Obispos: tan lejos de Dios y del pueblo
Autor: Milagros Vargas Sarriá
Fuente: elcomerciodigital.com (20.06.2008)
En las antÃpodas del mensaje de Cristo, los obispos se pasan la vida metidos en polÃtica. Jesús de Nazareth dijo: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Sentó asà la separación entre polÃtica y religión. Pero la Iglesia española es absolutista y partidista. Los obispos han pontificado sobre el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual, la Educación para la CiudadanÃa, la unidad de España, la lucha contra ETA. y siempre en completa sintonÃa con el PP, un partido que negoció con ETA y con el que ya habÃa aborto y divorcio en España. Pero los obispos callaron entonces, como sujetos taimados que son. En cambio, no hablan de la compasión con los que llegan a España en pateras y cayucos. No se les ha oÃdo pedir a los jerarcas de la Iglesia solidaridad con los trabajadores, con los humildes. Los pobres les importan un comino a los Rouco, Cañizares, Camino y compañÃa. La Iglesia lleva siglos viviendo de la alianza entre la derecha y el altar, pero ahora los obispos integristas y los polÃticos reaccionarios cierran filas. Me viene a la memoria la imagen del dictador Franco paseado bajo palio acompañado por una tropa de sotanas. Para la Iglesia, Franco fue «Caudillo de España por la gracia de Dios» y su golpe de Estado, «una Ccruzada», según machacaron durante décadas los obispos. En mi infancia, el crucifijo, el rosario, la misa y los ejercicios espirituales eran obligatorios. Aunque a los jóvenes de hoy les parezca increÃble, asà era. Eso sÃ, en aquellos tiempos 'la democracia' no estaba en peligro para los obispos. La democracia era la del dedo del Caudillo. Ahora, la jerarquÃa eclesiástica y sus aliados de la derecha nacional-católica, contestan a cada crÃtica que reciben afirmando que se está atacando a la Iglesia, a la libertad de expresión y a la democracia. Es una nueva prueba de su inmenso fariseÃsmo. Los obispos organizan concentraciones en Madrid para despotricar contra las leyes aprobadas por un Parlamento elegido por los españoles, y afirman que «la democracia está en peligro». Y es que los obispos no paran de hablar. Ninguna organización tiene tantos altavoces para difundir lo que piensa. Siete dÃas a la semana, veinticuatro horas al dÃa. Tienen una Iglesia en cada pueblo y barrio de España donde sermonear a gusto, una impresionante red de escuelas e institutos para adoctrinar a los niños y jóvenes, una potente cadena radiofónica donde se insulta y calumnia a diario, una nutrida presencia de voceros, aliados y espacios propios en la gran mayorÃa de medios de comunicación públicos y privados, y periodicamente, la Conferencia Episcopal nos recuerda «lo que debemos hacer».
Nadie les cierra iglesias, escuelas o su cadena radiofónica. Nadie les impide manifestarse cuando quieren (por lo demás, nada ni nadie obliga a los católicos a casarse por lo civil, a divorciarse, a abortar. o a ser homosexuales). ¿De qué diablos hablan entonces cuando se quejan de no disponer del derecho a la libertad de expresión? Parece que es más bien al contrario, que quienes no tienen ese derecho son los que discrepan de los monseñores. Porque, cuando alguien discrepa de los obispos, éstos se rasgan las vestiduras y se declaran agredidos. Y sus aliados de un determinado partido polÃtico repican las campanas de alarma 'urbi et orbe'. O sea, que los obispos pueden ejercer la libertad de expresión, pero los demás no. O sea, que nadie puede criticarles, que lo que hay que hacer tras todas y cada una de sus declaraciones (ya sean religiosas, morales o directamente polÃticas) es decir: «Palabra de Dios, te alabamos, Señor».
Si esto no es integrismo, que baje Dios, el buen Dios de Jesús de Nazareth, y lo vea.
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