Nº 33: El pensamiento mágico


En el pueblo en el que suelo pasar mis vacaciones se suele sacar en procesión, creo que el domingo de resurrección, una figura que representa al personaje de la virgen María. Durante la procesión la figura va vestida de luto pero, al final de la misma, se le retira el manto negro y aparece vestida de blanco debido a la noticia de la resurrección de su hijo. Recuerdo que hace algunos años estaba en el lugar donde termina la procesión y vi todo el ritual, casualmente, en el mismo momento en el que retiraban el manto negro comenzó a nevar y escuché a una señora comentar que era una señal. Sí, durante esas vacaciones había nevado prácticamente todos los días, pero para esa señora, y estoy seguro que para muchos otros de los feligreses, en aquella ocasión era una señal divina. En eso mismo consiste el pensamiento mágico, en llegar a conclusiones no científicas y carentes de fundamentos lógicos que suelen incluir la relación causal entre pensamientos, creencias, oraciones o ritos mágicos (o religiosos, que vienen a ser lo mismo) con acontecimientos en el mundo físico.

Ese ritual del velo se realiza cada año en un gran número de pueblos, y en la práctica totalidad de las ocasiones no pasa nada, pero si un día nieva, sale el sol, canta un pájaro o se ve un relámpago será sin duda una señal divina. Obviamente el instante en el que comienza a nevar, a llover o cae un rayo en un pueblo coincide con un sin fin de acontecimientos, en ese mismo instante y ese mismo pueblo alguien pulsó el timbre de un portal, subió el volumen de la televisión o cambió de canal, marcó un número de teléfono o puso en marcha el microondas... pero ninguno de ellos relacionó el hecho de pulsar un botón con el hecho de que comience a nevar o llover, sin embargo, si esa acción incluye algo a lo que hemos atribuido algún poder sobrenatural estaremos predispuestos a encontrar una relación causa-efecto por ilógica que sea. De hecho, nuestra tendencia al pensamiento mágico es algo innato, relacionado con la forma en la que funciona nuestro cerebro y es sujeto de estudio en psicología, antropología y otras ciencias. ¿Quién no se ha sorprendido a si mismo reflexionando sobre lo que dice su horóscopo o el mensaje de una galleta china aunque sepamos con certeza absoluta que son bobadas? ¿Quien no ha tenido la sensación de que solo llueve los fines de semana o que siempre empieza a llover en cuanto abrimos la puerta de casa?

En definitiva, las religiones no dejan de ser un tipo de pensamiento mágico, y al igual que el horóscopo, las galletas chinas, las supersticiones sobre gatos negros y espejos rotos, o la lluvia que parece tener el propósito de estropearnos el fin de semana, es un pensamiento sin fundamento que deberíamos descartar en cuanto aplicamos el sentido común.

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