nada despreciable.

¿Que hace falta?

Solo hace falta estar Bautizado, y saber el nombre de la parroquia donde esto sucedió. Supimos por un visitante de este mismo blog menor de edad, que hay que esperar hasta los 18 años para hacer el pedido, y no sirve ir acompañado de los padres. Resulta curioso que se pueda bautizar a un bebe de días, y no se pueda “desbautizar” a una persona de 17 años, pero así son las cosas.

¿Como se hace?

Lo que yo puedo comentar aquí, tiene que ver con el procedimiento que figura en la página citada arriba, y las experiencias que conozco, contando la mía propia.

En principio, el acto de apostatar tiene que ver con dejar de figurar en los registros de la Iglesia como un “cliente” más. Para esto nos ampara la Ley de Protección de Datos Personales (Ley 25326) en la que se aclara explícitamente que “Toda persona tiene derecho a que sean rectificados, actualizados y, cuando corresponda, suprimidos o sometidos a confidencialidad los datos personales de los que sea titular, que estén incluidos en un banco de datos“. Así, simplemente estamos ejerciendo el derecho a que nuestros datos sean actualizados indicando que dejamos de pertenecer a la iglesia. Por otro lado, existe una batalla con final incierto para pedir que los datos sean borrados definitivamente en lugar de hacer una simple anotación al margen. Esto por ahora no se logró, y lo veo bien difícil.

La solicitud no es hace directamente a la parroquia, sino al Obispado de la zona a la que pertenece. Se hace por escrito, para lo que alcanza con descargar alguna de las cartas modelos que circulan por la web, incluso la mencionada de ArgAtea. Leerla no está demás, no solo porque va a ir firmada por nosotros (con todo lo que ello implica) sino porque puede que no se ajuste exactamente a nuestra situación. Por ejemplo, en mi caso no fui bautizado de recién nacido, sino que lo hice a los 8 años a pedido mío. Una vez impresa la solicitud, puede entregarse en persona o por correo. Como es lógico, conviene siempre hacerlo de la forma más formal posible, recibiendo algún acuse de recibo, o enviándola con la modalidad “carta documento” de manera de tener forma de probar que realmente se hizo la solicitud si es que no tenemos respuesta y queremos acudir a algún otro organismo para pedir ayuda, como por ejemplo la Dirección Nacional de Protección de Datos Personales.

Llegado este punto, solo resta esperar la respuesta de la Iglesia, que si bien no puso demasiados problemas en los casos que conozco, tampoco es una gran interesada en resolvernos nada de esto, por lo que conviene no desentendernos del tema. Una llamada telefónica para ponernos/ponerlos al tanto de como es el trámite no sobra nunca, y de paso mostramos que estamos realmente interesados, y que por una falta de respuestas no vamos a olvidarnos del tema.

En mi caso, tuve que llamar al Obispado porque no recibí respuesta, y de hecho decían no haber recibido ninguna carta. La segunda carta fue, por recomendación de ellos, dirigida personalmente al Vicario Genereal, y allí si recibí respuesta, pidiéndome que me presente personalmente en una parroquia para que puedan comprobar mi identidad, y el mismo Vicario se ofrecía a recibirme en persona en el Obispado para tomarme la solicitud. Como me quedaba cerca y no me parecía descabellado el pedido, opté por esta última opción, y frente al Vicario General firmé la nota, debajo lo hizo él, debajo el notario del Obispado, y reforzaron con sus sellos y el sello del Obispado, anotando el mismo Vicario de puño y letra que en ese acto, yo declaraba “abandonar la fe católica”. Me entregaron fotocopias (en las que de nuevo con la firma del Vicario y su sello se aclara que es copia fiel) y con ello se supone que mi trámite termina. Ellos, ese mismo día, comunicaban a la parroquia para que en el libro de bautismo actualicen mi situación, y se comprometieron enviarme una copia del libro, aunque en todo caso puedo ir yo mismo a verificarlo.

Lamentablemente mi experiencia no es la de otros, y aunque en general todos tuvimos que ir al Obispado en algún momento para que la apostasía avance, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no tuvieron que probar su identidad, y recibieron la respuesta por correo, en lugar de en persona como en mi caso. Esto fue reconocido por el mismo Vicario, quien me comentó que cada Obispado se maneja de manera independiente, y ellos en particular no tenían idea de como proceder porque mi pedido fue el primero. De todas maneras, se puede decir que nunca alcanzó con enviar la carta y esperar respuesta. Es necesario estar atrás de ellos para insistir.

Un hecho curioso es que, en contra de lo que yo mismo esperaba, quienes más complican el trámite no son las autoridades de la iglesia, sino las señoras que se dedican a atender, en muchas ocasiones de muy mala manera a los que queremos apostatar. Malos modos y cajoneos de solicitudes fueron experiencias que vivimos solo cuando tratamos con “civiles”, y en cuanto pudimos hablar con alguna autoridad, el trámite salió sin más.

Resumiendo: Desde el miércoles 26 de marzo de 2008, formalmente he renunciado a algo que no tengo desde hace más de 20 años, aunque Dios recién se entera.

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