La legalización de las drogas


Poco se ha hablado de la cumbre americana de Cartagena de Indias y de un punto novedoso en el orden del día: la legalización de las drogas. Ya se ha dicho que nada iba a salir de esa discusión, que lo importante era que por primera vez se hablara de ello. Con un poco de suerte, la próxima vez será menos tabú y quién sabe si un día no se analizará el problema con menos distorsiones ideológicas.

En Economía suele ponerse el caso de las drogas como el ejemplo de lo que pasa cuando se quiere impedir el funcionamiento de un mercado. En lugar de ocurrir lo que quiere ingenuamente el legislador, sucede que el mercado pasa a ser un mercado negro, con consecuencias siempre negativas. El precio aumenta y también el nivel de delincuencia y criminalidad alrededor de ese mercado que, más fácilmente que en el mercado libre, pasará a estar en manos de las mafias.

Es claro que esa no tiene que ser toda la justificación para legalizar una actividad. A nadie se le ocurre legalizar el mercado de contratación de sicarios para ajustar cuentas privadas, por ejemplo. La cuestión es, entonces, si la actividad de consumir drogas presenta una inmoralidad como lo es ordenar un asesinato (aunque, de serlo, lo sea en menor grado).

La única razón por la que el Estado puede inmiscuirse en el consumo de drogas libremente decidido por un ciudadano adulto es, por una parte, la posible falta de información respecto a las consecuencias en la salud del consumo y, por otra, la adicción del producto. Y estas razones deben ir acompañadas de un razonamiento más, que los ciudadanos quieran delegar en el Estado la decisión sobre el consumo de sustancias de las que no tienen información y que acepten que, efectivamente, no tienen tal información en ese caso. En cuanto a la adicción, debe aceptarse que la decisión de hacerse adicto no es la que se toma cuando se consume la droga y que el Estado no puede comprometerse a no hacer nada por la salud del adicto.

Frente esas posibles implicaciones morales están las implicaciones morales de dejar el mercado de las drogas en manos de mafias con el resultado ya conocido en términos de criminalidad, corrupción y adulteración, más aún cuando es posible resolver los otros problemas morales de su consumo difundiendo información adecuada, cobrando un impuesto a la droga en un mercado legal para hacer frente a los problemas de salud y con algún otro tipo de regulación. La experiencia de la ley seca debería haber servido para entender todo esto.

Y justamente la experiencia de la ley seca nos puede hacer entender algo más. El alcohol era legal en los países vecinos, así que la violencia asociada a las mafias se producía dentro de los EEUU. No hace falta legalizar las drogas en todo el mundo. Con que lo sean en América Latina será suficiente para que la violencia se traslade a territorio usamericano. Será la manera en que los EEUU entiendan el problema en cabeza propia si es que no lo quieren entender en cabeza ajena.

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