Palin, o cuando ser mediocre no debería ser suficiente



Sam Harris

Preguntémonos la cuestión que debería rondar la cabeza de cada ser pensante en el mundo en este momento; si John McCain se convierte en el presidente número 44 de los Estados Unidos, ¿qué probabilidad hay de que un coágulo sanguíneo, o un objeto caído del cielo haga que Sarah Palin sea la 45?

Las tablas actuariales en el sitio web de la Administración de la Seguridad Social sugieren que hay algo más de un 10% de posibilidades de que McCain muera durante su eventual primera legislatura. Lógicamente, con el tiempo la guadaña está cada vez más afilada. Si el presidente McCain sobrevive a su primera legilatura y consigue ser elegido para una segunda, habrá ya un 27% de posibilidades de que Palin se convierta en la primera presidenta de los Estados Unidos para 2015. Si tenemos en cuenta el historial médico de McCain y las presiones de la presidencia, se incrementan claramente las posibilidades de que nuestra alaskiana favorita de ojos claros se convierta en la mujer más poderosa de la historia.

sarah palin


Tal y como muchos han hecho notar, darle el protagonismo a Palin ha hecho mucho más interesante el último mes de esta campaña que lleva ocupando todo el 2008. ¿Está Palin remotamente cualificada para ser presidente de los Estados Unidos? No. Pero eso es lo que resulta tan interesante. McCain ha dejado de lado cualquier preocupación sobre la cualificación de los miembros de su gobierno para satisfacer el voto femenino y el de los cristianos más conservadores. Y ha transformado este periodo de la historia americana en un mero reality show de televisión. «Â¡No mires ahora, pero nuestra primita Sarah es ahora el líder del mundo libre! ¡Sintonízanos la próxima semana para ver cómo se pone chunga con Pakistan!»

Los americanos suelen desear realmente que gente mediocre sea promocionada a puestos de gran autoridad. Nadie quiere que le opere un neurocirujano mediocre. Ni siquiera que un carpintero mediocre le arregle la casa. Pero cuando llega el momento de investir a un hombre o a una mujer con más poder y más responsabilidad que cualquier otra persona ha mantenido a lo largo de la historia humana, a los americanos les gusta que sea un tipo normal, alguien como ellos mismos. El presidente Bush jugó este juego con su «Â¿con quién te tomarías una cerveza?» en 2004, y ganó la reelección.

Es uno de los puntos en los que el narcisismo es indistinguible del masoquismo. Lo diré claramente; si quieres que alguien como tú sea presidente, o incluso vicepresidente, de los Estados Unidos, te mereces que el resultado sea la sociedad más disfuncional posible. Te mereces ser pobre, que el medio ambiente haya sido destruído, que tus niños reciban una educación de cuarto grado, y sufrir que tu país se implique y pierda todas las guerras, las necesarias y las innecesarias.

McCain ha demostrado tan poco respecto por la presidencia de los Estados Unidos como para estar dispuesto a llevarse a la chica de la puerta de al lado —abuelita dentro de poco— a la oficina, justo a su lado. Tiene tan poco respeto por el votante americano medio que piensa que este truco tan cínico y tan imprudente va a funcionar.

De hecho, podría hacerlo. La nominación de Palin ha excitado claramente a los conservadores cristianos, y podría hacer también que unos pocos millones de fans obsesionados con el género de Hillary Clinton le den su voto basándose en los cromosomas. Añádele unos cuantos millones más de votantes americanos del montón que simplemente disfrutan de cómo sonríe la señora, y 2009 será un año muy interesante.

«Â¡Sintonícenos la próxima semana para ver a la primita Sarah hacer el macarra con nuestro arsenal nuclear!»

Visto en Los Angeles Times. Foto de Wonkette.

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